Relato erótico
Soñaba con ella
Eran amigos desde hacía mucho tiempo y él estaba loquito por ella pero, nunca se había atrevido a decírselo. Hacía tiempo que no se veían y la llamo para tomar algo. Quedaron, bailaron cuando estaban paseando por la playa le dijo lo que sentía.
Martín – BARCELONA
Un día de verano me decidí a decirle a la mujer que quería todo lo que pensaba sobre ella. Somos grandes amigos y quizás por eso nunca tuve el valor suficiente para decirle todo lo que realmente sentía por ella.
Elena es una chica preciosa, rubia, un cuerpazo, agradable, simpática, en fin una monada, pero mis sentimientos eran enormes y no podía contenerme, así que decidido la llamé por teléfono y la invité a salir conmigo, ella se alegró muchísimo al oír mi voz ya que nuestra amistad era como si fuéramos hermanos y llevábamos un tiempo sin vernos. Todo era perfecto, por fin esa noche de verano me atrevería a decirle lo mucho que me gustaba.
Habíamos quedado en un pub de un pueblecito cercano a nuestra ciudad donde ella veraneaba. Ya debería haber llegado, se retrasaba y pensaba ya que no se iba a presentar, pero de repente, en un abrir y cerrar de ojos, la vi venir corriendo hacía mí, gritando de alegría y abrazándome. Yo sonreía y nos dimos dos besos enormes. Esto siempre me excitaba muchísimo, ya que siempre que nos dábamos dos besos para saludarnos o para despedirnos, siempre era lo más cerca posible a los labios.
Yo no podía dejar de mirarla, estaba más guapa que nunca, llevaba un vestido blanco muy ajustado que marcaban sus tetas, la estrecha cinturita y su estupendo culo.
Estuvimos hablando muchísimo tiempo hasta que decidimos irnos a un local donde lo único que suena son merengues, salsa y música de este estilo. Nos lo estábamos pasando genial, yo había estado bailando con ella desde que llegamos y cada vez me ponía más caliente pues estábamos siempre lo más pegados posible. Yo ya no resistía mi erección y ella parecía que se reía de mí ya que, mientras más la notaba más se arrimaba. Cuado ya no aguanté más, ni podía soportarlo, así que salí a la calle con ella y nos fuimos a la playa.
Allí, frente al mar, muy tranquilo a aquellas horas, le dije todo lo que sentía por ella y sin darme respuesta alguna me besó, me cogió de la mano y me llevó a la casa de sus abuelos, donde por supuesto no se encontraba ninguno de sus familiares. Entramos a su habitación y la besé en los labios, sintiendo nuestras lenguas calientes juntándose. Era el mejor momento de mi vida, mi sueño se había cumplido, y tenía que aprovecharlo, así que sin pensarlo comencé a manosear con firmeza sus nalgas, y a acariciarle la rajita.
Su vestidito cada vez se hacía más corto y empecé a acariciarle sus firmes muslos. Su aliento era muy caliente y ya comenzaba a gemir. Acaricié su espalda con ternura y recorriendo su cuello con mis labios, y conseguí desabrocharle el vestido.
Elena parecía estar entre vergonzosa y excitada por encontrarse en ropa interior ante mí pero, no lo dudé, le desabroché el sujetador en un segundo. La acosté en la cama, le quité las sandalias y comencé a besarle los dedos de los pies con mucha calma. Quería relajarla, hacerla mía y ahora no se me podía escapar ya que la tenía únicamente con unas braguitas en forma de tanga y posada sobre la cama que ella misma me había ofrecido.
Besaba la planta de sus pies, sus dedos, sus talones, sus piernas, sus muslos, me estaba volviendo loco. Luego me recosté a su lado y la besé de nuevo en los labios, acariciando su rubia melena pero, sin olvidarme de su hermoso trasero, la giré, la puse boca abajo y entonces besé su espalda, su cuello, sus hombros, hundí mi lengua en su oreja, le susurré varias veces “te quiero” y por fin le despojé de su tanga.
La tenía completamente desnuda ante mí y el corazón me latía rapidísimo al ver su culito. Era muy bello y lo acaricié durante casi diez minutos, era increíble, con dulzura lo chupeteé y lo besé completamente todo, abrí sus nalgas y viendo ese ano tan pequeño y arrugado metí mi lengua, follándomela con la boca mientras ella suspiraba con fuerza, se inclinaba mucho para notar todavía más mi lengua hasta que, sin saber por qué, se apartó y comenzó a desnudarme. Excitado yo le ayudé y bajé la bragueta de mis pantalones.
Mi polla saltó como un resorte y ella, sin dudarlo, se la metió en la boca suavemente, succionándomela al completó, me besaba los testículos, los recorría con su lengua, me masturbaba con mucha suavidad rodeando los bordes de mi glande con su lengua. Parecía encantarle y disfrutar con él, jugaba con mi polla como una niña pequeña, pero yo no soportaba tanto placer y me iba a correr en sus labios. Pero ella debió de darse cuenta y se detuvo, vino a besarme y agarrando mi polla con sus dos manos la frotó contra sus muslos llevándola hacía su húmedo coño. Quería follarme, pero no se lo permití, así que la recosté en la cama y comencé a besarle sus muslos, subiendo hasta su coño.
Introduje mi lengua dentro de él y comencé a jugar con su clítoris.
Ella se volvía loca, notaba como con sus manos me tiraba del pelo hasta que se produjo un grito de placer y sus brazos quedaron totalmente desmadejados. En ese momento decidí follármela y la embestí lo más hondo posible. Ella chilló y chilló y me pedía más. Era increíble esa sensación y más cuando sus gritos se transformaban en gemidos y el dolor ahora era placer. Podía hacer con Elena lo que quisiera, ella estaba completamente entregada a mí, y así lo hice. La puse como siempre había soñado, a cuatro patas. Parecía una modelo, estaba cachondísima, la agarré por la cintura para que no se moviera y se la metí hasta adentro. Volvió gritar, no tenía fuerza, quedó rendida para mí y follándomela como se merecía, azotaba sus nalgas con mucha rapidez hasta que le dejé marcada mi mano, era la postura que más me gustaba y con la visión de su espalda y esa cinturita arqueada entregada a mí, comencé a rozar mi miembro entre sus redondas nalgas.
Con delicadeza la incliné todavía un poco más, quedando a mi vista su pequeño agujerito. Era minúsculo, y supe que le haría daño. Mi polla era demasiado para esa delicadeza así que nuevamente lubriqué mi miembro contra su ensalivado ano, rozando la punta de mi polla, luego abrí sus nalgas con mis dos manos y oí como me decía que no quería por detrás. Poco a poco se la fui metiendo hasta que logré tener todo la polla dentro. Era increíblemente estrecho, increíblemente cálido, increíblemente placentero. Pronto, sus gemidos fueron de placer y solo de oírla no podía aguantar más y me corrí dentro de su tan deseado trasero. Le invadí con mi leche todo su ensanchado agujerito y luego se giró para volvérmela a comer, se la tragaba toda, lamía mis huevos, rodeaba los bordes de mi endurecido rabo y parecía una fiera apretándome las nalgas, pero yo quería seguir follándomela.
Así estuvimos mucho tiempo, hasta que me agoté. Decidimos dormirnos pero tuve fuerzas y sobretodo muchísimas ganas de volvérmela a follar y lo hice de la forma más clásica. Ella abrió las piernas y yo la penetré hasta que nos quedamos dormidos.
A la mañana siguiente, cuando me desperté, Elena tenía el almuerzo preparado, lucía un camisón blanco muy provocativo y antes de que le dijera nada se tiró encima de mí, me besó y me hizo una mamada que nunca podré olvidar. Así estuvimos follando todo el día, cosa que hemos repetido muy a menudo.
Saludos.