Relato erótico

Tenía dudas o no

Charo
9 de septiembre del 2020

Como muchas otras parejas han hablado de hacer algún intercambio de parejas o montarse un trío. En principio la mujer se resistía, pero…

Manuel – Cáceres
Somos un matrimonio, Irene y Manuel, de 45 años y sin hijos. Irene es una hembra que está buenísima, morena, alta, con un buen par de tetas, cintura estrecha y unas duras y redondas nalgas, seguidas de muslos largos y macizos. Mi mujer es muy ardiente y siempre está dispuesta a echar un buen polvo pero, aunque tenemos amigos que practican el intercambio, mi mujer se ha negado a hacerlo siempre que yo se lo he pedido, aunque yo se lo comente en un momento en el que sé que ella está caliente.
En una ocasión, en la que estábamos con una pareja amiga, permitió que el marido la magrease e incluso ella le sobó la polla por encima del pantalón, pero cuando él intentó follársela, ella dijo que de metérsela nada, aunque dirigiéndose a mí, añadió, señalando a la mujer del amigo:
– Si quieres tirártela, puedes pero a mí no me la mete nadie.
Mi mujer tiene una amiga, Alicia, que está buenísima y que, además es muy calentorra y un poco putón. Es viuda y según decía mi mujer, la tía follaba como una loca e incluso algunas veces cobrando. Mi mujer me decía que se ponía como una moto cuando su amiga le contaba sus folladas con pelos y señales, pero lo que más le excitaba era saber que le pagaban por joderla.
Ahora pasemos a lo que quiero contar, cosa que sucedió este pasado mes de Julio. Habíamos heredado un caserón en un pueblo de Salamanca y habíamos decidido pasar allí las vacaciones para hacer, al mismo tiempo, algunos arreglos. Mi mujer me dijo que iría una semana antes para hacer la limpieza y que había invitado a su amiga Alicia para no estar sola. Acepté su idea y le dije que yo iría el siguiente sábado pero como el jueves tuve que hacer unas gestiones en Cáceres y terminé antes de lo previsto, decidí cogerme el viernes de vacaciones y dirigirme al pueblo, esperando darle una sorpresa a mi mujer. Pero fue ella la que me la dio a mí.
Cuando llegué serían las once de la noche, entré y llamé a mi mujer pero nadie me contestó. Pensé que estarían de visita pero como el tiempo pasaba y no venía nadie, lleno de angustia me asomé a la ventana y a lo lejos vi venir a dos parejas. Lo que no podía imaginar es que fueran mi mujer y su amiga con dos tíos que las llevaban cogidas de la cintura. Cerré la puerta del garaje ya que siempre entramos por ella y me quedé detrás escuchando. Así pude oír como la voz de un hombre decía:
– ¡Que buena estás, me tienes loco!
Supe que era el que estaba con mi mujer cuando oí que esta le contestaba:
– Pues estate quieto que te pondrás peor y deja las manos tranquilas, que pareces un pulpo.
De pronto se escuchó un murmullo. Era gente que subía por la calle y mi mujer, para que no la viesen con dos tíos, abrió la puerta del garaje y entraron los cuatro dentro. Yo, rápidamente, me escondí entre los numerosos trastos que había.
A la primera que vi fue a Alicia. El tío la tenía cogida por detrás, con ambas manos le sobaba los pechos mientras le restregaba la polla por las nalgas y le decía:
– ¡Que buena estás, que buenas testas tienes!

Rápidamente le sacó una teta fuera del vestido, le puso una mano en el muslo y al final se la metió en la entrepierna, cogiéndole con toda seguridad el coño, que encontraría empapado. Desde mi posición no podía ver a mi mujer, solo podía oír que, entre gemidos, decía:
– Déjame, no puede ser, estoy casada…
– ¡Serás puta! – le contestaba él – ¡Mira como me tienes y ahora sales con esas!
Me desplacé un poco y vi a mi mujer. La tenía contra una mesa y el tío estaba entre sus piernas, restregándole el paquete contra el coño. Le había sacado un pecho y le chupaba el pezón mientras le sobaba el culo.
Yo, conociendo a mi mujer, sabía que se la terminaría metiendo. Su punto débil son los pechos y cuando se los comen se entrega totalmente. El tío le sacó la otra teta y tras mamársela, fue bajando hasta que llegó a su coño, que mordió por encima de las bragas, Luego se las quitó despacio y le pasó la lengua por toda la raja. Esto puso a mi mujer fuera de sí y solo repetía:
– ¡Cómemelo… cómemelo, sí… mete tu lengua…!.
– Lo tienes empapado – le decía el tío – Y decías que no… pero que caliente eres, córrete que quiero sentir tus jugos en mi boca…
– ¡Sí, sigue así, que me corro… sigue…. oooh…! – gritaba ella.
Mi mujer le cogió la cabeza con ambas manos y la apretó contra su coño a la vez que le soltaba toda su corrida. Cuando el tío se separó, tenía toda la cara mojada, y ahora fue él el que se recostó contra la mesa y mi mujer se agachó entre sus piernas, le bajó la cremallera y metiendo la mano, sacó una enorme y endurecida polla que ella, al verla, exclamó:
– ¡Vaya, que grande es, te la mamo y te corres!
– ¡Claro que me la vas a mamar! – replicó él – ¡Pero para ponérmela aún más dura y poder joder tu caliente coño!
– ¿Tantas ganas tienes de follarme, cabrón? – respondió ella.
– Me tienes cachondo perdido, no todos los días ligo a una casada tan buena y caliente como tú.
– Pues yo tampoco me trago todos los días un rabo como este pero estoy deseándolo – confesó mi mujer – Así que, si hemos de joder, hagámoslo en la cama.
Salieron los cuatro del garaje y se metieron cada pareja en una habitación. Se la iban a meter a mi mujer y en mi propia cama. Casi me da un ataque de celos pero pensé que eso era precisamente lo que yo le había pedido en muchas ocasiones, que se dejara follar por otro tío, pero siempre pensé estar yo delante. Como solo estaban ellos, no se preocuparon de cerrar las puertas.

El tío fue desnudando a mi mujer a la vez que se la comía por todos sitios pero cuando ella quiso quitarse las medias y el tanga, él le dijo:
– Déjatelos, que ya te los quitaré yo, así me pones más caliente.
Se sentó en una silla, se cogió la polla y empezó a meneársela, mirando
el cuerpazo de mi mujer.
-¿A qué esperas, zorra? – exclamó él – ¡Arrodíllate y chúpamela!
Mi mujer se puso a cuatro patas y como una gata en celo, se fue acercando al macho, le cogió la polla y sacándole el capullo, se lo lamió con gran puterío, luego se la metió en la boca y mamó con desesperación.
– ¡Sigue, puta, sigue que lo haces muy bien! – decía él – ¡Cuantas te habrás tragado!
Se la mamó durante un buen rato hasta que él se inclinó y tomándola de los hombros, la levantó. El hombre acarició los pechos de mi mujer, se metió sus pezones en la boca, la acostó de espaldas en la cama y le quitó las braguitas. Mi mujer se abrió de piernas, su amante se arrodilló y le comenzó a comer el coño. Mi esposa le cogió la cabeza y la apretó contra su vulva. La muy puta estaba gozando como una burra en celo.
Cuando, con su comida, el hombre le provocó un gran orgasmo, se subió encima de mi mujer y sentándose en sus pechos, le metió la polla en la boca para que mi esposa le hiciera una buena mamada. Mi mujer le lamía los cojones y le chupaba el capullo, hasta que él se giró y adoptaron la posición del 69. Ver como mi mujer se tragaba todo aquel rabo me puso muy caliente y cabreado al pensar que se negaba a chupármela a mí y ahora se estaba tragando un rabo que la volvía loca de gusto. Solo faltaba que el tío se corriese en su boca. Pero no fue así, el macho se levantó y se sentó en una silla. El tío tenía la polla dura como el hierro. Mi mujer se le acercó y separando las piernas, se fue dejando caer sobre el enorme chorizo. Ella misma se separó las nalgas para poder tragar semejante visitante. La tenía tan clavada en sus entrañas que solo se le veían los huevos aplastados por las nalgas de mi mujer.
El tío le lubricaba el ano con los jugos que salían de su coño, haciéndole ver que dentro de poco la iba a poseer analmente y que le estaba preparando el culo para ello. ¿Sería capaz de dejarse meter semejante rabo por el culo cuando a mí nunca me dejó ni tocárselo?
Ella, entonces, se levantó de la silla y se puso a cuatro patas sobre la alfombra, el macho se arrodilló detrás de ella y separándole las nalgas, le escupió en el ano y luego, cogiéndose la polla, puso el capullo en la entrada. Cuando mi mujer sintió el enorme glande entrar en su virgen culo, dio un grito y quiso retirarse pero él, cogiéndola de las caderas, de un solo y violento golpe se la clavó hasta los cojones en el culo.
Mi mujer gritaba de dolor pero pronto su cara cambió y noté que el dolor se convertía en placer. Así comenzó a follarla despacio.

Se la clavaba casi toda y se la metía de golpe, lo que hacía que mi mujer gimiera de gusto. Se la folló por el culo un buen rato y cuando se la sacó, mi mujer tenía un enorme agujero en el ano.
Entonces él se tumbó en la cama, mi mujer se sentó en su cara y en la postura del 69, ella se metió su polla en la boca. Se comieron con tantas ganas que no tardaron en correrse. Mi mujer lo hizo primero. Gritó y lloró del gusto que le dio el muy cabrón, con la comida de coño. Mi mujer estaba tan caliente que le dijo:
– ¡Córrete en mi boca, quiero tragar tu leche!
Él se sentó en la cama y mi mujer le cogió la polla entre sus pechos mientras le comía el capullo. Cuando notó la corrida de su semental, abrió la boca, sacó la lengua y recibió un gran chorro de espesa leche, que tragó con deleite.
Más tarde se la tiró el otro macho y terminaron haciéndole un bocadillo entre los dos tíos, uno metiéndosela en el coño y el otro en el culo, mientras ella se comía el coño de su amiga. La dejaron destrozada pero harta de leche de macho. Los tíos se marcharon y las dos se metieron juntas en la cama. Yo salí de casa con un dolor de huevos que no podía andar hasta que, sobre las ocho de la mañana entré en la casa y me las encontré a las dos magreándose sin disimulos, me desnudé, me metí en la cama y se la clavé a las dos, corriéndome en el coño de Alicia.
Besos y hasta otra.

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