Relato erótico
Todo por una amiga
Lo que nos cuenta ocurrió hace algunos años. Fue una experiencia maravillosa con una mujer a la que querían los dos. La recuerdan con cariño y morbo.
Olga- Badajoz
Somos Olga y Víctor, una pareja joven y abierta, hemos tenido nuestros gustitos sexuales. La experiencia que vamos a contar, era una fantasía que habíamos comentado muchas veces en la cama, que al final cumplimos como causa de un favor, a partir de ahí, empezamos a tener encuentros con otros para hacer tríos e intercambios. Llevamos casados tres años y juntos más de cinco. En este trayecto, conocimos a muchas personas. Antes de continuar describiremos como somos físicamente: De mediana altura, cabello oscuro, piel canela, contextura media, algo entradito en carnes. Olga unas caderas que resaltan su figura, pechos pequeños y una carita de niña que me hace parecer su padre.
Estábamos terminando la larga carrera cuando nos mudamos a un apartamento más pequeño y menos costoso en un barrio tranquilo, un lugar ideal para estudiar sin ser molestados. Aquí conocimos a Silvia, una chica bastante activa, que vivía frente a nuestro apartamento. Silvia es de piel muy blanca, algo más baja que nosotros, cabello claro y largo, con unos pechos muy voluminosos, bastante más que los míos. Silvia fue nuestra salvación en muchos momentos de nuestra estancia en ese lugar, pues ella cuidaba de nosotros, se preocupaba que comiéramos bien, cuidaba del apartamento cuando no estábamos, se aparecía con algún aperitivo cuando no la esperábamos, nos hacía la compra cuando se lo pedíamos… Pero una tarde nos sorprendió al pedirnos un favor a ambos. Mirándome a los ojos le dijo a Olga:
– Me gustaría que Víctor me hiciera el amor como lo hace contigo. Es un favor que os pido de corazón, ya que soy virgen y me gustaría conocer las delicias del sexo, que solo conozco por televisión y revistas. Con esto no quiero interponerme en vuestra relación, y menos perder vuestra amistad.
Bajó la mirada esperando una respuesta, me acerqué a su lado, levanté su cara y vi sus ojos llorosos y avergonzados. Entonces cogí a Víctor de las manos y lo lleve a la habitación para conversar. Acordamos aunque un poco indecisa acepté, siempre y cuando estuviera yo presente.
Volvimos al comedor y le dijimos que si. Al oír la respuesta, una sonrisa se esbozó en su rostro, lo cual también me llenó de una alegría que solo ella podía transmitir. Acordamos donde y cuando. Por decisión de ella, el lugar sería en nuestra habitación, que la había decorado ella en color blanco, sábanas, cubrecama, cortinas, incluso el suelo era blanco. Silvia, que tenía las llaves del apartamento, se encargó de todo.
El día acordado llegamos del trabajo y encontramos una nota junto a la ropa interior que nos había preparado, bastante sugerente por cierto, en color blanco, que sería nuestro atuendo. Nos duchamos, perfumamos y nos pusimos la ropa. Una hora después Silvia tocó la puerta y entró. Llevaba puesta ropa de dormir blanca que le cubría todo el cuerpo, pero era transparente y se notaba que dentro no llevaba más que una diminuta braguita que cubría su intimidad. Víctor la cogió de la mano y la condujo a la habitación, mientras yo preparaba una fuente de fresas (es la fruta que le encanta a Silvia). Víctor hizo sentar a Silvia en la cama, le quitó los clips de su cabello para soltarlo, le llegaba más allá de los hombros. Se arrodilló en la cama, detrás de ella y empezó a besar su cabello, buscando sus oídos, su cuello…
Ya se le notaba más la respiración entrecortada. Bajó su ropa de dormir desde atrás, sin descuidar los besos que le regalaba, explorando su espalda a medida que bajaba la ropa. La hizo reclinar en la cama mirándose frente a frente, descubriéndose el uno al otro. Se reclinó sobre ella y empezó a explorar cada centímetro de su piel desde el cuello, la barbilla, los pechos, voluminosos, su vientre… Silvia a esas alturas jadeaba en espiraciones ondas y entrecortadas, no estaba ahí, ella lo estaba disfrutando en todos los niveles. Al tocar su piel hizo olvidar a Víctor la situación y cuando llegó a su vientre se notaba lo agitada de su respiración, que eso encendía mucho más a Víctor que cualquier otra reacción de mujer.
Entonces abrió a lo largo de la cama su ropa quedando ante la vista su cuerpo. Cogió sus pechos, jugó con ellos pellizcando, succionando, dejando rastros de deseo sobre su piel caliente y húmeda.
A medida que avanzaba hacia su intimidad tan bien cuidada, escuchaba casi imperceptiblemente un “sigue, sigue, sigue…”. Víctor quitó las braguitas de Silvia, donde se encontraba una mata rasurada de pelitos que cubrían la entrada de su sexo húmedo por la excitación. Se olía intenso olor a hembra en celo. Me acerqué hacia ellos, puse una fresa en la boca de Silvia y otras a lo largo de su vientre, mientras Víctor se desnudaba.
Al darme cuenta, Víctor tenía una erección bastante importante y le salía ese lubricante natural de la punta de su cipote que tantas veces yo había disfrutado y ahora vería en acción en otra hembra.
Cogí otra fresa, la froté sobre la erección de Víctor y se la ofrecí a Silvia, que sabiendo lo que se venía la aceptó, como reconociendo a su invitado. Lo mismo hice con Víctor, cogí otra fresa, lo pase por la vagina de Silvia, que serpenteo en la cama al sentir ese frío invasor en su intimidad y se la ofrecí a mi amor que estaba a mil. Al sentir el sabor y olor de Silvia en mis sentidos, cogí dos fresas y se las metí dentro de la aun inexplorada intimidad de Silvia, que a esas alturas gemía y al parecer, tenía su primer orgasmo. Pasé mi lengua buscando ese aroma a hembra en su máximo esplendor. En ese momento escuché a Silvia gemir diciendo:
– ¡Ahora, ahora, ahoraaaa!
Víctor se acercó, empezó a comerse las fresas que había dejado en su cuerpo, lamiendo todos los rincones y saboreando la fruta junto a su piel. Cuando acabó de comérselas todas, se recostó sobre ella y empezó a penetrarla despacio, Silvia gritaba sin hacerse escuchar, se retorcía, pero su invasor seguía su camino sin importarle lo que viniera. Hizo un poco más de fuerza y terminó por desvirgarla junto con un grito ahogado de dolor, que se fue apaciguando conforme entraba el resto del pedazo de carne, que ya no era exclusividad mía. Con un poco de recelo vi como Víctor lo disfrutaba, el tener una virgen para él solito, ahora que empezaba el juego del mete y saca, rápido y violento, como a él y a mí nos gusta.
Tras un rato de bombeo, cambiaron de posición, la hizo ponerse a cuatro patas sobre la cama y la empezó a penetrar por detrás, despacio disfrutando cada milímetro de su estrecha intimidad que abrazaba su miembro, se notaba que ya no había daño, todo eran gemidos, jadeos, gritos y chillidos de placer. Al poco rato Víctor terminó corriéndose dentro de Silvia, que cayó rendida en la blancura de las sábanas. Verla era un espectáculo fascinaste, yo había acabado desnudándome y me estaba masturbando a un lado de la cama, con las fresas.
Víctor aprovecho el descanso de ella y con su polla aun dura, me la metió de un solo tirón. Estuvimos follando un rato mientras Silvia observaba la escena. Se recostó boca arriba y entonces Víctor y yo nos despegamos y nos recostamos junto a ella, él en medio, pero entonces dije:
– No, esta noche tú eres la reina.
Cambiamos la posición y la hicimos ponerse a ella en medio. En esa posición comentábamos la experiencia y nos explicó todo el gusto y placer que había sentido al tener el miembro de Víctor entrar en su vagina, de como sus labios abrazaban a ese excitante invasor y de como había sido desvirgada. Comentaba como al principio sintió un dolor intenso y como se desgarraba la carne dentro de ella, y como el dolor poco a poco se desvanecía, convirtiéndose en excitación y el orgasmo contenido llegaba a su clímax.
Yo, en un gesto de integración y, por supuesto, de explorar nuevas sensaciones como trío, me dejé llevar y empecé a besar sus voluminosos pechos, que respondía a mis labios hechiceros, bajando por su vientre hasta llegar al paraíso sexual, que compartiríamos con Víctor. Abrió un poco más las piernas y la visión que nos brindaba era preciosa, una mata de vellos rasuradita que cubría su entrada, de la cual resumía sus jugos mezclado con los de Víctor y un hilillo de sangre, producto de perder su virginidad. Unos labios vaginales rosados abiertos por la faena. Víctor me acompañó en la limpieza y con nuestras lenguas y bocas empezamos la limpieza, coincidiendo nuestras bocas y aprovechando para besarnos en la estrenada intimidad de Silvia, para más intimidad.
Cuando acabamos, nos recostamos y fue cuando Silvia se incorporó, arrodillándose frente a nosotros, cogió el aun dormido miembro de Víctor, lo meneó de un lado a otro, quería hacerlo despertar a toda costa, pero no lo acababa de conseguir. Entonces la miré y le dije:
– ¿No te apetece chuparla? Es otra experiencia increíble ¡disfrutarlo!
Silvia no lo dudó y empezó a besarla, de golpe se la metió toda en su boca y lo volvió a sacar. Poco a poco volvió a endurecerse el miembro de Víctor. La acompañé en su labor y empecé a chuparle los huevos, compartiendo ambas esa golosina que llamaba tanto nuestra atención. En eso que me miró y dijo:
– ¿Todo esto me ha entrado? ¡Es muy grande! No puedo creer que todo esto haya soportado mi cuerpo, con razón sentí el desgarro dentro de mí.
Ya con la polla bien tiesa, Silvia se sentó sobre Víctor, ella misma se la colocó en su entrada y poco a poco fue bajando, para luego cabalgarlo como una experta. Paró un rato, le miró de frente y dijo:
– Quiero que completes la faena, la quiero por atrás.
La miré y le pregunté si estaba segura, a lo que le dije:
– Duele, la primera vez duele bastante ¿estás segura?
Ella asintió con la cabeza, entonces de como estaba ensartada a Víctor, metí un dedo junto con la polla que la retenía, lo saqué todo humedad y se lo metí por detrás, por ese agujerito que quería saber de ser ensartado. Empecé a meter y sacar mi dedo fácilmente, luego metí dos y el resto se lo deje a Víctor, que tenía el brillo de lujuria en sus ojos. Pero no le dio tiempo, fue ella quien se separó de Víctor y trató de clavársela ella misma sujetándose de los hombros de Víctor, sin lograrlo. Viendo que quería hacer, la ayudé, tomé la dura herramienta de mi amado y la guié hacia su destino. Víctor no podía hacer mucho, Silvia tenía el control de esa especial situación.
Hacia el esfuerzo de entrar en ese pequeño agujero, dio un grito cuando entró la puntita como un corcho en ese estrecho orificio. Víctor también gritaba. En ese momento cuando Silvia quiso deshacerse de su captor, su pierna lisiada le jugó una mala pasada ya que perdió el equilibrio y de un solo tirón quedó atravesada por ese pedazo de carne.
Dio un grito fuerte de dolor, acompañado de una lágrima que corría por su mejilla, la cual sequé con mis labios y la hacía calmar. Tenía una expresión de dolor que fue pasando a medida que su cuerpo aceptaba al invasor, cediéndole paso a la dilatación. Víctor la cogió de la cintura y la levanto un poco para tener mayor movilidad, sacó despacio su dolorido miembro, no todo, dejó la cabeza dentro, y volvió a metérsela.
Se quejaba pero ya no tanto. Siguió con el mete saca en esa posición hasta correrse, en ese momento Silvia gritaba jadeaba y se dejaba caer entera sobre su erguido acompañante, hasta que terminó dentro con fuerza.
Silvia quedó rendida, se quitó esa daga que la tenía presionada, corrió una hilera del néctar de Víctor, también acompañada de un hilillo de sangre, se echó boca abajo mostrándonos su silueta deforme, pero bien cuidada.
Tomé una fresa, la más grande que encontré, abrí las nalgas de Silvia y se la incrusté en el dilatado trasero, donde encajó perfectamente, mientras ella se recuperaba, Víctor me dio una sesión de sexo oral del que tanto me gusta y tanto disfruté aquel día.
Después de esa experiencia, seguimos nuestras sesiones juntos, enriqueciéndonos. Silvia retomó sus estudios y ahora es nuestra abogada. Todo acabó cuando se casó con un compañero de su trabajo y están en busca de ser padres. No sabemos si lo lograran, pero se ven felices.
Besos