Relato erótico

Sin ganas de sexo

Charo
8 de octubre del 2018

Su marido no la deja satisfecha y por este motivo esta “desganada” de sexo. Le compro un consolador y le sugirió que podía follar con otro hombre.

Carmen – BARCELONA
Amiga Charo, siempre que hago el amor con mi marido quedo insatisfecha. Apenas comienza a acariciarme ya quiere meterla y eso que trato de no tocarle su miembro porque si no es capaz de descargarse en mis manos. Por eso es que cuando acaba y se retira tengo que irme al baño y auto ayudarme para poder llegar al orgasmo.
Pero se nota que él algo debe intuir, porque ya hace un tiempo que me viene proponiendo introducir a otro tipo en la cama. No sé si lo hace porque piensa que de ese modo yo voy a poder satisfacerme o porque le gustaría verme con otro.
Siempre le digo que no pero él insiste y hasta compró un consolador que suele ponerme de vez en cuando. A mí eso no me gusta mucho y generalmente me niego a que lo traiga a la cama aunque tengo que confesar que cuando me lo introduce y a pesar de la frialdad que tiene, siento una excitación que no puedo parar. Muchas veces llegué al orgasmo con él adentro, aunque trato de disimular lo mejor posible.
Me acuerdo que cuando era más joven siempre terminaba antes que yo, pero continuaba moviéndose y con el pene erecto hasta que yo llegaba. Ahora eso ya no sucede, así que me siento bastante desconsolada. No me gusta masturbarme, prefiero que sea el hombre el que me haga gozar y él ni con los dedos lo hace ya. Tampoco me la chupa más, pero sí le gusta que yo se lo haga a él y casi siempre, si me descuido, eyacula en mi boca. Antes me agradaba hacérselo y no dejaba que la sacara hasta exprimírsela bien, pero ahora no sé si es que estoy más vieja o desganada, producto del mal sexo que tenemos, que ni siquiera gozo con ello y nunca tomo la iniciativa. Es él el que me lo pide y yo a regañadientes se lo hago, pero no siempre.
Así que cuando insistió una vez más en traer a otro tipo a la cama, le sonreí y de dije que lo creía incapaz de dejarme follar con otro delante de él porque siempre fue y es muy celoso. Le volví a reiterar que la idea no me gustaba pero que si él pensaba que la iba a pasar bien, me sacrificaba y listo.
Realmente yo quiero mucho a mi marido y jamás pensé en ponerle los cuernos, por eso es que ahora que ya no gozo con él como antes trato de satisfacerme sola y eso que oportunidades no me faltan si quisiera engañarlo. Por mi actividad conozco mucha gente y a muchos hombres los tuve que frenar porque se estaban insinuando demasiado y eso que yo no les doy lugar a pensar que tengo el “sí” fácil y rápidamente me abro de piernas. Le soy fiel y punto. Esa es mi manera de ser.

Como seguía con su cantinela al final le dije que aceptaba. El solo hecho de pensar que iba a estar follando con otro tipo delante de él me producía una sensación rara en la boca, como si tuviera náuseas, pero poco a poco las ganas me fueron ganando. Pensé que si él lo aceptaba tan normalmente y el tipo que me trajera resultaba de mi agrado, podía probar. Por ahí realmente la pasaba bien, el temor era calentarme de tal modo con ese hombre que me enamorara y tuviera luego que separarme. No era mi intención hacerlo porque el sexo no era todo en nuestra pareja. Fuera de la cama la pasábamos realmente bien y ahora, porque no me satisfacía como antes no tenía por qué alejarme de él.
Puse como condición que la persona que trajera tenía que ser un tipo sano, no fuera que metiera a un loco o degenerado en la cama y fuera una experiencia terrible. Le pedí también que no fuera un Adonis pero que tampoco fuera un contrahecho y que, sobre todo, fuera discreto.
Me dijo que había pensado en un conocido nuestro y dudé un poco. No fuera que después éste contara lo sucedido a los otros amigos y quedara como una puta barata. Me estaba empezando a gustar la idea de follar con otro que no fuera mi marido, ya que siempre tuve sexo solamente con él y fue quien me había desvirgado, así que sería toda una experiencia para mí, pero tampoco quería que se llegara a saber que follaba con otro que no era mi marido. Sería terrible. Yo soy una profesional y me desprestigiaría mucho si llegara a oídos de algún cliente lo que había estado haciendo. Así que preferiría a un extraño que no supiera nada de mí.
Pero la duda acerca del nombre fue más fuerte que yo y le pregunté en quién había pensado. Cuando me dijo el nombre de Oscar, que era el marido de mi mejor amiga, y que era realmente buen mozo ya empecé a cambiar de idea. Me acordé que en el club contaban las mujeres, cuando su esposa no estaba presente, que éste era un pillo, que no dejaba títere con cabeza y que sabía hacer gozar a las hembras. Además, sabía por mi marido, que lo veía en el vestuario cuando se duchaban después de algún partido de tenis, que Oscar tenía bien puesto el apodo de “tres piernas” con que lo llamaban a veces, porque tenía una verga descomunal. Mi esposo me la había comparado con la de un actor que trabajaba en películas porno y si realmente se le aproximaba en dimensiones, era tremenda. Siempre pensé que algún día se la podría llegar a ver accidentalmente, pero nunca de esta forma como pensaba mi esposo.
Tenía tal curiosidad por verlo y hasta me da vergüenza contarlo, que un fin de semana que pasamos juntos los cuatro en su casa de la playa aproveché que, tanto su mujer como mi marido estaban charlando con unos vecinos, para disimuladamente entrar en el cuarto a buscar algo después de que él había salido de la ducha.

No sé qué pasaba por mi mente en ese momento, pero tuve tanta mala suerte que cuando entré de golpe en el cuarto se sorprendió y se tapó raudamente sin poder verle nada. Qué desilusión, me la jugué como una muchachita calentona y al final no vi nada.
Acepté la propuesta de mi marido y le volví a repetir que tenía que hacerle prometer discreción y un silencio total. Me gustaba la idea de acostarme con Oscar pero no quería que se supiera. Si mi amiga se enteraba iba a arder Troya y su iría al diablo nuestra amistad de tantos años, al margen de quedar mal con el resto de nuestros amigos. Pero el día llegó. Aprovechamos que los chicos iban a estar ausentes durante toda la tarde de ese sábado y él le dijo a su mujer que iba a ver un partido de fútbol con mi marido. La coartada perfecta.
Cuando llegó, tomamos un par de whiskys y pasamos rápidamente al dormitorio. Cuando me besó en la boca sentí que el fuego me subía. Me empezó a acariciar muy suave y cuando llegó a mi entrepierna sentí que desfallecía. Hacía tanto que quería esas caricias. Me fue desnudando él mismo mientras mi marido lo observaba todo. No me animaba a tocarlo y cuando me depositó suavemente sobre la cama me llevó la mano hacia su miembro que, todavía fláccido, era grande. Allí noté que estaba empezando a crecer y que realmente no me habían mentido.
Me entregué y empezó a besarme desde los pies a la cabeza mientras sus manos se aferraban a mis pechos, pero no me tocaba mi cueva para nada, cuando llegaba al lugar pasaba de largo y eso me calentaba cada vez más. Mis pezones parecían reventar. Estaban tan duros y excitados que el solo roce de sus dedos me llevaba al borde del clímax y comencé a temblar como loca.
El, finalmente, llevó sus dedos a mi coño y me introdujo dos al tiempo que con el pulgar comenzaba a masajear mi botoncito delicadamente. Su lengua y sus dedos parecían multiplicarse para estimular mis centros más sensibles.
En un momento dado apoyó su cabeza sobre mi coño y me prodigó varias lamidas sobre el clítoris hasta que, finalmente, me penetró con su lengua y allí exploté sin contenerme, teniendo mi primer orgasmo. Nunca había sentido nada igual. Incluso mi marido me miraba sin entender nada.
A esta altura, el miembro de Oscar parecía cada vez más grande. Era descomunal, nunca había visto nada igual. Me puso debajo de él y me penetró suavemente. Pensé que no iba a poder aceptarla por sus dimensiones y hasta sentí cierto temor. Pero su verga se deslizaba lentamente hacia mi interior y cuando estuvo bien adentro comenzó a entrar y salir de mi sexo, avanzando con cada acometida varios centímetros hacia el fondo de mi canal. Nos estábamos acercando al orgasmo.

Él continuaba bombeando y el ritmo violento de sus embestidas me resultaba ya insoportable.
Me olvidé de quién estaba encima de mí y de que mi esposo estaba observándolo todo. Cerré los ojos y me dejé flotar en mi orgasmo, que fue algo maravilloso.
Cuando terminó, se fue al baño y mientras tanto yo le indiqué a mi marido que se acercara, comencé a masturbarlo y pronto lo hice orgasmar, pero antes de que desparramara toda su leche, me metí su polla en la boca y se la dejé bien limpita, agradeciéndomelo con la mirada.
Oscar volvió y empecé a acariciarlo suavemente, notando que su enorme miembro se ponía duro nuevamente. Yo quería gozar más y me subí encima de él. Fue un momento glorioso porque me detuvo con una mano en el ombligo mientras me acariciaba con la otra una teta. Detenida así, bajé la vista y vi su polla bien dura y brillante y yo misma tuve que tomar la iniciativa. Me elevé sobre la rodilla, le agarré la verga del tronco, me la coloqué a la entrada de mi coño y me dejé caer suavemente sintiendo la entrada de cada centímetro de tranca en mi coño ávido, gozando como no había gozado jamás, mirándonos la cara y sonriendo.
Después empezó el movimiento que siguió hasta el paroxismo. ¡Qué manera de follar! Mi marido nos miraba con cara de sorprendido y tenía su verga erecta nuevamente, así que le hice una seña para que se acercara y me la puse nuevamente dentro de mi boca, pues sabía que le gustaba mucho eso, y comencé a mamársela. Pronto los tres estallamos en intensos orgasmos y quedamos rendidos recostados sobre la cama sin decir palabras.
Después de un buen rato, me vinieron ganas de chupar la de Oscar, así que fui girando suavemente hasta quedar en un perfecto 69. Acerqué mi cara al glande, agarrando decididamente su polla por el tronco mientras le acariciaba los testículos con la otra mano. Rocé la cabeza con los labios y vi aparecer en la boquita de la verga el líquido preseminal que tenía todo el olor a macho. Yo estaba lanzada e inicié mi felación tragándome esa verga descomunal, chupándosela con vigor y estremeciéndome cada vez que él bombeaba lentamente con su boca en busca de los jugos de mi coño.
Pronto Oscar me separó las piernas y comenzó a lamerme. Se lengua se metía en todos los rincones de mi coño, me rodeaba el clítoris con sus labios y pretendía succionármelo. Entonces mi marido dijo que quería participar y me pidió que me pusiera a cuatro patas sin dejar de chupársela a Oscar. Se arrodilló detrás de mí. Yo estaba excitadísima y le pedí por favor que me la metiera. Mi coño estaba bien expuesto y con los labios hinchados. El los separó y hundió un dedo en mi cavidad caliente y súper mojada. Yo no podía dejar de gemir y movía las caderas incitándolo a que me la metiera de una vez, pero a él no se le endurecía del todo, así que seguí chupando la gruesa verga del marido de mi amiga, que sí estaba dura, mientras esperaba la embestida de mi marido.

No sé si por lo que estaba viendo o porque tenía que suceder, a mi esposo se le levantó al fin de una manera como nunca había visto y sentido. Me la metió hasta el fondo de mi coño húmedo y comenzó a moverse a un ritmo descomunal. Pensé que iba a desfallecer. ¡Qué follada me dio! Nunca lo hubiera imaginado. Me follaba como en los mejores días.
Mi marido estaba tan entusiasmado que me propuso follarme por el culo mientras Oscar me la metía por el coño. No dudé un instante y rápidamente dejé de chupársela a mi amigo, me di la vuelta y lo monté dejando el culo bien expuesto para que mi esposo no tuviera dificultades. Para lubricarme me pasó la lengua por el agujero y me empecé a volver loca cuando me la fue metiendo despacito para no dañarme. Hacía tanto que no lo hacía por ahí que me había olvidado el placer que me producía.
Cuando agarraron el ritmo, yo era un pelele entre los dos, pero nunca hubo un pelele tan feliz como yo en esos momentos. Me estaban follando dos tipos al mismo tiempo. Jamás lo hubiera imaginado. Me estaban deshaciendo, pensaba que no iba a poder follar por un tiempo, pero cómo los gozaba.
Esa tarde resultó ser un momento decisivo en nuestra relación. Nunca antes habíamos compartido un secreto tan especial. Oscar se retiró prometiendo guardar silencio de todo ello, no sin antes decirnos que cuando quisiéramos podíamos contar con él, que la había pasado muy bien y esperaba que nosotros también. Por la mirada que le eché en esos momentos supongo que adivinó que yo la había pasado excelente.
Desde entonces hemos tenido otros encuentros de ese tipo sin miedos y seguros de lo que sentimos.
Saludos y besos de los dos.

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