Relato erótico
Solo era sexo
Estaba pasando una mala temporada, el trabajo y su vida privada no funcionaban. Quería a su marido pero, casi no follaban, eran buenos “amigos” pero nada más.
Inés – PAMPLONA
Amigos de Clima, soy una mujer de 48 años que, cuando era joven estaba para mojar pan, aunque bajita, tenía un cuerpo bien torneado, con unas tetas muy generosas. Pero desde que me casé y dirigí mi propio negocio, de eso hace ya 22 años, las tensiones me hicieron engordar bastante. En agosto pasado me sobraban 20 kilos y ahora estoy intentando rebajarlos.
El mes de julio estuvo lleno de problemas laborales y personales. Trabajo con mi marido y eso aumentaba la tensión diaria. Llegas a casa y siguen las cuestiones laborales. Nunca dejas el trabajo aparte. Eso hace que nuestra relación se viera mermada. En julio, hacía 4 meses que no hacíamos el amor. No sé para qué yo seguía tomando anticonceptivos. A pesar de eso somos los mejores amigos del mundo y nos queremos mucho.
Él, ha tenido oportunidades para ponerme los cuernos con compañeras de trabajo y además le han hecho proposiciones muy descaradas, pero es un tío legal y no lo ha hecho y además me lo ha contado. Él se masturba fantaseando con esas relaciones extra conyugales. Y yo me masturbo pensando en un negro de metro ochenta, con cuerpo de atleta y una polla enorme que pueda mantenerlo dentro de mí un día entero. Y sueño que me adelgazo, adelgazo, adelgazo…
El mes de agosto, ya no podía más. Mi marido estaba de viaje y yo cada día que pasaba estaba más caliente. Me eran igual hombres que mujeres, hubiera practicado sexo con cualquiera. Me animé, aunque con cierto temor, a consultar las páginas de contactos sexuales de esta revista, y entre todos los anuncios vi uno de un hombre que afirmaba tener una polla de 25 cm., 32 años, cuerpo de atleta y decía “puedo estar dentro de ti una hora sin parar”. Me dije: aquí está la solución a todas mis neuras. Y le escribí, al cabo de bastante tiempo me contestó dándome su telefono, y le llamé. Tenía una voz agradable y sensual, era sevillano, se ganaba la vida haciendo de modelo y aprovechaba sus cualidades físicas para hacer felices a las mujeres. Sus honorarios me parecieron bien, 150 € por noche. Quería quedar en su piso, pero a mí no me hacía gracia y le dije que mejor en la casa que unos amigos me habían dejado en vacaciones. Mentira, era mi casa. Quedamos a las once de la noche.
Fui a la farmacia y compré dos cajas de preservativos. Estaba súper caliente. Fui a una tienda y me compré el conjunto de sujetador y braga más sexy que encontré. Tuve problemas de talla, pues gasto una 115 de sujetador y por lo que se ve las que tenemos las tetas grandes no tenemos derecho a ponernos ropas sexys. En realidad tengo unas tetas enormes, un poco caídas, pero aún están duras, con una areola rosada y grande, y un pezón que se sale tanto que parece la tetilla de un chupete. El conjunto de lencería era la leche, color rosa palo con encajes, y solo me tapaba desde el pubis hasta los pezones. Después llegué a casa, me duché, me depilé todo lo depilable y me embadurné con crema hidratante de jazmín. Estaba nerviosa, caliente y ansiosa por comprobar cómo sería esa primera experiencia sexual fuera de mi matrimonio. Pero fue explosiva. Os lo explico.
Llegó puntual. Era magnífico, alto, moreno, cuerpo imponente, facciones bien perfiladas y unos labios para hacer sufrir de placer. Iba vestido de sport, muy elegante y moderno. La impresión que me dio fue magnífica. Yo estaba muy nerviosa, pero el tío sabía como cortar el hielo.
Me preguntó si me gustaría darme un baño en la piscina que tenemos en el bloque, la temperatura era excelente. Le acompañé a la caseta de la piscina y delante de mí se desnudó. Imponente. Un cuerpo magnífico. Se quedó con el slip. ¡Vaya paquete! Era enorme y no estaba excitado.
Como yo estoy bastante acomplejada por mi físico, me sentía muy insegura y quería desaparecer. ¡Allí con la luz de la tarde enseñando mis carnes! Había imaginado desnudarme en la habitación a oscuras para que no se vieran mis redondeces. Él lo notó, se acercó por detrás y me acarició el pecho a la vez que me soltaba el sujetador y los besaba. Después, salió al jardín, pero yo me cambié y me puse un bañador oscuro. Estaba tan excitada que las tetas no me cabían dentro. Salí y ya estaba estirado en la tumbona. De perfil, debajo del slip se le veía tal promontorio que me estaba empezando a causar un cierto miedo y a la vez me ponía loca de excitación. Me hubiera tirado encima de su verga a devorársela. Me imaginaba como serían sus embestidas para meterme todo aquello adentro. Pero no, me calmé, saqué unos refrescos y empezamos a hablar. Era un tío interesante, culto y agradable.
Después de hablar largo rato me sugirió comer algo. Pedí por teléfono la cena a un buen restaurante de la zona. Cenamos y nos bebimos una botella de cava. Ya estaba totalmente desinhibida, gracias al alcohol. Recogimos los restos de la cena y fuimos a la cocina. Íbamos vestidos todavía, él con el slip, yo con el bañador, y al entrar en la cocina que es un poco estrecha me rozó en la espalda con su paquete, notó como me pasó una corriente por todo el cuerpo y volvió a rozarme otra vez, no pude más me giré y le metí la mano por debajo del slip, aquello estaba duro como una roca, le dije que quería que me follara por todos los orificios de mi cuerpo y que la quería sentir toda dentro de mí. Me cogió por la cintura y me puso encima de la mesa de la cocina. Era la medida perfecta, mi cara quedaba a la altura de la suya.
Me besó con esos labios enormes y bien formados, con su lengua recorrió todo mi paladar, sentía que me ahogaba con las embestidas de su boca. Sus manos estaban en mi cabeza, empujándola para poder llegar más adentro con su lengua. Me excitó como nunca en la vida lo había hecho nadie. Yo le tocaba su verga, me pareció que debía medir medio metro. Enorme. Nunca había notado el coño tan lubricado, estaba echando flujo como si fuera un surtidor. Mis tetas ya no cabían dentro del bañador, me lo bajó y con esos labios maravillosos me las succionó, besó, amasó y pellizcó. Volvió otra vez a la boca, yo le respondía con el mismo entusiasmo, su saliva sabía buena, hacíamos un ruido enorme con nuestras lenguas, nuestra saliva y nuestros jadeos. Con la fuerza que tenía, me levantó un poco y me quitó el bañador de cuajo. Y allí quedaba mi sexo al aire, recién depilado y con un magnifico olor a jazmín, chorreando el flujo que el coño no dejaba de manar.
Me lo besó, tuve que agarrarme al armario de la cocina, porque estaba convulsiva y me salía, me abrió las piernas, se inclinó y empezó a lamérmelo de arriba abajo, cogió entre sus diente mi clítoris y me dio un pequeño tirón, fue maravilloso. Yo nunca he sentido un orgasmo tocándome el clítoris ni con la penetración, solo los he sentido masturbándome y apretando las piernas con fuerza. Nunca había sentido nada parecido. Siguió recorriendo con su lengua todo el coño, primero los labios mayores, los menores, el clítoris y por fin me metió la lengua, con sus manos me acariciaba el culo y me empujaba más y más hacia su boca. Entró como la fuerza de un rayo, noté toda su lengua en mi sexo, toqueteándolo, empujando más y más. Yo, sentía mucho placer y desazón, pero seguía sin tener un orgasmo. Él estaba muy excitado y me decía cosas como:
– Vas a pedirme que salga de ti, te la voy a meter por todos sitios, eres una puta maravillosa, nena, vas a ser mi zorra…
Me cogió con los brazos, como si fuera un niña pequeña, me sacó de la mesa se bajó un poco y colocó su polla en la boca de mi coño, cuando sentí su capullo allí me dio miedo, aquello era demasiado grande para mí. Empujó suavemente y noté como me metía la cabeza de esa verga maravillosa que tanto placer me iba a dar, empujó más y yo empecé a sentir un dolor que subía por la columna hasta la cabeza, empujó con suavidad y me la insertó hasta la mitad. Nos besamos como locos, me tiré para detrás con el cuerpo arqueado, su polla embistiendo, sus manos empujaban mi culo hacia delante, me besaba las tetas, me mordía los pezones y empujaba su polla para dentro, más y más adentro, yo daba alaridos del dolor que me producía, ya no cabía nada más, tenía mi coño lleno, ya no cabía nada más y solo había metido la mitad. Me dijo al oído, que en el agua sería todo más fácil y siguiendo con las caricias, fuimos a la piscina. Cogí la caja de preservativos del recibidor y se los di, me dijo que prefería hacerlo a pelo, que no tenía ninguna enfermedad y que me podía fiar de él. Lo hice.
En las escaleras de la piscina volvió a hacerme tocar el cielo, su lengua no paraba, la pasaba por todo el cuerpo, me mordía las tetas, el clítoris, penetraba mi coño y después, con su verga mirando la luna, me penetró en una postura extraña, yo apoyada en las escaleras y él tocando el suelo de la piscina, yo bajando y subiendo y aquello parecía que cada vez entraba más adentro y ya no sentía tanto dolor, debía ser por el masaje del agua en la entrada de mi sexo. Luego él subió un peldaño de la escalera y yo bajé uno, casi la tenía dentro, y en una de las últimas embestidas sentí sus huevos tocando mis labios mayores y dije: ¡ya es toda mía! Se había cumplido mi fantasía sexual. Una polla enorme dentro de mí. Arriba y abajo, las embestidas cada vez eran más fuertes y empecé a sentir algo diferente, tenía convulsiones y mi piel se veía enrojecida con los focos de la piscina. Estaba sintiendo un orgasmo y él lo notaba y empujaba para dentro y en círculos, mis tetas estaban más grandes que nunca, duras como piedras y el pezón pidiendo guerra, quería que lo mordieran y estrujaran esos labios grandes y maravillosos. Y llegué al orgasmo, casi perdiendo el sentido, por primera vez en mi vida, a los 48 años, con un pollón inmenso dentro de mí. Ya no sentía dolor ni complejos.
Él fue maravilloso, siguió acariciando mis pechos y mi boca, luego salió de mí con la verga todavía recta y pidiendo más guerra. No se había corrido todavía, llevábamos casi una hora y todavía estaba empalmado y sin correrse. Llevó mis manos a ese miembro maravilloso para que le diera placer. Pensé que después del momento que me había hecho pasar se merecía algo más que unas manos. Le dije que mejor fuera de la piscina, en la hierba. Me acompañó y se estiró al lado. Seguí acariciándole el rabo con las manos, subía y bajaba y aquel glande me parecía cada vez más apetitoso. Me puse encima de él y coloqué su polla en el surco que dejaban mis tetas. Le hice un masaje arriba y abajo, él estaba que se salía, yo cada vez se la apretaba más, y él gemía y a mí me volvía loca. Incliné la cabeza y le chupé el capullo, chupé sus fluidos y seguí recorriendo su polla con la lengua, todos los surcos, sus testículos, después me la metí en la boca, que es muy pequeña. No me cabía, me ayudé con las manos, y durante unos minutos le hice una mamada estupenda, hasta que él ya no pudo más y se corrió por encima de todo mi cuerpo. Su semen salía como de una fuente. Me pareció un manjar. Lo seguí lamiendo hasta dejarlo seco. Quedamos exhaustos. Descansamos un rato y nos dimos un baño en la piscina. Era la 1 de la madrugada.
Subimos a la habitación de invitados, nos metimos en la cama totalmente desnudos y abrazados nos quedamos durmiendo. Me desperté al poco rato sintiendo una presión fuerte en mi trasero. Era su polla y sus manos. Estaba empalmado de nuevo y hurgaba el único orificio de mi cuerpo que le quedaba por probar. Eso sí que me daba miedo. Notó que ya estaba despierta y me besó en la nuca, en el cuello y se inclinó sobre mis tetas. Las mordió y otra vez empezó el juego. Me puso cachonda de nuevo, le hice una buena mamada mientras me masturbaba apretando el clítoris con las piernas cruzadas, fue estupendo. Su polla parecía crecer sin parar, la dejé bien llena de saliva para no sentir tanto dolor.
Era la primera vez que me iban a encular. Me puse como una perra en celo, dándole la espalda, con el culo en alto, la cabeza en el cojín y las piernas bien abiertas. No desperdició un minuto, puso su cabeza debajo de mi coño y me lo comió con pasión haciendo mucho ruido, sus manazas masajeaban mis tetas y me las maltrataban, me encantó ese ataque inesperado de violencia. Primero me metió la verga en el coño, casi de una sola embestida, y empezó a empujar, me levantó la cabeza y de perfil me besó el cuello, la boca, su lengua me dejó empapada, tenía el sabor de mi coño. Tuve otro orgasmo infinito. Me metió un dedo por el ano, sentí dolor, y después llegó su verga como una roca, me embistió, sentí como si mi cuerpo se abriera en canal. Grité. La sacó, la mojó con su saliva y me la volvió a meter. Se agarró a mis tetas y pezones y me llevaba de delante a atrás, parecíamos los vagones de un tren. Yo estaba enloquecida, él me decía:
– Te la voy a meter hasta que te salga por la boca.
Y a mí me gustaba más y más. Pero quería más placer por lo que le hice cambiar de postura, pero sin que me la sacara y ya debía estar por la garganta. Éramos solo uno, él me estaba partiendo el culo en dos y yo me masturbaba con las piernas apretadas y así me corrí de nuevo. Sacó su polla y dijo que se la mamará, se la limpié con las sábanas y me apropié de ella. Le hice otra mamada sensacional y se corrió con tanto ímpetu, que temí que la cama se viniera abajo. Mientras se corría, me dijo:
– Esta sesión de hoy es gratis, la puta has sido tú.
Me encantó. Dormimos hasta las 12 de la mañana. Me propuso que nos viéramos una vez a la semana, pero que iba a ser gratis. Le había parecido una excelente compañera de cama ya que estaba harto de tías frígidas, y habíamos demostrado que podíamos darnos placer mutuo.
A estas alturas, en 4 meses, hemos debido follar unas 50 veces. Nos damos placer, sin más. Yo soy feliz, no tengo complejos, he adelgazado 10 kilos, y lo más importante no siento remordimientos, solo busco placer en el sexo. Entendería que mi pareja hiciera lo mismo. Ahora con mi marido follo los sábados o domingos, él dice que estoy cambiada, que se me ve más feliz, pero yo con dos minutos de sexo ya no tengo bastante. Cada semana espero ver a mi amante y a su polla toda un tarde.
Saludos y hasta otra