Relato erótico

Todo un espectáculo

Charo
29 de abril del 2018

Llevan seis años casados y según él, no ha podido hacer realidad todas sus fantasías. A su mujer, según que cosas, no le parecen “decentes”.

Arturo – TARRAGONA
Me llamo Arturo, somos de Tarragona, lo que narro a continuación me pasó realmente y hoy lo cuento pues me ha parecido bueno compartirlo. Con mi mujer llevamos seis años de casados, ella tiene 33 años, mide 1,69, es atractiva, con el cabello color café, ojos color miel y sus medidas creo que son 98-64-96, atrae miradas y no hemos experimentado cosas morbosas en el sexo, aunque una de mis fantasías es eyacular en su cara, otra es verla como la penetra un extraño y muchas mas.
Cada vez que yo le pedía algo de eso, ella se negaba y terminábamos siempre en la relación tradicional, o sea la aburrida. Yo la intentaba convencer de que si me corría en su cara lo disfrutaría mucho, pero jamás accedió a eso y cada vez que me hace una mamada está vigilando que no salga el semen. También me gustaría practicar sexo anal pero eso ya es mucho pedir, pues se enoja al pedírselo.
La verdad es que no nos iba mal como pareja, hasta que un día llamó mi amigo de la infancia que también es amigo de Sara, mi mujer, diciendo que necesitaba buscar donde quedarse unos días ya que estaba haciendo reformas en su piso y quería saber si le podía alquilar una habitación. Accedimos los dos sin problemas ya que la relación entre nosotros como amigos fue muy buena, pero mi sorpresa vino cuando noté que después de tres días, ella por la noche no se dormía, era como que esperara a que yo me durmiera, por lo tanto eso hice para que ella se lo creyera y ver qué hacía.
Se inclinaba sobre mí para ver si dormía y hacía como si fuera a la cocina a buscar agua. Salía de la habitación y se dirigía a la habitación donde dormía Juan, nuestro amigo.
Nuestra habitación está en el segundo piso y la de él en el primero. Aquella noche se levantó, yo intenté no hacer ruido para poder ver qué pasaba. Eran más de la una de la madrugada. Me asomé a la habitación de Juan, despacio y no podía creer lo que estaba viendo. Mi mujer, la sana, la que no quería sexo anal estaba haciendo un acto sexual inesperado para mí. Justamente ella estaba a cuatro patas, mirando hacia el frente en dirección a la puerta. Me quedé inmóvil y me puse a observarla. Juan le tiraba el pelo hacia atrás mientras la manoseaba por todos lados y se la follaba por el culo.
Me volví a mi habitación con mucha histeria, pero mi polla estaba tiesa por haber visto esto. Al rato hice ruido como de despertarme y enseguida llegó ella con un vaso de agua, como si nada. Al otro día, al despertar y antes de irme a trabajar, le dije a Sara que llegaría tarde pues tenía una reunión de empresa y que llegaría después de las doce de la noche. Esa noche di vueltas por la ciudad hasta las diez y me fui hacia mi casa.

Cuando llegué, sin hacer el menor ruido, apagué el móvil por si acaso, me dirigí despacio y allí estaban ellos con la puerta cerrada, pero yo me asome por la ventana que da a la cocina y vi como él la tenía agarrada del cabello y ella trataba de no emitir ningún jadeo, pero le resultaba muy difícil, pues siempre se le escapaba algún gemido muy suave. Tenía los ojos entreabiertos demostrando lo mucho que disfrutaba, sus labios separados, y de vez en cuando suavemente se mordía el labio inferior en momentos de pleno éxtasis.
Juan estaba sobre sus rodillas y totalmente derecho mientras la penetraba, formando un ángulo de 90 grados, hasta que, a los pocos minutos, él decidió cambiar de posición y se apoyo por completo sobre mi mujer. Tenía su polla totalmente introducida en su coño por la posición que había adoptado, su pecho estaba apoyado sobre la espalda de mi mujer. Luego le pasó su mano por el cuello y comenzó a embestirla muy suavemente mientras le acariciaba la cara y un pecho, y metía los dedos en su boca. Ella estaba muy excitada, sin poder controlarse para nada.
Él, comenzó a aumentar el ritmo de la penetración, le pasó sus dos brazos por debajo de las axilas abrazándola al revés y a mí se me empezó a poner dura la polla. Luego a él se le notó completamente excitado y comenzó a golpearle los muslos con sus piernas, su polla se introducía rápidamente y estaba totalmente erguido, mientras sus testículos golpeaban en las hermosas nalgas de mi mujer.
De pronto él salió de dentro de ella de golpe y le dio la vuelta para sentarla sobre él. Ella no puso resistencia y en muy pocos segundos cabalgaba sobre su polla, la cual ahora quedaba por completo a mi vista y podía ver como los labios de su chocho se dilataban para dejar entrar ese tremendo elemento.
Ella continuaba cada vez mas saltando sobre su verga, lanzando gemidos aunque muy silenciosos, hasta que él estaba a punto de dejarle toda su leche en la vagina por la expresión de su rostro, pero en su momento cumbre, vi algo que me dejó perplejo y excitado a la vez, él la empujó para sacársela de encima y en el mismo empujón ella cayó boca arriba sobre el colchón, él se le acercó arrodillado y comenzó a echarle todo su semen en el rostro. Cerró los ojos porque la leche se le escurría por toda la cara, pero él seguía vaciando sus huevos y su semen continuaba cayendo sobre la cara de mi mujer. Eso me excitó tanto que casi yo también acabo, soltando toda mi leche.
Mi asombro fue que lo que ella tanto me negaba, ahora no parecía disgustarle, si bien es cierto que ella no hacia nada más que recibir el semen en su cara pero, tampoco daba vuelta la cabeza o trataba de evadirse.
Cuando ella notó que su cara estaba completamente llena de leche y que a él se le desprendían unas gotas más, trato de salir de esa posición sumisa, pero él en un rápido movimiento, le sostuvo la cabeza y le penetró la boca con su polla toda bañada en leche.

Mi mujer ahí si que quiso rechazar esa actitud, pero no pudo. Le estaba follando la boca y ella no podía hacer absolutamente nada, hasta que le volvió a crecer la polla lavándola él en su boca con su saliva. Ella intentaba a comerse todo ese semen y esa carne hasta que él se quedo inmóvil un rato, sin forzarla más, y ella se lo quedó mirando e intentó sacar su verga de la boca, él no opuso resistencia y ella se retiró para atrás.
Entonces se quedaron mirando los dos y ella succionando y con la mano, cogía parte de la leche que se le escurría por la comisura de los labios. Yo me corrí dentro de mi pantalón viendo esto. Entonces Juan se la sacó de la boca y le bañó de nuevo la cara en semen. Mi mujer lo miró mal, como diciéndole que no lo volviera hacer pues, por lo visto, eso no le gustó para nada, pero él la agarró por los pelos y le sujetó la cabeza hacia atrás mientras le decía:
– No protestes, que eso te gusta, yo no soy tu estúpido maridito que hace lo que tú quieres, zorra.
Ella le pedía que no la tratara así pero él le contestó:
– Tú quisiste hacerlo conmigo, acuérdate, antes de casarte y como te gustaba.
Parecía irritado y le advirtió que otra actitud más de ella así y le perforaría el culo con su polla. Esto me puso a pensar que esos dos ya follaban antes de que nos casáramos. Entonces ella le hizo un gesto provocativo, como diciéndole, atrévete hazlo… Luego ella le hizo un ademán de desprecio y eso lo terminó de enfurecer, por lo que la agarró más fuerte y la puso boca abajo en el colchón, pero ella comenzó a decirle:
– ¡No, eso no… no lo hagas…!
Pero él no se detuvo, todo lo contrario, comenzó a amenazarla pasando su polla, que comenzaba a erguirse de nuevo, por todo su hermoso culo.
Ella trataba de salirse del colchón pero él la sujetaba y en voz baja le dijo:
– Déjame y verás lo bueno, pero hay dos opciones, o te aguantas y te penetro o se entera tu marido por tus gritos, pero que yo te penetro eso no lo evita nadie.
Comenzó a besar su culo, se lo llenaba de saliva y metía sus dedos y pasaba suavemente la cabeza de su polla por su ano, el cual no se dilataba y ella apretaba los dientes con pavor. De pronto ella emitió un pequeño grito de dolor y era que él le había desvirgado su precioso culo. Empezó a moverse lentamente dentro de su culo. Podía ver su cara de perfil. Intentaba que eso pasara rápido pero no, esa verga entraba y salía plácidamente por su culito ya dilatado. Ella ya gritaba de dolor, pero al mismo tiempo gemía. Él le empezó a preguntar que opinaba ahora y ella, con pequeños gemidos, le imploró que lo hiciera lentamente o la dejase, pero él le dijo que si se la sacaba me lo contaría a mí, así que ella dijo:
– Adelante, sigue, pero suave.

Ella se mordía el labio, no podía más, y él se la metía toda porque su pelvis chocaba contra las nalgas de mi mujer. En una de esas, él la terminó de penetrar metiéndole lo que quedaba fuera, su culo se dilató por completo y a ella se le llenaron los ojos de lágrimas.
En ese momento estuve a punto de saltar a defenderla, pero me excitaba tanto verla en esa situación que no hice nada. El continuaba abriendo su culo y ella gemía, pero también gozaba. Sus huevos golpeaban con firmeza en las nalgas, ella tenía los ojos llorosos y no había postura para evitar eso.
El, sin sacársela, se sentó en el colchón levantándola a ella y haciéndola cabalgar sobre su rabo, pero en ese momento fue cuando no aguantó más y gritó de dolor. Su culo había sido penetrado por completo.
Yo no atiné a moverme ya que cada minuto me excitaba más, y él se quedó en silencio y quieto unos segundos, pues al parecer también le dolía la polla, pero a los pocos segundos continuó haciéndola cabalgar, ella sentada sobre su polla, frente a él y yo le veía la cara de felicidad.
Después de unos minutos así, él siguió sentado pero le dio la vuelta sobre su verga, sin sacársela, quedando ella de espaldas a él pero todavía penetrada. Juan le dijo que se moviera y ella, dolorida, lo hizo. Yo la veía de frente, veía sus gestos, sus ojos llorosos, sus labios quebrados, sus tetas pero, nunca estuve seguro si era dolor o placer, aunque creo que ambos. Ella abrió un poco las piernas dejándome ver su coño aunque estaba obligada a seguir metiéndose esa verga en su culo, así que trataba de hacerlo lentamente.
En un momento observé que fruncía el ceño y lentamente comenzó a correrse sobre él. Estaba claro que él con su verga, la había hecho gozar. Ella tenía que controlar el dolor, pero no podía, sus ojos se cerraron y se corrió por completo dejándose ver como de su coño le saltaba el líquido de su orgasmo. El final se acercaba ya que a él se lo veía bastante satisfecho, y le dijo que ya podía salirse y ella sin perder tiempo así lo hizo, pero él se empezó a masturbar delante de ella que supuso lo que le esperaba, más leche en su cara.
Ella ahora se negó y el no hizo nada, seguía masturbándose, por lo que ella pensó que había quedado libre, pero cuando se dio la vuelta lentamente para levantarse e irse, él la tocó muy suavemente en el hombro y ella cerró los ojos, como si supiera lo que le esperaba.
Se dio la vuelta y sin dudarlo se dirigió a su verga y comenzó a masturbarlo para terminar pronto con todo, pero él se negó y siguió haciéndose él la paja.
La boca de mi mujer estaba a unos pocos centímetros de la polla, ella tenía toda la cara sucia de semen, ya que ninguno se había ido a lavar.
Entonces él comenzó a acelerar su masturbación hasta que ella acercó su boca cuando ya salía. Cerró los ojos y esperó ese líquido caliente el cual fue a dar nuevamente en toda su cara.

Ella rompió a llorar mientras él la ensuciaba más y más de leche, luego él la agarro suavemente por detrás de la cabeza y sin hacer fuerza, la trajo hacia su polla para que se diera cuenta qué tenía que hacer. Ella lo hizo, se llevó toda la leche que pudo a la boca, tratando de evitar su mirada.
Como él ya se había corrido antes, ahora era menor la cantidad de semen, y cuando terminó ella se alegró, pero él le dio su último golpe diciendo:
– Quiero que la tragues.
Ella hizo un esfuerzo sobrehumano y tragó toda esa leche, provocándole nauseas pero se la tragó. Luego ella se levantó y se dirigió a la puerta como para ir al baño, y yo me metí rápido detrás de la lavadora. Miré el reloj y eran las casi las doce de la noche. Ella salió despacio, se metió en la ducha, yo volví a mirar hacia adentro y vi como Juan se estaba pajeando con las bragas de Sara.
Esto sucedió hace muy poco y no me da pena contarlo ya que me excita mucho.
Felicidades por vuestras revistas.

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