Relato erótico

Todos con todas

Charo
30 de octubre del 2019

Era la segunda vez que iban a aquel local y nos aseguran que no será la última. En esta ocasión conocieron a una pareja joven con la que pasaron una maravillosa velada de… sexo a tope.

Rosa M. – VALENCIA
Por fin me he decidió a escribir este relato. Tengo un amante y un buen día, nos dio por ir a un club de intercambio.
Esto ocurrió la segunda vez que fuimos y a pesar de que nuestra primera visita había sido muy positiva, estábamos algo tensos. Nos encontramos en su casa para salir juntos. Apenas llegué noté que me “repasaba” de arriba abajo. Me había puesto una blusa muy transparente y la visión de mis tetas era casi “perfecta”. Noté el fuego de su mirada tratando de penetrar mi abrigo.
Rozó suavemente mis labios con los suyos y me susurró al oído que estaba hermosa. Llegamos y los coordinadores se acercaron a saludarnos. Buscamos un lugar cerca de la pista de baile y nos sentamos. Me acarició la cara y me besó tiernamente como suele hacerlo, nuestras lenguas chocaban y jugaban.
Fue en busca de algo para beber y lo esperé allí sentada, mirando algunas escenas interesantes. Jorge se acercó unos segundos después de que mi amante se levantara y me preguntó si podía sentarse con nosotros. Comenzamos a hablar de cosas sin importancia mientras yo contaba los segundos que faltaban para que él regresara.
Los segundos se convirtieron en horas para mí. Sin embargo, debo reconocer que nuestro nuevo amigo hizo varios intentos para que la tardanza fuera menos traumática. También se acercó su novia, algo más joven que yo, y por cierto muy atractiva. Ellos resultaron muy afectivos entre sí mientras dialogaban conmigo. Me explicaron reiteradas veces que en varias oportunidades solo venían a mirar porque eso los calentaba mucho. Él, se ofreció a hacerme unos masajes en el cuello para que me relajara.

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Ella insistió, me explicó, que a Jorge no suele gustarle cualquier mujer, y que le habló de mí desde que entramos la primera vez, que ellos se sintieron muy intrigados por la diferencia de edad y lo afectuosos que éramos entre nosotros.
Sus manos levantaron suavemente mi cabello hacia un costado y sus yemas frías se depositaron sobre mi cuello. Sus dedos se afirmaban sobre cada uno de mis músculos y cada vez descendían más por la espalda. Ella se acercó lentamente hacia mí y me desabrochó el primer botón de la camisa. Ante mi sobresalto, me indicó que era para que Jorge pudiera trabajar mejor. Sentía tanto placer que de vez en cuando se me escapaba algún que otro gemido.
Poco a poco sentí como la palma de su mano se acercaba más al comienzo de mis pechos. Y con la otra sostenía mi cabello. Se acercaba tanto a mí que podía sentir su respiración cerca del lóbulo de la oreja, su respiración algo excitada y caliente.
Ella se dirigió al centro de la pista e interceptó a mi amante en su regreso. Tomó tus manos y le propuso bailar seductoramente. Esa parte no me agradó demasiado, hasta que Jorge cogió mis manos también y me llevó al encuentro con ellos. Bailamos mi amante y yo abrazados mientras ellos se besaban intensamente. Noté su excitación sobre mi cuerpo, y su respiración agitada.

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Sus manos recorrían mi cuerpo con intensidad y rapidez. Comenzaba acariciando mi cabello, seguía en el cuello, los pechos y los muslos. Alternaba esos agradables mimos con deliciosos besos húmedos cargados de calentura. Entonces decidí relajarme y disfrutar de esa fantástica sensación que recorría mi cuerpo entero. Jorge se situó detrás de mí y se agarró a mis caderas por sorpresa. Miró y mi amante y le dijo:
– Desde que la vi, he querido bailar con ella… y si eso es posible.
Mi chico me acercó hacia él y se puso a bailar con Ana, que así se llamaba la chica. Ella le cogió del cuello y tardó pocos segundos besarlo intensamente. Mi amante respondió asiendo sus caderas y acercándola hacia él. Jorge bailó conmigo un buen rato hasta que cogió a Ana y mirándonos a las dos dijo:
– Bailad para nosotros.
Nos miramos y pensé ¿porqué no? Apenas empecé a moverme noté que él buscaba su polla dentro del pantalón y se masturbaba lentamente mirándonos apasionadamente. En mi amante noté también una excitación a través de su pantalón. Ana se movía con mucha suavidad y dejaba ver algo de sus muslos levantando ingenuamente la falda. El baile y ellos mirando, eran un ingrediente perfecto para mi calentura. Entonces comencé a desabrocharme los pocos botones que quedaban en mi blusa y dejarla caer sobre la espalda. Los movimientos sensuales ayudarían a retirarla por completo. Ana asintió y se sacó su camisa y noté que tenía grandes y firmes pechos.
Ahora también mi chico se masajeaba suavemente la polla por fuera del pantalón. Era una tentación, pero debíamos acabar el baile. Ya no solo ellos dos miraban.

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Entonces Jorge se acercó, me cogió de la cintura y lentamente bajó el cierre de mi falda y deslizó la tela hasta mis tobillos. Luego retiró la falda de Ana. Nos tomó de las manos y dijo:
– Aquí terminó el espectáculo público.
Los cuatro nos dirigimos a la sala que los coordinadores nos indicaron. Tomé las manos de mi chico con algo de inseguridad, pero la situación me excitaba lo suficiente como para no retirarme en ese momento. El acercó mi cabeza a su entrepierna y pude sentir el sabor del semen que se asomaba necesitado de mi saliva. Saboreé cada porción de su verga y luego comencé besando intensamente sus testículos hasta llegar, con toda la calentura que recorría mi cuerpo, a la cabeza de su pene que tanto placer me da. Cerré los ojos y disfruté con la lengua, con la saliva, pero. Jorge propuso que siguiéramos con el baile, ya que todavía teníamos ropa por retirar.
Ana y yo disfrutábamos bailando para ellos. Tocábamos nuestros pechos sutilmente, para contener tanta calentura, hasta que ella se acercó a mi espalda, desabrocho mi sujetador y me mostró su espalda para que yo la ayudase a ella. La situación me resultó embarazosa, pero sabía que a mi amante esa situación le resultaría por demás caliente. También ella desprendió lentamente mis ligas, y retiró con la ayuda de besos, las medias de mis piernas. Ellos, ya sin ropa, se masturbaban gloriosamente mientras miraban.
Ella se apoyaba sobre mi, y yo sobre ella. Nuestras tetas se acercaban y se separaban lentamente al igual que nuestras piernas. Noté que Ana tenía los pezones duros y tiesos. Cuando quedamos enfrentadas no pude resistirme a la tentación de acariciarlos. Estaban fríos, pero sumamente firmes. Ana pasó sus dedos por mi boca buscando saliva y los pasó nuevamente por sus pechos. Solo dijo:
– Me muero por sentir tu boca sobre ellos.
Mis labios notaron el calor de sus pezones. Y mi coño se humedeció inmediatamente. Sentí la turgencia de sus pechos en mi boca y en mis dedos, tanto como sentí sus dedos que lentamente, y después de recorrer parte de mi cuerpo, se acercaban lentamente a mi coño.

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Sentí como sus dedos acariciaban lentamente mis labios. Entonces llamó a mi chico y le pidió que la ayudase. Sus dedos calientes estaban dentro de mi coño, y los de él friccionaban con experiencia mi clítoris. Jorge se acercó y comenzó a besar mis pechos, mordiendo mis pezones al tiempo que me acariciaba fuertemente el culo.
Al rato acercó su cabeza a mi coño y saboreó cada uno de sus dedos dentro de mí. La sensación era deliciosa. Sus experimentados dedos y su experimentada lengua dentro de mi caliente y necesitada almeja.
En pocos segundos estallé en un primer orgasmo caliente y profundo. Ana tomó mi cara y me dijo:
– Estabas deliciosa, te espero.
Me había corrido, pero seguía caliente a tope, así que me acerqué a su entrepierna y comencé a acariciar su clítoris. Mis dedos recorrían circularmente toda su intimidad. Primero fueron dos dedos que quedaron atrapados en su sexo y luego tres. Mientras entraban y salían mis dedos, sentí que mi cara rozaba con la deliciosa polla de mi chico, que caliente y tiesa como siempre, se acercaba a mi boca. Alterné entre su polla caliente y el clítoris necesitado de Ana. ¡Que placer, que hermosa sensación!
Jorge se me acercó por detrás y cuidadosamente separó mis piernas. Noté como su pene se acercaba deliciosamente a mi coño, sentí esa verga entrar y salir de mi cuerpo infinidad de veces. Su fricción era embriagante. Mi lengua no se detenía. Ana seguía acostada con mi cabeza entre sus piernas. Jorge por detrás de mí y mi chico recostado a su lado, besaba sus pechos. Ana soltó un pequeño gemido cuando alcanzó su primer orgasmo ayudada por mis dedos en su coño y mi lengua sobre su clítoris, pero apenas acabó, se colocó de rodillas y dirigió su lengua fresca sobre la polla de mi chico. Ambas pasamos reiteradas veces la lengua sobre su verga. Saboreamos, y disputamos pequeñas porciones de semen que se escapaban incontrolablemente. Ana pasaba la lengua por sus testículos y acariciaba su entrepierna, mientras yo me dedicaba a mi parte favorita.

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Sentí varias veces la lengua de Ana fundirse con la mía y el calor de sus labios sobre los míos. Todo ese placer acompañado por la cuidadosa penetración de Jorge, fue suficiente para acabar en un segundo y contenido orgasmo. Sentí la tensión en todo mi cuerpo, y el frío que me recorría entera.
Ana se colocó abierta de piernas sobre el cuerpo de mi chico y comenzó a moverse, a frotarse sobre su intimidad hasta gemir nuevamente de placer. Jorge había cambiado de posición. Se colocó encima de su mujer y le penetró exitosamente el culo mientras ella seguía frotándose contra mi chico, quien me pidió que colocara mi coño sobre su boca para poder besarme. Nunca sentí tanto placer junto y creo que él tampoco. Sentí el gemido de Jorge y pude ver su expresión casi al unísono con la de mi chico. Un nuevo escalofrío recorrió mi cuerpo del que él fue testigo directo.
Solo segundos después Ana y Jorge se despidieron y explicaron que la ducha la preferían tomar solos. Casi en silencio nos vestimos. La ducha preferíamos tomarla en casa. Llegamos, nos duchamos juntos para poder seguir jugando y disfrutando de nuestros cuerpos.
Ambos coincidimos que la próxima vez iríamos a por más.
Saludos de los dos.

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