Relato erótico

Tenía que pasar y pasó

Charo
12 de abril del 2019

Ocurrió hace mucho tiempo y asegura que nunca la olvidara. Lo trasladaron a otra ciudad para sustituir temporalmente a un compañero y en cuanto la vio supo que algo pasaría.

Pablo – Zamora
Lo que a continuación relato es verídico, sucedió hace unos ocho años y en todo ese tiempo no he olvidado ni uno de los detalles de ese acontecimiento que me dio la oportunidad de practicar el amor de una manera explicita y sin inhibiciones y que para mí fue realmente increíble.
En aquella época tenía 33 años, era gerente administrativo de una empresa y que por azares del destino me mandaron a cubrir la enfermedad de un compañero de trabajo a otra oficina. A esa edad yo vivía una etapa muy feliz y estable en mi matrimonio, con dos hijos encantadores y una esposa a la que adoraba.
Yo no soy un Adonis, pero para mi trabajo tenía que estar siempre con buen aspecto tanto física como mentalmente para poder dar buena imagen.
Llegué a esa inolvidable oficina y después de las presentaciones de rigor y en el que conocí al personal, tanto masculino como femenino que serían mis colaboradores, me pude percatar de la belleza de una muchacha de 30 años, morena, con una cara muy atractiva, que me tendió la mano de una manera muy cálida y amable y en su presentación pude darme cuenta del tono sugestivo de su voz y una mirada demasiado expresiva, de ojos profundamente negros enmarcados por unas cejas perfectas, una fina nariz y unos labios delgados y con la forma precisa, aquella que invitan a ser besados apasionadamente, su cabello largo era el marco perfecto, negro, sedoso, brillante y ondulado y que hacían un juego perfecto con su imagen impecable, elegante, enfundada en un uniforme tipo sastre que le daba un toque de mujer inteligente y muy femenina. No dejo de alabar aún esa imagen que causó un fuerte impacto en mí, tanto que al toque de sus manos sentí que me derretía completamente, pero tuve que mantener esa imagen de ejecutivo que la empresa exigía, bueno al menos en ese momento.
En el transcurso de mi estancia en aquella oficina me enteré de que estaba casada, obvio, ¿quién dejaría soltera a una belleza como esa?, y que su marido era uno de los que trabajaban en aquella oficina. Si en un momento cruzó en mi mente ligarla, deseché la idea, en el trabajo me centré tanto en los problemas que se habían acumulado y dar buenos resultados que mi relación con esa belleza se redujo simplemente a cuestiones laborales y en particular sabiendo que produjo un fuerte impacto en mí, evitaba todo lo posible un acercamiento que no fuera estrictamente profesional, hasta el día en que me avisaron de la llegada de gente importante de la empresa a la oficina y como deberíamos impresionarlos, y al informar a mis colaboradores, solicité su ayuda para hacer de la oficina un lugar realmente agradable el día de la visita y también preparar unos bocadillos y unos refrescos para los visitantes. Todos estuvieron de acuerdo y después de planear cómo se haría, todos volvimos al trabajo.
Ese día, antes de terminar la jornada, se me acercó Cristina, que así se llamaba esa guapísima mujer, para presentarme un presupuesto de las compras para los bocadillos y refrescos. Aprobado dicho presupuesto me dijo que si podía acompañarla a realizar las compras al terminar el trabajo de ese día, lo pensé dos veces, pero como quería dar la impresión de ser una persona social y amigable pues accedí, antes de hacer las compras le invité a tomar un café haciendo uso de mis galanteos de días de fiesta.

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Realmente ese día fue de fiesta para mí y que culminó en un acto feliz, pues al estar haciendo las compras me di cuenta que se detuvo mucho tiempo en un espacio en donde se exhiben tarjetas postales, le di tiempo para que escogiera una tarjeta alejado de ella para no intervenir en sus cosas personales, vi que cogía una y hasta ahí no hubo nada anormal, pero al dejarla en la puerta de su domicilio antes de bajarse del coche, me extendió la tarjeta y me dijo que era para mí, que me agradecía la tarde que le había dedicado y que la perdonase por no firmar la tarjeta pero con lo que decía la misma expresaba todo.
Me dejó sorprendidísimo y ni siquiera pude articular palabra alguna, pero a la siguiente calle detuve el coche para leer el contenido de la tarjeta y volví a sorprenderme cuando me di cuenta que la dedicatoria era una invitación, era la apertura a una relación, pues la tarjeta decía que había pasado una tarde “súper” y esperaba no ser la única ocasión en tener una tarde como esa. Me sentía en la gloria, entre nubes, además me había dejado escrito el número de teléfono de su domicilio y el primer teléfono publico que vi, bajé y le llamé aun a sabiendas de que me podía contestar su marido, pero grata fue mi sorpresa al escuchar su voz y más diciéndome que estaba esperando mi llamada. Nos dijimos cosas muy bonitas ambos y quedamos en salir de nuevo otro día, pero que en la oficina deberíamos de guardar toda la discreción posible.
Después de la visita, al terminar la jornada salimos a festejar nuestro éxito con todo el equipo de trabajo y después de dos horas de convivencia nos fuimos retirando. Al despedirse, Cristina me tendió la mano dejándome un papel discretamente, en ese papel me pedía que le llamase a su casa en una hora. Inmediatamente terminé con todo lo que tenía pendiente y me dispuse a llamarla. Cristina me dijo que esperaba mi llamada y me pidió que nos entrevistáramos ese día, así que la cité en un café muy discreto. Ella estaba radiante y yo feliz, le tomé las manos y me atreví a probar un poco de cielo, la besé en la boca, eso me excitó tremendamente, salimos de ese lugar cogidos de la mano y al dejarla en su coche, con delicadeza y firmeza a la vez, le di un abrazo ya que mi propósito era hacerle sentir la dureza de mi verga Ella se percató, se sonrió y me dijo:
– Me gusta causar esa reacción en ti, me siento halagada.
Durante la siguiente semana salimos tres veces, nos encontrábamos en diferentes lugares y cada vez las caricias eran más sensuales y atrevidas, hasta que me atreví a pedirle que nos viésemos en un lugar mas íntimo, ella accedió a la primera, pero me pidió que fuera en un lugar sumamente discreto. Entonces empecé a buscar un lugar que sería “la puerta al cielo”, y al fin lo encontré.

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Al siguiente fin de semana quedamos en vernos a las 5 de la tarde, pero que solo disponía de dos horas, que para mí eran más que suficientes.
Ese día llegó a la cita enfundada en unos jeans y una camiseta informal donde pude apreciar el esplendor de su cuerpo, le tendí los brazos y ella se pegó a mí, nos besamos suave. Como ambos sabíamos a lo que habíamos ido a aquel local y el tiempo que teníamos, me dispuse a sacarle primero la blusita, luego acaricié su espalda, palpé la tersura de su piel y como yo ya estaba más que caliente, le desabroché el sujetador y se los saqué lentamente, percatándome que sus pechos eran pequeños pero bien duros y bien puestos en su lugar, sus pezones también eran pequeños pero coronados con un aureola café que ofrecían una hermosísima visión, y después de besarle la espalda y el cuello y extasiarme en su piel, seguí con sus tetas.
Jugué con ellas lo suficiente para excitarla y me quitó la camisa, mordiéndome y besándome de igual manera, mi verga estaba durísima y no rompió la tela de mi pantalón porque la tenía pegada al cuerpo de Cristina. Entonces le fui deslizando los pantalones, bajando mis labios, besándole desde sus pechos, su abdomen liso, metiendo la lengua en su ombligo y más abajo hasta sentir la suave tela de sus bragas, besé su coño, sintiendo los pelos, la humedad que la invadía y el aroma que desprendía de mujer excitada. Le bajé despacio la braga roja y quedó completamente desnuda ante mí. Arrodillado como estaba ante ella, le alcé una de las piernas, metí mi rostro en su sexo, mi lengua encontró sus labios sexuales y sentí ese sabor inigualable de los líquidos femeninos que son como miel para las abejas. Allí estuve un buen rato sintiendo que cada vez estaba más mojada y como ella pegaba cada vez esa bella parte hacia mi rostro. Yo me apoyaba en sus nalgas, suaves y redondas, masajeándolas con lujuria. Ella estaba al borde de la histeria pidiendo que siguiera y que parase a la vez.
Me puse de pie y ella inmediatamente desabrochó mis pantalones, que no cayeron al suelo porque se sostuvieron con mi verga, que en ese momento la tenía muy dura, como nunca antes. Como pudo me quitó los calzoncillos y al ver mi miembro erecto frente a su cara la cogió con ambas manos acariciándome los testículos, después con su lengua absorbió la gotita transparente que emergía y después de darle un beso se dispuso a chupármela. Primero fue la cabeza, que se metió en la boca con una delicadeza increíble y poco a poco se fue metiendo toda mi verga y sacándola despacio la volvía a meter, no sé cuánto tiempo duró esta acción, yo ya había perdido la noción del tiempo, y cuando ya no aguantaba más, se paró y con una gracia sin igual se dio media vuelta y me ofreció su lindo trasero, pegándose a mí y mi verga quedó entre sus nalgas, sintiendo el roce de mi verga entre sus piernas, exactamente en la entrada de su coño y ella ya se contorsionaba con la excitación saliendo murmullos de goce de sus labios.

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Instintivamente ella separó sus glúteos y miré su culo brillante y húmedo y puse mi verga en posición, ella con sus manos lo puso en dirección y empecé a empujar introduciéndose primero la cabeza de mi verga en su ano para después metérsela toda poco a poco, disfrutando de esas sensaciones sin par. Ella misma empezó a moverse sensual y lentamente permitiendo que mi verga saliera del culo a menos de la mitad y después metérsela de nuevo. Yo, por mi parte, no paraba de besarle la nuca y con una mano le acariciaba los pechos y con la otra le acariciaba el clítoris, metiéndole uno, dos y hasta tres dedos en el coño. En ese momento empezó a gritar como poseída y ya no pudiendo más, me corrí dentro de su culo, llenándole el recto con mi semen y aunque me dolía, no le saqué la verga y quedamos pegados por un buen rato hasta que ya no pudimos más y nos dejamos caer sobre la cama.
Lentamente se separó de mí, yo estaba acostado boca arriba, ella se acercó a mí, me dio un beso en la boca y con su mano empezó a jugar con mi verga y al notar que aún permanecía dura se puso encima de mí y montándome, con sus manos dirigió mi polla hacia su coño y sentándose se la introdujo toda, empezando de nuevo el vaivén y pidiéndome que le estrujara los pechos, que se los lamiera, que se los mordiera. Estábamos en un punto increíble de excitación.
Se corrió no sé cuántas veces y yo le di de nuevo mi esperma. Exhausta cayó a mi lado, me cubrió de besos, de nuevo me palpó la verga y notando que aún estaba dura, me dijo:
– No puedo desperdiciar esa maravilla.
Se puso a cuatro patas y me ofreció el increíble espectáculo de su ano y su coño listos y dispuestos a esperar mi verga. Sin hacerla esperar, empecé primero con su coño y después con su ano y los fui alternando hasta que ya estaba ella al punto, sintiendo cómo de nuevo sus líquidos anunciaban que ya tenía otros orgasmos y cuando notó que ya me iba a correr también, se dio la vuelta, cogió mi verga entre sus manos, se la metió en la boca y allí estallé de nuevo tragándose ella todo mi semen que, obviamente, ya no era tan abundante pero fue como un alivio. Entonces fui yo quien cayó exhausto y mi verga mostraba el cansancio pues ya estaba flácida. Atraje a Cristina hacia mí, le di un beso y permanecimos abrazados por un tiempo, la verdad no sé cuánto tiempo, pero al ver los relojes nos dimos cuenta que habíamos estado follando por ¡más de 5 horas!
Cristina se dirigió al baño a asearse y cuando salió, ya vestida, aún se notaba que había tenido un encuentro sexual, su expresión era inconfundible y me dijo:

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– No sé que explicación puedo dar, pero por lo que más quieras, llámame a casa en una hora a más tardar.
Así lo hice y me dijo que, por suerte, cuando llegó a casa su marido aún no estaba. Sostuvimos una relación durante un año, nuestros encuentros eran cada fin de semana, pero lo que disfrutamos ese fin de semana, la primera vez nunca se volvió a repetir, después de 8 años aún lo recuerdo como algo memorable.
Recibe todos mis besos, querida Charo.

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