Su media naranja

Se había separado y según ella su vida sexual era patética, pero nunca se sabe donde vas a encontrar a tu media naranja.

Concha L. – VALENCIA

Tengo 35 años y hace unos ocho meses que me he separado. Como es lógico estaba muy desorientada, sin saber qué camino tomar, así que decidí ir a un gimnasio para distraerme un poco, aunque estaba en forma. Dicen que tengo buenos pechos y mejor culo.

Los días trascurrían sin ningún contratiempo, iba al gimnasio todos los días, el monitor de las mujeres era un hombre cabello gris, de aproximadamente unos 35 años, su cuerpo era musculoso y tenía un culo divino. Otra cosa que no podía disimular era su polla. Con las mallas, se notaba que estaba bien dotado.

Nos caímos bien y entable una cierta amistad con el y con el monitor de los hombres que era un poco más joven. Más o menos tenía unos 30 años.

Cierto día decidí seguir con los ejercicios cuando mis compañeros se fueron. Pablo, que así se llamaba nuestro monitor, dijo que si quería algo, estaba con Julio, el otro monitor en el piso de arriba.

Estaba haciendo ejercicios en la  bicicleta, y la imagen que me devolvía el espejo que tenia enfrente, me decía que estaba buena. No entendía como desde mi separación aún no había ligado con ningún tío y por supuesto  de follar, nada de nada.

El roce que sillín de la bicicleta proporcionaba a mi chocho, me estaba poniendo muy caliente, por lo tanto, deje de pedalear un rato y empecé una suave masturbación mirándome en el espejo. Notaba que me estaba mojando, y me concentré tanto en la labor que no me di cuenta de que no estaba sola, cuando oí la voz de mi monitor que me decía:

– ¡Que haces!

Yo me sorprendí y paré automáticamente los toqueteos,  pero él me dijo:

– Por mi puedes seguir, pero ya que estamos puestos, me gustaría ver tus tetas. Me tienen loco desde el primer día que te vi.

Como yo estaba tan caliente, no me hice de rogar, él se acercó a mí y tomando la tira de mi camiseta, la bajó y poco a poco fue quitándomela hasta quedar al descubierto mis grandes tetas. Me acarició los pezones y me dio un beso. Mientras me morreaba me dijo:

– Hace mucho tiempo quería hacer lo que estoy haciendo y me encanta lo bien que besas.

– Pues fóllame – le susurré yo –  Hace mucho tiempo que no lo he hecho con un hombre.

Era muy tarde y estábamos solos. Entre los dos, sin dejar de besarnos, nos fuimos quitando la ropa y cuando estuvimos totalmente desnudos lo besé por todas partes, desde el cuello, el pecho, el estómago, recorriéndolo todo con mi lengua hasta llegar a su polla, la cual besé muy suavemente y acaricié con mis manos al igual que sus huevos. Después empecé a chuparla hasta metérmela todo en la boca. El solo miraba y me decía:

– ¡Sigue… sigue, que bien  me la chupas… aaah… golfa, sigue… sigue así…!

Después le dije que se girara, que quería morderle las nalgas, pues era lo que más me había llamado la atención y en efecto, se giró, empecé a besar sus nalgas. Le daba pequeños mordisquitos, mientras separé sus duras nalgas y le bese el ojete.  Esto lo excitó al máximo y me decía:

– ¡Joder que gusto, nunca nadie me había hecho esto…!

Seguimos besándonos y lamiéndonos, y sin darme cuenta, el que me estaba comiendo el culo era él. Pero lo realmente maravilloso, fue cuando me comió el coño. Su lengua surcaba hasta el último rincón, y cuando encontró, el “botoncito” del placer, no lo soltó hasta que me corrí como una cerda.

Cuando me calmé un poco, me cogió de la mano y subimos al piso de arriba. En cuanto entramos en la sala de ejercicios, me sentí avergonzada. Allí estaban Julio, el monitor, y dos tíos más. Me miraban atónitos, ya que sin darme cuenta, llevaba el tanga a un lado y les mostraba una parte de mi chorreante chochito.

La situación era un poco tensa, pero como tenía “hambre” atrasada, me saqué el tanga y el sujetador y les dije que podían hacer lo que quisieran conmigo.

No tardaron ni un segundo en sacarse las pollas y rodeándome las ofrecieron para que las mamara.

Julio, se apartó y me dijo que el quería comerme el coño y que no pararía hasta que se lo suplicase. Como yo estaba de rodillas, mamando, se estiró, colocó la cabeza entre mis piernas y empezó a lamer y a succionar. Me estaba volviendo loca de gusto y sin ser consciente de ello, casi me había sentado en su boca y le estaba restregando el chocho sin parar.

Los otros, me agarraban del pelo para que chupara y me decían que no parara. Cuando llegó mi primer orgasmo casi me desmayo, pero como no paraba, me corrí, creo, una cinco o seis veces. Me quedé sentada en la cara de Julio y le dije que parara.

Julio tenia la polla como un palo y tal como estaba tumbado, me hizo sentar encima y empezó a follarme. Pablo se colocó detrás y me la metió por el culo de una sola estocada. Grité diciéndole que por el culo no, que era la primera vez, pero no me hizo ni caso. Siguió follándome y se corrió en mi culo.

Uno de los otros tíos me la había puesto en la boca y el otro, me la metió por mi dolorido agujero.

Esta segunda enculada, ya no me dolía tanto, y cuando sincronizamos las folladas, me gustaba tanto que les pedía que no pararan.

Nos corrimos todos, uno detrás del otro. Me levanté como pude y la leche empezó a resbalar por mis muslos. Era todo un espectáculo.

Me dieron un beso en la boca, y nos fuimos a las duchas y cuando terminamos, cada uno se fue a su casa.

Aquella noche pude dormir como hacia tiempo que no lo hacía.

Al día siguiente, llegue al gimnasio a la hora de siempre, y Lidia, una chica que hacia aerobic conmigo me llamó y me dijo:

-Ayer, estaba en las duchas y oí ruido en el piso de arriba, cuando subí, vi como os lo estabais montando. La verdad es que me puse caliente a tope. En fin, eres una tía con suerte. He pensado que como hoy es mi cumpleaños, te invito a cenar a mi casa y hablamos un poco.

Me sonrojé como una adolescente, y le dije que si. Quedamos a la hora de la salida. Durante toda la tarde estuve pensando en lo que había visto y me sentí un poco avergonzada, pero, ya no tenía solución y no me arrepentía de nada. Mi cuerpo estaba muy necesitado.

Llegó la hora de irnos y nos fuimos a casa de Lidia. Por el camino me contó que ella también estaba separada desde hacia un año, y que el tema del sexo lo llevaba bastante mal. Había conocido a un par de tíos, pero eran los típicos que solo quieren que se la chupen y nada más.

Llegamos a su casa. Vivía en un ático, pequeñito de dos habitaciones. Era muy acogedor. Como hacia buen tiempo, dijo que cenaríamos en la terraza. La ayude a poner la mesa, mientras ella, preparaba unas ensaladas, salmón ahumado, pate, quesos, etc. Hizo un pica-pica muy bueno. Me preguntó si me gustaba el vino y le dije que no, pero que lo que si me gustaba era la sangría, cuanto más  dulce y “peleona” mejor. La advertí de que a veces me “colocaba” un poco. Cenamos, nos acabamos más de un litro y medio de sangría y el ambiente era alegre y distendido.

Nos sentamos en un balancín de esos que hay en las terrazas y nos contamos nuestras vidas. Las dos estábamos pasando por una mala racha, sobre todo en el tema de los tíos. Le hice una broma y le dije que mi próximo ligue seria una mujer y sonriendo, ella dijo que también.

Le dije que era tarde, y que sería mejor que me fuese a mi casa, aunque con la sangría me daba corte conducir. Dijo que podía quedarme en su casa, me lo pensé un momento y acepté.

Me dijo si quería darme un baño y me dejo toallas, un albornoz y una camisa para dormir cortita.

Me duché y cuando salí la llame, me dijo que me había preparado la cama de la habitación pequeña y que ahora venia que estaba en la cocina. Fui a mi habitación y me estiré relajada.

Quizá por el cansancio y el efecto del alcohol me quedé un poco adormilada. En sueños, me imaginaba que me estaban lamiendo el chocho, con suavidad y sensualidad, pero me desperté y vi a Lidia con la boca pegada a mi coño y dándome un gusto increíble. Quise apartarme, pero era tanto el placer que me deje llevar.

No tenía comparación, el gusto que proporciona una mujer al del hombre. Sabia exactamente donde poner la lengua.

Lo verdaderamente increíble fue cuando empezó a chuparme el clítoris. Despacito, pero con firmeza. Tuve una serie de orgasmos encadenados que incluso me daban escalofríos.

Fue subiendo por mi cuerpo, me beso y sin darme cuenta, tenia su chochito en la boca. Nunca me había ocurrido nada parecido y no sabia que hacer, pero pensando en lo que me había hecho, empecé mi “trabajo”. Por lo visto lo hacia bien, porque al poco rato, me obsequito con un largo y húmedo orgasmo.

La cosa continuó durante toda la noche. Ya sabéis que las mujeres podemos ser insaciables y os puedo asegurar que llegue a perder la cuenta de las veces que me corrí.

Os preguntareis que paso al día siguiente, pues desde aquel día, mi pareja para follar es Lidia. Nos hemos comprado varios consoladores, algunos de un tamaño bestial y estoy viviendo la etapa más feliz de mi vida.

Gracias por leerme y besos para todos.