Relato erótico
Solo sexo
Se conocieron por internet y después de largas conversaciones telefónicas y correos llegaron a practicar cyber sexo. Querían conocerse y quedaron que ella se desplazaría a su ciudad. Le dijo a su marido que necesitaba dos o tres días para desconectar.
Ricardo – Cuenca
Aquella noche ella me estaba esperando en el hotel, no la conocía, nuestro contacto se había limitado únicamente a largas conversaciones por internet y teléfono. He de reconocer que estaba muy excitado, cada vez que pensaba en ella notaba como mi entrepierna crecía deseando de su contacto. Sabía que aquello que iba a hacer no estaba bien, es más podría decirse que iba contra mis principios, aquellos que me habían guiado durante años, pero ya no era dueño de mis impulsos, no podía dominar esa necesidad de follarme a aquella chica.
Era morena, pelo corto y liso, era guapa, pero nada extraordinario, sabía por nuestras conversaciones y sus fotos que tenía un cuerpo bonito, era de baja estatura, 1,60 cm, los pechos operados usaban una 90, me había dicho que era un deseo que tenía desde pequeña porque se avergonzaba de sus senos. No tenía una gota de grasa en el cuerpo, es verdad que las prefiero con más curvas, algo más femeninas, pero aquellos pechos en una chica tan delgada, con ese vientre tan liso, resaltaban muchísimo. Su culo era bonito, quizás hubiese estado mejor que fuera algo más grande, pero a pesar de sus 50 kg escasos, todavía mantenía un culo firme.
Ella tenía 30 años, estaba casada desde hacía siete años. De novios lo dejó durante un tiempo porque él padecía de eyaculación precoz, apenas le podía tocar la polla unos segundos antes de que se corriera, supongo que aquello debía ser muy frustrante para ella, que había tenido relación con varios hombres.
La verdad que no nos lo pensamos mucho, a ella le apetecía quedar y a mi también, le dijo a su marido que necesitaba un tiempo de desconexión, las cosas no iban bien y él aceptó. Se tomó 3 días de vacaciones y vino a verme. Yo estaba nervioso, no sabía muy bien como comportarme, habíamos tenido largas sesiones de cyber-sexo y no éramos unos desconocidos el uno para el otro, pero aquello era la realidad, íbamos a vernos, y sabíamos muy bien que no nos conformaríamos con conocernos y mantener una amigable conversación sentados frente a frente.
Llegué en coche, pregunté en la recepción por su habitación y tras darme la respuesta subí por el ascensor hasta su puerta. Yo llevaba una maleta con algo de ropa. No recuerdo que me sudaran las manos, pero estaba inquieto. Llamé a su puerta y me abrió, lo recuerdo bien, iba con pantalón vaquero que le sentaba de muerte y una camisetita verde, con algo de escote, que dejaba ver unos pechos preciosos y que siendo quizá demasiado grandes para su cuerpecito, le quedaban de miedo, aquel cirujano plástico había hecho un buen trabajo sin duda, y ahora eran más duros y mucho más firmes. Ella ya me había contado que no usaba sujetador porque no lo necesitaba. Seguíamos besándonos, ella a veces retiraba sus labios de los míos, sin duda le excitaba verme ansioso, pero no me costaba volverlos a juntar, se resistía lo justo.
Notaba como mi entrepierna crecía por momentos, aún llevábamos la ropa, así que decidí tumbarla en la cama para desnudarla, no quería esperar mucho para disfrutar de ella. La desnudé y la dejé solamente con unos pequeños shorts que llevaba debajo, yo me quité la camisa y me quedé con los calzoncillos, que para entonces estaban bastante empapados de mi líquido preseminal.
Me tumbé encima de ella para que notara mi sexo contra el suyo, solamente separados por nuestra ropa interior, así estuvimos un rato, notando como mi polla se endurecía hasta que no daba más de sí. Entonces le quité sus braguitas e hice lo mismo con mis calzoncillos. Mi polla estaba erecta y húmeda, la rugosidad de mis venas se marcaba en toda su extensión, parecía que fuera a estallar.
Aquella visión le agradó bastante a ella, luego, después de nuestro encuentro, me ha comentado que mi polla le encanta, que le parece divina y de muy buen tamaño, aunque supongo que es fácil competir con un marido así. Ester, que así la llamaré, sabía muy bien a que había venido, necesitaba ser follada de verdad. Entiendo que cuando has tenido una vida sexual muy activa, es muy frustrante no ser follada por tu marido como esperas que lo haga, y aquella mujer llevaba 7 años de sequía, y se notaba, ella podía dar mucho de sí, pero su marido no era capaz de sacarlo, y yo estaba dispuesto a satisfacerla en toda su plenitud.
Seguimos un rato, notando mi sexo contra el suyo, aún no la había penetrado y ya notaba como su chocho estaba húmedo y ardiente así que decidí no esperar más, era el momento de hacerlo. No fui suave, sabía por nuestras conversaciones que a ella le iba el sexo duro, cuanto más mejor, yo no estaba acostumbrado a eso, pero la verdad es que la idea de ser un poco violento y dominante me excitaba muchísimo. Comenzamos a follar cada vez con más intensidad y frenesí. Recuerdo que ella tenía mucha facilidad para dilatar su vagina, pero supongo que por su estatura podía notar perfectamente que mi polla golpeaba en su útero a cada embestida y cada vez que lo hacía ella soltaba un pequeño gritito, supongo que mezcla de placer y dolor.
No tardé mucho en correrme, no usaba condón, ella tomaba la píldora y no vi necesidad de usarlo, pero aún así decidí sacarla justo en el momento de eyacular y lo hice en su sexo. Cuando terminé ella se abrazó junto a mi pecho, estaba realmente satisfecha, pero yo sabía que aquello podía ser mucho más intenso y estaba deseando volver a follármela.
No recuerdo cuantos polvos echamos esa noche, no muchos 4 ó 5, y aún no había sido todo lo brutal que podía ser, pero al fin y al cabo era una primera toma de contacto y necesitaba un mínimo para conocerla y saber que le gustaba.
A la mañana siguiente me fui del hotel, yo tenía que seguir con mi vida normal, mientras ella paseaba por el pueblo y salía de compras, recuerdo que me llamó al móvil y me dijo que se había puesto un piercing en la oreja y trató de darme celos diciéndome lo bueno que estaba el tatuador y que le había pedido el teléfono. La verdad que aquello me daba bastante igual, porque yo no estaba enamorado de ella, por mucho que me gustaba aquella chica.
Después del trabajo fui a casa a comer y por la tarde volví al hotel a buscarla. Salimos a pasear, tomar unas copas y hablamos de todo hasta que yo le pregunté, sin disimulo, si le habían dado por el culo alguna vez. Me confesó que sí, pero no con su marido, que lo había hecho en alguna ocasión con una pareja que tuvo, que era bastante feo, pero que follaba muy bien, aunque me confesó que no había disfrutado apenas.
Yo, por mi parte, nunca lo había hecho, aunque me moría de ganas y supongo que es un deseo de todo hombre, someter a su pareja de verdad, sentir esa sensación de dominio que te da el sexo anal, es algo así como saber que estás marcándola, transgrediendo una norma. La verdad que es muy excitante.
Al llegar a la habitación, casi sin parar de besarnos desde el ascensor, comenzamos a desnudarnos, la tumbé en la cama, yo no me andaba con muchos miramientos con ella porque sabía que cuanto más rudo fuera en el trato más se excitaba, ella había hecho un largo viaje para terminar satisfecha y yo no le iba a fallar. La tumbé bocabajo, y le bajé las bragas, dejando a la vista su precioso culo, la abrí de piernas y comencé a humedecer su sexo y su ano con mi lengua, a partes iguales. No sé a cual de los dos nos gustaba más, porque ella me dijo que nunca le habían besado el ano y se notaba que le gustaba. Poco a poco introduje mi dedo índice en aquel agujerito y noté como iba dilatando lentamente, hurgué bien dentro de él. Aquello le encantaba porque ya había comenzado a emitir esos sonidos que tan cachondo me ponían.
Mi polla ya estaba muy dura para entonces y húmeda, la acerqué a su esfínter y empujé lentamente introduciendo mi glande dentro de él, aquello parecía molestarle un poco, pero sé que esa clase de dolor le excitaba aún más y cuando noté que su ano se acoplaba perfectamente alrededor de mi pene, empecé a introducirlo en toda su extensión y poco a poco fui arremetiendo más contra aquél culo. Ella tenía la cabeza girada y podía ver en su cara una expresión de satisfacción, aunque eso lo hubiera visto un ciego, solo por los gemidos de placer que daba y porque no paraba de decirme que le encantaba. Al rato su ano había dilatado tanto que podía sacarla por completo y volverla a introducir sin notar la más mínima resistencia.
Aquella era la primera vez que sodomizaba a una chica y me encantaba, recuerdo que aquel polvo fue largo, bastante, era incapaz de correrme, ni siquiera me acercaba al orgasmo, pero sentía una ola de placer maravillosa durante todo el rato.
Decidí que aquel polvo tenía que terminar como merecía y aumenté frenéticamente el ritmo de mi pelvis hasta que conseguir llenar su culo de mi semen. ¡Que placer! Me quedé exhausto y ella también, nuevamente reposó su cabeza junto a mi pecho, como si estuviera en deuda conmigo, por haberle regalado aquel polvo, y la verdad es que era yo quien estaba agradecido,
Nos duchamos y mientras nos preparábamos para cenar, su marido la llamó alguna vez y ella le hablaba con naturalidad, como si ponerle esa clase de cuernos a su marido no tuviera importancia. Después de cenar volvimos a la cama y allí me la tiré de nuevo, ahora por el coño en un acto sexual extremadamente largo y yo mismo estaba muy sorprendido y ella creo que más, porque me dijo que con ninguno de sus amantes había tenido un polvo tan largo. Cambiamos de postura varias veces, pero ella acabó encima de mí, galopándome furiosamente.
Descansamos un rato después de que ella se hubiera corrido al menos tres veces. Pero ella me besaba y me acariciaba hasta que acercó mi pene a su boca y que comenzó a besar con fruición. Eso no lo podía hacer con su marido porque se hubiera corrido antes de que lo besara, pero no era mi caso.
Estuvo un buen rato mamándomela, se notaba que disfrutaba con mi polla en su boca y yo poco a poco me iba acercando al orgasmo. Aquella visión era muy excitante, me ponía pensar que aquella chica que estaba casada me la estaba mamando de esa manera, mi polla no llegaba a perderse en su boca, pero Ester lo hacía de vicio y cuando llegó el momento de correrme, la avisé, pero ella no se apartó y llené su boquita de mi semen, abundante y caliente que se tragó entero. Como agradecida de que me corriera en ella, mi polla decrecía por momentos, pero ella seguía lamiéndomela hasta que no quedó ni rastro de aquella corrida sobre mi pene.
Aún nos quedaba un tercer día y transcurrió por el estilo, intensas corridas por mi parte y polvos interminables, noches en vela y muchos gemidos. El sábado yo me levanté de la cama, y comprobé que ella ya lo había hecho y había pagado la habitación y a pesar de que yo me empeñé en pagar al menos mi parte ella no aceptó. Nos vestimos pues no podíamos demorarnos, debía acompañarla al aeropuerto. Una vez vestidos y antes de salir, la miré por última vez, estaba preciosa y decidí que todavía teníamos unos minutos para un último polvo, la empujé contra la pared mientras acariciaba su sexo por encima del pantalón vaquero, una nueva erección luchaba por salir de mi bragueta. Se los bajé junto a los shorts y se los saqué. Quería que pudiera abrirse bien de piernas para este último polvo. Yo me bajé los pantalones y los calzoncillos, pero no me los quité, ni siquiera los zapatos. La situé de espaldas a mí, con las manos apoyadas en la cama y su culo dirigido hacia mi polla. Esta vez no se lo preparé, en estos días lo había conocido suficientemente bien como para saber que dilataba pronto, empujé mi polla con firmeza y se hundió en su culo. Nuevamente ella gemía, sabía que aquella postura la dejaba indefensa y me encantaba, y a ella sentirse dominada también. La agarraba por las caderas para penetrarla más y más profundo, no tenía mucho tiempo y no quería tardar en llenarle su culo de mi leche. Cuando lo conseguí no pude disimular un profundo gemido de placer al mismo tiempo que ella también se corría.
Fue un encuentro realmente estupendo en todos los sentidos y ya os contaré más cosas que he vivido con esta extraordinaria mujer
Saludos.