Relato erótico
Soy infiel
Era, feliz, tenía todo lo que quería, una familia, un buen trabajo y buena economía pero, tenía la sensación, de que le faltaba vivir algo. Su empresa trasladó las oficinas, fueron a una zona de negocios con vistas al mar, y significaba cambiar sus costumbres. No contaba en que allí encontraría a una persona que le haría vivir experiencias que ni se imaginaba.
David – Barcelona
Estaba inmerso en una rutina que comenzaba a agobiarme y necesitaba nuevos aires. Tengo una vida muy ordenada para el gusto de muchos. Una hermosa esposa, hijos preciosos, una confortable casa y una profesión en la que me ha ido muy bien y que me ha permitido no tener que preocuparme por lo económico.
Pero llegué a ese punto donde todo lo que tengo no me hace sentir feliz. Había una sensación de vacío en mi vida y sabía que me faltaba tener nuevas emociones que me hicieran sentir que había mucho por disfrutar.
Fue cuando me informaron en la empresa donde trabajo que tendría que mudarme a las nuevas oficinas situadas en una zona de negocios de mi ciudad. Me pareció una buena idea. Vería a nueva gente, otro espacio… otro trayecto al trabajo. Me haría bien en este momento.
La primera semana fue adaptarse al modernísimo edificio y a las oficinas que nos asignaron. Cuando entre a mi despacho quede encantado con la fascinante vista de la ciudad y del frente marítimo.
Por lo general soy de llegar muy temprano a la oficina y aquella mañana en el ascensor me encontré con una atractiva mujer que me saludo amablemente, como si me conociera. Tendría mi edad, aunque parecía mucho más joven, ¡pedazo de mujer! pensé.
Iba vestida con un look de ejecutiva, pero sumamente sexy, diría que su presencia era imponente y olía tan bien que me deje llevar por su aroma cautivante.
Ella me sonrío un par de veces mientras miraba esperando que la puerta del ascensor se abriera. Salió en el mismo piso delante de mí, mientras yo quede atrás de ella mirando el maravilloso culo que tiene y ese corte de la falda ajustada que llevaba puesta y dejaba ver sus contorneados muslos hasta terminar dándole vuelo a mi imaginación de querer ver más.
¿Quien sería? … me conocía de otro lugar y yo no lo recordaba. Sentí curiosidad de saber más. La vi un par de veces charlando con mi secretaria así que le pregunte quien era.
– ¡Es Amanda! – dijo – la asistente del gerente del área de legales, es viuda y con una historia muy triste – concluyo diciendo sin dar más detalles y tampoco pregunte más, para no despertar sospechas de que me importaba.
Volvimos a coincidir en el ascensor y aquella mañana fue tan evidente lo que ella me generaba que cada vez que el ascensor se detenía mi miembro endurecido terminaba apoyado sobre sus nalgas. Me moría de ganas y ella se dio cuenta, su reacción fue mantener su cuerpo pegado a mí dándole permiso a esos roces entre nosotros. Se movía lentamente como si quisiera conocer el tamaño de mi paquete. Cerré mis ojos unos instantes imaginando como se sentiría todo dentro de ella, cuando percibí el roce de su mano en mi pantalón acariciándome el miembro. Esa fue la invitación para que yo con disimulo dejara escurrir mis dedos por debajo de su falda hasta llegar a su sexo. No sé si alguien se dio cuenta de lo pasaba pero deseaba que todos desaparecieran y solo fuéramos los dos. Era delicioso sentir la humedad de su deseo entre mis dedos mientras los frotaba, pero fueron tan fugaces esos instantes que terminaron abruptamente cuando el ascensor abrió y ella quito mi mano suavemente y salió delante de mí como si nada hubiese sucedido. Que voy a decir del episodio. Entre en mi oficina derecho al baño a descargar, estaba que estallaba.
La vi pasar por delante de mi despacho. Iba al baño y decidí seguirla. Al verme entrar en el baño de mujeres, no se sorprendió. Estaba de frente a los espejos del lavado peinando su cabello y se veía más hermosa, irresistible.
– Quiero hablar contigo Amanda –dije-
Era mentira. Quería terminar lo que empezó en el ascensor.
– ¿Quieres terminar lo que empezaste en el ascensor? -me dijo sonriendo- Estaba leyendo mis pensamientos -¿No te parece que te estás arriesgando al entrar aquí? Podrías hablarme afuera, acercarte a mi mesa o llamarme por teléfono.
– No me importa ahora -dije- tienes razón pero necesitaba verte. No puedo olvidar lo que paso hoy y…si quiero continuar. Porque negar que me pasan cosas muy fuertes contigo y desde que te he visto la primera vez no hago otra cosa que estar pendiente de ti. Creo que sabes quién soy y seguro sabes más de mí de lo que pienso.
Estaba tan cerca de ella y deseaba tanto besarla. Mientras yo hablaba me miraba fijamente como si viera a través de mis ojos como se desnudaba mi alma.
– Si se quién eres- dijo- Pero yo tengo mis reglas y no me involucro con alguien del trabajo.
– Pero puede ser un secreto entre nosotros, nadie se tiene porque enterar.
Yo intentaba convencerla o no podría seguir viéndola. Me sonreía con dulzura y mis palabras parecían resultarle graciosas. No sé cuantas cosas más dije intentando que aceptara cuando sorpresivamente me beso. Así de simple termino con mi palabrerío. Cubrió mis labios con un exquisito beso francés que me dejo sin aliento. Su boca era tan sabrosa como la imaginé, solo atine a tomar de su cintura y acercarla a mi cuerpo para que sintiera como me había hecho poner. El calor de mi entrepierna se fundió entre su pubis y sentí como su pecho comenzó agitarse y la excitación se apoderaba de su cuerpo entre mis brazos. No deje pasar un segundo, quería verla gozar así que fui directo a tocar su sexo, esta vez mis dedos se deslizaron ansiosos por penetrarla y no hubo resistencia, ya estaba preparada y lubricada para recibirme. Comenzó a gemir entre los besos que nos dábamos. Ella volvió a tocarme esta vez con más intensidad buscaba liberar mi miembro de su encierro. Metió su pequeña mano y me acaricio suavemente. Luego se detuvo y dijo:
– ¡Estamos locos! me sorprendes. Quién diría tan serio el señor. Espera un momento.- dijo
Fue hasta la puerta, miro hacia afuera y la trabo. Luego se dirigió hacia mí decidida. Yo estaba dispuesto a todo.
– Esta es mi hora de la comida y puedo hacer lo que yo quiera. Ahora ven… – dijo sentándose sobre el lavado y abriendo sus muslos en clara invitación a devorar su sexo. -Quiero ver como lo haces. Si me dejas satisfecha voy a darte todo que quieres. Ese es el trato.
No fue un sacrificio entrar a pescar en su mar de delicia mientras ella comenzó a rodear mi cuerpo con sus piernas aprisionando y atrayéndome para terminar de hundir mi cara en su coño palpitante. Se movía y gemía intensamente al compás del movimiento de mis labios, que decir me estaba enloqueciendo. Estaba por explotar de placer. Pensé que estallaría entre mis pantalones. Cuando tomo de su neceser un vibrador mediano y entre gemidos me lo dio.
– Úsalo. Quiero que me penetre con esto mientras me chupas. -me ordeno.
– Quiero penetrarte, me muero de ganas por sentirte, mira como estoy – dije. Mostrándole mí hinchado miembro.
– Ahora no. Quiero que me masturbes. Compláceme.
Nunca había tenido uno de esos aparatos en mis manos. Pensé que con mis dedos era suficiente. Pero ella venia preparada. Pulsé un botón y comenzó a vibrar. Así de fácil. Comencé a frotarlo sobre el clítoris, mientas se iba humedeciendo, cuando me dijo.
– Hazlo ahora. Penétrame. Lo quiero adentro. Hazlo.
Obedecí y lo metí de un solo movimiento en el que ella lanzo un intenso gemido.
– Ahora muévete, muévete y bésame no dejes de hacerlo.
Con una mano comencé a embestirla con el vibrador mientras con la otra mano abrí su blusa para besar sus senos, a lo que ella me ayudo.
– Bésame… bésame así… y si muévete más que lo estás haciendo muy bien. -dijo- Así me gusta.
La estaba llevando al máximo, se notaba en sus gemidos y en su rostro que reflejaba como estaba gozando, note mi mano completamente mojada y los espasmos de su cuerpo comenzaron a sucederse, mientras apretaba mis brazos y me besaba para no gritar.
Que voy a decir yo me fui con ella. No pude contenerme más, sentí su energía correr por mi cuerpo antes de terminar por descargarme sin siquiera tocarme.
Me sentí avergonzado por un momento. Nunca me había pasado algo igual. Ella se repuso y me miro complacida. Bajo mi pantalón y comenzó lentamente a besar mi miembro mientras iba quitando los vestigios de mi excitación. No dejo nada fuera de su boca y volví a sentir como volvía a cobrar vida entre sus labios. Le encantaba lo que hacía, delicadamente y frotándolo sobre su cara. Luego tomo mi pañuelo, lo humedeció y termino de limpiarme.
-Es hora de irnos –dijo- Esto ha sido solo un aperitivo. Voy a pensar en ti. Hoy te has ganado la cena. –mientras, guardaba su vibrador y arreglaba su ropa.
Volvió a besarme intensamente antes de irse, me pidió que espere antes de salir, así nadie nos veía juntos. La verdad, me quede pensando en la cena. Fue el primero de múltiples encuentros. A veces me sentía mal por ser infiel, pero no podía evitarlo, era una atracción irresistible.
Un beso para todos y seguiré contando mis experiencias con Amanda.