Relato erótico
Suegra comprensiva
Nuestro amigo, asiduo lector de Clima, vive con sus suegros desde que por un desgraciado accidente se quedó viudo. Lo quieren como a un hijo y querían que siguiera con su vida en todos los sentidos.
Abel – Vitoria
Amiga Charo, soy lector de Clima y hoy quisiera que me publicaras la experiencia que estoy viviendo desde el verano pasado pero empezaré presentándome. Me llamo Abel, tengo 29 años y quedé viudo desde hace tres a causa de un accidente. Cuando nos casamos, nos quedamos a vivir con mis suegros, que siempre me han visto como a un hijo ya que mi mujer era hija única. Lo primero que me dijeron era que no tenía que buscar otra vivienda ya que, como digo, me consideraban un hijo, pero que podía tener toda la libertad que quisiera ya que comprendían que era joven.
MI suegro, Rafael, es un hombre muy callado y físicamente muy poca cosa al contrario que su mujer, una andaluza muy simpática y dicharachera, metidita en carnes, unas tetas hermosas, un culo prominente y aunque tiene 54 años se conserva muy bien. Con mi suegro me veo poco durante la semana ya que él trabaja por las mañanas y yo por las tardes hasta las doce de la noche y cuando llego a casa ellos ya se han acostado.
Por la mañana me levanto algo más tarde que ellos y Elvira, mi suegra, ya me tiene preparado el desayuno, luego yo la ayudo en algunos de los quehaceres de la casa así como ir a comprar lo que más falta le haga.
Este pasado verano fue muy caluroso y por el hecho de vivir en un ático se notaba más el calor. Yo solía estar en la casa con pantalón corto y por la noche dormía solamente con los calzoncillos e incluso algunas noche sin nada. Un día de estos calurosos, Elvira me dijo:
– Me voy a poner más fresca, que este calor no lo soporto.
Yo no le di mayor importancia pero cuando la vi no pude evitar exclamar:
– ¡Jo, suegra, como se ha puesto de ligerita de ropa!.
Llevaba una combinación transparente, un sujetador que le marcaba bien toda la forma de sus pechos y los pezones y una braguita blanca y fina en la que se marcaba toda la pelambrera negra.
– No pasas nada, ya que somos como madre e hijo – me contestó – Y yo también te he visto a ti desnudo varias veces.
Me quedé sorprendido y solo atiné a preguntarle:
– ¿Cuando?.
– Han habido veces que por la mañana he tenido que pasar por tu cuarto y te he tapado con la sábana para que no cogieras frío – me contestó riéndose.
Entonces pensé que efectivamente yo me había destapado durante la noche y amanecía tapado y aunque no le di la mayor importancia a todo eso, ese día no dejé de pensar en Elvira, no como mi suegra sino como una mujer que estaba muy maciza. Y esa noche debí de tener un sueño muy erótico pues me desperté con una erección bestial y estaba empezando a abrir los ojos cuando, en la penumbra de la habitación, vi a Elvira. Fingí que seguía dormido y así estuve algún tiempo mientras contemplaba lo que hacía mi suegra y quedé atónito y encendido mi morbo cuando vi como Elvira tenía mis calzoncillos en la mano y se los pasaba entre las piernas, a la altura del coño, mientras con la otra mano se masajeaba una teta. Si al despertarme tenía yo la polla tiesa, eso ya fue demasiado.
Así estuvo ella un buen rato y cuando salió de la habitación me levanté y me fui directo a la ducha, pero antes me encontré con Elvira, que tenía puesta la misma ropa transparente, y le dije que tenía que hacer cosas y que no desayunaba en casa. Me metí en la ducha y lo primero que hice fue hacerme una buena paja, para que se me aflojara la polla, pensando en mi suegra.
Al día siguiente desperté pronto y me la estuve tocando para ponérmela bien tiesa para cuando pasase Elvira, pero ella no apareció. Yo no sabía qué pensar, pero al segundo día estaba yo desnudo y tapado con la sábana cuando sentí que abrían la puerta, como muy sigilosamente ella se acercaba a la cama y muy despacio me retiraba la ropa, se ponía de rodillas sobre la cama, próxima a mi polla, y vi como se subía el camisón pudiendo contemplar su peludo coño, ya que no llevaba bragas.
Entonces se empezó a meterse los dedos en el chocho, pajeándose como una loca y aproximando su boca a mi polla, muy suavemente empezó a lamerme el capullo. Yo continué unos segundos haciéndome el dormido, pero como esos segundos se me hicieron eternos, no me lo pensé más y tal y como estaba llevé mi mano a su coño a la vez que le decía:
– Tranquila, Elvira, esto es cosa mía.
Metí mi mano en su peludo coño, que tenía totalmente mojado, y añadí:
– Anda, continúa metiéndotela en la boca, que yo te voy a calmar la fiebre.
Mientras ella me la mamaba, yo metía mi boca en su peludo coño empezando a comerle la pipa, muy abultada. Así nos corrimos los dos, restregándose ella toda mi leche por sus tetazas.
– Estoy muy necesitada de sexo – me dijo luego – ya que mi marido es casi impotente y lo más que hace es comérmelo o hacerme alguna paja, y eso ocurre una o dos veces al mes.
Desde ese día, en cuanto su marido se va, ella se mete en mi cama y follamos como locos diciéndome ella que tiene que desquitarse de todos los años que había estado sin saber lo que era echar unos buenos polvos.
Un día que estábamos un 69, puse mi dedo en su ano notando como ella sentía un escalofrío por lo que continué introduciéndoselo poco a poco, luego le metí dos y cuando noté que había dilatado el agujero, no me lo pensé más y le dije:
– Date la vuelta que quiero darte por el culo.
Puso alguna objeción pero al final aceptó y se puso tal y como yo quería. Al metérsela empezó quejándose pero cuando ya la tenía toda dentro y después de un rato de metisaca, terminó corriéndose con mi polla en el culo a la vez que ella misma se tocaba la pipa.
Ahora disfruta tanto por el ano como por el coño e incluso le he llegado a proponer si no le gustaría que se la follaran dos hombres a la vez, pero ella me contesta:
– No, solo tú me das gusto, otro no sabría darme ese placer que tú me das.
Pero cuando leemos los testimonios de la revista y son temas de dos hombres y una mujer, ella se pone muy cachonda y entonces yo aprovecho para decirle que nos la vamos a follar otro hombre y yo y que me gustaría ver como se corre con la polla de otro, ella exclama, en esos momentos:
– ¡Ooooh… sí, sí… folladme… que sea lo que tú quieras!.
Pero después se echa atrás, aunque las cosas se van poniendo bien a mis deseos pues hace unos días en que se fue a comprar al centro, me preguntó que si la acompañaba y yo le dije que por supuesto que sí. Ella iba muy guapa con un vestido muy escotado y la falda de mucho vuelo. Ibamos cogidos del brazo como si fuéramos pareja y justamente pasando por la puerta de un cine porno que hay en la Puerta del Sol, le dije:
– Elvira, ¿por qué no pasamos a ver esta película?.
– Nunca he estado en un cine porno – me contestó – y me da cierto corte.
– Anda, no seas tonta, solo estaremos un rato y así conoces un cine de estos – insistí.
Al final la convencí, entramos y ella, muy nerviosa, se agarró a mi brazo. Nos situamos en el medio de una fila y cuando vimos una escena en la que un negro que con una tremenda polla estaba enculando a una chica, Elvira arrimó su cara y me besó, aprovechando yo para subirle la falda tocándole los muslos hasta que llegué a su coño. Así estábamos cuando vi como un hombre se puso en el siento contiguo al suyo.
Ella no se había dado cuando y yo, entonces, le subí aún más la falda mostrando todos sus muslos y viendo como el hombre se metía la mano en la bragueta y por los movimientos comprendí que se la estaba meneando. Yo, seguí masturbando a Elvira, que estaba muy encendida, con su pipa muy inflamada y entonces miré al hombre y le hice señas con la cabeza de que participara. El lo entendió ya que aproximó su mano a la entrepierna de Elvira, pero ella se alarmó y dijo muy asustada:
– ¡Vámonos, que este tío me está tocando!.
Yo seguí pajeándola más deprisa y le dije:
– No seas tonta, déjate, que no pasa nada.
Ella, aún inquieta, dejó que el hombre llegara con sus manos a su coño y cuando yo lo noté, saqué la mía y empecé a tocarle las tetas para facilitarle que la siguiera masturbando ahora él. Así estábamos, yo chupándole un pezón, pues le había sacado una teta fuera del vestido, cuando se abrazó a mi y gimiendo me dijo:
– ¡Ay, cariño, ya me he corrido!.
El hombre me miró y muy quedamente me dijo:
– ¡Y vaya como se ha corrido!. Gracias y hasta otra.
En todo el camino a casa no me dijo ni una palabra pero cuando llegamos parecía enfadada pues me dijo:
– Eres un sinvergüenza, ya te has salido con la tuya de que me corriera con otro.
La abracé, besándola y metiéndole mano en el coño, le dije:
– Pero seguro que te ha gustado el tener cuatro manos para ti haciendo que te corrieras bien.
– Sí, cariño, me ha gustado pero al principio me daba miedo pues no sabía lo que podía pasar – me confesó.
– Pues si te follásemos yo y otro hombre te lo pasarías mejor todavía y yo disfrutaría contemplando como te corres con otra polla ya que te considero mi pareja y me gustaría que me pusieras unos buenos cuernos.
– Sí, como los que estamos poniendo a mi marido
– Exacto, pero se los merece – afirmé, añadiendo – Bueno piénsate lo de hacer un trío o si te parece cuando Rafael se va fuera con su empresa podríamos ir a un club de intercambio y seguro que te iba a gustar ver como otras parejas se follan entre sí.
– Pues no creo que me guste que me joda otro, me iba a sentir como una puta.
En fin hasta aquí ha sido mi experiencia real y espero poder convencer a Elvira para disfrutar follándola en grupo, en trío o simplemente en intercambio. Si leemos nuestra historia Elvira se animará.
Recibe un beso de estos dos lectores.