Relato erótico

Sorpresa total

Charo
19 de junio del 2019

Se aficionó a leer relatos y la idea de ver a su mujer follando con otro se le metió en la cabeza. No sabía cómo proponérselo y cuando en medio de un buen polvo se lo dijo se llevo una sorpresa. La oportunidad llegó el fin de semana que fueron a una boda en un pueblo cercano.

Juan – Cádiz
Cuando por primera vez leí, hace dos años, un relato en el que un hombre decía sentir un enorme placer al ver a su mujer mientras era penetrada por otro, lo primero que me vino a la mente fue que se trataba de un desquiciado y que esa relación no era precisamente la de un matrimonio. Muy pronto me iba yo a dar cuenta de lo equivocado que estaba sobre el asunto. La curiosidad por saber más de esto se fue convirtiendo en obsesión y mientras más relatos leía, más deseaba explorar nuevas sensaciones con mi pareja.
Un día mientras hacíamos el amor y ella se encontraba montada sobre mí, aproveché el momento de mayor excitación y le dije que me gustaría mucho ver su rostro de placer mientras era penetrada por algún compañero ocasional estando ella en esa posición. La reacción lógica que esperaba de mi mujer era un “¿estás loco?”, pero cual fue mi sorpresa que abriendo desorbitadamente los ojos, simplemente guardó silencio y aceleró sus movimientos hasta tener el mejor orgasmo que jamás había tenido (según me dijo más tarde).
Así fue como nos iniciamos en esas fantasías y cada vez que hacíamos el amor experimentábamos más formas de provocarnos la imaginación, con nuevas sugerencias imaginarias sobre nuestro acompañante ocasional, unas veces era en un bar, otra en la playa, unas en el súper y las más, en nuestra propia casa y con algún amigo nuestro. La posibilidad de llevar a cabo nuestra fantasía se dio de la manera más espontánea e imprevista que hubiéramos imaginado, con ocasión de una boda a la que fuimos invitados a un pueblo cercano a donde vivimos.
La fiesta sería un viernes y unos amigos nuestros nos habían sugerido no ir a un hotel, sino quedarnos en su casa de campo, que a fin de cuentas no era utilizada sino para esporádicas reuniones de familia o para hospedar a amistades como nosotros. Así lo hicimos, no solo por la relación sino porque en ese pueblo a duras penas podía decirse que había un hotel. Llegamos a la casa poco antes del anochecer del jueves y nos instalamos.
Desde el momento de entrar a la casa la atmósfera nos embargó, una grata sensación de llegar a un lugar escondido en las entrañas del campo e inundado de silencio ancestral. Según nos comentó el encargado de la finca, se trataba del casco de una antigua masía y en el lugar no había luz eléctrica, ni gas, ni sofisticaciones de ciudad, el agua corriente fluía a la casa como resultado de una bomba a gasolina que la extraía de un pozo cercano, se cocinaba con leña y se alumbraba con velas; fascinante el ambiente, además la casa estaba preparada solo para nosotros, no había más personas que la familia del encargado de la finca, aunque ellos vivían en una pequeña casa ubicada a unos 500 metros de la casa principal.
Nos instalamos y nos dispusimos a pasar el día al estilo puramente campestre y a vivir la experiencia de depender casi solo de lo natural, claro que la finca tenía sus comodidades en las habitaciones y baños, pero el resto era tal cual lo había sido quizá durante los últimos 100 años. Pasó el día y nos preparamos para la boda de nuestros amigos.

Nos fuimos un poco tarde pero conscientes de que en ese pueblo la gente llega a las fiestas más tarde. Cuando nos dirigíamos a sentarnos, para primero explorar el ambiente, reconocer caras y planear conversaciones, nos dimos cuenta de que acomodados en la misma mesa que nos habían asignado ya estaban otras dos parejas amigos de los novios, ellos se conocían entre si e incluso habían viajado juntos para la boda. Nosotros llegamos a romper el hielo y de inmediato empezaron las presentaciones, los intercambios de tarjetas y la entrada en confianza. Pasaron las horas y las copas, aquello se empezó a relajar y el ambiente que suele propiciarlo todo se empezó a sentir, desde locuras sexuales desenfrenadas hasta peleas y reclamos que echan a perder cualquier fiesta. En eso, una de las pareja nos dijo que aunque sabían que no éramos de ese pueblo, nos agradecerían la recomendación de un hotel, ya que habían llegado directos de la ciudad y se habían venido preparados para la boda, aunque pensaban quedarse al menos un día más.
De inmediato Susana y yo nos miramos a la cara, la complicidad no tuvo que expresarse de otra forma y estoy seguro que ambos imaginamos de inmediato alguna situación erótica. Los dos respondimos al mismo tiempo que se podían quedar con nosotros, estábamos seguros que nuestros amigos, los dueños de la casa, no tendrían inconveniente pues además era bastante grande. Ambas parejas se miraron y aceptaron la invitación, no sin antes prometer que en compensación la agenda del día siguiente correría por su cuenta. Por nuestra mente pasaba todo, Susana y yo empezamos a desinhibirnos, nos besábamos y nos acariciábamos sin importarnos lo que nuestros acompañantes podrían pensar, Susana es una mujer alta, morena y de excelentes formas, una mujer que es difícil dejar de mirar, sobre todo cuando usa minifalda, por su gruesas piernas y sus redondas y duras nalgas. Nuestro morbo no pasaba desapercibido y por supuesto que terminamos contagiando a una pareja, Reme y Juan, preferían hacerse la vista gorda y de vez en cuando preferían irse a bailar.
La ventaja para nuestras fantasías, era que ambas parejas eran jóvenes, más o menos de nuestra edad (alrededor de los 35), además de que ambas eran muy atractivas. Susana se puso cachonda a más no poder, las copas y mis manos se encargaron de llevarla a ese punto, tanto que me pidió que nos fuéramos de inmediato y que nos inventáramos cualquier cosa para ya no recibirlos en la casa, pero en lugar de eso les sugerí a todos irnos juntos y continuar la fiesta en la finca. De inmediato aceptaron todos, tomamos las botellas de vino que aun quedaban en nuestra mesa y nos marchamos. Ya en casa, pusimos música y mientras Susana y yo bailábamos y nos acariciábamos delante de Reme, Juan, Carmen y Eduardo, ellos iniciaron un juego de cartas. Al poco rato Reme y yo decidimos unirnos al juego, momento que aprovecharon Carmen y Eduardo para despedirse y dar por terminada su participación en la velada, los demás seguimos jugando y las cosas empezaron en ese momento a ponerse realmente candentes.
Reme estaba frente a mí y la mesa, apoyada en unas bases de piedra, no era otra cosa que una cubierta de vidrio, así que podía con toda claridad ver los encantos de Reme, que muy gustosamente empezaba a querer mostrarme sin inhibiciones. En principio me sorprendí y traté de evitar la situación, no quería ser descubierto por Juan y terminar mal, lo que tan bien iba. Traté de acercarme más a Susana y cual va fue mi sorpresa al descubrir que Juan estaba comiéndose con los ojos las tetas de mi mujer.

Eso más que molestarme, terminó por despertar un deseo irrefrenable de tirarme a Susana en ese mismo instante. De pronto Reme me pidió la acompañase a la cocina a buscar algo para comer; como puestos de acuerdo, Juan y Susana dijeron de inmediato que tenían hambre y estaría perfecto. Como pude me levanté tratando de disimular mi erección mientras seguía a Reme hasta la cocina.
Ya en la cocina, iluminada tan solo con unas cuantas velas, nuestras figuras se perdían en la negrura de la noche, aparentando mucho el buscar a ciegas en los armarios, no faltó el manoseo accidental, aunque muy calculado como para llegar directo a las nalgas o a las tetas de Reme, y ella igual para dimensionar lo que entre mis piernas luchaba por salir. Ni uno ni otro pudimos aguantar y sin más, nos abrazamos, la cargué entre mis piernas y le levanté la falda como pude. No traía nada más que unas medias y un liguero negros, que en la oscuridad de ese lugar se perdían pero no dejaban de sentirse eróticamente provocadores. Me bajó los pantalones hasta las rodillas mientras yo luchaba por treparla en la cubierta de azulejo de la cocina. En esa posición la penetré y nos entregamos como locos, estaba totalmente mojada y se comió con un ansia desesperada mi polla mientras apretaba sus piernas sobre mi cadera.
Con el temor de ser descubiertos o escuchados, aquello fue creciendo en placer e intensidad hasta que ambos reventamos en un orgasmo interminable, cuyos gritos solo pudimos acallar moviendo alguno que otro trasto que se encontraba al alcance de nuestras manos. Después de eso nos arreglamos de inmediato y regresamos a la sala con las manos vacías, tanto Susana como Juan simplemente preguntaron por el picoteo, la respuesta de Reme fue que no encontramos nada. Sin decir más, nos incorporamos al juego, pero repentinamente Reme se levantó y decidió irse a descansar, diciendo con una sonrisa encantadora:
– Para mí la noche ha terminado.
Nos despedimos y antes de que nadie dijera nada se marchó. Susana había seguido bebiendo, así que era evidente que no podía ocultar su deseo de follar aunque fuera delante de Juan, tanto que sin más se giró y propuso jugar el Streep-póker. No atiné a decirle no y Juan de inmediato respondió que sería fabuloso. Susana se me acercó y me susurro al oído:
– Me verás follada por otro…
Eso me encendió de nuevo y empezamos a jugar. Por supuesto que Susana se dejó ganar, hasta el punto en que ya solo estaba en tanga, Juan no dejaba de mirarla. Entonces Susana sugirió un último juego, pero el que perdiera debía quitárselo todo; lo que suponía era que Reme tratara nuevamente de dejarse ganar, pero la sorpresa nos la dio Juan a ambos, se dejó ganar y simplemente se levantó diciendo:

– He perdido y debo cumplir, pero no sin antes bailar con Susana.
Mientras Juan se quitaba toda la ropa, la cara de asombro de Susana iba en aumento, un tipo musculoso, muy bien formado y más que bien dotado; aquello debía medirle al menos 25cm y un grueso impresionante. Susana no dejaba de mirarlo mientras Juan la sacó a bailar. Aquello fue un espectáculo erótico que nunca olvidaré, la música era suave y aunque no se abrazaron, el miembro de Juan rozaba el vientre de Susana y la hacía pegar un respingo inevitable, Susana se giró a mirarme como esperando mi rechazo y a falta de él, se abalanzó con sus dos manos, se arrodilló frente a Juan y empezó a mamar como loca. Tal era la cara de placer de Juan que pensaba se corría allí mismo, pero en lugar de eso la levantó, la cargó hasta la cintura tal y como yo había hecho hacía una hora con su mujer, se sentó en el mueble de la sala y de un solo golpe se ensartó a Susana, que solo atinó a pegar un grito mezcla de placer y de dolor.
Se la empezó a tirar como un loco, ambos se movían con desesperación; para ese entonces yo ya me había quitado la ropa y estaba con una erección que reventaba. Me acerqué por detrás a Susana y me di el placer de observar por primera vez como era penetrada en esa forma por aquel monstruo. No se cuanto tiempo realmente estuve observando, solo recuerdo que después de mucho rato me fui acercando a Susana y la penetré por detrás. En ese momento Susana pegó otro grito, estaba teniendo un orgasmo brutal, seguí moviéndome a ritmo con Juan y así continuamos hasta que los tres terminamos en el mismo momento. La sensación de esa penetración, lo que estaba viendo y el ambiente, me hicieron explotar como nunca lo había hecho. Para sorpresa de Juan y mía, Susana no dejaba de moverse, parecía no querer bajarse del potro en el que se había montado. Yo me separé y me dirigí al baño, mientras escuchaba los gemidos de ambos, parecía que Juan se había puesto a tono nuevamente gracias a la lujuria de Susana.
Cuando salí del baño, me quedé helado, en el pasillo estaba Eduardo, había estado ahí todo ese rato observándonos, nos miramos sin decirnos nada. En ese instante, se empezó a quitar la ropa y se acerco por detrás de Susana, ella, envuelta en su locura de placer y en su borrachera, no se dio cuenta de quien era y simplemente se dejó penetrar nuevamente por detrás, yo me quedé otra vez observando. La visión ante mis ojos hizo que me encendiera de nuevo. Me acerqué por detrás de Juan y de frente a Susana, le puse cerca de su boca mi polla y sin más empezó a mamar, ni siquiera se percató de la situación. De pronto, Susana pareció reaccionar, me soltó y se giró para ver quien era entonces el otro que tanto placer le estaba dando y sin más gesto, regresó a la mamada más deliciosa que jamás me haya dado. Terminé en su boca, al mismo tiempo que Juan y Eduardo terminaban dentro. Se escucharon unos profundos suspiros, Susana se levantó, recogió su ropa y al pasar junto a mí me dijo:
– Te espero en la cama, cariño.
Nosotros tres nos quedamos como idiotas, mirándonos y sin decir palabra. La reacción de la borrachera ya se nos estaba pasando y estaba a una o dos horas de amanecer. Recogí mi ropa y me retiré.

A la mañana siguiente, Eduardo y Carmen no estaban, habían decidido ir a pasear por el campo muy de mañana, solo estábamos Juan, Reme, Susana y yo. Desayunamos juntos, pero nadie dijo una sola palabra, los rostros de satisfacción lo decían todo… Desde entonces, cada vez que podemos, Susana y yo nos damos nuestras escapadas de fin de semana para encontrar aventuras tan espontáneas y eróticas como esa.
Saludos a todos los lectores de esta cachonda revista.

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