Relato erótico

Tarde bien aprovechada

Charo
3 de mayo del 2019

Es lo que tiene el mes de Agosto, los compañeros de trabajo se van de vacaciones y te aburres. Aquellos días estaba sola en la oficina y de pronto le vino a la mente el chico de la mensajería. Era guapo, simpático y se había dado cuenta que siempre le miraba el escote.

Amparo – CÓRDOBA
Mi nombre es Amparo, tengo 21 años y la historia que os voy a contar me paso hace 1 año cuando solo llevaba 6 meses trabajando. Yo soy morena con el pelo largo y rizado, delgada, mido 1,60 y un cuerpo bastante proporcionado.
Era secretaria de una empresa, allí tenía bastante tiempo libre y mi mayor ocupación era coger el teléfono. Había un chico de una empresa de transportes que casi siempre venía a traer paquetes y yo firmaba la recepción. El chico estaba pero que muy bien, vamos que casi siempre estaba esperando a que llegara la hora para verlo. Creí que el no se fijaba en mí, pero un día cuando me agaché para abrir un cajón vi reflejado en un espejo que él se estaba fijando en mi trasero y la verdad es que me gustó. Así que intenté estar todos los días arregladita para que se siguiera fijando.
Cuando llegó el mes de agosto, la empresa cerró por vacaciones pero yo tuve que estar allí una semana para atender el teléfono y para recoger los paquetes que nos mandaban. Así que se me ocurrió la idea de atacar, en el buen sentido de la palabra, a ese chico tan guapo que venía casi todos los días.
El martes por la tarde vino a traerme un paquete y empecé a interrogarle para ver a que hora salía del trabajo, él me dijo que era su última entrega del día y que luego se iba para casa. Entonces yo empecé a darle conversación. Me había puesto una minifalda ajustadita y bastante corta y una camiseta también bastante ajustada y con un buen escote, así que decidí emplear mis armas de mujer a fondo, y empecé a insinuarme un poquito, y a él parece que no le parecía del todo mal.
– ¿Y tú a que hora sales? – me preguntó Juan.
– Pues yo la verdad es que estoy solita y me puedo ir cuando quiera – le dije yo.
– Vaya suerte.
– Por una parte si, pero la verdad es que me aburro muchísimo.
– Claro no tienes con quien hablar – me dijo él.
– Seguro que si estuvieras tú aquí conmigo no me aburría.
Al decirle yo esto, Juan se ruborizó un poco.
– No te pongas colorado, que no te iba a comer – le dije mientras, sentada en la silla, volvía a cruzar las piernas en el otro sentido, comprobando que esto le ponía más nervioso y añadí – No disimules, que ya veo que te estás fijando en mis piernas.
Su rostro volvió a colorearse, pero me dijo:
– Cualquiera no se fija, la verdad es que eres muy guapa.
– Tú tampoco estás nada mal – le dije mientras le recorría el cuerpo con los ojos.

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El seguía sentado delante de mí y yo me levanté para coger una cosa en la mesa, agachándome y dejando mi escote muy cerca de su cara.
– Caramba – me dijo – te aseguro que yo aquí contigo no me iba a aburrir.
– Ah, no… ¿y que ibas a hacer?
– Pues aunque solo estuviera mirando para ti, iba a disfrutar de lo lindo.
– ¿Solo mirar para mi? – le dije – Pues si estuviéramos aquí los dos solos, a lo mejor hacíamos algo más que mirar… – y mientras le decía esto me acerqué a su oído para susurrarle – Bueno solo si tú quieres.
– Estaría encantado en complacerte – me contestó.
– Ah, si… ¿y qué harías? – pregunté.
– Todo lo que tú me pidieras – respondió.
– Pues déjame ver de que color son tus calzoncillos -le dije para probarlo-
– Antes déjame ver que braguitas llevas.
– Vale – le respondí.
Sentada en la silla, descrucé las piernas y las abrí un poco para que viera, mis braguitas, mientras me metía un dedo en la boca. Juan no apartaba su mirada de entre mis piernas
– ¿Te gusta lo que ves? – le pregunté.
– ¡Está pero que muy bien! – exclamó.
– Pues si te portas bien, puedes ver más.
– Lo que tú quieras – me dijo – hago lo que tú quieras.
Siempre tuve una fantasía sexual y vi que aquel era el momento de hacerla realidad así que me levanté, me acerqué a su orejita, le di un pequeño mordisquito y le dije:
– Me gustaría que te hicieras una paja mientras yo te hago un strip-tease.
– Tú empieza a quitarte la ropa, que me haré una paja con mucho gusto.
Me empecé a quitar la blusa y Juan se desabrochó su pantalón, se sacó la polla y empezó a meneársela. Ya estaba empalmado y no quitaba ojo de mis pechos, que estaban tapados por un sujetador de encaje negro.
Continué por quitarme los zapatos, y empecé a moverme alrededor de su silla haciendo movimientos sensuales.

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Luego me puse delante de él, le di la espalda y empecé a agacharme hasta que mi culito llegó muy cerca de su polla. Entonces me di la vuelta y comencé a quitarme la minifalda. El seguía pajeándose y tenía una erección tremenda. Al quitarme la falda, me quedé solo con las braguitas de encaje negro y el sujetador.
– ¿Qué te parece lo que estas viendo? – le pregunté.
– Es la mejor paja de mi vida, te lo aseguro.
– Pues aun te queda lo mejor.
Me puse de espaldas a él, me desabroché el sujetador y me di la vuelta tapando los pechos con mis manos. A continuación me acerqué a él y dejé mis pechos al descubierto, muy cerca de su cara.
– Ahora te toca quedarte desnudo del todo – le dije yo.
El me obedeció como un corderito, se quedó completamente desnudo y empezó a dirigirse hacia mí.
– Quieto – le dije – Que todavía no me he quitado las bragas.
Me senté en la silla, frente a él, me quité las braguitas y con ellas en la mano, me levanté y me encaminé hacia Juan. Yo estaba completamente desnuda y muy caliente, mis pechos estaban más grandes que nunca, quería que me follara. Restregué mis bragas por su cara y me arrodillé entre sus piernas, cogí su enorme polla en mis manos y le dije:
– Tengo un poco de hambre, ¿te importa que me coma algo?
– ¡Cómetela toda, métela hasta el fondo! – exclamó excitado.
Agarré su polla y me la metí en la boca. Estaba dura y muy caliente. Juan no paraba de emitir gemidos hasta que puso sus manos sobre mi cabeza y empezó a marcar el ritmo. Se la chupé como nunca se la había chupado a nadie. Luego me levanté y le empecé a morrear. Nuestras lenguas se acariciaban mientras él pasaba una de sus manos por mi culo y con la otra me tocaba el pecho.
Yo estaba ardiendo, quería que me penetrara ya, así que sin decirle nada me senté sobre él y me introduje su polla en mi coño, donde entró suavemente, puesto que estaba muy mojada y él llevaba un buen rato trempando y mi mamada también le había ayudado.
Empezamos a follar como locos. Quien me lo iba a decir, en el lugar donde trabajaba y tan malos ratos pasaba, ahora me lo estaba pasando en grande. Que manera de follar, y aun encima casi ni nos conocíamos, eso le daba todavía más morbo. De pronto Juan se detuvo y me dijo:
– Ahora vas a hacer lo que yo te pida.
Me pidió que me sentara encima de la mesa, a lo que yo accedí. Me senté y él se acercó a mí, me agarró las piernas, tiró de ellas hasta que su polla quedó en la entrada de mi coño y entonces me penetró allí encima, encima de mi mesa de trabajo y eso me daba todavía más morbo.

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El me follaba mientras me tocaba los pechos, me sobaba como quería y me comía con la vista.
Luego nos levantamos y me dijo que me quería penetrar desde atrás. Yo me puse de pie, con las piernas ligeramente abiertas y me agaché apoyándome en la silla. El se situó detrás de mí y empezó a pasar su polla por mi culo. Yo me agaché más y él colocó su polla sobre la entrada de mi coño, pegó un empujón me volvió a llenar con su enorme polla. Entonces puso sus manos sobre mis caderas y empezó a follarme apasionadamente, mientras me daba pequeños cachetes en mi culo. La intensidad fue subiendo y los dos nos corrimos a la vez.
La verdad es que nunca había disfrutado tanto y el hecho de que fuéramos casi desconocidos, hizo que tuviéramos mucho más placer.
Besos.

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