Relato erótico
Sumisa guarra y dominante
Fue como un flechazo, en cuanto la vio subir al tren supo que se liaría con ella. La cita fue mejor de lo que pensaba, pero al despedirse le hizo una proposición. ¿La aceptará?
Pablo M. – MADRID
Me encontraba en el tren, volviendo a casa después de un aburrido viaje de trabajo, entreteniéndome mirando por la ventana y durmiendo a ratos. El viaje se me estaba haciendo eterno cuando, de repente, en una parada, cuando quedaba apenas una hora de viaje, la vi subir en el mismo vagón. Llevaba una maleta grande y había venido corriendo ya que tenía la respiración muy agitada y necesitaba ayuda con la maleta. Yo me percaté de eso y me levanté para ayudarla a meterla en el portaequipajes. Después ella se sentó en uno de los asientos que estaba frente al mío, se quitó el abrigo largo que llevaba y la bufanda. Yo la observaba con disimulo, y me imaginé la ropa interior que llevaría y como no noté ninguna marca supuse que llevaba uno de esos tangas minúsculos.
Después de un buen rato de calentón visual, apareció el revisor pidiendo los billetes. Me puse a buscar el mío en mis bolsillos y ella cogió el bolso para buscar el suyo, pero se le cayó y todo su contenido quedó esparcido por el suelo, entre su asiento y el mío. Ella fue rápidamente a recogerlo y yo no pude evitar fijarme en sus tetas. Eran más grandes de lo que parecían. Pero mi sorpresa creció cuando, al ayudarla a recoger las cosas, entre libros, cartera, y demás, vi un vibrador que, con el movimiento del tren, acabó debajo de mi asiento. Le dimos los billetes al revisor, que no se percata de nada y se marchó sin más. Yo cogí el vibrador de debajo de mi asiento, me quedé mirándolo, me pareció enorme y por mi mente pasaron miles de ideas, pero se lo devolví.
– Esto debe de ser tuyo, guapa – le dije.
Ella se sonrojó y lo guardó otra vez, pero fijándose en que eso ha sido el detonante para que yo tuviera una erección de infarto. Vi que llevaba un liguero con las medias. Entonces ella sacó, del bolso, una piruleta y se puso a chuparla como si de mi dura polla se tratara. Yo me excité muchísimo, parecía que mis pantalones iban a explotar de un momento a otro. Permanecimos en esa situación un rato, hasta que quedaban unos 10 minutos de viaje. Entonces ella se levantó para ir al baño y me susurro al oído mientras que su teta derecha rozaba mi hombro, prácticamente apoyada en él:
– Voy a traerte un regalo, espérame.
– Esperaré a ver qué es, estás hecha una buena zorra – contesté.
– Mientras esperas a que vuelva, escribe en un papel la dirección de tu casa y una hora.
Puse 22:30 y cuando ella regresó del baño me metió en el bolsillo su tanga, lleno de sus flujos, que se había quitado expresamente para mí. Excitadísimos llegamos a nuestro destino. Ella se arregló, se puso el abrigo de nuevo y yo la ayudé con la maleta. Entonces le entregué la tarjeta y le dije al oído:
– No faltes a la cita, pequeña zorra.
No iba desencaminado. A las 22:30 estaba en mi casa. Ella llegó con el mismo abrigo, entró en casa y cerré la puerta, la empujé contra ella, una vez cerrada, y la cogí de las muñecas con una de mis manos, mientras que le explicaba que esa noche ella iba a hacer todo lo que yo le ordenase. Ella asintió y su cara de deseo fue evidente, tenía ganas de hombre de verdad. Con la otra mano le desabroché el abrigo y quedé fascinado al ver que debajo tan solo llevaba un conjunto de ropa interior muy atrevida, el liguero y las medias. Eso sumado a los zapatos rojos de tacón que se había puesto, hacía que pareciera una auténtica puta. Saqué sus tetas del sujetador, sin quitárselo, y me centré en ellas. Las recorrí con la lengua, las chupé y manoseé, mientras le decía:
– Vaya tetas tiene la zorrita, son enormes, ¿sabes? Tu cuerpo está hecho para follar.
– Pues entonces fóllame.
– Te pone cachonda que me vuelva loco con este par de ubres, ¿verdad?
– Sí, puedes hacer lo que quieras con ellas, lo que quieras. – Están duras, los melones de la zorra son duros…y tus pezones son como biberones… Cuando sus tetas estaban enrojecidas, le pedí que se quedase quieta y fui a buscar algo a mi habitación, regresando con un collar que le coloqué en el cuello, con una cadena. Me volví a encaminar hacia la habitación portando la cadena y lógicamente, ella me siguió con los pezones durísimos. Cuando llegamos, ella puso cara de sorpresa al ver que yo había colocado unas esposas en el cabecero de tu cama y ella se dejo atar encantada. Me senté a horcajadas encima de ella, debajo de sus tetas, reposando mi miembro en ellas.
– ¿Qué te parece mi rabo?
– ¡Me encanta! – respondió mientras yo se lo acercaba a la cara.
– ¿Solo eso?
– No, es fantástico, y está durísimo.
– ¿Solo eso? – repetí mientras la daba golpes en las mejillas con él.
– Muy bien, puta.
Se lo metí en la boca, de repente, sin preámbulos, hasta la campanilla. Como pudo lo chupó, pero al estar atada yo llevaba el ritmo, y cogiéndola del pelo la guiaba. Me la estaba follando por la boca. Mis huevos hacían de tope contra su barbilla y mi ritmo iba subiendo. De vez en cuando, me entretenía un rato con sus tetas sin dejarle tocar mi polla y luego volvía a la carga. Haciendo que también me lamiera los huevos.
Al rato me levanté y me acerqué a su coño. Lo miré y le dije:
– Me lo voy a comer hasta que te duela de tanto placer.
Soy un experto en la materia y perdí la cuenta de las veces que ella se corrió. Las sabanas estaban chorreando y sus piernas tiemblan sin cesar. Con la boca llena de sus flujos, que de hecho chorreaban por mi barbilla, volví a sus tetas, metí la polla entre ellas y sujetándolas me hice una cubana monumental. Cuando no pude más me corrí en ellas, mientras ella me rogaba que la inundase con mi leche. Mi corrida fue inmensa, tanto tiempo retrasándola hizo que saliera mi semen caliente a borbotones. Al sentirlo ella gimió de placer y luego me dijo:
– ¡Oooh… sabes hacer que esté constantemente como una perra en celo!
La dejé pringada con mi leche y entonces bajé a su coño de nuevo, su clítoris estaba a punto de estallar, pero esta vez además de lamerlo, chuparlo y penetrarlo con la lengua con maestría, comencé a meterle dedos poco a poco. Tras varias corridas ella me rogó que la penetrase.Lo hice fuerte, duro, cambiando de ritmo a mi antojo y de mil maneras. Me daba cuenta de que la tenía loca de placer, mis embestidas eran de campeonato, daba la impresión de que mis huevos iban a acabar también dentro de ella, que el tope iba a ceder. Entonces salí de dentro de ella, y me corrí en su cara.
Estábamos cansados y la solté para que pudiera ir al baño, con la condición de que no se limpiase ni las tetas, llenas de esperma, ni la cara. Cuando volvió comimos algo. Había preparado un menú especial, fresas que comí directamente de su coño, plátanos que la obligué a chupar antes de comérselos, etc. Después de semejante menú volvimos a excitarnos. De nuevo volví a atarla a la cama y me la follé, al tiempo que me centraba en su ano, que acabé penetrando con los dedos y luego metiéndole el vibrador por detrás follándola por el coño, con ansia. Estuve así muchísimo tiempo, resistiéndome a parar hasta que ella no te lo pidiera. Después de mucho rato acabé corriéndome en su interior, esta vez evidentemente muchísimo menos, pues ya habían sido muchas aventuras por hoy. La quite las ataduras y de puro cansancio nos dormimos
Al despertarnos, nos aseamos y después de vestirnos y antes de salir de casa, le enseñe el tanga que me había entregado en el tren y sonrió diciendo:
-Guárdatelo, te llamaré y nos vemos, pero la próxima vez, si te interesa el sumiso serás tú y yo seré el ama. Ya me dirás si te interesa.
Nos despedimos y estoy esperando que me llame. Normalmente me gustan las mujeres sumisas, pero una Ama tan guarra como esta, puede ser morboso. Eso sí, pactando unos límites.
Besos y hasta otra.