Relato erótico
Susurros en la noche
Tenía que viajar a la capital y decidió viajar de noche y coger un autocar que iba directo a su destino. El autocar era grande pero, al ser un día laborable estaba prácticamente vacío. Estaba adormilado cuando una curva lo despertó y oyó unos susurros que le llamaron la atención.
Alejandro – Pontevedra
La verdad, nunca creía en la veracidad de los relatos, leer como personas aparentemente normales tenían relaciones con tan buena suerte me era difícil de creer. Pero a todos nos llega la hora y si lo vemos bien, un hombre “normal” puede tener buen material para narrar calenturientas experiencias.
Tenía que viajar a la ciudad con la intención de definir el proceso de divorcio que adelantábamos con la madre de mis hijos, y de paso hacer una visitita a mi novia. Precisamente la relación estaba pasando por un momento difícil, últimamente la había notado algo fría y distante, la cantidad de sus llamadas había disminuido y por lo especial que era ella, presentía lo peor. Cuando viajaba en autobús, lo hacía de noche aprovechando así descansar un poco y dedicar el día a las diligencias que necesitaba realizar.
El que iba directo salía a las diez de la noche y por bien que nos fuera, estaríamos en nuestro destino a las seis o siete de la mañana. Como era un día entre semana, éramos solo once los pasajeros del autobús. Una señora con sus dos niños pequeños, una pareja de abuelos, dos muchachas muy bien parecidas (hermanas supongo), dos tíos medio borrachos, una joven y yo. Como había tanto espacio, cogí un asiento doble para mí solo y me dispuse a dormir. La señora con los niños se puso adelante, los abuelos detrás de ella y los borrachos no habíamos aun salido cuando ya estaban roncando, las hermanas estaban en la cuarta fila, yo en la sexta y la mujer sola en la octava, casi detrás de mí. Por la vestimenta de la joven pude deducir que era estudiante o algo parecido.
Después de un buen trayecto, cuando ya casi todos dormíamos, en uno de esos giros un poco brusco me desperté y desde ahí me costó un poco de trabajo volverlo a hacer, pensaba en todo lo que tenía que hacer en tan poco tiempo y la eficacia de la gestión cuando de pronto, unos pequeñísimos gemidos me alarmaron, pensé que la joven estaría enferma o algo parecido.
Oh! Grata sorpresa, entre la apertura de las sillas pude ver como más que dolerle algo, estaba gimiendo de placer, su falda excesivamente larga estaba suelta por el lado de la cremallera y dentro tenía una mano la cual acariciaba entre sus piernas. Este cuadro me calentó de sobre manera y empecé a fijarme mejor en la joven; cuando la vi por primera vez era algo más que insignificante, ahora, en esta condición, me atraía bastante más.
Ya para estas alturas había metido entre su blusa una de sus manos y acariciaba sus tetas, que por la oscuridad del lugar no podía apreciar. Me era incómodo ver como detrás de mi alguien se acomodaba semejante paja y yo como estaba y sin poder hacer nada. Algo sucedió y por el gesto que hizo sintió algo de incomodidad y tuvo que levantarse la falda, entonces me quedé más sorprendido, sacó de allí un vibrador que acabó por hacerme poner más caliente. Para colmo, cuando estaba acomodándoselo de nuevo, el autobús frenó bruscamente y el aparato se le escapó de las manos y empezó a rodar, deteniéndose entre mis zapatos, los cuales me había quitado para descansar mejor. ¡Que espléndida oportunidad! Lo cogí con una mano, pude sentir lo húmedo y cálido que estaba, me levanté tranquilamente y como lo más natural, se lo entregué:
– Perdón, esto creo que es tuyo.
En ese instante ella trataba de ponerse bien la ropa y como la intención no era que se sintiera mal, le añadí:
– Tranquilízate, por mí no te incomodes, conozco muchas mujeres que usan estos juguetes, no te sientas mal.
Lo puse entre su mano y regresé a mi asiento sintiendo como el corazón se me salía del pecho y la polla se me salía del pantalón, y eso era más obvio aún. Recuerdo muy bien su cara como de extrañeza y de agradecimiento a la vez, con una mano lo recibía, mientras con la otra terminaba de cubrirse lo poco que se podía apreciar de sus tetas en esa penumbra. Ya en mi asiento y un mucho más caliente por la escena presenciada, esperé para ver o escuchar la reacción de la joven, no se oía nada, había sido demasiado bochornoso para ella y lo mejor era parar la “faena”.
– ¿Es cierto que conoce estos aparatitos?
Una pregunta en un tomo sutil que me dio un susto terrible, por el lado del asiento en el pasillo apareció su cabeza y con agradable gesto de inocencia me miraba.
– La verdad yo no los uso, pero se cómo se deben usar y como te dije antes, conozco mujeres que los usan o en algún momento de mi vida me ha servido de ayuda con ellas.
No había terminado de decirle esto cuando se acomodó al lado mío y poniéndomelo en la mano me susurró al oído:
– ¿Crees que podrías ayudarme?
De fondo solo se escuchaban a los dos niños quejándose de vez en cuando y jugando. Sin quererlo, mi expresión fue de asombro a lo que ella remató:
– Soy una profesora que da clases en un buen colegio, y este aparatito se lo decomisé a una alumna que pretendía sabotear mi clase mostrándoselo a sus compañeras y bromeando con él.
Su mirada estaba fija en el respaldo del asiento de enfrente y ahora parecía avergonzada por su confesión.
– ¿Cómo crees que puedo ayudarte?
– Mi nombre es Nadia, ¿y tu nombre?
– Me llamo Alejandro.
– Alejandro, no conozco hasta la fecha alguien que sin prejuicios haya colaborado como tú has hecho, razón por la cual, si me permites, me gustaría me dijeras como usarlo sin que me sea tan incómodo.
– ¿Porque te es incómodo? ¿Por tu educación o por tener que usarlo para sentirte mujer?
– No, sencillamente me duele cuando lo empiezo a introducir y aunque es agradable, me incomoda. En cuanto a que sea profesora y conservadora no quiere decir que no sienta, solo que por formación no está dentro de mis prioridades -respondió sonriendo.
– Perfecto, entonces por favor muéstrame como lo estás haciendo.
Y sin reparo alguno levantó su falda se apartó las braguitas y empezó a introducirlo sin preámbulo alguno.
– Nadia espera, ¿tú estás excitada?
– Tanto como excitada no, pero es que solo quería probar que se siente.
– Mira, esto tiene que ver con lo corporal y las respuestas que este tiene de su necesidad. Por lo que veo, estás haciendo de esto algo muy mecánico y así no funciona, debes como mínimo desearlo, juguetear con la idea y preparar tu cuerpo para sentir…
– Esa es la parte de la teoría que aún no practico.
– Es fácil, por ejemplo, para mi verte fue erótico y mi cuerpo se dispuso para este fin. Nadia, es cuestión de sentir.
Y diciendo esto le cogí una mano y con ella comencé a acariciar su muslo, por la parte de la rodilla primero y subiendo sin ningún afán. Su mano temblaba y por un momento creí que no permitiría este tipo de acercamientos, afirmé mi mano en la de ella y seguí con las caricias.
– Ahora relájate, y si lo deseas, siente el vibrador, su forma, su tamaño y lo gratificante que sería tenerlo dentro de ti.
– La verdad, es muy agradable es como estar en plenitud.
– A esto me refería, prepárate para recibirlo y disfrutar de él, imagínate que no es lo más deseado por ti, que gracias a él serás un poco más mujer.
Efectivamente, sus manos lo palpaban con ansiedad y con la premura que su inexperiencia le permitía.
– ¿Es muy distinto hacerlo con este aparato a hacerlo con uno de verdad?
– ¿Quieres probar si hay alguna diferencia?
– ¿No te molesta si te lo toco?
– Para nada, sería gratificante ver cómo le hago un favor de esta índole a alguien que no tiene malicia.
Bajé mi cremallera y como pude saqué mi polla y la puse entre sus manos.
– Que grande, es realmente bello, suave, cálido y húmedo.
– ¿Me permitirías acariciarte también?
– No lo preguntes y hazlo.
Sin hacerme esperar subí mi mano hasta sus braguitas ya mojadas, con cuidado las aparté a un lado y empecé a jugar con sus labios. Su expresión era de placer, se retorcía y muy suavemente gemía. Mi polla estaba mojada y sus manos me proveían un pajazo como pocos me habían dado.
– Me apetece probar tu pene, como huele y eso me gustaría sentirlo.
Subí mis piernas al asiento y ella se deslizó hasta el suelo, quedándole mi polla en su cara, la cual empezó a saborear. Parecía un niño el cual prueba por primera vez un helado, me lamía lento y saboreaba cada vez que lo hacía, sin cerrar sus ojos y por lo que notaba, le gustaba. Entre tanto, sin hacerme esperar me entregué a esas tetas que aún no conocía y pronto serían solo mías. Efectivamente eran unas tetas inmaculadas, grandes, firmes, suaves, sin reparo alguno eran las tetas más bonitas que había sentido. Ella, a pesar de su inexperiencia, me estaba haciendo sentir en la gloria, ya sentía como con su lengua recorría centímetro a centímetro mi verga, la chupaba, se daba golpecitos en la cara con ella, la olía y volvía a su rutina.
Como pude, empecé a acariciarle el chocho que para estas alturas estaba más mojado y me permitía desplazar con más facilidad mi dedo entre ella.
Con cada caricia que le propinaba, se retorcía y a veces se desconcentraba, con una mirada me bastaba para darme cuenta que quería que esperara para volver a mi polla o para que siguiera con las caricias, eran muchas sensaciones nuevas y al parecer, quería disfrutarlas una a una.
De pronto empezó a agitarse y convulsionaba con cada caricia que le hacía, se iba a correr, así es que paré, levante su falda, me acomodé quedando en la mitad de los dos asientos para que ella se ubicara a horcajadas y pudiera penetrarse fácilmente. Así lo hizo, y no como yo esperaba que fuera, despacio para no hacerse daño, su afán era demasiado y de una sola estacada se penetró, causándonos un dolor placentero a los dos.
– Nadia, por favor, cálmate esto es para disfrutarlo.
– Si tú sentiste lo que yo sentí, deberías estar agradecido.
Y si, lo estaba a pesar de su inexperiencia, esa mujer movía sus caderas de una forma que ni yo lo esperaba, hacía movimientos circulares con un esmero para que mi polla, que no era de gran tamaño, se le fuera a salir, luego se mecía de adelante para atrás, me apretaba con sus piernas que le llegaban casi hasta mis axilas y terminaba con sube y baja brutal.
Entre tanto, yo había tomado posesión de sus hermosas tetas y las mamaba con ternura, que era lo que me inspiraba esa mujer, que, aunque un poco arrebatada, merecía de mí una consideración especial por su calidad de primeriza. Su sabor era mejor aún, era muy agradable, como miel y otra cosa que aún no identifico, pero era como estar degustando un manjar de dioses, sus pezones ahora duros y erectos, me facilitaban la experiencia, entraban en mi boca como queriendo ser desechos de tantas caricias.
Ella con una mano se aferraba a mí y con la otra acariciaba las partes de mi cuerpo que la posición le permitía. Pronto descubrió que tenía a su alcance su clítoris al cual le dedicó una manoseada que le ayudó a sentir un orgasmo que casi me ahorca, fue tal el clímax que me abrazó contra sus senos y sus piernas me sacaron el aire.
– ¡Alejandro, no pares, sigue moviéndote por favor!
Como pude la tumbé en los asientos, quedando más fácil mi penetración desde ese punto. Su entrega fue total, se abrió tanto de piernas que pude hacer todo el bombeo que quise, mis atacadas eran cada vez más fuertes y en cada una de ellas, esas tetas espectaculares se mecían al ritmo que yo imponía, así llegué al momento.
Nadia no había parado de sentir su momento sublime para cuando yo la alcancé, nos unimos en un abrazo. Como pudimos nos volvimos a sentar y ella que todo lo quería saber sin prejuicio alguno, se dedicó a terminar su labor dejándome la polla tan limpia o mejor de lo que la había encontrado, y esto lo hizo con su boca que no paraba de saborear cada porción de mi leche.
– Y del sabor ni hablar, es formidable, mejor que cualquier postre.
Así dimos inicio a una agradable conversación donde nos conocimos mejor y acordamos otras salidas donde ella descubriría otras panorámicas no tenía a mano…
Un saludo para todos los lectores.