Relato erótico
Su culo, me quita el sueño
Desde que eran novios, quería darle por el culo a su mujer y no lo conseguía. Pero aquel día, después de dos años, le hizo una proposición que no pudo rechazar.
Roberto – JAEN
Hola, mi nombre es Roberto, estoy casado con Cecilia desde hace ya 14 años y desde el primer día de casados, e incluso antes de casarnos, yo le pedía a Cecilia que me diera el culo, cosa que me vuelve loco ya que, para mi gusto, ella tiene el mejor culo del mundo, con unas nalgas bien redonditas y muy salidas, pero ella siempre me lo negaba y eso que me lo había prometido para después de la boda, pero después de un par de años tanta insistencia dio sus frutos.
Yo soy guardia jurado y mi trabajo consiste en guardias de 24 horas y 48 horas de descanso y una tarde, después de haber estado de guardia, al llegar a casa, Cecilia me recibió con top y una minifalda que no le tapaba casi nada, y cuando me dio la espalda, después de darme un cariñoso beso, pude ver la base de ese culo que ha llegado a quitarme el sueño. Estuvo súper mimosa, incluso durante la cena y después de comer vino la sobremesa, se sentó a mi lado y abrazándome me dijo:
– ¿Qué medidas tiene tu polla?
Esta pregunta me dejó helado, puesto que ella no es de hablar así, es más bien educada y esa clase de preguntas no las hace, o al menos no las hacia hasta esa noche, y mi repuesta fue:
– No sé, hace mucho que no la mido y ya ni me acuerdo de cuanto medía la última vez que lo hice.
Me abrazó de nuevo, me dio un hermoso beso y dijo:
– Pues vamos a medirla entonces.
Yo no podía salir de mi asombro, pero sin dudarlo me saqué el pantalón, y ya en calzoncillos, y de solo pensar lo que se podía llegar a venir, mi polla comenzó a crecer de tal forma que fue formando una carpa enorme.
Cecilia la miró, esbozó una sonrisa picara, se levantó y cogió un centímetro del costurero, vino hacia mí, me abrazó y comenzó a besarme a la vez que frotaba mi polla por encima del calzoncillo, luego la miro y me dijo:
– Pobre, parece que va a explotar…
Con una de sus manos, empezó a bajarme lentamente el slip que llevaba puesto y cuando mi polla salió de su encierro, pegó un salto quedando totalmente al descubierto. Cecilia, entonces, se agachó, cogió mi verga entre sus manos y le dio un pequeño beso sobre la cabeza, luego otro y después se la metió casi toda en la boca de un solo bocado, lo que provocó en mi un efecto alucinante. Mientras chupaba, terminó de sacarme el calzoncillo, que quedó tirado por ahí y después de un rato de estar mete y saca de su boca, la sacó, cogió el centímetro y la midió diciendo:
– Tiene 5,4 cm. de ancho… va a andar bien.
Yo no entendía nada. ¿A que se refería? Entonces dijo:
– Amor, hace mucho tiempo que vienes pidiéndome que te dé mi culo, y ahora yo te propongo algo, dejo que tú me folles el culo, pero a cambio de ello tú me tendrás que dar el tuyo primero.
Mi sorpresa ahora era total, pero a pesar de ello, me lo pensé un ratito y con tal de poder follarme su culo, ese culo que siempre deseé, no lo dudé más y acepté. Entonces, levantándose, me dijo que me esperara un momento, pero que fuera con ella cuando me llamara. Pasaron como cinco minutos hasta que me llamó y al entrar en la habitación la encontré recostada sobre la cama, desnuda, cubierta solamente con un fino tanga negro. Me hizo un ademán con la mano para que me acercara y me hizo poner a cuatro patas sobre ella, quedando a modo de un 69, cogió mi polla con una mano y se la introdujo nuevamente en la boca, pero sin sacarla comenzó a frotar lentamente el orificio de entrada de mi ano, luego estiró su mano hacía la mesa de noche y tomó un pote de crema y algo que no alcancé a ver que era, sacó mi verga de su boca, se apartó unos centímetros y untó mi ano con la crema, pero a paso seguido, comenzó a meterme muy lentamente un dedo en el agujero que, cuando estuvo lo suficientemente metido, empezó el metisaca hasta que mi ano quedó lo suficientemente dilatado como para meter dos dedos.
Repitió entonces la escena anterior y yo a esta altura no sabía que sentir, tenia un especie de dolor seguido de excitación que no me permitía definir si realmente disfrutaba lo que me estaba pasando o no, pero lo que puedo asegurar es que mi polla estaba a mil, casi a punto de reventar.
Después de unos minutos, sentí como sus dedos salían de mi ano y eran reemplazados por algo frío, quise darme vuelta y ver que era pero ella me lo impidió con un grito. Entonces me relajé y la dejé hacer. Algo que no adivinaba lo que era, se fue abriendo paso entre los esfínteres de mi culo, miré hacia la cama y viendo su tanga, no lo dudé y se la saqué de un tirón, le entreabrí un poco las piernas y comencé a pasarle la lengua sobre la raja, notando como ella misma aflojó las piernas para que yo pudiera entrar con más facilidad, al mismo tiempo que comenzaba a meterme y sacarme eso de mi culo. Yo, por mi parte, empecé a lamer su clítoris, que se fue poniendo rígido al paso de mi lengua.
Cecilia se retorcía y jadeaba de placer y entonces, sin sacarme nada del culo, cogió mi polla y se la metió en la boca, chupando y metiendo y sacando, mientras yo estaba metido de lleno en coño de mi mujer. Así acabamos en el mejor orgasmo que he tenido en mi vida. Luego, lentamente, ella fue sacando el aparato de mi ano y me lo mostró. Era un aparato para masaje capilar que habíamos comprado tiempo atrás y que tenia forma cilíndrica con punta redondeada. Era muy parecido a un vibrador de esos de metal que se venden en los sex-shops, entonces me di la vuelta, nos besamos y le dije:
– Ahora me toca a mí.
Ella me miró, tenía el rostro sumamente relajado, se notaba que había acabado en buena forma, y me dijo;
– Sí, mi amor, pero déjame recuperarme, estoy exhausta.
Nos levantamos, fuimos al baño, sintiendo yo un dolor rarísimo en mi culo, pero a la vez me sentía excitado por la experiencia de haber sido desvirgado por mi mujer. Nos lavamos, volvimos a la cama y cuando nos acostamos Cecilia dijo:
– Se suave, por favor.
No terminó de decir esto que yo ya estaba detrás de ella, la coloqué en posición de perro, tomé un poco de crema y se la coloqué en la puerta de su culo, luego metí un dedo y para mi sorpresa, le entró con mucha facilidad, después de un rato de meterle y sacarle el dedo, unté mi polla con crema y se la apoyé en la entrada del ano. Yo miraba extasiado y no podía creer que por fin estuviera por romper el culo a mi mujer.
Muy lentamente fui enterrando mi verga en su culo sin perderme detalle y así se la enterré hasta el fondo y comencé a bombearla, primero lento y luego más fuerte. Cecilia gemía y decía palabras que yo no entendía hasta que, de pronto, levantó la cabeza y empezó a mirarme por encima del hombro, su rostro reflejaba que estaba disfrutando de mi follada y me dijo:
– ¿Te gusta, amor… te gusta romperme el culo? ¡Mira como me haces gozar, me estas enculando, me estás rompiendo el culo, mi vida, pero… sigue así, no pares… me encanta… quiero más… muévete…!
Ella no paraba de decirme estas cosas y yo no aguanté más acabando por llenar el interior de su ano con mi leche, moviéndome un poco más y gritando de una manera que nunca lo había hecho.
Cecilia acabó con un orgasmo espectacular y ruidoso, luego nos echamos en la cama, yo sobre ella, y sin sacarle mi polla del culo, la besé en la boca y luego se la saqué muy despacio. Cecilia se dio la vuelta, nos abrazamos y besamos y entonces me preguntó:
– ¿Lo disfrutaste, mi vida?
Mi respuesta era más que obvia:
– Por supuesto mi amor, fue un sueño hecho realidad, ¿y tú?
– Yo también gocé como una loca, me arrepiento de no haberte dado mi culo mucho antes, pero debo hacerte una confesión. Te hice trampas. Yo, durante varias noches que tú estuviste de guardia, estuve ablandando mi culo con el aparatito de masaje, por eso cuando me metiste tu polla yo disfruté y no sentí dolor alguno – la miré a los ojos y con una sonrisita me preguntó – ¿me perdonas?
No hacía falta respuesta alguna, la besé con pasión y nos dormimos abrazados. Esa fue la primera vez que le perforé el culo a mi mujer, pero me costó darle el mío. Cosa de la que no me arrepiento.
Besos de los dos.