Relato erótico
Tenía que ser un rollito, pero…
La vio desde la ventana y le gusto. Al cabo de unos días se la encontró en el bar. Era una chica joven y con un cuerpo divino. Se presentó, le dijo que era pinto y que le encantaría que fuera su modelo, ella aceptó pero…
Pedro L. – LUGO.
Soy pintor, vivo en Lugo y aquella mañana, cuando me desperté bostezando, me levante de la cama y para celebrar el día me tomé una copa de aguardiente antes de abrir la ventana y ver como una fina lluvia caía sobre las calles.
– ¿Cómo está la mañana? – me preguntó en aquel justo momento mi mujer, que acababa de despertarse.
– Está lloviendo – contesté.
En este preciso momento pasó una chavalina muy joven con unos libros o carpetas bajo el brazo, por lo que pensé que sería una estudiante. Lucía una larga cabellera negra y unas caderas muy anchas, pero lo que yo miré con más atención fueron sus grandes pechos y su amplio trasero.
MI mujer se levantó de la cama y después de ducharse, preparó el desayuno sin imaginarse lo que yo había pensado al admirar los encantos de aquella chavalina que había pasado por debajo de nuestra ventana. A continuación me fui a mi estudio, situado en una habitación del mismo piso en donde vivimos y me dediqué a pintar durante toda la mañana.
El siguiente viernes, estaba en el bar de la esquina, vi que pasaba la muchachita en dirección contraria, por lo que supuse que regresaba a su casa, salí, la saludé y tras decirle que la había visto desde mi ventana, me presenté y le pregunté como se llamaba.
– Vanesa – me dijo con voz suave y cantarina.
– ¿Y qué estudias? – seguí preguntando.
– Derecho.
– Pues yo soy pintor y me dedico principalmente a pintar bodegones y paisajes, pero tú eres muy guapa y atractiva, y… ¿tienes novio? – me atreví al fin a preguntarle.
– No – me dijo – mientras no acabe la carrera no me lo echo.
Así hablando fuimos entablando una especie de amistad de la que mi esposa no sabía nada. En realidad con mi mujer yo no me llevaba nada bien pues en la cama ni ella ni yo nos satisfacíamos aunque yo la seguía aguantando a pesar de que ella era mayor que yo y siempre me estaba diciendo que era un vago y que lo único que hacía era ir a las tabernas y pintar bodegones. En realidad le importaba un pito mi arte.
Un miércoles de junio del año pasado, cuando mi mujer iba a pasarse toda la mañana en el mercado y Vanesa hacía vacaciones, la invité a visitar mi taller y ella se quedó sorprendida por lo bien que, según me dijo, yo pintaba.
– Eres un gran artista, Pedro – me dijo sonriendo.
– ¿Te atreverías, Vanesa, a que yo te pintara desnuda? – le pregunté.
Me extrañó que no se sorprendiera por mi pregunta, pero el sorprendido fui yo al escuchar su respuesta, pues me dijo muy seria:
– Me tienes que echar un polvo y luego cargar con las consecuencias.
– ¿Con preservativo? – pregunté.
– No, de eso nada, lo quiero a pelo – respondió ella igualmente muy seria.
– Eso es muy arriesgo, pues yo estoy casado y las consecuencias pueden ser muy problemáticas – le respondí – Pero lo pensaré y te contestaré el sábado por la mañana, que estaré en la taberna.
– De acuerdo, te lo piensas y si aceptas mi condición de follarme antes, luego me pintas como quieras- dijo marchándose.
Por la noche, ya en cama con mi mujer, me la quise joder pero ella se opuso alegando que tenía sueño así que me fui al baño, me hice una pelada de campeonato pensando en Vanesa y luego me fui a la cama donde leí un poco antes de quedarme dormido.
El sábado por la mañana, como supe luego, Vanesa se bañó y se puso un vestido blanco, pero sin bragas ni sujetador, dejando que sus grandes tetas bailaran libres a cada paso que ella daba. Y así se fue a la taberna donde solía estar yo y la estaría esperando. A pesar de todo ella llegó primero y yo me la encontré sentada en una mesa esperándome. Nos saludamos y le pregunté:
– ¿Que vas a comer?
– Dos huevos fritos.
– Anda, como yo – exclamé.
– Para eso tenemos los mismos derechos – contestó Vanesa.
– Se nota que sabes de leyes – le contesté riendo.
Cuando acabamos el desayuno llamé a la dueña del local y le pregunté si tenían habitaciones.
– Enseguida se la preparo – me contestó.
Vanesa me miró, algo sorprendida por mi decisión, pero no dijo nada. Seguimos hablando hasta que vino uno de los camareros y nos dijo:
– Ya tienen ustedes la cama preparada.
Subimos la escalera, entramos en la habitación y tras cerrar la puerta comencé, con dulzura, a desnudar a Vanesa teniendo la agradable sorpresa de comprobar, al quitarle la falda y la blusa, que no llevaba nada debajo así que su hermoso cuerpo, de tetas tan grandes como dos melones, cintura estrecha, anchas caderas y peludo coño, apareció ante mi excitada mirada.
Yo llevaba una cámara de hacer fotos por lo que, una vez desnuda, le eché unas fotos, aunque antes ella se soltó la larga cabellera, que hasta entonces la había llevado sujeta en cola de caballo, y con solo este acto a mí, que también estaba totalmente desnudo, se me puso la polla en una tremenda erección. Tras unas cuantas fotos, ella de pie, se tendió sobre la cama, se abrió de piernas y me mostró claramente su chocho sin afeitar.
Al acabar de tomar imágenes suyas, cada vez más cachondas, me tendí sobre ella, besándonos y acariciándonos por todo el cuerpo hasta que, agarrándome la polla, se la clavé en todo el coño hasta que mis huevos chocaron con su carne.
A eso de las tres de la mañana dejamos la habitación y cada uno nos fuimos a nuestras respectivas casas habiendo pasado una noche inolvidable. Mi mujer, cuando yo llegué, estaba dormida y no se enteró de nada.
Yo seguí en mi taller pintando bodegones y paisajes mientras Vanesa seguía con sus estudios de derecho, hasta que un día ella, viendo que no le baja la regla, se hizo un test de de embarazo y salió positivo. Al día siguiente Vanesa me lo comunicó y los dos nos escapamos sin decirle nada a mi mujer. Yo renuncié a mi mujer y a pintar y me coloqué de auxiliar administrativo en un banco y a los nueve meses, como ella quería, Vanesa tuvo un bebé y se dedicó a la casa y al cuidado de la criatura. Ni yo me consagré como artista ni Vanesa como letrada, ni tampoco pusimos pie en nuestro pueblo natal, pero la verdad es que desde entonces somos muy felices.