Relato erótico

Solo en el andén, pero

Charo
19 de diciembre del 2019

Se había retrasado por culpa de un presupuesto y cuando llegó a la estación ya era de noche, hacia frio y llovía. La estación estaba desierta y aún faltaba bastante rato para que llegara el tren. Le llamó la atención el taconeo que se oía, y de pronto pareció una mujer. Llevaba un impermeable, era alta y su imaginación empezó a volar.

Estaba solo en la estación, hasta que apareció una silueta. Sobre el ruido que producía el agua al chocar contra el suelo comenzaba a destacarse el producido por unos tacones de mujer, el paraguas inclinado me impedía distinguir su cara y gran parte del cuerpo, pero el ruido poco a poco más cercano se hacía, a su vez, más insinuante.
Un impermeable no es la prenda más erótica o insinuante que existe en el mundo, pero el aburrimiento y estimulo de entretener mi mente, me llevaron a imaginármela como a mí me gustaría que fuera. Me gustan las
mujeres altas, esta lo era. Que estén delgadas, de finas caderas, largas piernas y con unos grandes pechos. Cuanto más grandes mejor. Incluso me calenté pensando en que me hacía una cubana entre sus duras tetas.
Mientras pensaba en guarradas, me di cuenta que ya la tenía a mi lado, debajo de la marquesina y como había cerrado el paraguas, le pude ver la cara. Debía tener unos 45 años, y su era atractiva, pero sobre todo lo que me gusto, fueron sus ojos y su boca. Tenía unos ojos con una expresión de viciosa y una boca de mamona total. Mi imaginación voló y ya la podía ver arrodillada frente a mí y ahogándose con mi gordo cipote.
Estaba tan absorto y caliente, que no me di cuenta de que me estaba ha- blando. Me peguntaba la hora y sonriendo, protestó por el mal tiempo que hacía y se sentó en el banco.
Su pregunta me había sacado de mis sueños y volví a maldecir el tiempo. A los pocos minutos, apareció el dichoso tren, como era el último, subimos a un vagón que estaba completamente vació.
Aunque podíamos escoger, sin planearlo, nos sentamos cada uno a un lado del vagón, pero con los asientos en línea.
Ella, me sonrió y se levantó para sacarse el impermeable. ¡Vaya sorpresa que me llevé! De pronto todos mis sueños eróticos se fueron al garete.
Era una mujer, alta, delgada, y lo que más me sorprendió era su constitución. Estaba casi seguro de que practicaba el culturismo. Iba vestida con unas mallas blancas que dejaban su ombligo al aire, y con una camiseta ceñida, que marcaba sus brazos musculosos. Su piel estaba muy broncea da y llevaba el pelo recogido con una cola alta. Sus gestos eran muy femeninos pero nunca me habían gustado las mujeres musculadas.
Debió darse cuenta de mí asombró, porque me miro y me dijo:
-Me parece que nunca has tenido cerca de una mujer que practique el culturismo, ¿o me equivoco?
Yo le contesté la verdad, que las había visto en reportajes, pero que nunca las había tenido tan cerca.
Entonces me explicó que los hombres estaban convencidos de que las mujeres como ella, no eran femeninas y me aclaró que se equivocaban. Y para demostrármelo, dijo:

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¿Quieres que sentir lo mujer que puedo ser?, Si, a ti te lo digo, podríamos aprovechar que estamos solos en el vagón y que el tren va directo a nuestro destino. Además si he de ser sincera, hace muchos días que no “cato” a un hombre y menos a uno más joven que yo. Me enteré de que mi marido me ponía cuernos con una amiga común y creo que es un buen momento para devolverle la cornamenta. Por supuesto si tú quieres. Además mi marido ya tiene 50 años, está un poquito tripón y me apetece sentir entre mis brazos un poco de carne dura. ¿Qué opinas?
Estaba alucinado y mi polla empezaba a reaccionar. No me había equivocado en la edad, debía tener 45 o 47 años, quizá se le notaban en la cara, pero su cuerpo era de una tía de 20 años. Yo tengo 37 pero como soy rubio y con los ojos azules parezco mucho más joven.
No me lo pensé ni un minuto más, me acerqué a su lado, la agarré por las nalgas, duras como piedras y le arree un morreo que casi nos ahogamos.
La tía era una guarra, succionaba mi lengua con pasión, y pasaba la suya por todos los rincones de mi boca y mordía mis labios suavemente. Me puso tan cachondo solo con sus besos, que no me di cuenta y con su experta mano, había sacado mi polla del pantalón y la estaba acariciando magistralmente.
Por lo visto estaba dispuesta a “mandar” y a tomar ella la iniciativa, y yo por supuesto me dejé querer.
Indicó que me sentara y me bajo los pantalones hasta los tobillos. Con una mano agarraba mi tranca y la aguantaba tiesa hacia arriba, mientras con su lengua iba lamiéndome los huevos. Me estaba proporcionando un gustazo tremendo y mi capullo empezó a soltar babilla a chorro. Se dio cuenta al pasar la mano y entonces se metió mi rabo en la boca y lo chupó despacito.
Nunca me habían hecho sentir de aquella forma. Su mano no paraba de masajearme los huevos y su boca me estaba comiendo literalmente la polla, pero con una lentitud que me provocaba unos espasmos en los huevos, que me daba la sensación de estar viviendo un orgasmo a cámara lenta. El placer era inmenso.
De pronto, paró y me dijo:
-Ahora vida mía, quiero que me comas el coño y que me hagas correr como el inútil de mi marido es incapaz de hacerlo.
Yo, estaba tan caliente que me dispuse a bajarle las mallas. Ella me detuvo y se las sacó, así como las bragas. Me sorprendió lo que vi. Llevaba el chocho totalmente depilado, y sus ingles, su barriga, sus muslos y hasta los labios del coño le brillaban. Interrumpió mi “trabajo” para decirme:

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-Veo que tampoco te habías comido nunca un coño sin pelo, y si además te extraña que mi cuerpo brille, debes saber que cuando acabo una sesión de gimnasia, y después de la ducha, unto mi cuerpo con un aceite relajante y perfumado.
Dicho esto, y haciendo gala de su elasticidad, me dejó sentado y puso los pies uno en cada apoyabrazos y se agarró a la barra que hay en el techo. Tenía su chocho prácticamente en la boca. Realmente olía bien, y me dio morbo tener un coño depilado en la boca. Los labios vaginales eran tersos y suaves y estaba tan excitada que su clítoris luchaba por sobresalir. Se lo apreté con mis labios y se lo chupaba despacito.
¡Aquella mujer era un volcán! Con solo dos pasadas de lengua empezó a gemir y con su movimiento de caderas me indicó que iba a correrse. Me he olvidado deciros que lo que más me gusta del sexo, es precisamente comerme un coño sabroso y sobre todo muy caliente, y sin duda, aquel lo era. Ella hizo el gesto de apartarse cuando iba a correrse, pero la sujete por las caderas para poder paladear todo lo que me regalaba su chocho.
Cuando acabo, me pareció observar que aun podía “irse” más si me lo proponía, por lo tanto, la hice sentar con el culo bien salido del asiento, me senté en el suelo y con mi cabeza entre sus piernas, me deleite saboreándola tal y como a mí me gusta. Despacito, excitándola hasta que le entraban convulsiones de gusto, metiéndole la lengua hasta el fondo de su cueva y pasándola después por todos los rincones del interior y del exterior. Una de las lamidas se fue directa a su culo y la muy guarra dijo entre jadeos:
-No pares, dame gusto y hazme correr, así, así, despacito. Ahora no pares, voy a correrme.
Su orgasmo fue largo y abundante. Mi polla estaba dura y con ganas de clavársela hasta el fon-
do. Entonces ella se levantó, se puso
de rodillas en el asiento y me ofreció su culo y su coño. Pero para sorpresa mía, cogió mi polla y se la dirigió a su pequeño agujero oscuro.
Ninguna mujer me había ofrecido el culo como ella lo estaba haciendo, y aun no me había recuperado de mi sorpresa cuando me dijo:
-¡Clávamela en el culo, te voy a dar un gusto que ni te lo imaginas! ¡Verás como también he trabajado los músculos de mi esfínter!
¡Joder con la culturista! No sé como lo hizo, pero su agujerito se tragó mi capullo y después mi polla sin ningún problema, pero al cabo de un momento entendí lo que me había querido decir. Su ano se contraía a cada embestida mía, apretado mi capullo de tal forma, que a la quinta o sexta clavada, me corrí, y era tanta mi descarga que la leche le salía por culo y resbalaba por sus muslos duros y brillantes.
Se apartó, de mi capullo aun salían los últimos chorros de leche, lo agarró y se lo puso en la boca, mamándolo despacito y tragándose todo lo que quedaba.

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Pero lo que me ocurrió después no me lo podía ni creer, aun- que no tenía ni una gota de leche, ella seguía chupando y lamiendo mi polla con mucha ternura y con la otra mano, me masajeaba el nacimiento del tronco y los huevos, de tal forma, que se me empinó otra vez. Me volvía loco de gusto y mis huevos aun tuvieron la valentía de dedicarle un buen chorro de liquido blanco, que ella se puso en la boca, se lo trago y después se lo esparció por su cara y por su chocho.
Estaba lo que se dice “muerto”, pero oímos un ruido y nos vestimos rápidamente. Era un hombre de otro vagón que querían entrar al nuestro que era donde estaba el baño. No vio nada, nos dio las buenas noches y se fue.
Nos aseamos un poco y cuando volvimos a nuestros asientos, nos miramos y hablando de aquella noche, quedamos citados para el día siguiente. Me levanté, le di un morreo y le susurré una promesa al oído, le dije que nos encontraríamos en mi casa, y que le comería el coño hasta que consiguiera que dijera basta.
Me dio otro beso, y como aun faltaba una media hora para llegar al final, me pedí si se podía masturbar, sentada tal y como estaba, y que me dejara verlo detenidamente.
No lo dudó ni un momento, se quedo con el coño al aire, saco el aceite de su bolsa de deporte, y me dedico, la mejor paja, con múltiples corridas que había visto jamás.
Ya os contaré otras historias que hemos vivido. Hasta pronto.
Besos a todos

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