Relato erótico

Soy fetichista

Charo
24 de diciembre del 2019

Siempre se ha puesto cachondo cuando ve unas buenas piernas. Fue a ver a una prima lejana y quedó extenuado al verla. Volvieron a verse al cabo de un tiempo y nunca ha olvidado ese día.

Daniel – Almería

Soy un chico de 24 años que desde pequeño he tenido debilidad por las piernas y pies bien formados de las mujeres. Todo empezó hace más o menos tres años. Me encontraba de visita en casa de una prima lejana con la que tengo mucha afinidad. Ella tiene unas tetas grandes, un culo redondito y lo mejor de todo, las mejores piernas del mundo, bien torneadas y sexis.
Entré a su habitación a buscarla y ella estaba sentada de piernas cruzadas en la cama, con una camisola muy corta que dejaba ver sus piernas por completo, desde los muslos hasta sus exquisitos pies. La erección fue inmediata, me quedé mirando un rato hasta que me preguntó qué miraba, en ese momento salí corriendo al baño para masturbarme. A ella le encanta exhibir sus piernas y a partir de aquella ocasión, no paró de mostrármelas.
Un año más tarde, yo con 19 y ella con 18, fui nuevamente a dormir a su casa. Estaba viendo la tele en su habitación mientras se duchaba. Cuando salió del baño, llevaba una toalla en la cabeza y otra tapando su cuerpo, dejando las piernas desnudas por completo, en ese momento pude apreciar lo voluptuosa que era.
Entró y se sentó en la cama, no me miró, subió las piernas y comenzó su ritual de depilación. Mi miembro estaba nuevamente rígido y el paquete sobresalía demasiado del pantalón. Hice como que veía la tele, pero de reojo no sacaba la mirada de sus muslos. Sus “seducciones” pararon cuando dejé de ir a su casa durante un tiempo, hasta hace unos meses, en verano, fuimos con mi familia para el cumpleaños de su madre. Llegamos y me dirigí a buscarla a su habitación para decirle algo, estaba poniéndose crema en sus deliciosas piernas. Le pedí perdón, me estaba retirando cuando ella me dijo que pasara y cerrara la puerta con llave. Me senté a sus pies mientras se masajeaba una pierna en alto, formando un arco con su pie el cual estaba muy cerca de mi rostro, mientras hablábamos, estaba tan cerca su pie que podía oler la crema. Para variar me provocó una erección inmensa. De repente puso su pie izquierdo en mi muslo, como si no pasara nada. Seguimos conversando, pero yo transpiraba de nerviosismo, cuando de pronto subió su pie hasta mi polla dura preguntando:
– ¿Eres igual de tímido con todas las mujeres?
– Solo con las que me gustan- respondí.

– Ah ¿es por eso entonces que siento algo duro en la planta de mi pie o tienes algo en el bolsillo?
Me puse muy nervioso, más que eso caliente, así que la miré fijamente, cogí aquel pie para comenzar a chuparlo. Ella también empezó a excitarse, así que con el otro pie me daba un masaje muy estimulante en la polla. No podía creer que estaba pasando lo que siempre había soñado, mi querida prima a la cual siempre había deseado, me estaba haciendo una paja con el pie. Nos llamaron a comer y en el comedor no paró de tocarme con sus pies por debajo de la mesa, pero lo hacía sin mirarme. Ya por la noche había una barbacoa de unos amigos de la familia, por lo que todos se iban, pero nosotros nos pusimos de acuerdo para no ir. Apenas todos se fueron fuimos a su habitación y comenzamos a comernos, le tocaba el culo, lentamente fui bajando mis manos por sus piernas hasta llegar a sus pies, le saqué los zapatos y empecé a pasar mi paquete por sus piernas. Ella estaba muy caliente, nos dimos un beso, me desabrochó el pantalón, toco mi polla, me bajó los calzoncillos y se agachó. Arrodillada comenzó a masturbarme y dijo que nunca había visto una tan grande, sonrío y pasó su lengua desde la base hasta la punta del glande y luego por la húmeda punta, metiéndosela en la boca, lo chupó y se lo sacó.
Le pregunté por qué había parado y contestó que iba a terminar lo que había empezado por la mañana. Seguidamente puso un pie a cada lado de mi polla y comenzó a masturbarme; estaba en el paraíso. Cogí uno de los pies y lo introduje en mi boca, le chupaba los dedos y tocaba sus piernas mientras ella me masturbaba con el otro pie haciendo presión contra mi vientre. Le dije que estaba a punto de correrme, me agarró la polla, me miró y comenzó a pasar su lengua de una forma muy sensual por el glande, limpiándome aquel líquido espeso. Cogí nuevamente sus pies y los puse entre mis piernas, ella comenzó de nuevo con el “masaje”. Yo acariciaba sus piernas de arriba hacia abajo (muslos hasta pies) y no pasó mucho tiempo hasta que tuve la mejor corrida de mi vida. Así acabó ese fin de semana.
Unas semanas después, su familia se fue a pasar cinco días a un balneario, ella me avisó y dijo que no iría para que estuviéramos esos días juntos. Les dijo a sus padres que se quedaría en la casa de su mejor amiga, la cual sabía lo que iba a pasar y la ayudó con el permiso.
Yo por mi parte dije que me iba a dormir a casa de un amigo y mis padres no pusieron ningún problema. Ese mismo día me fui a su casa, la sola idea de lo que íbamos a hacer, me excitaba mucho. Llegué a la noche, ella me estaba esperando dentro para que ningún vecino sospechara que estaba allí, traté de entrar lo más discreto posible. Ya dentro de la casa, nos saludamos con más confianza y nos dimos un buen beso. Ella vestía unos tejanos bien apretados, dejando ver la forma de su culo y arriba una camiseta apretada que apenas tapaba sus tetas, dejando el ombligo fuera. Mientras nos dirigíamos a su habitación, yo iba detrás y no pude evitar cogerle del trasero.

– ¡Oye! -dijo haciéndose la niña buena.
Entramos a su habitación, encima de su cama había una cámara de video, un condón y unas medias de seda. Pregunté para qué era todo eso y me dijo que haríamos un video; me entusiasmé. Se quitó las zapatillas y los pantalones, quedó con la camiseta, un tanga negro y unos calcetines blancos, la cogí por detrás y clavé mi bulto en su culo, ella me dijo que esperara hasta el video y acepté. Subimos al segundo piso, ella se puso las medias, dijo que me sentara en una silla que había y que me quitara toda la ropa, lo hice y luego ella me ató las muñecas por detrás de la silla con una cinta adhesiva. No me podía mover, de repente puso una música erótica de fondo en el ordenador, encendió la cámara y comenzó a bailarme. La cámara estaba puesta de modo que nos viéramos los dos. Mi polla estaba flácida y su danza no me estimulaba mucho a no ser cuando se diera vuelta, ahí podía apreciar su exquisito culo en el tanga. La cámara estaba grabando, comenzó a sacarse lentamente las medias, se arrodilló en el suelo ante mí y empezó a chuparme la verga pidiéndome que le avisara si me iba acorrer.
Según ella, era virgen y solo me había hecho mamadas a mí, pero parecía toda una experta en el asunto. Cogió el condón que había y me lo puso, se sentó encima de mí y me cabalgó como una histérica, hasta que nos corrimos ambos. Se relajó un rato encima de mí y luego vimos el video. Le pregunté si tenía más preservativos y me dijo que pensó que yo iba a llevar. Un poco enojada dijo que no se arriesgaría a que un vecino o alguien conocido nos vieran juntos comprando condones, la gracia era estar los cuatro días que nos quedaban sin salir de casa.
Le pregunté qué haríamos y me dijo que igual tendríamos sexo, ya sea oral, anal o masturbarnos. Yo no podía estar más contento, creo que cualquier hombre prefiere una buena mamada o meterla por el culo que por adelante, y eso era lo que ella me estaba diciendo. Me dijo que se había puesto una meta, hacerme eyacular como mínimo tres veces al día; ella ya sabía las partes de su cuerpo que más me atraían, que si bien las tetas y su culo me producían erecciones, sus piernas me volvían loco.
Después de aquel largo y cansado sexo del video, dormimos juntos en su cama. Al día siguiente tomamos el desayuno y ella preparó un baño de espuma en el jacuzzi. Entramos en él desnudos, me toqueteaba con los pies por debajo del agua. Ya empalmado, puse un chorro de agua en dirección a mi polla. Ella, viendo mi cara, me dijo que no empezara sin su consentimiento, pero yo no le hice caso. Indignada apagó los chorros y me puso un pie en el pecho, lo levantó mostrándome aquella pierna muy bien torneada.
– Esto si te gusta ¿verdad? -me dijo.
Sin responder, me puse de pie y comencé a tocar aquella pierna y a lamer su pie.

Ella reía y me manipulaba con su cuerpo. Le dije que se lo quería meter por detrás, ella accedió y lo hicimos en el jacuzzi. La espuma y el agua hacían que la penetración fuera mucho más fácil y si bien se quejaba de dolor y placer, estaba lo suficientemente dilatada como para no dañarla. Después de unas horas, repuesto y listo para la acción, le pedí que me hiciera una mamada. Ella replicó diciendo que lo haríamos mutuamente, o sea, un 69, así lo hicimos. Nos acostamos en su cama en posición del 69 y lo emprendimos. El 69 culminó con que no le avisé que me corría y su boca quedó llena de semen.
Pensé que me mataría, pero fue al contrario, si bien lo escupió en el baño, dijo que tener mi leche caliente dentro de su boca le pareció muy sexy pero que le avisara la próxima vez. Ya por la noche, me mostró unos videos porno que tenía en el ordenador. Si bien las dos corridas del día me tenían un poco cansado, aún me quedaba de lo que a ella tanto le gustaba…
-¿Quieres darme un masaje en las piernas y esparcirles crema hidratante? -me dijo con cara de inocente.
Mi corazón latía muy fuerte y le dije que si sin pensarlo ni una vez.
– Esto hay que grabarlo -dijo.
Se recogió de manera muy sexy el cabello con un moño, puso una toalla blanca cubriendo todo menos sus brazos y piernas, se acostó en la cama de modo que sus piernas quedaran de una forma muy tentadora. Encendí la cámara y empecé a esparcir la crema. Empecé por los muslos, casi en el culo, iba bajando y masajeando sus preciosas piernas. Ella jugaba con los dedos de sus pies, manipulándome para que me los llevara a la boca. Cuando acabé de ponerle crema en las piernas, las levanté en mis hombros y lamí cada parte de ellas. Me bajé los pantalones y le mostré el enorme paquete que tenía por su culpa.
– No sabes todo el tiempo que esperé para hacerte esto, siempre que te ponías minifalda tenía que correr al baño a pajearme.
– Jajaja, eso te pasó por tímido, ya sabía que ibas al baño a masturbarte, era obvio, me mirabas las piernas, respirabas más rápido y la erección se te notaba a kilómetros.
Me hizo una paja con los pies y se cumplieron los tres orgasmos que ella quería en el día. Al segundo día noté que a ella le gustaba bastante hacerme el sexo oral, si bien masturbarme con los pies le excitaba, no se sacaba la calentura. Con el sexo anal y oral si se la sacaba, pero el anal era muy doloroso para ella. Me pidió que le hiciera sexo oral, que me tocaba a mí hacerlo, pero yo no quería y siempre inventaba excusas para postergarlo.
Así que me hizo aceptar una apuesta, tenía que pasar los dos días sin sexo ni masturbándose, solo masturbándome a mí. Si ganaba yo, el último día le hacía todo el sexo oral que ella me pidiera, pero si yo ganaba ella, me hacía lo que yo le pidiera. El segundo día (primer día de la apuesta), me masturbó dos veces con los pies, y una con las tetas. Le costó mucho, pero logró no tocarme la polla con la boca; con que le pasara la lengua bastaba para que yo ganara. Ya en el tercer día por la mañana, me hizo de nuevo una cubana, y por la noche, cuando estaba lista para ocupar sus bellos pies, le dije que yo mismo me masturbaría.
Dijo que estaba haciendo trampa, pero ¿qué puede tener de malo hacerse una paja uno mismo? Mis genitales ya no daban más, hasta me dolían un poco, pero hice todo para tentarla, empecé por tocarla en todos lados y besarla.

Estaba ardiendo, riéndose dijo que ganaría y que nada la tentaría, pero aún quedaban tres horas para que terminara el día. Ella estaba transpirando y con los pezones muy duros. Comencé a utilizar lo que tanto la tentaba. Estaba sentada en un sofá de la sala de estar, me bajé los pantalones y quedé con calzoncillos, cuando me vio el paquete, lo cogió pero lo soltó de inmediato, este ya estaba erecto. Opté por terminar luego y me desvestí por completo. Le pasaba mi miembro por todos lados y le decía cosas muy picantes. Me puse encima de ella y se lo coloqué muy cerca de la boca, al mismo tiempo que me hacía una paja, alcancé a tocarle la cara y eso la excitó mucho. Al final fue a la cocina a buscar una salsa de caramelo, la llevé donde ella estaba y la escurrí por toda la cabeza de mi pene, lo acerqué mucho a su boca hasta que la toqué.
Ella no aguanto más, dio una leve chupada en la punta comiéndose el caramelo, se rio. Le dije que había perdido y ahora era mi esclava carnal, pero no le importó mucho haber perdido.
Fuimos a su habitación y me senté en la cama, ella se sentó a mi lado y se inclinó para darme una buena mamada, me pidió que le pusiera más caramelo, lo chupó como si fuera lo mejor que había probado en su vida, con una mano me agarraba la polla y con la boca succionaba y hacía el típico abajo y arriba, pasando la lengua por todos lados, estaba como loca, con su otra mano me hacía cosquillas en los testículos. Cuando llegó el momento, le avisé, pero siguió y cada vez que estaba más cerca de eyacular, más fuerte y rápido chupaba. No aguanté y me fui con todo en su boca, lo degustó y se lo tragó.
El último día fue de lejos el mejor, me hizo las tres cosas que más me gustan, sexo anal, oral y con los pies. Empezamos con el anal en el jacuzzi, ya que no teníamos lubricante, fue increíble escucharla gemir como una putita. Luego vinieron sus pies, esta vez fue distinto, porque lo hizo con voluntad, pero el orgasmo no fue en sus pies, sino en su boca de nuevo, que es mucho mejor.
Me dijo que le avisara cuando me corriera y yo pensé que era para no manchar el cubrecama y las sabanas, pero era para poder tragarse mi leche, que parecía gustarle cada vez más. Ya era la última noche, se sacó lentamente la ropa y se puso una camisola muy corta, dijo que me sentara en la cama apoyándome en la cabecera, ella se acostó también con sus ojos a la altura de mi ombligo y flexionó las piernas de una manera muy sexy de forma que me dejaba ver desde su culo hacia abajo y los pies en la parte de arriba, sonrió y comenzó con el trabajo que tanto le apetecía… Saborear cada parte de mi polla y cada fluido que salía de él, lo chupaba con los ojos cerrados y a veces mirándome a los ojos. Se tragó todo el semen comentando que estaba “muy rico”.
Así acabaron nuestros fantásticos días de sexo sin fin. Ahora siempre que hablamos siempre me recuerda lo rica que está mi leche, deseando encontrar tiempo para deleitarnos mutuamente a solas…
Saludos.

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