Relato erótico

El aburrimiento es malo

Charo
16 de octubre del 2019

Su mujer le dijo que se aburría en casa y que buscaría un trabajo. Lo encontró en una tienda y el horario le interesaba. Le dijo que el jefe era muy simpático y que le tiraba los tejos.

Joan – BARCELONA
Hola amigos, me llamo Joan, mido 1,68 y bastante pasado de peso, mi mujer se llama Nuria, mide 1,70, delgada y aunque no tiene un cuerpazo de modelo, ni nada por el estilo, sus formas son pronunciadas, tiene una cintura que divide muy bien su cuerpo, unas tetas bastante grandes y un culo respingón.
Aunque yo trabajo y gano un sueldo normal, mi mujer dijo que en casa se aburría y que se buscaría un trabajo, que además nos podría servir para ir de vacaciones o para cualquier otro gasto.
Me pareció bien y al final encontró un trabajo en una tienda. Tenía que atender a los clientes y el horario le interesó.
Pasaron tres días cuando por fin conoció al que sería su jefe, el dueño de la tienda, un hombre de 1,85, y que según me contó ella, es simpático, está casado, que si bien no es millonario, el negocio le permite vivir bien.
Pasadas unas tres semanas mi mujer me confesó que su jefe era muy bromista, pero que entre broma y broma, intentaba “seducirla”. La invitaba al café e incluso un día le dijo de ir a cenar y al cine.
Después de la confesión de mi mujer todos los días, cuando iba a buscarla, yo le preguntaba qué le había propuesto ahora su jefe, o qué cosas le había dicho, y ella, al ver que a mi eso no me molestaba, me contestaba con toda naturalidad contándome lo que él le proponía o como la halagaba diciéndole que es una mujer muy guapa, etc.
– Sí, y seguro también te va de decir que si vais allá donde tú sabes… y hacer eso…
Ella se echó a reír y solo me dijo:
– ¡Tonto!
Pasaron unos meses y la amistad entre mi mujer y su jefe se volvió más estrecha, la confianza entre los dos se había vuelto como de amigos de años, y fue cuando una noche a buscarla, me dijo que había aceptado salir a comer con él. Esto me produjo cierta inseguridad, pero no se lo demostré, por lo que me limité a preguntarle con una sonrisa tímida:
– ¿Y qué ha pasado?
– Nada, solo salimos a comer – me contestó y al ver la cara que yo ponía, se echó a reír y añadió – De veras, solo comimos, bueno… la verdad es que intentó besarme, pero no lo dejé.
Esto último acabó por descolocarme y sentí unos celos terribles, pues lo que en un principio parecía una broma, ahora estaba tomando tintes peligrosos
– ¿Y qué hiciste cuando intentó besarte?
– Pues le dije que se estuviera quieto y que recordara que estoy casada y él también.
Por como me lo dijo, deduje que si bien no lo dejó que la besara, tampoco le molestó en lo más mínimo.
– Y luego qué pasó – insistí.

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– Pues me dijo que no le importaba que no es celoso – y en ese momento, como me vio un poco serio me dijo – No seas tonto, tú sabes que te amo y él solo está bromeando.
Entonces, para ocultar mis celos, la tomé de la cintura y la besé. Así continuaron otros días más y pasada una semana desde que salieron a comer, me contó que habían vuelto a salir, pero se puso un poquito seria y me dijo:
– Es que hoy sí me besó.
– ¿Y tú que hiciste?
– Nada, no sé qué me pasó.
Al día siguiente me llamó por teléfono al trabajo solo para avisarme que saldría a comer de nuevo con su jefe, a lo que le dije:
– ¿Solo vais a comer?
– Si, solo a comer – respondió,
– De acuerdo, que te diviertas – fue lo último que dije.
Llegó la hora de recogerla la esperé un momento fuera de su trabajo como siempre, solo que ahora tardó un poco más de lo normal, al salir me saludó, como siempre nos dimos un beso, solo que esta vez yo la abracé y prolongué ese beso, como si fuese el primero, nos fuimos hablando de cosas sin interés, y ya en casa le pregunté qué había pasado ese día entre su jefe y ella.
Con una sonrisita pícara me dijo que cuando llegó por la mañana se saludaron con un beso en la boca.
– Igual que el que tú me diste ahora cuando salí.
Se puso a trabajar un rato y él le propuso salir de nuevo a comer y fue cuando me llamó por teléfono, en el coche de él donde se besaron en varias ocasiones. Yo, aún con mis sentimientos encontrados, quería seguir oyendo más, y pregunté directamente:
– ¿Solo fuisteis a comer?
– Bueno, no solo a comer.
Cuando oí esto me quedé pasmado, pero con ganas de que me contará más cosa.
– Fuimos a dar un paseo – esto me calmó un poco, pero al mismo tiempo sentía celos mezclados con un sin fin de dudas, y mi mujer continuó – Antes de salir del trabajo me invitó el viernes a bailar.
Aquí debo decir que yo estoy peleado con el baile y a mi mujer le encanta bailar, así que de nuevo no pude objetarle nada., pero le pregunté:
– ¿Y vas a ir?
Ella solo me miró, sonrió y me dijo:

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– Hace tiempo que no voy a bailar, desde que nos casamos. Si no te importa iré.
Aquella noche hicimos de nuevo el amor de una manera desenfrenada.
El viernes, por la mañana cuando nos íbamos a trabajar me recordó, aunque no hacía falta:
– Hoy no pases a por mi, amor, voy a salir.
Aún así, después de que se me hizo eterno ese día, por la noche fui a su trabajo y desde la esquina la vi salir con él del brazo, detrás de ellos iban otros tres hombres y una chica más que no eran compañeros de trabajo, subieron al coche el jefe de mi mujer, mi mujer y dos de los hombres, el otro y la chica se fueron en otro coche. Sabía que mi mujer se con otro hombre y que estaba feliz de estar ahí, yo por mi parte me fui de inmediato del lugar para evitar que me vieran.
En el trayecto a casa me venían mil pensamientos, en lo que probablemente estarían haciendo, y me preguntaba constantemente, en donde estaría en este momento. De más está decir que la noche se me hizo eterna y aunque a veces lograba conciliar el sueño, me despertaba a cada rato, no conseguía estar tranquilo, así serían las 5:00 cuando oí que un coche se estacionaba, oí algunas voces y después la de mi mujer despedirse de aquellas voces. Me levanté de inmediato a recibirla, cuando abrí la puerta vi a mi mujer feliz, de muy buen humor, a manera de saludo me dijo:
– Ya he vuelto, amor.
Yo la abracé, le di un beso y le dije:
– ¿Como te fue?
– Bien – respondió – me divertí mucho, bailamos y hablamos…
– ¿Y qué más? – le pregunté mirándola fijamente con una pequeña sonrisa de complicidad, lo que a ella le dio confianza para contarme lo que a continuación intentaré contar fielmente como ocurrió.
Antes de que saliera del trabajo llegaron algunos amigos de su jefe, Pedro, Tomás, Rafael y Sara. Estos últimos son novios, según me contó. Estuvieron hablando un rato y después fueron a una discoteca, solo que Rafael y Sara se despidieron y se fueron en su coche. Mi mujer se fue con su jefe y los otro dos amigos. Pidieron algunas bebidas y bailo con todos, aunque el único que la morreaba era su jefe. Cuando supieron que estaba casada y sin embargo estaba liada con el jefe, les dio confianza para hablar de cosas subiditas de tono y preguntar cosas como estas:
– ¿Con quién te gusta más follar, con tu marido o con él?
Mi mujer, por su parte, solo se reía y les decía que eran unos groseros y que eso no se decía, pero ellos insistían, incluso uno de ellos le preguntó directamente al jefe de mi mujer:
– ¿Y qué tal es en la cama?
– No te lo imaginas, es una leona – respondió él y todos terminaron riendo.
Luego me contó que estaba bailando con Tomás y este se le pegó de tal forma que notaba como le crecía la polla y de vez en cuando el tío le sobaba las nalgas. Me aclaró que ella le paraba los pies.

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Al cabo de un rato el jefe de mi mujer decidió irse con ella, Pedro y Tomás dijeron que se iban con ellos ya que no tenían coche.
Salieron del local y Pedro les propuso ir al apartamento de un amigo para tomar otras copas, dio la dirección y se enfilaron hacia allí. Llegaron en 15 minutos, llamaron y salió a recibirlos el amigo de Pedro que se llama Ricardo, es soltero y vive solo, Pedro los presentó y mandaron a Tomás por unas botellas a algún lugar cercano. Ya instalados en el apartamento del nuevo amigo, mi mujer y su jefe estaban en un sillón y se comían a besos, después llegó Tomás con cerveza y coñac, pero mi mujer ya no bebió y su jefe, como ya estaba medio bebido, comenzó a besar nuevamente a mi mujer, tocándola delante de todos.
Mientras la besaba le tocaba las tetas por encima de la blusa, y a veces le acariciaba el chocho, pero por encima de los pantalones. Cuando intentó subirle la blusa para mamar sus pechos, ella no se lo permitió, por lo que en un momento de calentura se metieron en la habitación, allí se besaron mientras él tocaba a mi mujer por todos lados y no tardó en tenerla desnuda, él se desnudó también lo más rápido que pudo y le penetró el coño de inmediato, después de follársela un rato, la puso a cuatro, pero lo que más le gustó a mi mujer fue cuando hicieron un 69. Quizás por el alcohol, terminaron rápido y ella tuvo un orgasmo maravilloso, mientras que a él, le costaba correrse y le dijo:
– Chúpame la polla – mi mujer obedeció.
Pasado un rato su jefe se quedó dormido mientras mi mujer se la chupaba, por lo que ella se vistió y salió de nuevo a la sala. Allí seguían Ricardo, Pedro y Tomás, y surgieron algunas bromas como:
– Ah cabrona, ya lo has matado – haciendo alusión a que lo dejó dormido.
– No me sirvió ni para el comienzo – contestó mi mujer en broma.
Entonces se desataron muchas bromas y comentarios:
– Pues aquí estoy yo mi reina…. conmigo no te quedas con hambre… etc.,
Siguió hablando con ellos, aunque ya no bebió, pero ellos, al sentirse más que ebrios y en confianza, bailaban con ella y la manoseaban, aunque según mi mujer dijo, no los dejaba, aunque me confesó que los tres tocaron cuanto quisieron de ella, y así estuvieron hasta que la dejaron en casa y todavía fuera de la casa, mientras se despedían, Ricardo la besó y manoseó dentro de su coche.

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Eso pasó la primera vez que mi mujer se entregó a otro, a su jefe, quien después de cuatro meses, sigue gozándola.
Recuerdos.

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