Relato erótico
Sus tetas me hechizarón
Se había cruzado con ella cuando bajaba a fumar en la calle. Era una mujer madura, con grandes tetas y un gran culo. Empezó a fantasear con ella y cuando llegaba a casa se pajeaba pensando en sus tetas.
Oscar – Madrid
Me llamo José Luís, soy moreno, alto, delgado 1,79 de estatura y tengo 21 años. Por motivos económicos tuve que combinar el trabajo con los estudios. Iba al banco, entregaba documentos, etc. El despacho estaba ubicado en un edificio de oficinas.
Una mañana, mientras me fumaba un cigarro, en la entrada del edificio, pasó por mi lado una mujer madura y con cara seria. Ella ni me vio, pero yo le pegué un repaso. Llevaba un traje de chaqueta de dos piezas, tenía dos enormes tetas, y un culo también de dimensiones desmesuradas. Esta mujer me excitaba. Me imaginaba ese cuerpo grande y gordo desnudo, mi cara entre esas tetas quitándome la respiración, tenerla en cuatro patas en la cama… ufff… que cosas podría hacer con ese cuerpo.
Desde aquel día, la vi muchas veces, y cada vez, me excitaba más. Al cabo de un tiempo ya nos dábamos los buenos días. Un día mi jefe me dijo que fuera a una oficina del segundo piso a entregar unos papeles a una tal María José, me los tenía que firmar y devolvérmelos.
Cuando entré en su despacho, había tres secretarias en la antesala y pregunté por la Sra. María José. En un despacho estaba la mujer que me excitaba hablando por teléfono y era la “señora” que tenía que ver.
Una de las chicas cogió los papeles y dijo que se los daría ella, pero la jefa, desde dentro, le dijo que se los entregara y que yo me esperara. Mientras hablaba, me di cuenta de que me miraba detenidamente. Con entrecortadas palabras le dije lo que deseaba mi jefe. Me atendió muy amablemente, a diferencia de lo que había oído por ahí, que era un ogro y que tenía un trato altanero y prepotente con todo el mundo.
Una tarde, cuando salía del trabajo, me topé con ella en el ascensor, llovía a mares y me sorprendió que me dijera que si quería, me acercaba a casa. Lógicamente acepté.
Mientras conducía no paró de preguntarme cosas. Que si tenía novia, que como me gustaban las chicas, etc. Hasta que de pronto dijo:
-¿No te gustaría vivir una experiencia sexual con una mujer madura?
Le dije que alguno de mis amigos lo había hecho y que se lo había pasado genial, ya que las mujeres maduras tienen más experiencia.
– ¿Y no te gustaría probarlo?
– Eeeeh… si
– ¿Y… con alguien… no sé… así como yo?
– ¿Como usted?
– Mira, a mi me gusta ser directa, como te habrás dado cuenta. Estaba pensando que si no tienes otro panorama… y te interesa podríamos ir algún lado… y no sé… quizás pasar un rato muy agradable… si sabes a lo que me refiero.
– ¿Lo dice en serio?
– Por supuesto. Me encantaría tener a un muchacho tan buen mozo como tú para… enseñarle… ¿Qué dices? – añadió colocándome la mano en la pierna.
– Por mi… encantado.
– Que bien… entonces… ¿a que esperamos…?
La mujer condujo hacia las afueras de la ciudad y entró directamente a un motel. Su carácter demasiado autoritario me hacía sentir un poco niño, pero la deseaba locamente. Entramos en la habitación, se sacó el abrigo apareciendo bajo su blusa, las enormes tetas que me enloquecían, se sentó en la cama mirándome de pies a cabeza, saboreando el muchachito joven que se iba a comer. Yo no podía creer que estaba ahí con esa mujer que hacía tiempo me tenia caliente. Cogió el teléfono, ordeno unas bebidas y pagó la habitación cuando nos trajeron nuestro pedido.
Ya en la cama, se tiró encima de mí, se sacó la blusa y se sacó los sujetadores provocando una marejada de tetas, las tetas más increíbles y grandes que puedan imaginar. Me volqué hacia ellas apretándolas fuertemente, buscando entre tanta carne sus pezones, para llevármelos a la boca y chupárselos fuertemente.
Mi verga estaba como una roca, la cogió y me la comenzó a chupar desesperadamente, haciéndome acostar de espalda con las piernas abiertas. Ella arrodillada en la cama con su enorme culo levantado, me chupaba con mucha fuerza, sacándosela de la boca, mirándome a la cara y preguntándome si me gustaba. Me chupaba las bolas sin soltarme la verga ni un segundo, jugaba con ella sobre su rostro, me la besaba, se la tragaba por completo, dejándomela completamente mojada.
Luego hizo lo que yo soñaba. Se subió un poco y dejo apoyo sobre mi verga sus enormes tetas. Mi polla se perdió entre esas maravillas de tetas, que me la apretaban y me masturban siempre mirándome con cara de guarra. Me preguntaba si me gustaba. Era un sueño. Jugó con mi verga, hasta que me “ordeno” que me la follara.
En la misma posición que estaba, con el culo levantado me acomodé detrás de ella y con poca paciencia, se la metí de un solo golpe. La mujer lanzó un grito de placer y comenzó a mover el culo hacia atrás. Me decía que estaba muy caliente y que no parara. Se notaba que estaba falta de sexo, porque en ningún momento se detuvo, estaba volcando en mí toda la calentura acumulada.
Me hizo acostar de espaldas y se sentó sobre mí. Sentí su peso sobre mi vientre, pero me gustaba tenerla ahí, con sus tetas a mi alcance. Se separó las nalgas y agarrando mi polla la acercó a su chocho. Una vez ahí comenzó a bajar, ahora sí, enterrándosela más profundamente. Comenzó a moverse de una manera impresionante, mientras sus tetas saltaban de lado a lado, golpeándome la cara cuando trataba de chupárselas.
Apoyando sus manos sobre mi pecho la mujer se movía de adelante atrás, de lado a lado, gimiendo como si se la estuviese follando un caballo. Estaba sedienta de sexo y avisándome que se iba a correr, hice mi mejor esfuerzo de mantenerme duro, hasta que casi llorando, comenzó correrse como una cerda, clavándome las uñas en el pecho.
Yo quedé igual de caliente y continué chupándole las tetas con toda mi pasión. Eran un trofeo, unas tetas que nunca jamás volvería a tener. Ella se dejaba chupar diciéndome lo mucho que le excitaba que le chuparan las tetas, que era una de las cosas que más le gustaba, pero percatándose de que yo aun no me corría, me dijo que la idea era que disfrutáramos los dos, que lo que yo quisiera hacerle, que se lo hiciera, pero que lo que quería en aquel momento es chupármela y que me corriera.
Se colocó a mi lado y me la chupó un buen rato, mientras yo continuaba acariciándole una de sus tetas. Al poco rato se había calentado de nuevo y ya habíamos empezado a follar nuevamente. Esta vez le cogí las piernas, me las puse en los hombros y se la metí con todas mis fuerzas. La muy guarra estaba gozando y emitía unos gemidos como si estuviese llorando. Yo estaba en mi mejor día, estaba muy caliente, pero aguantaba para hacer gozar a María José como ella quería. Me monté sobre ella y metí mi verga entre esas gloriosas tetas, pajeándome con ellas, hasta que ella misma me dijo que quería que me corriera en su boca. Tan solo con oír esas palabras, mi lefa subió como lava ardiendo y apenas llegué a metérsela a la boca, para descargar. Mi leche salía a borbotones y era tragada por María José, que gemía sin parar. Se escurría por sus labios y su cara, mientras, yo miraba su cara de placer.
Entonces me acosté a su lado, mientras ella me abrazaba y me besaba. Nos quedamos descansando un poco, y me habló de su matrimonio. Su marido ya no la satisfacía sexualmente, le gustaban los hombres jóvenes como yo. Me invitó a que nos fuéramos a duchar y ahí en el baño, bajo el agua caliente, yo detrás de ella restregándole y enjabonándole las tetas con jabón, hizo que me excitara nuevamente. Me la follé de pie, con sus manos apoyadas contra la pared y su tremendo culo levantado.
Fue allí cuando me pidió que se la metiera por el culo, cosa que no dudé ni un minuto en hacer. Dejándole primero bien enjabonado su ojete y bien enjabonada mi verga, le separé sus grandes nalgas, y mi herramienta se perdió entre esas carnosas y grandes nalgas, haciéndola nuevamente llorar de placer. Mientras el agua caliente escurría por nuestros cuerpos desnudos, haciendo mí mayor esfuerzo para llegar lo más adentro posible, me la follé de pie, por el culo, apretándole sus fabulosas tetas. Solo tenía que seguir sus “instrucciones”, que le diera por el culo todo lo que quisiera, pero con la obligación de que tenía que correrme en su boca. La follé con todas mis ganas, hasta que cuando estuve listo la avisé y ella, sin perder tiempo, se dio la vuelta, se puso en cuclillas a la altura de mi verga y esperó con la boca abierta a que yo me masturbara delante de ella para lanzarle mi leche nuevamente en la boca.
Nos secamos y abandonamos el motel. En el trayecto no dejaba de tocarme la pierna y la verga, diciéndome lo mucho que había gozado conmigo y que quería que ese encuentro se repitiera. A mí me daba vergüenza que alguien de nuestro trabajo se enterara, pero realmente había gozado con esa mujer. ¿Como podía negarme?
Saludos.