Sin exclusividad

Tenía una buena amiga con la que echaba unos polvos de infarto. No habían hablado de “exclusividad”, pero cuando se enteró que follaba con otros, no le gustó y lo dejaron. Por aquella época se separo de su mujer y su vida sexual se volvió un poco “loca”.

Roberto – La Coruña
Hace aproximadamente unos tres años tuve una relación con una amiga a la que llamaré Carmen, muy bonita con sus 43 años, buenas tetas, buen culo y follaba divinamente. Tenía un coño no muy peludo, que me encantaba comer. Decía que nadie le había comido el chocho como yo, y mientras se corría como una guarra, me decía:
– ¡Así, mi amor, me matas de gusto…!
Me cogía la cabeza con las manos, como si quisiera que la metiera dentro. Cuando quedaba extenuada, después de correrse tres o cuatro veces, se la metía hasta los huevos, llenándole el coño de leche.
Sé que parece una relación perfecta, pero cuando me enteré que también follaba con otro, rompimos. Quizá si me lo hubiera explicado, no me hubiera importado.
En esas estábamos cuando su hermana me presentó a una amiga de la misma edad, una morena con unos ojos muy bonitos y una boca para que te chupara la polla sin parar. En esa época yo estaba con mi mujer, y tenía 58 años.
Quedé con esa amiga, a la que llamaré Eugenia. Tuvimos una primera cita inolvidable. Era una máquina de follar, llevaba el chocho depilado y cuando se lo comía era como un torrente, una vez llegó a correrse doce veces, y diciendo:
– ¡Así, más, otra vez, no pares, so cabrón… tanto tiempo sin probar esto… qué bueno… chupa fuerte y no pares…! – me gritaba.
Una vez relajada, se puso a cuatro patas y me dijo:
– ¡Ahora fóllame y lléname el coño de leche!
Como es natural se la metí hasta los huevos y sin parar de bombear, cogiéndola de las caderas, hasta que los dos nos corrimos como dos fieras. Me dejó los huevos secos y luego vinieron muchas folladas espectaculares.
Yo me separé de mi mujer y en la actualidad estoy divorciado y llevo dos años viviendo con esa morena, Eugenia, y pienso casarme con ella. Cada follada que hacemos es de lo más bonito, pero al mismo tiempo somos muy liberales como a continuación os cuento.
Con el tiempo recuperamos la amistad con Carmen y un día en su casa, y en
Broma la cogí del culo haciéndola exclamar:
-¡Eugenia, mira, tu marido me está tocando el culo!
– No pasa nada, deja que disfrute – le contestó Eugenia.
Entonces yo, envalentonado, le solté:

– Oye Carmen, chúpame un poquito la polla, mira como la tengo – yo ya la
tenía en la mano – Anda cógela.
– ¡Que no, te digo! – respondió ella
– Eugenia, cariño – añadí yo – chúpamela tú para que lo vea Carmen.
Mi Eugenia se arrodilló metiéndose mi polla en la boca y cuando empezó a chupármela se me pusieron los ojos en blanco. Al rato se la sacó y le dijo a Carmen:
– Es tu turno.
Carmen, sin protestar, empezó a chupármela con ganas y mi mujer mirando. Cuando se la saqué de la boca, la subí en una banqueta, le saqué el short y las bragas y empecé una comida de coño haciéndole recordar cuando se lo comía y el gusto que le daba. Le hice una señal a Eugenia para que se acercara, y le tocara las tetas. Aquel día no fue a más porque iban a llegar unos familiares y tuvimos que dejarlo, pero el camino ya estaba abierto.
El primer encuentro que tuvimos en nuestra casa, ya solos los tres, fuimos como tres fieras hambrientas de sexo. Desnudos los tres Carmen cogió a mi Eugenia y empezó a morreárla cogiéndole las tetas, besándole el cuello y luego, bajando hasta llegar a su coño que empezó a chupar con unas ganas como si le fuera la vida en ello. Ante semejante espectáculo yo le puse mi polla en la boca a Eugenia que, entre gemidos de gusto, se corría una y otra vez.
– Anda, cariño – me dijo Eugenia tras descansar de tanto orgasmo, fóllala, llénale el coño de leche.
La obedecí y Eugenia miraba como entraba mi polla en el coño de Carmen y acababa llenándoselo de leche.
-¡Así, toma Carmen, hasta los cojones… vaya gustazo… así, vacíate los cojones en el coño de nuestra querida amiga! – gritaba Eugenia excitada.
Acto seguido mi Eugenia le hizo una comida de coño, con el que la muy zorra se retorcía de gusto, mientras, yo le chupaba las tetas, le comía la boca o le metía mi maltrecha polla entre los labios.
Una tarde y después de ir de compras, salí de la ducha y mientras me secaba, me di cuenta que estaba todo en silencio. Me imaginé que la dos estarían en el dormitorio y efectivamente, allí estaban abrazadas y comiéndose la boca. Entonces Eugenia me explicó como empezaron.
Estaban en el comedor y al pasar, la una junto a la otra se rozaron. Se lo tomaron en broma y se dieron un beso en la mejilla, pero este inocente beso se transformo en un morreo. Luego fueron a la cama y Eugenia, con unos deseos tremendos, se le subió encima restregándose los coños.
Cuando yo entré seguían dándose la boca abrazadas y empecé a chuparle una teta a Carmen y otra a Eugenia hasta que mi Carmen dijo:

– Ahora me como el hermoso coño de Eugenia y después te toca a ti. ¡Que sabroso tienes el coño, mi niña!
Le hacía una fabulosa comida de coño y yo ahogaba sus gemidos con mi boca. Se retorcía de gusto, y decía:
-¡Más, así, cabrones, me matáis de gusto entre los dos… que gustazooo… tan tremendo, así mi vida, cómete todo mi coño… mi amor, reviento, sí, reviento… ooooh…!.
En poco tiempo se repuso de nuevo y fue cuando cambiamos el sitio. En cuanto Eugenia posó sus labios en el chocho de Lucia, empezó a gritar que se corría. Entonces me puse detrás de Eugenia y se la metí en el coño mientras ella le comía el chocho a Carmen. Así disfrutamos los tres de unos momentos buenísimos.
Por la noche, solos en la cama Eugenia y yo, ella seguía caliente y me dijo:
– Anda, cariño, que hoy me falta tu comida de coño.
Se corrió cuatro veces y con la follada siguiente otras dos.
Me olvidé de deciros que ahora tengo 60 años, mi Eugenia 46 y Lucia la misma edad. Seguimos follando como locos y tenemos para rato.
Un beso de parte de los tres.