Relato erótico

Tal para cual

Charo
21 de marzo del 2019

Lo reconoce, es una mujer muy caliente y con su marido no tiene suficiente. Él es, “su pobre cornudo” y ella, se folla a sus amigos. Tal para cual.

Sara – Valencia
No sé si yo soy muy caliente, yo no lo creo pero mi esposo sí, y algo puta y mi marido un pobre cornudo. La verdad es que me da pena, pero es algo que necesito, me refiero a sexo, si sexo a diario y mi pobre esposo solo da para un polvo a la semana y yo con eso no tengo ni para empezar. En fin os voy a relatar la juerga que me corrí con los amigos de mi pobre “cornudo”, bueno esposo, en una fiesta de cumpleaños.
Casi todos esos amigos saben que yo soy una caliente pues a menudo hago comentarios subidos de tono, y además, mi marido alguna vez les ha dicho que follo “como las gallinas” o sea, según él, a todas horas. Claro que ellos le dicen a mi marido que suerte tiene de poder follar siempre, que a ellos sus mujeres siempre les ponen pegas.
Bien comienzo la historia, eran ya las dos de la madrugada y la fiesta estaba muy animada, y yo también, mi marido, que no baila en absoluto, estaba sentado en una mesa con “sus amigos” charlando de sus cosas y bebiendo.
Había ido yo al baño cuando de repente se abrió la puerta. Era Jorge, uno de los amigos que, al verme sentada en la taza se puso rojo como un tomate y me dijo:
– Perdona, pero es que la puerta no estaba cerrada.
Jorge iba a salir cuando le dije:
– Por mi no te preocupes, no tengo manías.
– Ya, pero podría haber sido otro.
– Bueno ¿y…?
– ¿No te importa que te vean desnuda?
– No, a lo mejor me gusta.
Vi que su paquete sobresalía de su pantalón y como Jorge no quitaba ojo de mi coño afeitado que contrastaba con mis medias negras y el liguero. Entonces le pasé la mano por encima de su polla, él quiso apartarse pero yo le dije:
– ¿No te gusta?
– Sí…
Comencé a acariciar su polla por encima del pantalón y al rato Jorge empezó a decir:
– Para, que puede entrar alguien.
– Cierra la puerta y así no entrara nadie – le dije y él lo hizo sin yo quitar mi mano de su paquete.
En cuanto cerró la puerta con el pestillo saqué su pajarito de su prisión, el cual era de lo más normal aunque yo siempre me lo había imaginado más grande. Primero comencé a masturbarle lentamente mientras le iba pasando mi lengua por su glande, a lo largo de la polla, por los huevos. Jorge cerraba los ojos y se limitaba a gemir diciéndome:
– Chúpamela Sara, mámamela. Tu marido dice que lo haces de maravilla.

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Menudo bocazas, pensé para mí. Me metí su verga en mi boca y comencé a pajearle con mis labios, su polla entraba hasta el fondo de mi garganta y salía hasta casi fuera, pero Jorge no tardó en descargar todo su semen en mi boca y cuando él iba a sacarla se la cogí con mi mano y comencé a limpiársela con mi lengua.
– ¿Tu mujer no te la chupa? – le pregunte.
– No, dice que le da un poco de asco.
– Pues ya sabes lo que te pierdes – le dije yo echándome a reír.
Nos arreglamos los dos y vimos que no había nadie cerca, así que salimos del baño y nos incorporamos a la fiesta, cada uno por su lado. Como hacía calor, salí a la terraza, pues la fiesta era en un ático, a airearme un poco mientras me tomaba un cubata y estaba terminando la copa cuando se me acercó Juan, otro amigo de mi marido, y casi sin decir palabra me metió mano en el culo, me giré y cogiéndome de la mano, me dijo:
– Ven.
Juan me llevó a uno de los dormitorios, allí comenzó a besarme en el cuello y a levantarme la falda, deslizándose su mano rápidamente hacia mis bragas, las cuales me arranco mientras nos besábamos. Luego se apartó, se quitó los pantalones y los calzoncillos, y comprobé que su paquete estaba duro como una piedra y del que salía un reguero de líquido seminal. Entonces se acercó a mí y me dijo:
– ¡Chúpamela!
Tomé su polla con mis manos y comencé a mamársela.
– ¡Que maravilla! – iba diciendo – Jorge tenía razón, la chupas como nadie.
Después me cogió de la mano y me incorporó besándome en la boca la cual estaba llena de su liquido seminal, a continuación me puso apoyada en la cama y levantándome la falda comenzó a follarme, primero despacio, muy despacio, la sacaba y me la volvía a clavar, creía que me iba a morir. De pronto empezó a embestirme con furia, notando los golpes de sus huevos en mi clítoris cada vez que me clavaba su polla.
Me mordía los labios para no gritar de placer a las cada vez más brutales embestidas de Juan, hasta que de pronto me sujetó por la pelvis y un enorme chorro de leche inundó mi coño. Luego sacó su polla mientras me agarraba del pelo y me obligaba a limpiársela. El se vistió y yo me limpié pues Juan me había dejado sin bragas.
Al salir me di casi de bruces con mi marido y Carlos, otro amigo de mi esposo, el cual al ver que salía de un dormitorio junto con Juan se quedó sorprendido, por suerte Juan reaccionó con celeridad diciéndole:
– Hay cola ¿eh?
– Sí, ya veo – respondió mi marido. Pobre, si supiera lo que había pasado.
– Por cierto Sara – me dijo Carlos – Ven, que quería contarte algo.

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Mi marido entró en el baño mientras Carlos aprovechaba para llevarme a un rincón discreto y poco iluminado. Allí comenzó a besarme mientras iba levantándome la falda del vestido y casi sin darme tiempo a nada más me clavó su polla en el culo. Yo di un respingo pero él siguió enculándome, hasta que se sentó en una silla y yo encima de él tapándome con la falda.
Al poco pasó mi marido. Creí que me iba a morir pues Carlos seguía enculándome, aunque discretamente pero creo que en mi rostro se notaba lo que me estaba haciendo.
– ¿Qué haces aquí? – preguntó mi marido.
– Nada, le estaba contando unos chismes a tu mujer – contestó Carlos.
– Bueno, Sara estoy en la terraza con Juan y Jorge – añadió mi esposo.
No sé si se dio cuenta de lo que pasaba pero Carlos aceleró sus enculadas y se corrió. Los dos nos fuimos a la terraza donde se nos acercó la mujer de Carlos que nos dijo:
– ¿De donde venís?
– De charlar – contestó Carlos.
– Ya – dijo ella en un tono de sospecha.
– No, si te parece le estaba dando por el culo, no ves que su marido nos vio allí charlando, ¿no es verdad?
– Sí – asintió mi marido
Menuda cara dura la de Carlos y menudo ingenuo mi esposo. Después de un rato nos fuimos a casa, quise follar con mi marido pero este enseguida se durmió. En fin ¡que le haremos!
Besos a todos los lectores.

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