Sueño cumplido

Los conoció por internet y fueron fantaseando en un encuentro para encontrarse en Ibiza y pasar unos días de “folleteo” total. Siempre había soñado con estar con dos hombres y si era posible mayores que ella. Su sueño se cumplió.

Verónica – VALENCIA
El barco que me llevaba de Valencia a Ibiza estaba llegando y en quince minutos estaríamos en el puerto. Estaba muy nerviosa, el corazón me latía a mil, estaba por tener una experiencia muy fuerte, sobre todo con mis 20 años, y mi poca experiencia.
Al llegar al puerto me estaban esperando Ricardo, de 35 años y Oscar de 39. Nos habíamos conocido por internet y me habían propuesto hacer un trío. Yo estaba excitada de estar con dos hombres mayores que yo, pero también asustada.
Era la hora del almuerzo, por lo tanto fuimos a comer a uno de esos elegantes restaurantes que hay en el mismo puerto. Durante el almuerzo, Ricardo contaba anécdotas y trataba de hacer ameno el encuentro, pero Oscar estaba serio, eso me ponía tensa. Después de almorzar, nos dirigimos al apartamento de Ricardo y cuando entramos, les pedí que me dijeran donde estaba el baño, Ricardo me lo indicó y me dijo que me esperaban en la habitación. Esas palabras me hicieron estremecer, entré en el baño nerviosa, me temblaban las manos, y respiraba agitada, casi jadeando. Me saqué el vaquero y el top que llevaba puesto, me saqué la braga y el sujetador, y me puse mi blusa blanca y falda escocesa que había usado en la escuela. Llevaba solo eso, ah, también me puse unas media blancas cortas. Salí del baño y entré en la habitación y cuando Ricardo me vio, dijo:
– No puedo creerlo, Verónica, mi amor, estás como yo te había soñado.
Me sentó sobre la cama, me abrió las piernas y metió la cabeza sobre mi coño haciéndome lanzar un suspiro. En eso Oscar se colocó a un costado y me dio un beso en la boca, metiéndome la lengua hasta el fondo. Era tan excitante ser atendida por la boca de dos hombres expertos. Ricardo me apoyaba sus labios sobre el chocho, mientras con la lengua presionaba mi clítoris. Era un éxtasis total.
Estaba por correrme, se lo dije, y entonces Ricardo se concentró más en chuparme el clítoris, pasando sus manos debajo de mi culo y comenzando a apretarme las nalgas, mientras Oscar se colocaba sobre la cama, sacaba su polla, me cogía de los cabellos y me la metía en mi boca diciéndome:
– Vamos putita, vamos, trágate mi polla, dale, trágala toda.
Estas eran casi las primeras palabras que oía de Oscar, que junto con la chupada de Ricardo, me hicieron explotar, gritando:
– ¡Oooh… oooh… siiií… siiiií…!
Probablemente fue el orgasmo más grande que había tenido. Me acosté de espaldas y traté de recuperar el ritmo de mi respiración. Los dos se sacaron rápidamente la ropa, tenían sus pollas bien tiesas y venían a por mí.
Ricardo me dio un beso en la boca muy dulce, que hizo que mi coño volviera a humedecerse, luego se acostó sobre la cama, y me dijo:

– Ven, putita, chúpale la polla a tu macho, ven, mi amor.
Yo me puse a cuatro patas para chuparlo, en tanto que Oscar comenzaba a masajearme la espalda y el culo. Me excitaba mucho esta verga, y el trabajo de Oscar por detrás era fenomenal. Pronto comenzó a chuparme el agujero del culo, me ponía la lengua bien adentro, y yo gemía de placer. En eso, Oscar se detuvo, vi que busca algo en la mesita de noche, me di la vuelta y lo vi sacando la tapa de un tubo de gel lubricante.
– ¡No, que me vas a hacer! – grité asustada.
– ¿No sabes que voy a hacer? Te voy a romper ese culito hermoso que tienes – respondió Oscar.
– ¡No, por el culo, no! – dije.
– Vamos Verónica, vamos déjate, que te va a gustar, venga, por favor, déjate – dijo Ricardo.
– No sé, no sé, no estoy preparada, por favor, no – insistí.
En eso Ricardo me cogió de los brazos y me atrajo hacia él diciéndome:
– Ven, Verónica, siéntate en mi polla, ven mi amor.
Me senté en su polla, y despacio fue entrando todo, fue una verdadera delicia que me hizo lanzar un suspiro de placer. Entonces Ricardo me hizo acercar a él, me acostó sobre su pecho y me aplastó un poco las tetas.
En eso Oscar se colocó Oscar detrás y comenzó a untarme el gel en mi culo.
– ¡No, por favor! – insistí, intentando incorporarme, pero Ricardo me tenía inmóvil.
– Vamos, putita – dijo Oscar, y me metió un dedo en el culo hasta el fondo.
Dolió un poco, pero se podía soportar, en ese momento Ricardo comenzó a moverse para abajo y para arriba, mientras Oscar intentaba poner el segundo dedo en mi culito. Sabía que era inútil resistirme, por lo tanto le pedí a Oscar que lo hiciera despacio. Y realmente lo hizo, metió el segundo dedo y comenzó a moverlo en círculos. Dolía un poco, pero sentía como mi culo se iba dilatando a medida que me iba relajando. Ya no había más que hacer, sabía que sucedería lo que tanto había temido de este encuentro. Entonces, miré fijo a Ricardo, y le dije:
– Prefiero que seas tú quien lo haga.
Ricardo hizo un gesto de placer y picardía. Yo lo prefería, ya que con él tenía más confianza. Los dos se miraron, pero no emitieron palabra.
Cambiamos la posición, ahora Oscar estaba acostado de espaldas, yo me senté sobre él, y apoye mi cuerpo sobre su pecho, mientras Ricardo, desde atrás, decía que me iba a lubricar un poco más. Puso más gel sobre mi agujero, me masajeó un poco, sus dos dedos entraron con facilidad, y puso un tercero, para dilatar mejor.
– Ya está Verónica, ya estás lista – dijo Ricardo.
Nuevamente traté de apartarme, pero Oscar me abrazó con fuerza y no pude moverme. Ricardo apoyó la punta de su polla y comenzó a avanzar, pronto la cabeza entró y sentí como que se abría algo dentro de mí.
– ¡Aaah… despacio… aaaah…! – gemí.

Ricardo se detuvo, pero el dolor seguía, sintiendo que mi ano me latía.
– ¡Sácala, Ricardo, que me duele, por favor! – grité.
Ricardo, apartó mi cabello de mi cuello y me dio un beso diciendo:
– Verónica, mi amor…
Empujó nuevamente, hasta que la mitad de su polla penetró mis entrañas.
– ¡Aaaah… aaah… nooo… por favor, nooo… – rogué sintiendo que me partía en dos y un dolor más fuerte aún me llego hasta mi interior.
– Por favor Ricardo, duele mucho, es grande, y está muy dura, por favor, no aguanto más, me duele – supliqué.
Ricardo no contestó, se quedó inmóvil esperando que yo me calmase. Se sentía la fuerte respiración de los dos y mi jadeo por encima del de ellos.
En eso noté que comenzaba a relajarme, que el dolor cedía, y empecé a moverme un poco. Oscar me soltó el cuerpo, me cogió de las caderas y comenzó a moverse también.
– ¡Dale Ricardo, pónmela toda de una vez, venga dame, dámela…! – pedí de pronto.
Ricardo, de una sola embestida, me penetró en su totalidad, pero esta vez el dolor que sentí se mezcló con el profundo placer de la penetración.
– ¡Vamos, vamos, folladme los dos, folladme duro!
– Vamos, vamos, que lo vas a disfrutar – me dijo Ricardo.
– Venga, ¿te gusta que te follen dos machos, no? – añadió Oscar.
De esta forma, nos empezamos a mover los tres, cada vez más fuerte, ya no me dolía casi, solo un poco, pero el placer de esta doble penetración disimulaba cualquier molestia. Me follaban cada vez más fuerte y me decían que era una puta, una perra callejera, una calienta pollas, mientras Oscar me tiraba del cabello y Ricardo me daba algunos golpes en los glúteos.
– ¡Voy a correrme otra vez! – grité – ¡Sois unos salvajes, me vais a dejar seca!
Enseguida, después de un par de embestidas más, tuve un orgasmo imposible de explicar, mientras Ricardo me anunciaba que estaba por correrse también, y de inmediato Oscar hizo lo propio.
– ¡Échame la leche en mi culo, dámela… dámela…! – pedí a gritos.
Ricardo seguía moviéndose cada vez con más fuerza, hasta que Oscar me la sacó, se sentó de forma que su polla apuntara a mi cara y comenzó a pajearse con fuerza.

– ¡Vamos, cariño, tú también, échame tu leche, échamela en la boca y en la cara! – añadí jadeando.
Estas últimas palabras los puso a mil, ya no hablaban, no me decían nada, solo se oían sus gemidos primitivos en busca de su desahogo y pronto Oscar me tiraba los chorros de leche en mi cara, dos entraron en mi boca, otro sobre una de mis mejillas y el último sobre mis tetas.
Detrás de mí, Ricardo sacaba su pene mojado, y sentí como su leche chorreaba desde mi culo hacia mis piernas. Estaba chorreando leche por todas partes, era una situación inimaginable.
Nos dejamos caer sobre la cama los tres, ambos me abrazaron, uno por delante y otro por detrás, y así nos quedamos un largo rato en silencio. La cosa continuó el tiempo que estuve con ellos, pero eso es otra historia.
Besos y hasta otra.