Relato erótico
Tenia que pasar
Siempre le había gustado su cuñada pero nunca le había dicho nada. Esperaba la llegada de las vacaciones, ya que, cada año, iban juntos toda la familia. Aquel año fueron a la playa y el sol se les subió a la cabeza.
Miguel – Valladolid
Voy a contar una experiencia que he vivido con la persona que más he deseado en la vida pero también con la que estaba seguro nunca realizaría nada de lo que voy a relatar. Antes que a mi mujer, Julia, conocí a su hermana Esther, pues estudiábamos juntos. Fue ella, mi futura cuñada, la que me presentó a la que hoy en día es mi mujer. Cuando éramos críos, hablo de 15 ó 16 años, salimos durante un mes y aún hoy no hay día que no me acuerde de ella. Cada vez que la veo se me pone tiesa y eso que ya han pasado trece años.
Este verano nos fuimos toda la familia de vacaciones a la playa. Yo estaba deseando, al igual que otros años anteriores, que llegara ese momento pues solo de pensar que la vería en bañador, que ella dormiría al lado de nuestra habitación y que haría vida con ella durante un mes, me ponía loco. Esther es rubia, tiene 34 tacos, ojos verdes, más que pechugona, con un culo gordo y una entrepierna que le quita el sueño a cualquiera.
Un día en el que todos se habían ido a la playa y yo me había quedado en el apartamento, pues no me gusta demasiado tostarme al sol, ella llegó de hacer unas compras.
– Acabo de comprarme un traje de baño nuevo y me lo voy a probar – me dijo y luego añadió – ¿Te molestaría darme tu opinión de cómo me queda?
Le contesté que no, naturalmente, pensando en que quizá pudiera verla, de esa manera, algo más que en la playa.
Se fue a su habitación y al poco rato allí estaba ella con un bikini de dos piezas tan pequeño y ceñido que se le notaba toda la forma de sus grandes pechos, como melones, la punta exageradamente larga de sus pezones, esperando que fuese alguien a exprimírselos, sus piernas largas y la forma perfecta de su mejillón, esperando que fuesen a tragárselo.
– Quiero darle una sorpresa a mi marido – me dijo.
No sé si era consciente de que a mí, su cuñado, también me estaba dando una sorpresa. En ese momento estaban dando una noticia por la televisión y ella se arrimó al sofá para ver la tele de cerca. Cuando me di cuenta tenía toda su raja apoyada en mi mano. Me quedé quieto por si ella se daba cuenta, pero mi sorpresa fue que ella se empezó a frotar con mis dedos. Quedé como atontado y entonces, de pronto, llamaron a la puerta. Ella se apartó corriendo. Yo fue a abrir.
Era mi cuñada más joven, la pequeña, que venía a recoger a su hermana. La chica se percató, ya que yo con las prisas para abrir no me había dado cuenta de que mi nabo estaba a tope, abultando descaradamente mi pantalón corto de verano. Se quedó un poco cortada pero, al reaccionar, me preguntó que había en la tele y lo primero que le respondí es que estaban dando dibujos animados.
Ella también estaba para comérsela, tenía 19 años y alguien tenía que probarla, pero… eso es otra historia. Pasados unos días, el soplapollas de mi cuñado estaba en el curro y nosotros con los críos en la playa, hasta que mi cuñada me preguntó:
– ¿Puedes acompañarme al apartamento? Es que hay un perro en el camino y le tengo pánico.
Mi mujer le dijo que no había problema, que ella cuidaría de los críos. Los dos nos levantamos y fuimos hacia el apartamento donde al llegar, ella me dijo:
– Voy a poner el nuevo traje de baño para cuando venga mi marido.
Aún no sé si fue por descuido o no, pero la cuestión es que dejó la puerta de su habitación entreabierta y no me pude contener. Me asomé y miré. ¡Vaya pedazo de culo que tenía!
Estaba de espaldas y me dio ganas de entrar y follármela en condiciones pero ella se percató que estaba mirando y me dijo con toda tranquilidad:
– Pasa si quieres y me ves al completo.
Se me subieron los colores, pero mis pies estaban deseando llevarme allí. Entonces se me acercó y me dijo:
– ¿Qué pasa, mi hermana no te la sube?
Esto me la puso a cien. Empezó a inflarme la polla y sin más, le metí la mano por debajo del bañador y comprobé que la tenía toda húmeda. Ella empezó a retorcerse, como si quisiese negarse pero mis dedos no la dejaban. Le bajé las cintas del bañador y allí tenía esos enormes melones esperando a ser exprimidos. Empecé a chupar los gordos y tiesos peones como si se tratase de un fruto.
Ella estaba que explotaba y yo llevaba el mismo camino hasta que ella, apartándose de mí, se puso a cuatro patas y me dijo:
– ¡Cómemelo!
Mi polla no podía más, le bajé la braga del bañador y le desnudé todo el inmenso trasero, de nalgas redondas y preciosas, pero en vez de comerle el coño, como ella deseaba, separé esos glúteos con ambas manos hasta dejar aparecer el estrecho agujero de su ano y allí, de un golpe, se la clavé todo lo adentro que pude, en el culo. Ella lanzó un grito desgarrador y me dijo:
– ¡Aaaaah.., salvaje… es la primera vez que me follan por el culo…me lo rompes!
Al oír esto, mi polla empezó a perforarla lo más que pudo. Mis huevos no daban abasto entre sus nalgas, pero cuando noté que empezaba a temblar, se la saqué del ano y se la enchufé en el coño. Las sábanas de la cama empezaron a mojarse con su líquido vaginal. Mi polla parecía un naufrago en medio del mar y cuando estaba a punto de estallar se la saqué de nuevo y toda la corrida se la tiré por la espalda. Cuando acabé, ella se dio la vuelta y al ver que tenía la igual de dura, me la cogió con una mano y abriendo la boca comenzó a comérmela. Yo estaba en la gloria. Tenía unos labios que parecía que se comía el mundo. Me la chupó de tal manera que pensé que me la iba a secar pero, de pronto, paró, se la sacó y me dijo:
– Ahora me tienes que follar como a mí me gusta – se tumbó en la cama boca arriba y añadió – ¡Dale hasta que me salga un callo en el coño!
Se la volví a clavar todo lo más que pude y se retorcía como una serpiente. Cuando, de repente, se empezó a estremecer y vi que se corría como una condenada. Yo no tardé en correrme de nuevo. No me lo podía creen. Después de unos quince años aproximadamente, me la estaba tirando de todas las maneras. Después de dos o tres polvos más, salimos del apartamento y me dijo que mañana iría a comprarse otro bañador. Yo, por el camino, iba que no podía más ya que mi polla iba tan rozada que hasta el bañador me hacía daño.
Pero bueno al llegar al mar no hay como un poquito de agua salada para ponerla fina otra vez. Así empezó una muy agradable relación con mi cuñada, una relación que mantuvimos muchos años, aprovechando ausencias de mi esposa o de su marido y durante las vacaciones.
Saludos a todos.