Relato erótico

Sus tetas me vuelven loco

Charo
18 de diciembre del 2018

Le gustaba su compañera de trabajo a pesar de que estaba casada. Tenía un cuerpo voluptuoso y sobre todo unas tetas grandes y turgentes. Solían hablar y trabajar juntos en algún proyecto. Aquel día tuvieron que ir al archivo a buscar unos expedientes.

Ángel – Lugo

Voy a empezar por decir que soy un chico de 25 años y que desde hace 8 estoy trabajando en una oficina como administrativo. Es una oficina de poca gente y con buena relación entre todos los trabajadores de edades variadas. La mujer en la que está centrado el relato, se llama Norma, está rodando los 37 años y está felizmente casada. Entre Norma y yo siempre ha habido una buena relación, tanto en el aspecto laboral como en el personal. Con esto me refiero a que cuando el trabajo no nos agobia y disponemos de un rato libre, conversamos sobre un variado número de temas, sobre todo por parte de ella ya que le gusta mucho hablar.
Nuestras conversaciones nunca habían derivado sobre temas sexuales, a no ser por alguna que otra broma típica entre gente que trabaja y pasa muchas horas juntos. Si he de ser sincero Norma, sin ser una mujer impresionante, siempre me ha atraído. No es muy alta, tiene un culo que no está mal y unos pechos grandes y muy bien formados, pechos que destacan aún más debido a su estatura. También he de deciros que me encantan las mujeres con mucho pecho, razón por la cual supongo que siempre me he sentido atraído por Norma. En algunas áreas del trabajo coincido con ella y hay veces que tenemos que trabajar en un mismo proyecto, cosa que nos obliga a sentarnos ante una misma pantalla de ordenador.
Un día de este verano que no había mucha gente trabajando en la oficina, con motivo de las vacaciones, coincidí con Norma que los dos teníamos que ir al archivo a buscar unos papeles. El archivo de la oficina se encuentra en unos cuartitos que hay en la parte baja del edificio. Cogimos el ascensor y bajamos hasta el sótano donde teníamos que ir a buscar, cada uno, su documentación. Cuando estábamos buscando nos rozamos un par de veces, debido a las pequeñas dimensiones del cuartucho hasta que, finalmente, los dos encontramos lo que habíamos ido a buscar. En ese momento Norma empezó a hablar como hacíamos muchas otras veces en la oficina, hablaba de cosas rutinarias. Este día Norma llevaba una falda por encima de las rodillas, que le marcaba un fenomenal culo, y una blusa blanca sin mangas ajustada al cuerpo que destacaba aún más sus grandes y deseadas tetas. Mientras hablaba, se dio cuenta de que se había ensuciado la blusa del polvo acumulado en las viejas estanterías, cosa que me comentó mientras me enseñaba un ruedo de suciedad que se había formado justo en la parte más sobresaliente de su anatomía.
Me acerqué un poco como para cerciorarme de lo que ella me decía, pero en realidad solo quería ver más de cerca aquellas redondeces que me volvían loco. Me encontraba en un viejo y sucio trastero lleno de papeles con una mujer de 37 años y con un alto grado de excitación, pero jamás pensé que podría pasar de ser una simple fantasía.

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Bajé la cabeza para percatarme de lo sucia que había quedado su blusa justo en el momento que ella levantaba la cabeza. Nuestras miradas se cruzaron y nuestros labios quedaron muy cerca y casi sin darnos cuenta empezamos a besarnos. Al principio de manera suave para, luego, dejar paso a un beso apasionado. Nuestras lenguas jugueteaban y se entrelazaban a un ritmo frenético. Una de mis manos recorrió su cuerpo desde la cadera hasta uno de sus pechos donde se detuvo un instante como para recordarme que mi fantasía de acariciar sus senos se había hecho realidad. Empecé a manosearlo suave y lentamente, sintiendo que un gozo increíble invadía mi cuerpo. La mano que tenía libre se poso en su culo, masajeándolo primero por encima de la falda y rápidamente por encima de sus braguitas.
En este momento estaba excitadísimo y por las dimensiones que había tomado mi polla, Norma seguro que lo notaba dada la proximidad de nuestros cuerpos. Ella dejó de besarme, me miró con una pícara sonrisa y su mano se desplazó hasta el bulto que se había formado en mis pantalones, tocándolo suavemente pero de forma que dejaba ver la experiencia adquirida por la edad. Aproveché ese momento para deslizar mis manos debajo de su blusa y poder constatar lo que hasta el momento solo había imaginado. Unos sujetadores, suaves al tacto, recogían dos enormes frutos de carne coronados por dos erectos pezones que seguían creciendo al tacto de mis dedos. Estuve largo rato amasando, acariciando y estrujando sus voluminosas tetas, cosa que parecía agradarle a mi compañera, a juzgar por la expresión satisfecha de su cara y algún tímido suspiro que dejaba salir de su boca.
No puedo deciros cuanto rato estuvimos metiéndonos mano y jugando con nuestros cuerpos, hasta que, de pronto, el ruido producido por la cremallera de mis pantalones anunciaba que el encuentro pasaba a un nivel del que difícilmente nos echaríamos atrás. Le levante los brazos para quitarle la blusa, con una habilidad que me sorprendió a mi mismo. Desabroché su sujetador, acaricié sus hombros al momento que apartaba las tiras del mismo y dejaba toda la belleza de sus excitados pechos expuesta a la tenue luz que iluminaba el recinto. La vista era maravillosa. Cuando tuvo las manos libres no lo dudó ni un momento y acabó de desabrocharme los pantalones metiendo una mano dentro de mis calzoncillos y entrando en contacto con mi polla, a la que liberó al instante. Su mano empezó un movimiento constante de vaivén produciéndome una sensación de placer incontrolable. Sin ella dejar de pajearme lentamente, volvimos a unir nuestro labios en un apasionado beso.

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En cuanto pude, bajé mi cabeza a la altura de sus tetas y empecé a chupárselas, pasando mi lengua y succionando sus pezones mientras mis dedos se habían desplazado hasta su entrepierna apartando su braguita y acariciando su sexo, que ya se encontraba empapado por sus jugos. Primero introduje uno de mis juguetones dedos en el interior de su coño, un coño chorreante y caliente que no ofrecía ningún obstáculo a ser penetrado primero por un dedo y luego permitiéndome que fueran dos los que le dieran placer. Norma se encontraba en un punto de gran excitación, si juzgaba por sus suspiros que habían dejado paso a unos gemidos cada vez más sonoros y que coincidían con las penetraciones que le realizaba con mi mano. Su cuerpo se arqueaba ligeramente hacia atrás pero su mano no dejaba de ofrecer un rítmico movimiento a mi polla. Cada vez su respiración era más agitada y el movimiento de mi mano era más fuerte y rápido, lo que la llevó inevitablemente a su primer orgasmo.
Sus gemidos y suspiros cesaron bruscamente y todo su cuerpo se convulsionó, dejando paso a una acelerada respiración. Después de reaccionar, Norma empezó a besarme el cuello y el tórax, poniendo atención a mis pezones y lentamente desplazando su lengua y labios hacia mi vientre para llegar frente a mi erguida polla. Su mirada se levantó un momento, y vio mi cara de excitación. Su lengua recorrió toda la longitud de mi miembro hasta poder besar el capullo y acto seguido, mi polla desapareció dentro de su boca. Era algo increíble aquella mujer, que tanto me había excitado en mis fantasías, se encontrara arrodillada ante mi proporcionándome una experimentada mamada. Su mano se aferraba duramente en la base de mi polla y su cabeza no paraba de moverse hacia delante y hacia atrás. Succionaba, chupaba y de vez en cuando se sacaba la polla de la boca para masturbarme, corta pero frenéticamente con la mano, se frenaba y volvía a engullir golosamente mi miembro.
Ya no podía aguantar más, mi orgasmo era inminente. Como pude, entre jadeos, se lo hice saber e intenté retirar mi polla de su boca, pero ella la apretó firmemente y dio a su cabeza un ritmo endiablado que me llevó a uno de los orgasmos más increíbles de mi vida. Me vacié totalmente dentro de su boca. Ella se incorporó y se limpió los restos de semen que tenía en sus labios y barbilla, se acercó a mi oreja y empezó a chupar y morderme el lóbulo de manera cariñosa pero que delataba la excitación que le había producido la mamada y mi posterior orgasmo.
Mientras nuestros cuerpos seguían pegados, me susurró al oído:
– Me gustas mucho…

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La aparté de mi, le quité la falda y la apoyé en una pequeña estantería, la besé y no pude evitar volver a tocarle los pechos. Llevé mis manos hasta sus caderas y lentamente bajé sus húmedas braguitas. Frente a mi podía ver su oscuro y poblado coño. Separé sus piernas, con su total aprobación, y acto seguido hundí mi cabeza entre sus muslos, pasando la lengua por ellos varias veces antes de dedicarme a su rajita. Al principio pasaba la lengua despacio recorriendo todo su sexo y me apartaba un poco, repitiendo la operación innumerables veces. Después de cada una de ellas, mi compañera lanzaba un ahogado gemido. Luego comencé a darle lamidas más largas y mi lengua se desplazaba hasta el interior de su cueva.
Empecé a comprobar que volvía a excitarme mientras volvía a introducir uno de mis dedos en su coño y mi lengua se dedicaba exclusivamente a su clítoris. Ella me suplicaba, cada vez más insistentemente, que no parara de comerle el coño y cada vez su voz se hacía menos audible entre sus jadeos que, al poco, se convirtieron en fuertes gemidos momento en que con sus manos apretó mi cabeza entre sus piernas y llegó de nuevo al orgasmo. Yo me encontraba otra vez preparado y con mi miembro endurecido. Ella se percató de la situación y me imagino que no estaba dispuesta a desperdiciarla. Se giró, se apoyó contra la estantería y de su boca solo salió una simple palabra:
– ¡Fóllame!
Separó un poco las piernas y dejó el camino libre para que yo pudiera poseerla. Me acerqué e introduje mi pene en su sexo. Inmediatamente comencé a moverme en su interior, mis manos cogieron sus tetas, que iban y venían libremente al ritmo que mis embestidas perforan la gruta de mi amante.
Durante largo rato estuvimos follando, nuestros cuerpos sudorosos daban a entender la mezcla de ejercicio, excitación y calentura que había en aquellos momentos en el reducido espacio en que nos encontrábamos. Saqué la polla y le pedí que me hiciera una cubana, que deseaba correrme entre sus tetas ya que habían sido siempre el detonante de mi deseo por ella. Norma se incorporó, volvió a girarse y mientras se apoyaba de nuevo en la estantería, acomodó mi polla entre sus senos. Casi desapareció por completo entre su abundante delantera. Solo sobresalía la punta por encima de las rosadas montañas de carne que ella apretaba y que empezó a mover a gran velocidad.
Acompañaba el movimiento de sus senos con pasadas de lengua sobre mi capullo cada vez que bajaban y mi polla salía como si tratara de respirar. Las sensaciones que yo sentía, cada vez eran más fuertes y menos controlables hasta llegar al momento que mis piernas empezaron a flaquear y potentes chorros de esperma salían disparados hacia la cara de mi compañera. Antes de poder reaccionar del poderoso orgasmo, Norma cogió mi polla y la llevo a su boca, chupándola hasta que esta perdió toda su dureza.

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Nos quedamos un rato abrazados sintiendo el calor de nuestros cuerpos, luego nos vestimos, nos arreglamos todo lo posible y cogiendo los papeles, subimos otra vez en el ascensor, que fue testigo de nuestro silencio, hasta la oficina donde cada uno continuó con su trabajo como si nada hubiera ocurrido, como si todo hubiese sido un sueño, solo delatado por las miradas de deseo que cruzamos desde entonces. Estoy deseando que se vuelva a repetir un encuentro como el que tuvimos, pero hay que dejar que las cosas vengan solas.
Un saludo para todos.

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