Relato erótico
Sin cobertura
Su coche se averió, no tenía cobertura en el móvil y estaba en medio de la nada. Había visto un motel a unos diez kilómetros pero, no tenía ganas de caminar, al menos de momento. Se metió en el coche y pensó que una forma de pasar el tiempo era haciéndose una paja. Lo que no se imaginaba es que un coche con una chica iría a su auxilio.
Jorge – Gerona
Se suele decir, que hay gente que nace con estrella y gente que nace estrellada. Yo a aquellas alturas de la noche y en la situación en la que me encontraba, empezaba a tener muy claro que pertenecía a la segunda opción. Estaba en medio de ningún lado, a altas horas de la madrugada, en una carretera por la que no pasaba ni un alma, con un coche que no arrancaba y con un móvil sin cobertura, ¡viva la tecnología moderna! Llevaba más de media hora allí, sin saber muy bien que hacer. Había intentado revisar el motor de mi coche, pero la verdad, soy músico, no mecánico.
Había intentado moverme para ver si el teléfono cogía cobertura, pero al parecer no había nada que hacer, y para colmo el último signo de civilización que había visto era un pequeño motel de carretera hacía unos 10km ¡y malditas las ganas que tenía de meterme aquella pateada! De todas formas aún tenía la esperanza de que algún alma errante decidiera pasar por aquel lugar y me echase una mano. Decidí esperar un rato más dentro del coche, porque fuera hacía frío. Así que puse los obligados triángulos y me metí en el coche. Suerte que el encendido funcionaba y pude poner la calefacción, pero sabía que no podía mantenerla mucho rato porque sino además de sin motor, me quedaría sin batería; así que cuando el ambiente estuvo un poco más caldeado la apagué.
Estaba a oscuras, solo, en un ambiente templado y en una situación desesperada, y ¿qué es lo que se le ocurre a un hombre que puede hacer en un caso así para no aburrirse? Creo que es evidente, recosté el cuerpo contra el asiento y me acomodé. Notaba que la temperatura empezaba a bajar, pensé que masturbarme me ayudaría a conservar un poco de calor. Comencé a acariciar mi verga, aun fláccida, por encima del pantalón, suave pero insistentemente y pronto comenzó a tomar un mayor tamaño. Cuando empecé a notar el agradable calor que producía aquella sensación, decidí dar un poco más de marcha al asunto, así que desabroché mi cinturón, los botones de mi bragueta pensando que no eran mis manos las que lo hacían sino las de una mujer voluptuosa, que deseaba tomar mi polla entre sus labios. La imagen que creé en mi cabeza, me ayudó a excitarme más. Imaginé a una chica joven, de cabello negro y rizado, con una preciosa boca, con pechos grandes coronados con unos bonitos pezones que incitaban a pellizcarlos.
La imaginaba arrodillada ante mí, acercando sus labios carnosos, besándola y lamiéndola, hasta metérsela en la boca y comenzar a hacer movimientos y presión como si quisiera simular que era su coñito el que me engullía el miembro.
Estaba excitadísimo y los movimientos de mi mano cada vez eran más rápidos. Había olvidado por completo la situación en la que me encontraba. Justo en ese momento, algo me hizo volver a la realidad, noté que el interior de mi coche comenzaba a llenarse de luz. Detuve el movimiento e intenté buscar de donde venía.
Al girar la cabeza hacia atrás, vi que venía un coche. La verdad es que no se si sentí alegría o enfado, no me quedaba mucho para correrme. El conductor paró a la altura de mi coche, era una mujer, lo que me faltaba, con el calentón que llevaba.
Abrió la puerta y bajó, no era la belleza morena de mi fantasía erótica, pero desde luego, su cuerpo no ayudaba a relajar la tensión entre mis piernas. Era alta y bien proporcionada, con una falda de tubo bastante corta, con una camiseta corta que marcaba unos pechos grandes además, el frío estaba haciendo que los pezones se le pusieran de punta. Ni siquiera le había mirado a la cara, me preguntó que me había pasado y empecé a contarle lo sucedido, sin conseguir mirarla a la cara y tratando de poner posturas que no evidenciaran el bulto de mi pantalón. Me dijo que si quería, había visto un motel de carretera y no le importaba acercarme hasta allí.
¡Estupendo! Iba a montar en un coche, estando yo cachondo perdido con una mujer que estaba como un tren para ir a un motel, ya me imaginaba una noche matándome a pajas. Acepté, le di las gracias, cerré mi coche y me dirigí al suyo. Mientras abría la puerta y me acomodaba a su lado, mi mente empezó a cavilar cientos de situaciones distintas en las cuales conseguía follármela. Ella me estaba hablando pero yo no la hacía mucho caso, asentía ligeramente y seguía con mis escenas imaginarias. Por fin, cuando me atreví a mirarla, pude apreciar que no era gran cosa, lo que más me llamó la atención fue su boca, no excesivamente grande, pero bien dibujada y carnosa, la boca ideal para hacer una mamada.
No se si notó mi calentura, pero nuestros ojos se cruzaron, ella puso cara de sorpresa y su mirada pasó sin tapujos y sin vergüenza a mi entrepierna. Se hizo el silencio en el coche y fue cuando pensé que ella pararía el vehículo y me obligaría a bajarme, pero no fue así. En su sensual y apetecible boca apareció una pícara sonrisa y siguió conduciendo, sin decir nada. Seguí sentado mientras notaba que el rubor subía a mi cara, pero el hecho de que ella supiese que yo estaba empalmado hizo que me excitara aun más, mi pantalón iba a reventar. Fuimos todo el camino callados, aunque de vez en cuando yo miraba de reojo la línea curva que formaban sus hermosos pechos y la piel que desaparecía debajo de su falda. Cuando llegamos al motel noté que el coche reducía la velocidad deteniéndose en uno de los aparcamientos frente al edificio. Le di las gracias y le dije que si podía compensarle el favor de alguna manera. Juro que la pregunta no fue con mala intención, pero su respuesta me dejó atónito.
– Bueno… es tarde, no tengo nada mejor que hacer y no eres el único que está cachondo.
– ¿Quieres alquilar una habitación? -pregunté tragando saliva como pude y deseando que aquello no fuera una broma.
Sin decir nada, ella apagó el motor y se bajó del vehículo. No tardé ni un segundo en seguirla. Cerró el coche, nos encaminamos hacia la puerta del motel, solicitamos una llave y fuimos hacia la habitación. Yo iba a desnudarla poco a poco, pero no me dejó, antes de que me diera cuenta ya se había sacado la camiseta y la falda, solo llevaba un tanga que dejaba entrever su coñito rasurado.
La visión de su cuerpo fue una explosión de placer para mis sentidos, sus formas eran extremadamente voluptuosas. Sentí deseos de follármela sin más preámbulos, pero no iba a estropear el momento comportándome como un animal, así que refrené mis impulsos y me acerqué lentamente a ella. Le puse la mano en la cintura para atraerla hacia mí y deposité un suave beso en sus labios. Al notar que estos respondían abriéndose un poco, pasé a besarla con más intensidad llegando a introducir mi lengua en su boca para jugar con la suya. Sus manos comenzaron a moverse por mi cuerpo, acariciando mi espalda de abajo a arriba y deteniéndose en mi nuca, de repente de un solo movimiento tiró de mi camiseta y me la quitó por la cabeza. La tiró a un lado y atacó mi cuello, recorriéndolo con sus labios mientras trazaba círculos por la lengua, desde las orejas hasta los hombros, cambiando de un lado a otro pasando por encima de mi pecho. Sus besos comenzaron a descender hasta llegar a mis pezones y mientras con la boca me mordía uno suavemente, con la mano me pellizcaba el otro. Sobra decir que a estas alturas mi empalmada era de campeonato. Su boca siguió bajando hasta llegar a la cinturilla de mi pantalón, noté que forcejeaba con el pantalón y cuando estuvo totalmente abierto, se incorporó y se puso detrás de mí. Noté su aliento en mi nuca y de repente sentí como sus grandes pechos se aplastaban contra mi espalda, casi puedo decir que noté como sus pezones duros se clavaban. Sus manos aparecieron por delante y resbalaron por mi torso, bajando por mi vientre y se colocaron tímidamente sobre mi polla.
¡Quería follármela ya! Pero por más que lo intentaba, era incapaz de moverme. Ella sabía mover las manos y me estaba volviendo loco con sus caricias. Tiró del pantalón, arrastrando con él los boxer, se agachó, me quitó los zapatos, los calcetines y terminó de desnudarme. Se incorporó y volvió a ponerse enfrente. Ella aún llevaba el tanga y yo la quería totalmente desnuda, así que la cogí por lo hombros, le di la vuelta y la llevé contra la pared. Apoyé una mano contra su espalda apretando su pecho contra el muro y la otra mano se la puse en el bajo vientre tirando hacia atrás obligándola a sacar culo, ella tenía los brazos levantados con las palmas de las manos contra la pared. En esta postura, le aparté el pelo hacia un lado y fui besando su nuca, sus hombros, deslizando la lengua por su espalda, cada vez más abajo, mientras mis manos recorrían sus costados, desde el nacimiento de sus pechos hasta sus caderas. Cuando mi boca llegó al delgado cordel que era la cinturilla de su tanga, lo mordí y tiré de él hacia abajo, de forma que mis labios iban besando su nalga mientras le quitaba la prenda.
De repente se dio la vuelta y me encontré con su coñito depilado frente a mi cara, no pude evitar el impulso de besarlo y meter la lengua entre la tímida rajita que formaban sus labios.
Ella no pudo reprimir un gemido de placer y noté como se tensaba. Terminé de quitarle el tanga y la obligué a separar las piernas de forma que pudiese tener mejor vista del tesoro que escondía entre ellas. Con un dedo comencé a acariciar sus labios y su duro clítoris, deslicé el dedo hasta llegar a su entrada, completamente empapada. Entró sin dificultad, así que lo saqué y metí dos, tampoco me costó hacerlo, así que intenté meter un tercero; este ya me costó un poco y sentí como se estremecía. Comencé a mover los dedos dentro de ella, hacia arriba hacia abajo, intentando abrirlos para rozar todos los lados de su vagina. Desde mi posición, aún agachado, podía ver tanto mis dedos en su coño como las expresiones de su cara.
Estábamos muy excitados, pero antes de follármela quería que hiciese algo por mí, no iba a desperdiciar aquella boquita. Saqué los dedos y me incorporé, ella tomó mi mano y comenzó a lamerme los dedos con lascivia, recorriéndolos con la boca y con la lengua.
– Como sigas haciendo eso, te voy a meter otra cosa en la boca.
No se como pude decirle aquello así sin más, pero el hecho fue que funcionó. Sin pensárselo, se arrodilló, cogió mi polla y sin preámbulos se la metió en la boca hasta la mitad, a cada embestida conseguía introducir un poco más hasta que llegó a engullirla entera. Cuando se la metía, lo hacía con rozamiento suave de sus labios, pero al sacarla, succionaba y al llegar al capullo, sin sacarla completa, pasaba la lengua por la punta para volver a introducirla. Su lengua jugaba constantemente haciendo círculos por todo el tronco. Me estaba volviendo loco, iba a correrme en su boca, pero debía aguantar, quería penetrar su coñito. Así que muy a mi pesar la aparté.
– ¿No te gusta como lo hago? – preguntó levantando la mirada.
– Claro que me gusta, pero no quiero correrme todavía.
Cuando intentó levantarse, le puse la mano en el hombro para evitarlo, me puse detrás de ella y me arrodillé haciendo que abriese las piernas para ponerme entre ellas, puse la mano en su espalda y le dije que se inclinara apoyándose sobre las manos.
– Relájate – le dije.
Viendo su culito alzado e indefenso ante mi, decidí intentar penetrarla por detrás.
– ¿Nunca te la han metido por este impresionante culo?- pregunté al oído.
– La verdad es que no, eso debe de doler- contestó tímidamente.
– No te preocupes, no te dolerá, te iré abriendo poco a poco.
No dijo nada, así que me lo tomé como un si. Restregué uno de mis dedos contra su húmedo coñito, se lo metí para que se empapara con su flujo, lo deslicé hasta la entrada de su ano y empecé a intentar meterlo. Se resistía a entrar y tenía que hacerlo con mucho cuidado. Volví a mojar el dedo en su coño y al meterlo por su culito, entró con cierta dificultad. Ella no profirió ningún sonido, pero noté que se estremecía. Comencé a meterlo y a sacarlo con suavidad hasta que sentí que se deslizaba con facilidad, entonces mojé un segundo dedo e intenté meterle los dos al tiempo. Igual que con el primero, al principio costó pero poco a poco fue relajándose y abriéndose. Repetí la operación hasta que fueron tres los dedos que se deslizaban sin dificultad en su interior, ella no se había quejado en ningún momento. Pensé que con eso, sería suficiente. Saqué los dedos y me incliné sobre ella, para hablarle.
– Creo que estás preparada, no te he hecho daño ¿verdad?- le dije.
– No, no me has hecho daño, pero por favor, hazlo despacio.
Volví a incorporarme y cogiendo mi polla comencé a restregarla contra su coñito, sobre todo la punta, para mojarla bien. Dirigí mi polla hacia la entrada y la introduje un poco.
Ella empezó a echar el cuerpo hacia atrás mientras yo veía como mi polla poco a poco desaparecía dentro de su culo. La cogí por las caderas y comencé a empujar, pero sin querer empujé demasiado y mi verga entró por completo. Ella gritó y vi como se encorvaba su espalda. No me moví por miedo a hacerle más daño y al cabo de unos segundos dijo que continuase. Empecé a moverme lentamente dentro de ella. Al principio el dolor la hacía jadear, pero no me pedía que parase, al cabo de un rato ella misma empezó a acoplarse a mis movimientos, con lo cual yo me animé y empecé a imprimir más fuerza y velocidad a mis movimientos. La sensación era muy excitante y estaba a punto de correrme, pero en un momento de lucidez me pareció que no sería justo para con ella, el que yo me corriera así, sin más. Ella ahora parecía disfrutar de la penetración anal, pero pensé que no lo suficiente como para que tuviese un orgasmo. Saqué mi polla y sin preámbulos se la metí por el coño, con lo cual ella volvió a arquear la espalda, pero esta vez no fue de dolor, sino de sorpresa y placer. La penetré con furia y ella correspondía a mis embestidas, mientras que con mi mano derecha la empujaba las caderas hacía mí para hacer mayor fuerza y con la izquierda pasaba de acariciar su clítoris a pellizcar sus pezones.
Ella estaba a punto de correrse y a mi me quedaba muy poco. Al fin llegó al orgasmo entre gemidos, mientras su cuerpo se contorsionaba y retorcía de placer. Cuando creí que había acabado, saqué mi polla de su coño y volví a meterla en su culo, esta vez sin miramientos porque ya estaba abierto, y la follé salvajemente, hasta que no pude aguantar más y noté como bombeaba dentro de ella todo mi éxtasis. Me corrí largamente, tanto que pensé que moriría antes de acabar. Cuando por fin terminé, dejé caer mi cuerpo sobre ella y ella a su vez se dejo caer sobre el suelo.
Así nos quedamos, relajados y exhaustos, largo tiempo sin decir ni una sola palabra. Qué decir de aquel polvo a parte de que fue increíble. De repente me acorde de cómo había empezado la noche y llegué a la conclusión, con una sonrisa en los labios, de que a lo mejor, de vez en cuando, incluso los que nacíamos estrellados, alguna vez en la vida teníamos estrella.
Saludos