Relato erótico
Tenia mis dudas
Últimamente sospechaba que a su mujer le “pasaba” algo. Incluso creía que le era infiel. Aunque si era así, poca posa podía decir ya que él le ponía los cuernos con la amiga y socia de su mujer. Le preguntó a su amante y le contó “alguna cosa”.
Ramiro – Madrid
Hacía tiempo que mantenía relaciones con una amiga de mi mujer y teníamos por supuesto mucha confianza. Ellas trabajan juntas y tienen una empresa de compra venta de pisos. También mi amigo Sergio trabaja con ellas.
Últimamente había notado que mi mujer estaba más esquiva y tenía otra forma de comportarse, lo cual llamó mucho mi atención al punto de preguntarme si tendría a otra persona. Aunque de hecho poca cosa podía decir ya que yo le ponía los cuernos.
Mi mujer es alta, morena, con un culo que se destaca a pesar de que ella se viste bastante conservadoramente. Tiene una piel morena que hace resaltar sus ojos verdes y con el que hace especial juego un cabello ensortijado que llega hasta sus hombros. Debo decir que es bastante seria y que hasta ese momento nunca me había dado motivos para dudar de ella.
Casualmente, Sergio vino a visitarme y cuando Elena, mi mujer, traía las copas pude ver que él disimuladamente miraba el escote de su blusa, lo cual me hizo sentir celos, pero que pasaron a sospecha cuando observé que cuando mi mujer se levantaba él la seguía con la mirada. Aquella situación, que no pasó de lo normal me hizo temblar de rabia y también de excitación de imaginar que mi mujer me estuviera engañando con Sergio.
Al día siguiente cité a Belén, la amiga de mi mujer con quien yo estaba saliendo, y le pedí vernos. Una vez que almorzamos, pedimos una botella de whisky y yo comencé a preguntarle sobre la forma en como se llevaban ella, Sergio y mi mujer. Al principio, no quería decirme nada, pero luego con los tragos el tema salió más fluidamente, y finalmente logré que me contara toda la verdad de como había empezado aquello, el relato es el que sigue:
“Mira, Sergio dice que es amigo tuyo pero eso no lo entiendo. Te diré porque, cuando fuimos a visitar una casa de las afueras que tenemos a la venta, tu mujer y yo aprovechamos para darnos un baño en la piscina del hostal donde nos hospedábamos. Como nos quemamos mucho, decidimos no ponernos sujetadores el día siguiente.
Estábamos en el salón del hostal trabajando y noté que Sergio miraba los pechos a tu mujer, de una forma tan descarada que yo me vi en la obligación de decírselo. Él se rió y me dijo que le encantaban sus tetas, morenas y muy grandes. Estábamos bebiendo las dos y yo veía a Elena muy alegre, al punto que se recostaba en Sergio cuando hablaba y veía como él se deleitaba mirando lo que le gustaba. Al final de esa jornada tomamos media botella de whisky y Sergio seguía con su misma actitud.
Por su parte, tu mujer estaba como exaltada por el alcohol ya que rara vez bebe. Las dos llevábamos una mini y ella una blusa que le quedaba muy ajustada que dejaba ver de cerca los pechos que Sergio tu amigo deseaba y que me había demostrado claramente. Yo lo veía con cierta rabia, como diciendo, ¿qué haces, estás loco? En un momento él se acercó y me dijo:
– ¿A qué hora vais a la habitación?
Yo le respondí que se lo preguntara directamente a ella. Cuando terminamos de tomarnos la media botella de whisky salimos del salón de trabajo y nos dirigimos a nuestras habitaciones, ya que por ser una finca, los tres nos estábamos alojando allí, un cuarto para Elena y yo, otro para Sergio. Cuando caminábamos, Sergio se acercó a tu mujer y le dijo que si nosotras queríamos más whisky él podría conseguirlo. Ella dijo que claro que sí y él contestó que el encargado de la finca le había ofrecido una botella. Luego afirmó que si se la daban él subiría a la habitación para dárnosla. En realidad nunca había visto a tu mujer tan bebida como ese día, se reía y decía que estaba bien. Cuando llegamos a la habitación entramos a ducharnos. Teníamos costumbre hacerlo y después de un rato llamaron a la puerta. Yo salí con la toalla y cuando volví Elena me preguntó de quien se trataba, yo le dije que era Sergio con la botella. Ella me preguntó que es lo que quería y yo le dije que estaba alegre y quería hacernos un strip- tease. Elena me dijo que le parecía una locura pero en ese momento él nos trajo dos vasos y salió del cuarto de baño, donde las dos permanecíamos detrás de la puerta. En ese momento intercambiamos los vasos y yo la besé como por impulso, ella se dejó pero estaba asombrada. Seguí tocándola y me di cuenta cuanto habíamos deseado las dos esa situación.
– La verdad yo me había acostado con Sergio en dos ocasiones y él me había confesado que le gustaría estar con Elena. Así que decidí favorecerlo a la vez que facilitaba el estar ella y yo. Le dije a tu mujer:
– Oye, ¿por qué no volvemos loco a Sergio entre las dos y le hacemos cosas muy sensuales?
Me respondió que si estaba loca porque él tenía su novia y nosotras dos estábamos casadas. Nos reímos juntas de ese argumento y eso me dio la oportunidad de insistir diciéndole más francamente:
– Elena, la novia de él es una gafe, tú sabes que las dos podemos volverlo loco, anda, vamos a ver si es verdad que quiere a esa mujer.
Ella calló y en ese momento Sergio entró nuevamente en el cuarto de baño para llenarnos los vasos, a lo que yo accedí, dándoselos a través de la puerta y entonces le dije que donde estaba el strip-tease que nos había ofrecido. Él estaba muy dispuesto y empezó a quitarse la ropa mientras bailaba, quedando solo en el slip que llevaba, a través de la cual podía vérsele su enorme miembro.
Confieso que en lo particular yo sabía que su miembro largo y gordo, muy grande era espectacular. Le pedí entonces que se pusiera una toalla en los ojos, yo misma se la amarré al rostro y luego invité a ver a Elena como se bajaba el slip.
Viéndolo así le pedí que no se moviera y empecé a acariciarle la herramienta. El capullo se le hinchó y empezó a decir lo mucho que le gustaba. Luego tomé la mano de Elena y abriendo la cortina puse su mano en ese enorme trozo, a lo que él respondió con un gemido de satisfacción.
Tiré de él suavemente y lo hice entrar en la bañera, guiándolo en sus pasos. Elena estaba cohibida. Empecé a besarlo y a acariciarle los huevos, luego bajé y metí su enorme palanca en mi boca, pasándole largamente la lengua por su cabezota hinchada. Elena me miraba con interés. Me acerqué a ella y sin dejar de tocar el miembro, puse la mano de ella allí también y la besé en la boca, mientras con la otra mano acariciaba sus grandes senos. Estábamos las dos excitadas y en un momento, le quité el pañuelo de los ojos a mi amigo y comencé a besarle los pechos a Elena que naturalmente ya sabes que son grandes y con pezones protuberantes. Aquello era maravilloso.
Bajé suavemente y empecé a besarle la raja hasta que ella separó las piernas automáticamente y sentí que la estaba volviendo una maquina de excitación sexual. Mientras tanto, él la besó en la boca y acarició por primera vez sus ansiadas tetas, las cuales recorría con su lengua mientras succionaba los pezones.
Luego se colocó detrás de ella y le besaba la espalda, bajando luego a sus nalgas metiendo completamente su cara en el culo de mi amiga. Ella gemía ya entregada a nuestras caricias. Al poco Sergio se incorporó y acercó su enorme miembro a aquellas nalgas morenas en las que se deleitó frotando la cabezota contra el hueco que hacían ambas nalgas las cuales por mi trabajo de lengua sobre el coño se iban hacia atrás. Luego, mi amigo la dobló suavemente y comenzó a introducir su miembro en la deseada raja mientras sostenía firmemente las dos tetas. Él bombeaba y gritaba, decía que le encantaba el culo de tu mujer, balbuceaba que le encantaba su coño caliente y mientras tanto yo pasaba mi lengua alternativamente por su falo y el clítoris de ella hasta que la hicimos gritar y empujar sus nalgas hacia atrás soltándonos un orgasmo.
Sergio dijo que lo íbamos a hacer correr añadiendo que quería hacerlo en la cara y las tetas de las dos. Se puso frente a nosotras, las dos se lo chupábamos, me excitaba ver a mi deseada Elena con aquel trozo en la boca y dejando que nuestras lenguas se juntaran sobre ese miembro enorme.
Al rato él la levantó a ella y le besó los labios y la cara para después succionar con inmenso deseo sus tetas, después ella siguió mezclando su saliva con la mía tratando de hacerlo correr. Entonces él me levantó a mi y besó mis pechos rosados con locura mientras decía que las dos éramos lo máximo pero entonces se me ocurrió decirle ¿y tu novia?, a lo que me contestó que las dos mujeres más divinas éramos nosotras.
Seguidamente me dijo en el oído que quería correrse en las tetas de Elena, así que cuando bajé nuevamente a besar su polla hinchada que manifestaba en sus venas el deseo de expulsar su leche caliente, pasé una y otra vez la cabezota de su miembro sobre los pezones de tu mujer mientras le decía:
– ¡Gózala, gózala! ¿No son estas tetas las que te vuelven loco?
Él gemía y se mordía los labios al sentir como entre las dos le chupábamos y le lamíamos el palo y los huevos. Pasaba con desesperación su polla por la cara y las tetas de ambas y yo consciente de su deseo me empeñé en pajearlo. El movió las nalgas hacia atrás y doblo las piernas tratando de aguantar el torrente que venía desde sus bolas, como queriendo alargar ese momento de éxtasis supremo, diciendo:
– ¡Ay… ay… me va a hacer correr!
Yo le dije para acelerarlo aun más:
– ¡Dale Sergio, danos esa leche!
Sintiendo por sus gritos que estaba por correrse, saqué la polla de mi boca y la apunté a las tetas de tu mujer, entonces él, sintiendo como yo llevaba su trozo de carne a frotar los pezones de tu mujer, comenzó a moverse sin control y gritó:
– ¡Me corro… sí, me corro… aaaah… tomad mi leche… aaah… en las tetas… oooh…!
Empujando violentamente sus nalgas hacia adelante soltó un chorro espeso de semen caliente que bañó ambos pechos y la cara de tu mujer mientras el resto voló en borbotones de esperma sobre mis tetas haciendo que el macho en cada contracción chillara de gusto con movimientos espasmódicos que se fueron tranquilizando cuando Elena y yo nos pasamos por los labios los últimos efluvios de su néctar. Nos gustó a él y a mi ver como los colgajos de leche hacían contraste con los pezones oscuros de tu mujer. Ella tenía semen en las dos tetas, las mejillas, el pelo y las pestañas. Sergio comenzó a regárselo todo a lo que yo me uní juntando los tres nuestras lenguas llenas de jugos y espermatozoides. Seguidamente nos dormimos los tres en una sola cama, pero cuando desperté tu mujer y Sergio se estaban besando mientras él acariciaba su coño y ella gemía. Yo me limité a observarlos. En verdad a Sergio le gusta ella, mamaba sus pechos, pasaba su lengua por el cuello y su miembro estaba tan duro como la noche anterior, luego bajó hasta la deseada hendidura y comenzó a pasar la lengua con desesperación mientras succionaba todos los jugos que de allí salían. Subió por su vientre y mientras se deleitaba con esas tetas enormes que lo tenían tan cachondo, metió su polla en esa raja que lo pedía con desesperación, allí desató su pasión metiendo y sacando su miembro que entraba y salía mojado de los jugos prohibidos de tu mujer, él gruñía y ella emitía quejidos cada vez más fuerte hasta que ella tuvo su primer orgasmo.
Entonces él la giró y metió su cara en las nalgas de tu mujer donde lamió y dio pequeños mordiscos alrededor de su agujero.
Repitió la follada nuevamente, pero esta vez en posición de cuatro patas. Los movimientos de Sergio eran bruscos haciendo que las nalgas de Elena sonaran a cada choque del embate de los huevos de su macho. Cuando ella volvió a correrse, él la giró de nuevo y con un movimiento súbito la ensartó de frente otra vez diciéndole:
– Ahora me toca correrme a mí, mi amor.
– ¡No, no te corras dentro porque yo no tomo nada! – suplicó tu mujer.
El agarró con fuerza las dos nalgas de ella y en medio de su vaivén apasionado sobre el deseado coño de tu mujer le dijo:
– No, mi amor, yo tengo que echarte esa leche dentro, dentro, eso es lo que quiero.
Agarrando con sus dos manos las tetas inmensas de tu mujer, empujó su pelvis hacia adelante y disparó su blanca carga en las entrañas de tu mujer chillando:
– ¡Dentro, dentro… toma mi leche… aaah…!
Sus dedos se hundían en la carne de los pechos sintiendo que aquel coño le succionaba el semen espeso que le quemaba los huevos y que tanto tiempo esperó para ver realizado su sueño de follarse a tu mujer”.
Lo que ocurrió cuando pude hablar con mi mujer del asunto ya os lo contaré en una próxima carta.
Saludos.