Relato erótico

Sin vergüenza

Charo
28 de julio del 2020

Nuestros amigos, Pablo y Mercedes, nos cuentan el desenlace final de su historia. Es caliente a tope.

Pablo – MURCIA
Amigos de Clima, anteriormente os contábamos como en una parada del bus Mercedes, sin ningún reparo, empezó a acariciarme la polla y cualquier observador atento hubiese llegado a la conclusión de que me estaban haciendo una soberana paja.
Decía también que en uno de aquellos días fuimos a la playa que estaba desierta, a excepción de un pescador que con su caña probaba fortuna. A petición de Mercedes nos pusimos relativamente cerca de él y allí, con todo el desparpajo, hizo que me la follara.
Terminaba contando como Pascual, un amigo que hicimos en un camping nudista, logró follarse a mi mujer delante de mí, se disculpó por no haber conseguido que Mercedes se corriera, y tras argumentar que se le había hecho muy tarde y que nosotros teníamos que cenar, se marchó a contarle su victoria a su mujercita. Yo lo había acompañado a la puerta y cuando volví me encontré a Mercedes masturbándose.
– Por favor acábamelo, con la polla, con la boca o con lo que sea, pero acábamelo – me dijo y así lo hice…
Continuamos en aquel camping, como habíamos previsto hasta el final de nuestras vacaciones. Sin embargo, algo había cambiado en nuestra pareja. Si antes me excitaba fantaseando sobre un supuesto hombre sin rostro poseyéndola.
Teníamos conocimiento de la existencia en nuestra ciudad, de un local donde acudían muchos matrimonios en busca de intercambio de parejas y de tríos, y allí nos dirigimos para satisfacer mis deseos. Nos abrió la puerta una rubia con unas tetas capaces de amamantar a todo un hospital pediátrico, enfermeros, médicos y celadores incluidos, que ayudó a Mercedes a quitarse el abrigo. ser su pareja.
En un extremo de la barra pendía, sobre un soporte, una televisión en la que se emitían películas pornográficas, supongo que para hacer ambiente. Tras asegurarse de que sabíamos donde nos habíamos metido, la rubia de prominentes pechos, se ofreció a enseñarnos el resto del local, que además de la zona de bar constaba de una pista de baile y de una zona de reservados con unos sofás, no demasiado cómodos, dispuestos en semicírculos entorno a mesitas bajas. Nos explicó que, en el fondo, aquello funcionaba como un bar cualquiera. La gente venía, pedía una copa y trataba de ligar con quien le gustase, con la única diferencia de que lo hacía en compañía de su pareja.

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Pero había otra diferencia más, las parejas tímidas podían solicitar los servicios de la rubia pechugona o de su compañero para que mediaran como celestinos con otras parejas o chicos.
El local se había llenado a rebosar y nosotros seguíamos atrincherados en la barra con miedo a cruzar una mirada con nadie. Se notaba a la legua que éramos novatos, que éramos carne fresca, sin embargo nadie parecía tomar la iniciativa de ligar con nosotros, tal vez porque la camarera no sabía aun bien que era lo que buscábamos.
Entonces se acercó a nosotros el hombre que parecía la pareja de la rubia pechugona, se llamaba Fernando y nos iba poniendo al corriente de todo.
Nosotros observábamos detenidamente. Vimos a una mujer chupando la polla a dos tíos. Terminaron follándosela por turnos, como buenos hermanos, primero uno luego otro, cambiando de postura en cada relevo. Mientras, una pareja sentados enfrente de ellos, sin quitarles los ojos de encima se masturbaban mutuamente. A mi espalda empecé a oír los gemidos que antecedían a un orgasmo. Me giré y pude ver como una chica a cuatro patas, chupaba la polla de un hombre sentado en un sofá mientras un segundo chico le barrenaba el chocho con su enorme falo. Ella estaba vestida, simplemente le habían subido la falda y le habían bajado las bragas hasta los tobillos. La conversación y el espectáculo nos tenían a cien.
Fernando, de pronto, se excusó un momento para ir al lavabo, por lo cual aprovechamos para comentar la jugada. Aunque ninguno de los dos estaba completamente seguros de hacerlo, ella por miedo a que yo luego tuviese celos o simplemente la considerase una puta, y yo por miedo a que ella me reprochase que la había obligado a acostarse con otro y que eso era prueba de que había dejado de quererla, finalmente decidimos continuar adelante. Fernando había regresado del lavabo interrumpiendo nuestra conversación, sin embargo ya estaba todo dicho, ya estaba todo decidido. No sabía como dar el primer paso por lo que confiaba que Fernando, con más experiencia que nosotros, tomaría la iniciativa. De todos modos, para facilitar las cosas, dije que iba al servicio. Mercedes me miró y supe que sabía que la estaba entregando al sacrificio al dejarlos a solas.
Me demoré en lavabo todo lo que pude para dar tiempo suficiente a Fernando para seducir a mi mujer. Pero cuando volví me asuste. No estaban en el reservado donde les había dejado y por un momento pensé que se habían marchado a casa de Fernando dejándome con un palmo de narices y otro de polla.

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Pero me tranquilizó ver que el tabaco y el encendedor de Mercedes estaban allí. Los busqué con la mirada y por fin los vi bailando. Hasta aquel momento no había prestado atención a la pista de baile y a lo que allí ocurría, supongo que porque era la zona más oscura del local y con lo que había visto en otros sitios me había bastado. Ahora, pese a la oscuridad, podía intuir, más que ver, que en la pista tampoco se quedaban mancos.
Pero lo que acaparaba mi atención era ver como un hombre estaba besando a mi mujer y como ella no solo se dejaba hacer sino que respondía con pasión. Él, entonces, bajó una mano y la introdujo entre las piernas de Mercedes. Subió la corta y ajustada falda lo suficiente para que pudiese ver sus braguitas blancas y como la mano se introducía en las mismas. Le estaba metiendo los dedos en la raja y ella se estaba dejando, pero no solo eso, sino que además estaba tomando también la iniciativa y le estaba sobando el miembro por encima del pantalón. Yo estaba al rojo y dudaba entre levantarme y unirme a ellos o masturbarme allí mismo. Mercedes le sacó entonces el miembro y comenzó a masturbarlo. Ella había insistido en quedarse en el borde de la pista para que yo pudiese verlo todo, pero él la empujó hasta la pared y le bajó las bragas. ¡Quería follársela allí mismo!
Mercedes forcejeaba porque, aunque estaba muy excitada, no lo estaba lo suficiente como para dejarse follar por un desconocido en público, además, sabía que desde ese nuevo sitio yo podría ver poco o nada de lo que acontecía. Ella estaba dispuesta a follar con otro y conmigo, incluso con otro solo, pero yo debía de estar allí participando aunque solo fuera como mirón, sino se sentiría adultera, sucia, culpable. Me incorporé y me dirigí hacia la pista. Me resultó un poco difícil convencer a Fernando para que continuásemos en casa, pero al final accedió. Ante la perspectiva de o todo o nada no cabían dudas.
Montamos en su coche y nos dirigimos a nuestra casa. El había sugerido la posibilidad de ir a otro lugar de encuentros donde había una enorme cama redonda, allí la gente solía venir con su pareja o con alguien más, comenzaba a follar y cuando se quería dar cuenta estaba liado/a con algún desconocido/a de la otra punta de la cama. Una autentica orgía, nos dijo.
Rechazamos cortésmente la oferta, era la primera vez que juntos hacíamos algo por el estilo y nos parecía demasiado su ofrecimiento. Mercedes se sentó delante y él, como no, aprovechaba los cambios de marcha, primero para rozar la rodilla, luego para acariciar los muslos y por ultimo, en los semáforos, para tocarle descaradamente la entrepierna. En el numerito de la pista Fernando le había quitado las bragas a Mercedes, y cuando decidimos ir a casa fueron directamente al bolso, por lo que cada vez que se ponía el semáforo en verde unos dedos impregnados de flujo se agarraban al volante.

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Una vez en casa pusimos unas copas para perder los miedos, sin embargo nadie tomaba la iniciativa. Fernando era el experto, pero no hacía nada para demostrarlo, hablaba de vaguedades y eludía cualquier acercamiento a Mercedes. Así que decidí poner una película porno con temática de tríos por si con el ejemplo… Al principio parecía que aquello tampoco iba a funcionar, Mercedes y yo, que estábamos hartos de ver aquella película la mirábamos como si de algo nuevo y desconocido se tratase, y Fernando, a la izquierda de Mercedes, no movía ni un dedo. Cinco minutos de película bastaron para que me decidiera yo a dar el primer paso que nadie parecía querer dar. Comencé a besar a Mercedes mientras que con una mano le acariciaba los pechos. Por el rabillo del ojo pude ver como Fernando comenzaba a tomar posiciones en el coño de ella, que al sentirse tocada por él giro la cabeza y comenzó a besarlo. Nos habíamos colocado ya en la parrilla de salida, y entre besos y caricias, cuando nos quisimos dar cuenta estábamos los tres desnudos. Él se arrodilló entre sus piernas y comenzó una concienzuda comida de coño, pero yo no me quería quedar en fuera de juego, por lo que opté por subirme al sofá e introducirle el miembro en la boca a Mercedes.
Estaba muy excitado y tenía miedo de correrme antes de tiempo y tener que quedarme el resto de la velada como simple mirón, así que propuse ir a la cama donde, de manera más cómoda, podíamos pasar a mayores. Mercedes se tumbó boca arriba y yo aproveché que su chocho estaba ahora libre, para comenzar a cabalgarla. Ahora era Fernando quien se sentía desplazado, por lo que optó por colocarse junto a la cara de Mercedes y meterle el rabo en la boca. La postura no era muy cómoda para él, pero tan poco lo era del todo para mí, pues me estaba follando a mi mujer con una polla a menos de diez centímetros de mi boca. Al rato tuve que volver a parar y ceder mi puesto a Fernando que, sin dudarlo, aceptó. Fernando la colocó a cuatro patas y empezó a bombearla. Supongo que quería evitar la postura anterior y sufrir el riesgo de tener una polla a escasos centímetros de su rostro. No puse inconvenientes al cambio ya que me permitía sentarme al otro extremo y, agarrándola de las orejas, marcar a Mercedes el ritmo de felación. Mercedes comenzó entonces a correrse, dejando de mover la cabeza aunque sin sacarse el miembro de la boca, con lo que sus gemidos recordaban a los de un trompetista con sordina.
Satisfecho de su triunfo, Fernando intentó cambiar de agujero, pero Mercedes al percatarse de sus intenciones, le interrumpió aduciendo que ya que la iban a encular y tenía dos pollas a su disposición, le gustaría probar la doble penetración. Fui al cuarto de baño por vaselina y cuando volví encontré a Mercedes trotando como una loca sobre él. – ¡No hijo no! – protesté – Ser el marido da derecho a elegir agujero, si tú has sugerido culo, tú te quedas con el culo – le dije.
Me tumbé en la cama y la senté sobre mi miembro inclinándola hacia adelante para que Fernando le pudiese untar la vaselina. Le costó un poco entrar pero cuando lo consiguió todo fue como coser y cantar. Notaba su miembro en cada embestida y parecía que estaba separado del mío por una pequeña membrana que estallaría cuando menos nos lo esperásemos. Sin embargo a ella no parecía que le hiciese daño, más bien al contrario, gemía y casi gritaba de gusto. Podía ver la cara de ella y si me giraba un poco la de él, la de ella no era precisamente la de una santa esposa, la de él reflejaba la proximidad de un orgasmo. Aceleré el ritmo, pretendía hacer coincidir mi orgasmo con el de Fernando y a la vez provocar el de ella. Entonces noté como una vibración a través de la pared vaginal. Se estaba corriendo. Mercedes debió sentirse inundada por detrás porque automáticamente comenzó a correrse provocando con sus gemidos a su vez mi orgasmo.
Fernando y yo nos quedamos rendidos y sudorosos en la cama mientras que Mercedes se iba a lavar. A su vuelta él comenzó vestirse comentando que se lo había pasado muy bien con nosotros y que si queríamos, podíamos quedar otro día, para lo cual nos dio su teléfono. Al quedarnos solos comentamos lo sucedido y rememorándolo nos sentimos tan cachondos que tuvimos que volver a pegarnos un polvo. Casi gozamos más entonces que antes, porque conforme recordábamos lo sucedido nos explicábamos lo que habíamos sentido en cada momento. Pero a la mañana siguiente, al despertarme, la descubrí llorando desconsoladamente. Decía que era una puta, que había follado con dos hombres, que me había puesto los cuernos, que había hecho todo lo posible para llevarse a la cama a un hombre que no era su marido, y que encima le había gustado. Traté de hacerle entender que no era una adultera porque yo estaba delante, estaba de acuerdo y deseaba lo ocurrido. Pero sus remordimientos eran tan fuertes que me hizo prometerle que no volveríamos a hacerlo más y yo le prometí que nunca más lo haríamos, a no ser que ella consintiera en ello. Y no mentí. Sin embargo desde entonces, varias veces al año me concede una noche loca y en ella buscamos a un chico o a una pareja con la que tener una aventura.
Saludos de los dos.

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