Sumisión

Desde que su amiga la convirtió en su “esclava” nos ha contado alguna de las experiencias que ha vivido. En esta ocasión, su Ama, la ofreció a un amigo para que disfrutara de ella.

Ana – Vizcaya
Hola amigos, soy Ana de Vizcaya, la chica a la que su compañera Marisa ha convertido en su más sumisa esclava. Todos los días Marisa acentuaba más su dominio sobre mí, en casa, en la que yo estaba siempre completamente desnuda, era su perra y yo hacía todo lo que ella me ordenaba. Una tarde de sábado habíamos estado follando cuando, sobre las cinco, me puso el collar en el cuello y me ató las muñecas a él. Al momento llamaron a la puerta, Marisa se puso una bata, me dejó en la habitación y se fue a abrir. Cuando oí las voces reconocí que el que hablaba con ella era Ramón, un amigo nuestro.
Al momento Marisa entró en la habitación, enganchó la correa al collar y me dijo:
– Vamos, que te voy a mostrar a Ramón.
– No, por favor, no me saques así – le supliqué.
– Tu harás lo que yo te ordene que para eso eres mi esclava – me dijo.
Tirando de la correa, así desnuda y mis manos sujetas en el collar, me llevó al salón.
Ramón, al verme se puso en pié de un salto pero Marisa le dijo:
– Tranquilo, ¿no me has dicho muchas veces que te gusta esta putita…?. Pues hoy podrás disfrutar de ella.
Marisa, tirando de la correa, me exhibió ante él, luego se sentaron juntos en el sofá dejándome a mí delante de los dos, hasta que Marisa me hizo separar las piernas e invitó a Ramón a que me tocara el coño. Los dos pasaron sus dedos por mi raja, metiendo los dedos en mi coño, que estaba totalmente chorreando. Luego empezaron a besarse hasta que Marisa se abrió la bata y él comenzó a tocarle las tetas, apretándole los largos pezones. Luego Marisa le sacó la polla fuera y se puso a meneársela. Ramón tiene una polla muy gorda y cuando se la puso dura, ella me dijo:
– ¡Vamos, puta, arrodíllate y chúpala!
Obedientemente, me arrodillé ante él y sin poder usar las manos, empecé a chuparle la polla. Me metía todo lo que podía el pedazo de carne en la boca y se la estuve chupando un buen rato hasta que Marisa me apartó de él, se quitó la bata, se clavó la polla de Ramón en todo el coño y allí, sentados, él se la folló hasta que los dos se corrieron.
– Vamos, perra – me dijo Marisa cuando se apartó de Ramón y se sentó a su lado – límpiame el coño y luego haz lo mismo con la polla de Ramón.
Me incliné hacia ella y empecé a lamerle el coño, del cual aún salían restos de la corrida de Ramón. Al final se lo dejé limpio y luego me giré hacia Ramón y le lamí y chupé toda la polla hasta dejársela también bien reluciente. Al acabar, Marisa me soltó las manos, me puso a cuatro patas, me ordenó volver a chupársela a Ramón y mientras yo lo hacía, ella cogió el látigo de tiras y se puso a azotarme el culo. Ramón, al ver cómo me azotaba, se le puso la polla más dura y agarrándome del pelo, intentó meterme toda la verga dentro de la boca. Yo seguía chupando y recibiendo latigazos en el trasero hasta que Ramón me apartó de su verga y dijo:
– Me gustaría darle por el culo a esta perra viciosa.
Marisa se sentó en el sofá y me dijo:
– Mientras él te da por el culo, tú me comes el coño.

Obedecí, comiéndole el coño muy excitada mientras Ramón separaba mis nalgas y me la clavaba en el culo hasta los huevos. Así estuvimos un buen rato hasta que Marisa se corrió dos veces en mi boca y Ramón se vació dentro de mi culo. Cuando descansamos un rato, los tres nos fuimos al baño. Ramón llevándome de la correa a cuatro patas como una perra y Marisa detrás dándome con el látigo en el culo. Allí Marisa me metió en la bañera pero siguiendo arrodillada. Luego entró ella y se colocó con las piernas abiertas delante de mi cara, me hizo abrir la boca y de pronto un chorro de orina chocó contra mi cara y entró en mi boca, teniendo yo que tragar todo lo que podía.
Cuando Marisa terminó de mear en mi boa, me tocó limpiarle el coño a lengüetazos hasta que se lo dejé bien limpio. Nos duchamos y como ya era tarde, decidieron salir a cenar.
Ramón se vistió y Marisa me dijo que me pusiera una blusa blanca transparente, una minifalda y unas sandalias de tacón alto, blancas. Vestida así era la primera vez que saldría a la calle. La blusa, como digo, era transparente y se me veían las tetas perfectamente así como los pezones, y la minifalda no dejaba de ser un cinturón ancho que al ser de lycra tendría que estar bajándomela constantemente pues se subía enseguida al caminar dejando mi culo al aire. Cuando estuve vestida, Marisa me dijo:
– Ven, que te daré algún retoque.
Ella llevaba un kimono rojo, me hizo sentar en un taburete delante del espejo, me puso más rímel y pintura de ojos, un colorete más intenso y para rematar un color de labios rojo brillante. Al mirarme al espejo la sensación de parecer una puta aumentó al instante.
– Ahora estás mejor – me dijo Marisa – Venga, levántate y ayúdame a vestirme.
Al levantarme me dio un sonoro azote en el culo y tanto el golpe como el sonido, me sobresaltaron sintiendo al momento un calorcito muy agradable en mi trasero. Dejó caer el kimono y se mostró desnuda ante mí. Me quedé mirando sus generosos y altivos pechos, las curvas de sus caderas y su precioso culo deteniéndose mis ojos en su hermoso coño depilado.
– Venga perra, deja de babear y de mirar mi rajita – me dijo – Ya veo que sigues bien caliente pero ahora ayúdame, que nos están esperando.
Marisa se vistió con una falda de cuero y una cazadora. Los tres salimos a por el coche, Marisa y Ramón iban delante hablando sobre mí y yo detrás con los ojos cerrados pensando en lo feliz que era al sentirme tan sumisa esclava de mi Ama. Marisa paró el coche a la entrada de un sex-shop. Ella y Ramón bajaron diciéndome que me esperara. A los quince minutos volvieron al coche y nos fuimos al restaurante a cenar.
Al entrar en el local, Marisa me llevó a los servicios, me desabrochó la blusa y me puso en los peones unas pinzas de presión de las cuales colgaban dos cascabeles. Luego me levantó la faldita, me hizo inclinar hacia adelante, separó mis nalgas y me metió por el culo un consolador negro diciéndome:
– Procura que no se te salga en medio del restaurante

Las dos volvimos a la mesa donde estaba Ramón y algunas personas pudieron darse cuenta de las pinzas con cascabeles que yo llevaba en los pezones. La cena transcurrió bien e incluso fue agradable. Luego salimos de allí, cogimos el coche y nos dirigimos a un parque que está en el centro de la ciudad. Antes de bajar del coche, Marisa me puso el collar con la correa, me desabrochó la blusa y me hizo bajar del coche a cuatro patas, como su perra. Ramón me levantó la faldita y me dijo que caminara con las piernas bien abiertas para que pudiera verme el coño depilado y el consolador metido en mi culo. De esta guisa me pasearon por el parque hasta que Ramón se sentó en un banco y me dijo:
– Ven, perra, chúpame la polla.
Se la sacó y yo, a cuatro patas, empecé a chupársela y a lamérsela hasta que se corrió en mi boca. Marisa, sin dejar que me limpiara, se subió la falda y allí, de pié, me hizo comerle el coño hasta que también se corrió en mi boca. Entonces volvimos al coche, yo a cuatro patas y de allí nos fuimos a un club donde yo iba a tener una sesión privada con mis Amos, pero que acabó siendo pública.
Varias parejas alabaron a mi Ama por la obra que llevaba a cabo conmigo. Me azotaron varias de ellas y estuve sirviendo bebidas a todos durante horas, desnuda, con mi collar y por supuesto, a cuatro patas. Hice de mesa un buen rato mientras hablaban de mi adiestramiento y de mi uso. Algunos fueron invitados por mi Ama a conocer mi interior, metiendo sus dedos dentro de mi coño y de mi ano. Al final Ramón se marchó a su casa y nosotras a la nuestra y aunque ya era casi la madrugada, nos pusimos a follar como locas. A mí me encanta follar con ella, lamer su coño y meter la lengua en el agujero de su culo.
El domingo por la mañana me desperté antes, me levanté y desnuda, le preparé el desayuno, luego volví a la habitación, aparté la sábana y la desperté como a ella le gusta, besando y lamiendo su coño depilado. Marisa se despertó, me agarró por la cabeza y me dijo:
– Eso es, perrita, lame a tu dueña, sí, así…
Se corrió en mi boca, le lamí el coño y nos fuimos al baño. Yo le lavé todo el cuerpo hasta que me ordenó agacharme en la bañera ante ella. Me coloqué como ella quería, separé mis piernas y abrí mi boca. Ya sabía lo que tenía que hacer y lo que iba a ocurrir.
Pronto un chorro de orina inundó mi boca, deslizándose luego el caliente líquido por todo mi cuerpo. Tragué todo lo que pude con afán de contentar y complacer a mi Ama.
Cuando la orina dejó de manar, yo sonreí y miré a mi Ama. Ella pegó su coño a mi boca y se lo chupé y lamí hasta que se corrió, y una vez terminó de correrse, me dijo:
– Este será tu desayuno por hoy.

Íbamos a vestirnos para salir un rato a la calle, pero eso que pasó el domingo, os lo contaré en otra carta.
Besos para todos.