Relato erótico

Todo hay que hablarlo

Charo
29 de marzo del 2019

Quiere contarnos una de las mejores experiencias sexuales de su vida. Tiene una amiga, Claudia, compañera de clase, con la que tenía mucha confianza. Nunca se habían liado, pero se llevaban muy bien.

Adrian – Santander
Claudia es morena, bajita, con muy buen cuerpo, buenas tetas y un culo algo gordo pero firme. La verdad, estaba bastante buena, aun así repito, nunca habíamos tenido el más mínimo roce. Desde nuestra confianza y amistad salíamos juntos, con o sin amigos, bebíamos, hablábamos.
Precisamente fue uno de esos días que terminamos la borrachera de cháchara en la casa que compartía con otros estudiantes, cuando salió el tema. Hablando, hablando llegamos, como casi siempre, al sexo.
Envalentonado por el alcohol le comenté a Claudia que mi mayor fantasía sexual era el sexo anal, dar por culo a una tía, pero que eso era fantasía, porque creía que solo lo hacen las tías de las pelis porno. Claudia se interesó por la fantasía, diciéndome aquello de “debe doler una barbaridad, los tíos tenéis el punto G en el ano, pero las tías no notamos nada…” y cosas así.
Al cabo de un rato de hablar, me comentó que Noelia, una compañera de clase le había comentado en una ocasión que el sexo anal es lo que más le gustaba. Yo me quedé helado, la tal Noelia estaba como un queso, también morena, con ojos negros, altita y con dos peras pequeñas, de las que caben en un puño, había ganado incluso premios de belleza de las fiestas de un pueblo. Yo casi no la conocía, pero Claudia había salido con ella. Le rogué que quedara con ella para el próximo fin de semana, para salir juntos e intentar liarme con ella. Tanto rogué que al final accedió, pero con una condición.
– Tráete a Carlos, a ver si cae…
Carlos era uno de mis mejores amigos, por el que Claudia estaba coladita hacía tiempo, aunque él no le hacía ni puto caso. Así lo hicimos, quedamos con ellos y más gente el siguiente fin de semana. Todo parecía ir rodado, yo le tiraba los tejos a Noelia, mirando su culo prieto y pensando en la noche que me iba a pegar. Claudia intentaba poner cachondo a Carlos y la verdad que hasta yo me la hubiera tirado en el baño… pero la vida te da sorpresas y a nosotros nos la dio, cuando al final de la noche vimos con la boca abierta como Carlos y Noelia se liaban, dejándonos con el calentón.
Claudia y yo nos fuimos para mi casa, medio borrachos y acordándonos de las madres de Carlos y Noelia. Cuando llegamos seguimos bebiendo. Entre risas le comenté a Claudia que llevaba tres días sin cascármela y había estado toda la noche con un empalme de cojones y ahora tendría que matarme a pajas en casa. Claudia se rió y dijo que ella lo mismo, tendría que matarse a dedos. Nos reímos con ganas.
Claudia se sentó a mi lado, llevaba unos pantalones negros muy ajustados y no pude evitar fijarme en su entrepierna, marcaba todo el coñito, los labios. En mi calentura hasta juraría haber visto humedad. No sé como paso, pero mirándola a los ojos planté mi mano en su coño, sobándoselo por encima del pantalón, ella no dijo nada y yo creía que era de la sorpresa.
– Si quieres… los dedos te los hago yo- dije aprovechando la ocasión.

Ella llevó la mano a mi paquete, agarrándome la polla que se me marcaba en los pantalones de lo dura que estaba.
– Entonces las pajas te las tendré que hacer yo -me dijo, dejándome sorprendido.
Comenzamos a besarnos muy a lo bestia, metiéndonos las lenguas hasta el fondo, separando las bocas para sacar las lenguas y juntarlas. Gemidos de gusto se escapaban de nuestras bocas. Los suyos aumentaron cuando me dirigí al cuello (ya sabía que era su punto débil), lancé mi lengua y con mis labios empecé a absorber, se retorcía de gusto y cosquillas. Puse mi mano sobre su pecho derecho y comencé a estrujarlo, busqué a tientas su escote y metí la mano para sobárselo por debajo del sujetador. Pronto le quité la camisa y el sujetador y sus hermosos pechos quedaron a la vista, suaves, con el pezón pequeño y muy oscuro. Me lancé de cabeza a lamerlos, mordiendo sus pezones duritos, cubriéndolos de saliva, pellizcando, succionando…
Bajé mi mano a su coñito, por encima del pantalón, Claudia gemía como una perra
– ¡Joder, cómo me has puesto!
Me decía mientras le desabrochaba el pantalón para acceder a su pubis. Levantó el culo para bajarse más los pantalones y las bragas, se descalzó y en un segundo la tenía completamente desnuda, tumbada en el sofá. Yo hice lo mismo mientras ella me miraba sobándose el coño. Me tiré encima de ella; que gusto sentir su piel suave debajo de mí. Nos besamos, yo colocado entre sus piernas, rozando su sexo con el mío. Agarró mi culo y me clavó las uñas, yo subí mi cuerpo y ascendí por el suyo hasta que mi polla quedó a la altura de su cara. Primero hice unos movimientos circulares, frotándoselo por la cara, ella me puso de nuevo las manos en el culo y me hizo bajar hacia su boca, la abrió para recibir mi polla.
¡Que gusto! Mi polla entraba en su boquita suave y húmeda. Solo metí la punta pero ella presionó mi culo y se la metió toda. Chupaba y como nunca me la habían chupado y mientras comencé a culear. Movía su lengua dentro de la boca, haciéndome gemir de gusto, sabía chuparla muy bien. Paré porque veía que en nada me correría, así que me deslice hacia abajo para comerle el coño. Separé sus piernas y observe su coño depiladito, acerqué mi cara para lamerlo, aspirando primero su aroma. Creo que es uno de los coños que mejor olía de los que he podido catar en mi vida. No tenía ese olor fuerte característico de alguno, era muy suave.
Me lancé directo al clítoris, pegando mi boca como para comerme el coño entero y jugando con mi lengua, haciendo diabluras, lametones… Ella tenía espasmos de gusto con mis movimientos, sobre todo cuando los acompañé de un dedo que entraba y salía de su vagina. Estaba mamando ese coño cuando me lo pidió, con voz de auténtica puta caliente.
– ¡Méteme un dedo en el culo, por favor!
Yo no lo había hecho porque la experiencia con otras tías me decía que era sinónimo de joder el polvo, pero ahora era ella la que lo pedía.

Joder, me puse a cien y comencé a comerle el coño como un salvaje, llenándome la cara de flujos y saliva cuando metí mi dedo por su ano, que lo recibió con facilidad, porque ella lo quería y por los jugos que resbalaban de la comida que yo le estaba haciendo. Lo metí y lo saqué, lo volví a meter, lo giré, lo doblé hacia los bordes, lo saqué completamente y lo volví a meter, en principio hasta el nudillo, pero luego hasta el fondo. Ella gemía y se retorcía de gusto.
– ¡Otro dedo, ahora por favor, méteme otro! – me pidió de nuevo.
¡Le gustaba! Estaba disfrutando a tope. Obedecí y pronto la metí otro dedo más, que entró también sin mucha dificultad. Los giré en su ano, los metí y los saque, primero despacio, luego mucho más fuerte, como para hacerle daño aposta y comprendí que le gustaba jugar fuerte, porque cuanto más hacía el burro con los dedos en su culo (y más fuerte le comía el coño, claro), más gemía y me pedía que siguiera. Añadí un tercer dedo sin que me lo pidiera. Esta vez aparté mi cara de su coño porque quería ver aquel culo recibiendo tres dedos. Quizá por ser ya tres o por haber parado de comer su coño, el caso es que algo debió dolerle, porque ahora si se quejó y me pidió que fuera despacio.
Viendo que aunque se quejaba no me pedía que parara, comencé a mover los dedos lentamente. Ella pronto empezó a gemir de nuevo. Yo estaba lanzado, así que poniendo voz de vicioso le pregunté.
– ¿Quieres que te la meta por el culo?
Esperaba la respuesta que me dio.
– Siiiiiiii, házmelo por favooor, pero con cuidado que nunca lo he hecho.
Saqué los dedos y le metí dos en el coño, mojándolos bien (la tía estaba empapada, yo creo que había tenido algún orgasmo). También le lamí un poco el ano. Le levanté las piernas, hasta que sus rodillas se pusieron a la altura de su cabeza, algo nervioso dirigí mi polla a su agujero, ella se separó las nalgas con las manos, me miró con una cara de viciosa que no veas y me dijo:
– ¡Venga, métemela, hazme lo que querías a hacerle a Noelia!
Agarré mi polla por la base y apreté contra su agujero. Lo vi aplastarse, coger como forma de seta, hasta que empezó a deslizarse dentro. Claudia se quedó sin respiración, quieta, con los ojos muy abiertos, el capullo entró dentro de su ano y entonces se relajó, lanzando un suspiro y soltando el aire de la respiración contenida. El ano estaba muy prieto, se ceñía a mi pene mucho más que una vagina, se notaba seco, a pesar de la lubricación, así que me escupí varias veces en la mano e intenté untarme la polla con la saliva para facilitar las cosas.
Lentamente empecé a moverme muy despacio, con empujones mínimos. Cada 10 empujones o así, metía un poco más de rabo en su culo. Claudia tenía los ojos cerrados y lanzaba ligeros quejidos, aunque no decía nada, hasta que al fin entró entera y se lo dije. Ella palpó con su mano para comprobar que era cierto. Creo que eso la relajó, porque cuando empecé a moverme un poco más fuerte empezó a gemir, pero ahora ya de gusto. Yo empecé a ponerme otra vez muy burro y empecé a decir guarrerías varias.

Ella disfrutaba un montón y me suplicaba que se lo follase despacito hasta el fondo. Seguí un rato despacito y como los únicos quejidos que salían de su boca eran de placer, aumenté el ritmo y ella aumentó sus gemidos de gusto.
Estaba cachondísimo, aquello lo había soñado mucho tiempo y por fin lo estaba haciendo, y encima la estaba gustando, así que me venía la corrida y acelerando el ritmo la avisé. A estas alturas ya me la follaba dando empujones como si se tratara de su coño y ella no se quejaba. Yo culeaba y ella incluso levantaba un poco la espalda como para recibir más rabo. Cuando comencé a correrme sentí como ella se arqueaba y empezaba a lanzar gemiditos de gusto, como suspiros entrecortados, nos estábamos corriendo a la vez. Lancé mis chorros dentro de su culo, metiéndole hasta los últimos milímetros de mi rabo.
Cuando acabé miré para abajo y vi que ella tenía la mano en su coño, se había masturbado mientras me la follaba y debía haber tenido un buen orgasmo a juzgar por lo mojada que estaba. Mi semen se salía de su culo. Saqué mi polla y sonó un ruido como de ventosa, tenía el pene morado. El ano se le quedó abierto unos instantes y luego se cerró con un par de espasmos. Nos abrazamos y besamos. Le hice caricias por todo el cuerpo, cubriéndola de besos.
Ya más tranquilos empezamos a hablar de lo sucedido. Resultó que ella siempre había querido probarlo por el culo, habiéndose masturbado varias veces metiéndose dedos. No me había contado nada por vergüenza.
Su orgasmo, me contó, había sido un poco extraño, corto pero intenso, diferente a los que había tenido masturbándose.

El mío había sido de los buenos, aunque sinceramente, esperaba más, ambos esperábamos más, opinábamos que al ser la primera vez, no habíamos estado al cien por cien, pero decidimos hacerlo más veces para conseguir llegar al máximo placer disfrutando juntos.
Abrazos y besos de parte de los dos.

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