Somos juguetones

Aunque son novios, viven juntos. El sexo les funciona divinamente y además, dice, que tienen muchas fantasías y son muy juguetones.

Ana – Barcelona
Roberto y yo somos muy juguetones. Nos gusta imaginarnos cosas y escenificarlas luego. Como cuando imaginamos que él me secuestra y me viola o que yo soy una adolescente virgen o cosas así. Además de placentero es divertidísimo. Hoy vamos a contar la tarde que pasamos la semana anterior, en la que estábamos los dos muy activos. Yo había estado imaginando toda la semana una nueva escena para ampliar y gozar de nuestro sistema de darnos placer. Al final tuve una idea y el domingo por la tarde, después de salir yo de trabajar, a las tres, comimos y una vez todo recogido, le dije a Roberto:
– Ahora vete al salón y sólo sales cuando yo te lo diga y… trae dinero.
Lo dejé con la palabra en la boca, pero sonreía porque sabía que íbamos a “jugar”. Me fui a mi cuarto, me desnudé por completo, me puse un liguero y unas medias, sin bragas por supuesto, y me coloqué un sujetador muy cachondo, que sólo sujeta pero no tapa, dejando las mamas al aire.
A continuación me puse una blusa escotadísima y una minifalda que me queda pequeña y se abre por detrás para dejar visible mi enorme y redondo trasero. Me calcé unos zapatos de tacón alto, cogí un bolso y mascando chicle me arrimé a la mejor esquina de la casa, maquillada y con ganas de follar. Entonces llamé a Roberto. Salió del salón y nada más verme, su polla se levantó, saliendo disparada por entre la goma del pantalón chándal que llevaba. Le pregunté si le hacía un polvo, como si no le conociese y fuese un “cliente” al que quería llevarme a la cama. Me dijo que sí, por supuesto, y le pedí el dinero por adelantado. Me pagó poco, todo hay que decirlo, pero no me importó, porque yo estaba ya muy mojada.
Le dije que me siguiera y él lo hizo, pero cuando empezó a andar detrás de mí y vio mis nalgas bambolearse al compás de mis movimientos, lanzó un gemido que me indicaba que estaba más duro que nunca y eso hizo que mi coño empezara a chorrear. Llegamos a la habitación y le pedí que se desnudara. Una vez lo hubo hecho y yo quitado la blusa y la falda, me acerqué a él, le empujé encima de la cama y agachándome, cogí con una mano su erecta polla y comencé a chupársela lentamente como sé que a él le gusta, empezando por la base y lamiéndole uno a uno sus hermosos testículos, para luego tragármela de golpe, arrastrando mi lengua por su capullo, comiéndomelo a sorbitos. De repente, él me cogió, me tumbó en la cama con violencia y bajando su lengua por mi cuerpo, chupándome los pechos y lamiéndome los pezones, luego el ombligo y así hasta que llegó a mi almeja.

Tras lamerme todo el monte de Venus y el principio de los muslos, separó los grandes labios de mi coño y empezó a chuparme el endurecido clítoris, arrancándome así los primeros suspiros.
Me lamió con placer y deseo, dándome una dosis letal de goce, hasta que, gimiendo como una loca, me corrí llenando de jugos la boca y la cara de mi novio. Pero no fue suficiente. Yo quería más. Y él también.
Cuando estuve un poco más relajada, me di la vuelta y me coloqué a cuatro patas encima de la cama, con el culo bien ofrecido. Roberto, de pie, se cogió la polla, apoyó el gordo capullo en mi raja y me metió su dura verga en el coño húmedo y deseoso. Agarrándome fuerte por mis salidas caderas, me folló con locura, metiéndola y sacándola con fuerza, casi con rabia, como él sabe que me gusta, dándome embestidas de placer. Me daba azotes en el trasero cuando notaba que estaba gozando al máximo, a punto de correrme. Y lo hice.
Me corrí como una loba, chorreando en sus testículos. Pero a él no le fue suficiente porque aún no se había corrido. Roberto tiene una resistencia increíble. Si otros tienen eyaculación precoz, lo de Roberto es “eyaculación retardada”. Está “trempado” mucho tiempo después de correrme yo. Así que una vez que yo me corrí y habiéndome quedado satisfecha, me dediqué a hacerlo gozar a él.
Le hice tender de espaldas sobre la cama, con su picha apuntando al techo y se la chupé con mi lengua juguetona, saboreando los jugos que mi coño había dejado en ella. Le lamí el capullo, dándole tanto gusto que me pedía más y más, luego toda la caña, tragándome sus cojones uno a uno, luego toda la polla hasta la garganta y dejándola salir deslizándola por mis labios. Así estuve un buen rato hasta que noté que ya empezaba estar a punto de caramelo. Cuando estuvo así, muy, muy duro, le ofrecí mi trasero para que me enculara. Es algo que le encanta y a mí también. Volví a ponerme a cuatro patas, esta vez con la cabeza en la almohada y las tetas pegadas a la cama, dejando mi gordo y redondo trasero muy a la vista y ofrecido. Roberto se levantó rápido, se colocó de rodillas detrás de mí y separándome las nalgas dejó bien a la vista el agujerito marrón de mi culazo. Sentí el apretón de su capullo, y como iba entrando en mis entrañas. Luego toda la caña y al final el golpear de sus huevos en la raja de mi coño. Toda su polla ya estaba dentro de mí, haciéndome suya por el culo.
Tardó unos segundos en moverse, dejando que nos acopláramos bien y luego empezó el mete y saca, lento pero continuado. Me sodomizaba lentamente, saliendo de mi hasta el capullo para luego volver a extender en mi recto toda la dura longitud de su preciosa verga.

Sus manos seguían agarrándome fuerte por las caderas y yo contribuía a su placer adelantando y retrasando mi culo al ritmo que él me estaba enculando. Con estos movimientos, Roberto no pudo resistir mucho rato y no tardó en correrse dentro de mi culo, con una fuerza brutal y acompañado de un grito de placer que hizo temblar las paredes de la casa. Fue genial y ahora… ¡tengo cliente fijo!
Besitos para todos.