Soltero pero con experiencia

Tenía novia, era joven y guapa, pero cada vez que iba a su casa, se le iban los ojos detrás de su futura suegra. Aunque no fue con su suegra con la que tuvo un rollito. Fue una mujer madura que conoció aquellas vacaciones y que fue su amante durante bastante tiempo.

Sergio – CADIZ
Amigos de Clima, debía tener yo 20 años y llevaba dos de novio, con Manolita. Ella, al igual que sus hermanas, era muy tetonas y guapas, pero la que realmente me volvió loco era su madre.
Tenía 40 años, un cuerpo divino para mí. Unas tetas enormes, gran culo, piernas preciosas y unos andares que hacían que sus nalgas se menearan muy provocativamente.
Con mi novia el sexo fue muy bueno, ella se inició conmigo, al principio un poco tímida, pero después toda una tigresa en la cama. Como comenté, llevábamos dos años juntos, cuando en un verano, ella me invitó a ir con su familia de vacaciones. A su padre le habían ofrecido un bungalow de la empresa para que fuera con la familia.
El bungalow tenía dos habitaciones grandes, un baño y cocina americana. En una habitación dormían sus padres, en la otra las tres hermanas y yo me acomodé en el sofá cama del salón.
Cuando nos fuimos a dormir, mi futura suegra se levantó para ir al baño. Al abrir la puerta y encender la luz, que quedaba justo delante de mi cama, su camisa de dormir blanca se transparentó completamente dejándome ver su figura por completo. No me lo podía lo creer, aún recuerdo esa imagen que nunca se me olvidará. Estuve expectante esperando que saliera del baño. Solo pedía un par de segundos para volver a tener esa visión. Salió del baño y esta vez la luz alumbró mi cara y vio que estaba despierto. Sin apagar la luz del baño se acercó a mí y me dijo:
– ¿Aun despierto?
– Si, no me he podido quedar dormido
– ¿Estás incómodo?
– No, no tanto.
– Mañana vamos a llevar a Camila – la hermana pequeña – a dormir con nosotros para que tú te acuestes en la habitación de las chicas. No puedes dormir incómodo las dos semanas
– Bueno.
– Buenas noches.
– Buenas noches.

Se volvió, se acercó al baño, apagó la luz y entró al dormitorio. Yo no podía creer mi suerte, verla por más de dos minutos completamente desnuda debajo de ese camisón. No podía dormir con las ganas de correrme en una paja, así que me levanté y me fui al baño. Al meterme, me puse a escuchar a través de la pared, que era muy delgada.
– Antonio, vamos a tener que traer a Camila a dormir con nosotros.
– ¿Por qué?
– Porque Sergio no se podía dormir, se me ocurre que estaba incómodo en ese sillón.
– No pasa nada, se acostumbrará, no lo vamos a poner a dormir con las niñas, ni se te ocurre.
– ¿Y por qué no?
– ¿Y si pasa algo con Manolita?
– Que eres mal pensado, como se te ocurre, además va a estar Sandra para que los cuide, lo hacemos dormir arriba en litera y punto.
– Que lata, eso quiere decir que no voy a poder echar ni un polvo siquiera.
– Pues entonces tenemos que aprovechar ahora.
Se quedaron callados y comencé a oír como su marido se la follaba. No hace falta que cuente la paja que me regalé con esos sonidos.
Hasta el momento, todos pensarán que mi historia terminará follándome a mi futura suegra o a las dos hermanas, pero no. Déjenme que se lo cuente.
Terminé durmiendo con Manolita y Sandra. Nada del otro mundo.
Había más bungalows ocupados por conocidos de mi suegro y por las noches se reunían fuera, montaban alguna barbacoa y tomaban unas copas hasta bien entrada la noche. Marisa era la mujer de uno de sus amigos y cambio por completo mis vacaciones. Tenía un físico muy parecido a la madre de mi novia y más o menos de la misma edad. Me lanzaba miradas picaronas, hablamos y casualmente vivía cerca de mi casa.
Un día discutí con mi novia y fue a dar una vuelta. Me la encontré y me preguntó:
– ¿Sergio, qué haces tan solo? – me preguntó.
– Nada, mirando.
– ¿Y Manolita?
– No sé, ni me interesa.
– Veamos… ¿Qué ha pasado?
Nada una tontería, pero he preferido largarme. Últimamente discutimos mucho. Pero hablemos de otra cosa, ¿Te han dicho alguna vez que eres una mujer muy guapa?. Se quedó un poco sorprendida y me dijo que últimamente no se lo decían mucho, y sonriendo añadió que con los años, los maridos ser vuelven un poco fríos y distantes. Debe ser que me hago mayor, pero de un tiempo a esta parte me fijo mucho en los chicos jóvenes. Admiro su vitalidad, sus cuerpos duros y me dan ganas de estar con uno.
Fue su segunda indirecta y tengo que confesar que me corté, no sabía qué decir, si hubiera sido de mi edad ya me la hubiera tirado, pero no, era una mujer mayor, y aunque yo sabía que era lo que estaba buscando me daba miedo. Nervioso, saqué otro cigarrillo de los nervios y le ofrecí uno.
– Sabes, quiero fumarme uno, pero no quiero que mi marido me vea, ¿por qué no vamos allí detrás, para poder fumar tranquilos?
– Bueno.

Avanzamos por la oscuridad, lejos de las miradas de las pocas personas que estaban afuera. Manolita debía suponer que yo me había ido solo al centro, así que no me buscaría, al menos por allí. Llegamos detrás de los últimos bungalows que estaban desocupadas y ella inspeccionó la puerta de la cocina que estaba en la parte trasera y me dijo:
– Podría estar abierta para sentarnos ¿no te parece?
– Yo sé como abrirla – con un carné de identidad traté de hacerlo, pero no se pudo, mientras ella logró abrir una de las ventanas traseras.
Me metí por ella y abrí la puerta, haciéndola entrar.
– No encendamos la luz para que no nos vayan a llamar la atención – nos sentamos y le ofrecí un cigarrillo – Ahora no quiero fumar – dijo.
Se acercó a mí y me besó. Sus manos se posaron en mi pierna y suavemente la acercó a mi polla que ya estaba completamente dura. Yo solo le tocaba el hombro, aún sin asumir que eso estaba pasando. Ella se montó sobre mí, dejando sus deliciosos pechos a la altura de mi boca y empecé a besarlos hasta que se desabrochó la blusa, subiéndose el sostén y dejándolos completamente a mi disposición. Eran los pechos más grandes que había tenido tan cerca en mi vida. Sus pezones eran duros, oscuros, grandes y muy marcados, haciendo contraste con el color blanco que había dejado marcado su traje de baño. Los chupaba con fuerza, ella me cabalgaba, mientras con sus manos acariciaba mi pelo.
Mis manos bajaron a su culo, que sin ser muy grande, me volvía loco. La señora se quejaba excitándome aún más. Desbrochó mi camisa y empezó a besarme el pecho, mordiendo mis tetillas. Siguió bajando, apoyando su boca sobre mi polla, hasta que, separando su cara y mirándome directamente a los ojos, con una cara de caliente, empezó a desabrochar mi pantalón.
Una tenue luz entraba por la ventana de la cabaña que me permitía ver como sus manos bajaban mi cremallera. Me apoyé en mis brazos levantándome un poco para ayudarla a bajármelos. Aún con el slip puesto, empezó a frotar su cara aumentando más mi excitación. Sin dejar de mirarme, poco a poco los fue retirando, hasta que mi verga, salió disparada. Muy suavemente fue recorriéndola entera, desde la cabeza hasta la base, a diferencia de mi novia que se la tragaba toda de golpe.

Con sus labios empezó a besar solo la punta, donde estaban apareciendo unas gotitas de semen, que se pegaban a sus labios. Poco a poco fue tragándolasela hasta llegar a introducirla completamente a su boca y comenzó a hacerme una mamada suave que causaba más efecto que la rapidez con que lo hacía mi novia. Mientras lo hacía, fue desabrochando su falda por la parte de atrás. Se levantó y la falda cayó por su propio peso.
Ante mí se encontraba una señora mucho mayor que yo, con su blusa desabrochada, sus pechos expuestos y un diminuto tanga, dentro del cual se notaba su abultado chocho. Mirándome a los ojos, comenzó lentamente a bajarlo, dándose vuelta para terminar de hacerlo, doblándose para darme una mejor visión de su culo. Mis manos lo acariciaron por algunos minutos. En esa misma posición se fue echando para atrás sentándose sobre mí, dándome la espalda.
Con sus manos agarró mi verga, la dirigió a su coño y sin ningún problema fue entrando su encharcado coño y fue bajando hasta que se la enterró toda, moviéndose de un lado a otro. Mis manos se aferraron a sus tetas, ella misma me las cogió y me indicaba como le gustaba que se las apretara, haciéndome trabajar en sus pezones. Después dirigió mis manos hacia su coño y me hizo masturbarla mientras seguía metiéndosela. Sus pechos saltaban en cada embestida que yo le daba. Ella en ese momento, comenzó a subir y a bajar más rápidamente, tocándose ella misma los pechos.
– ¡Me estoy corriendo…. ooooh… sí… ¡Ahora!… dámelo… siiiiiiiiií… aaah… córrete dentro de mí! – me dijo, al mismo tiempo que yo, ya sin poder aguantar más, le llenaba el chocho de litros de semen caliente.
Ella se levantó y cogiendo su tanga se limpió mi semen, con la misma prenda me limpió a mí y luego me besó en los labios. En ese momento oímos un ruido fuera y nos quedamos quietos. Eran unos niños que habían arrojado la pelota contra la pared. En cuanto se fueron, nos marchamos cada uno a su casa.
Por la mañana siguiente y mientras esperaba que Manolita saliera de la cabaña para ir a la playa, pasó por mi lado y me pasó un papel con su número de teléfono diciéndome que cuando llegáramos a la ciudad, la llamará.
Os preguntareis si nos vimos más veces, pues os diré que si y durante bastante tiempo. En otra ocasión os contaré como fueron las cosas. Ahora tengo 35 años y sigo soltero.
Saludos.