Relato erótico

Siempre hay una salida

Charo
27 de diciembre del 2017

Su matrimonio no funcionaba, las peleas con su marido iban en aumento. Su prima y sus vecinas la invitaron a una despedida de soltera y al final aceptó. Fue el principio de una nueva etapa muy feliz en su vida.

Paula – Zaragoza
Para empezar diré que me llamo Paula. Tengo 41 años, mido 1.65, soy morena aunque actualmente llevo el pelo teñido de rubio platino y corto, ojos marrones, culo respingón, pechos grandes y con un cuerpo que nada tiene que envidiar a nadie. Lo que me dispongo a contar ocurrió hace ya unos seis años y es, en mi opinión, algo particular por la relación, no muy buena, que por entonces tenía con la que hoy es mi pareja, es decir, con mi prima Carlota.
Por aquella época y por diversas circunstancias, ambas estábamos alejadas, aunque no por ello y en momentos difíciles, siempre que podíamos, nos ayudábamos mutuamente. Mi prima Carlota, es quince años mayor que yo. Su pelo es castaño y muy largo, tiene, más o menos, mi misma estatura y su cuerpo está lleno de curvas, al igual que el mío. Tiene un culito respingón y pechos también grandes que, a pesar de su edad, 56 años, aún se mantienen firmes.
Una vez expuesto todo lo que vuestros queridos lectores tienen que saber sobre nosotras, me dispongo a contar el comienzo de nuestra vida como pareja y las circunstancias que hicieron posible esta unión. Como he dicho, todo comenzó hace unos seis años. Yo, por aquel entonces, estaba casada. No tenía hijos y mi matrimonio no pasaba por su mejor momento. Mi marido y yo vivíamos en una urbanización de chalets adosados, con piscina y parque comunitario. En el chalet adosado al nuestro, vivía una pareja de lesbianas, quienes fueron, a la postre, una pieza clave en la relación entre mi prima y yo.
Yo las miraba con un poco de recelo, por tabúes y esas cosas que nos enseñaban desde niños, que las relaciones entre personas del mismo sexo iban contra natura y que por ello, eran pecaminosas, que esa gente eran unos pervertidos y cosas por el estilo. Pero claro, todos esos esquemas terminan por desaparecer cuando te das cuenta de que son gente normal.
Pues bien, resultó que estas vecinas, mi prima Carlota y yo, teníamos amigas comunes. Una de ellas era Claudia, compañera de trabajo de una de mis vecinas. Ambas trabajaban en una agencia inmobiliaria, e hija de una íntima amiga de mi prima y mía. Esta chica, Claudia, se casaba en fechas cercanas e invitó a las amigas y compañeras a su despedida de soltera.
A mi prima porque, a pesar de la diferencia de edad, ambas formaban parte de un grupo de chicas con una relativa “libertad de movimientos”, como suelen decir los machos en determinadas circunstancias, las cuales solían quedar los fines de semana para descargar tensiones sin tabúes, algunas veces, en discotecas, pubs de moda, etc. A mí me invitó porque, consciente de mi relación marital, quería que me olvidase por un rato de todo lo desagradable de tan funesta situación.
El fin de semana elegido para la celebración, mi marido había salido de viaje a una convención de trabajo, a las que iba muy a menudo y en grata compañía, como supe más tarde.

He de decir que yo estaba algo deprimida ya que durante esa semana, mi marido y yo habíamos discutido varias veces y la verdad no me apetecía nada salir de fiesta pero, entre unas y otras, me convencieron por lo que me di por vencida y acepté la invitación. Convenimos que, cuando quiera, volvería a casa, que Carlota me acompañaría en el momento en que yo decidiese que era hora de regresar y ella se quedaría a dormir en mi casa. Antes no lo dije pero mi prima estaba divorciada hacía mucho tiempo y es madre de dos hijos mayores.
Esa noche todo marchó a las mil maravillas. Todas bebimos mucho, demasiado a tenor de lo que pasó después, bailamos con “maromos” que hacían striptease en una sala de fiestas, les metimos y nos dejamos meter, mano, cosa que, junto al alcohol consumido, nos ayudó mucho a desinhibirnos y a prepararnos para lo que vendría después. Siendo ya altas horas de la madrugada, es decir, por la mañanita temprano, decidimos regresar las cuatro juntas, Carlota, mis dos vecinas y yo, pero al llegar a casa surgió un problema. ¡Me había dejado olvidadas las llaves en el interior de mi chalet! Para subsanar el percance, mis buenas vecinas, Natalia, 1,80 de estatura, rubia, pelo largo, ojos verdes y curvas de impresión y Silvia, pelirroja teñida, con el cabello a media melena, de similar estatura, ojos marrones muy penetrantes y en cuanto a curvas, nada que envidiarle a su amiga, nos ofrecieron pasar la noche o lo que quedara de ella, en su casa. Irremediablemente y a pesar de mis reparos, el cansancio pudo más que yo y acepté. Mi prima se negó a dejarme sola y me acompañó.
A pesar de lo bebido, que como ya he dicho, era mucho, no se puede decir que fuésemos de un borracho subido, pero sí que habíamos alcanzado “el punto”, como se suele decir de alguien que, después de unas copas, alcanza un estado de felicidad que si no se remedia puede llegar a provocar la caída en el “limbo” del cual una suele salir con una resaca de impresión. A esto había que añadir el estado de excitación alcanzado gracias a nuestros tonteos con los strippers. Natalia y Silvia nos prestaron uno de los dos dormitorios que había en la parte alta del chalet. Para nuestra sorpresa, la cama era de matrimonio por lo que las primas deberíamos dormir juntas. También había una televisión y su correspondiente video. Era una habitación tan normalita como pudiera serlo cualquier otra. Nos dieron unos pijamas limpios y nos dejaron solas.
Nos acostamos pero al cabo de un rato, ya que no podíamos conciliar el sueño, cosa que suele ocurrir después de una noche con excitantes emociones vívidas, le propuse a mi prima curiosear por la habitación para ver que guardaban nuestras amables anfitrionas. Mi prima aceptó con entusiasmo, ya que la curiosidad es innata en las mujeres de nuestra familia, y así pues, nos levantamos, con sigilo, cerramos la puerta del dormitorio para no ser descubiertas y nos pusimos manos a la obra.

Carlota se dedicó a mirar en un chifonier de seis cajones, mientras yo miraba en un mueble bajo de dos puertas, en el cual, para mi sorpresa, encontré una importante videoteca de películas porno de temática lésbica y mi prima, para mayor asombro de las dos, dio con una caja con muchos consoladores y vibradores de todo tipo y clases así como otros objetos para el placer de nosotras, las féminas.
A causa de la película y la visión de todos aquellos aparatos, nuestra excitación fue en aumento, hasta tal punto que, en un momento dado, mi prima, mientras se acariciaba la entrepierna con una mano, con la otra agarraba uno de los consoladores y se lo llevaba a la boca para saborearlo como si fuera un caramelo. Yo, por mi parte, me sentía arder. Un fuego interno quemaba mis entrañas y hacía que mi sexo destilara fluidos sin parar. Jamás en mi vida había sentido esto con tanta intensidad y para mi sorpresa hice lo inimaginable y aún hoy no he conseguido una respuesta para explicar mi reacción. Alargué mi mano izquierda y agarré uno de los pechos de mi prima. Tan sorprendida como yo, me miró a los ojos sin llegar a decir nada. Seguidamente me incliné hacia ella uniendo mis labios a los suyos. Ella me respondió abriendo la boca de par en par. A decir verdad es uno de los besos más apasionados que he dado y recibido, porque seguidamente, mi prima tomó la iniciativa en tan arrebatadora unión de nuestras bocas, que imitaban a las ventosas. Nuestras lenguas parecían dos serpientes, por la agilidad con la que se entrelazaban. Deshecha nuestra unión bucal, me dediqué a besarla desde la frente hasta los dedos de los pies, deteniéndome, claro está, en su sexo, que degusté con ganas. Era la primera vez que me comía semejante cosa y a pesar de mi inexperiencia, conseguí que Carlota tuviera dos orgasmos, lo cual hizo que aumentara la destilación de flujo que yo saboreé con inmenso placer.
Estaba disfrutando del sexo como nunca lo había hecho y… ¡con una mujer que, además, era mi prima! Luego le tocó a ella saborear mi cuerpo. Que gozo. Encadené un orgasmo tras otro. Mi cuerpo temblaba con cada sacudida orgásmica. Tanto placer es imposible de imaginar si no se ha sentido alguna vez. Después le tocó el turno a los consoladores. Me coloqué uno de correas y me dispuse a penetrar a mi prima. Ella, al ver mis intenciones, se tumbó, con la espalda apoyada en la cama, se abrió de piernas y levantó la pelvis para quedar más ofrecida. Me miraba con ojos suplicantes, implorándome con ellos que no demorase ni un segundo más la penetración. Preparada, me incliné sobre ella y mientras mi lengua se introducía en su boca, la iba penetrando lentamente, como me gusta que me lo hagan a mi. Que placer aquella doble invasión a la que estaba sometiendo a mi prima. Carlota, al notarse totalmente llena con aquel portento de látex, entrelazó sus piernas en mi espalda y me aprisionó. No puedo decir con claridad quien le hizo el amor a quien, pero sí que disfruté como una loca, al igual que yo cuando fui poseída por mi prima. No sé cuánto tiempo estuvimos así, unidas la una a la otra, pero sí que ambas terminamos derrotadas y durmiendo abrazadas.
Así nos encontraron Natalia y Silvia, que nos despertaron y nos invitaron a desayunar. Las dos iban totalmente desnudas, por lo que Carlota y yo, decidimos bajar de igual manera al piso inferior, donde se encontraba la cocina. Mientras desayunábamos, a pesar de lo avanzado del día, mis vecinas nos contaron que nos habían oído hacer el amor pero que no habían querido intervenir para no molestarnos.

Nosotras les confesamos que era nuestra primera vez con otra mujer, que todo había surgido por casualidad, pero que nos había gustado mucho y estábamos dispuestas a repetirlo. Silvia, al oír esto, se ofreció junto a Natalia, enseñarnos a complacer a otra mujer. A Carlota y a mí nos agradó la idea y aceptamos encantadas. Así pues, acabamos de nuevo en el piso de arriba haciendo el amor las cuatro como locas, cambiamos varias veces de pareja e incluso en varias ocasiones acabamos, las cuatro juntas, sobre la cama.
Fue un fin de semana inolvidable. Acabé con todos los prejuicios sobre la homosexualidad, disfruté como nunca había disfrutado en la cama y por si fuera poco, delante de dos testigos de excepción, declaré mi amor a mi prima y nos prometimos. Nunca hasta este momento, habíamos sentido nada igual la una por la otra. En este momento nos dimos cuenta de que no queríamos, que lo que sentíamos era amor mutuo, amor de verdad. Esa semana me fui de casa y me separé de mi marido. Poco después conseguí el divorcio. Primero me fui unos días a vivir con mis vecinas las cuales me trataron como una reina y poco tiempo después, arreglado todo, me fui a casa de Carlota. A través de Silvia, compañera de Claudia, conseguí trabajo en la agencia inmobiliaria y unos meses más tarde, cuando completé mi instrucción profesional en la agencia, fui trasladada a otra ciudad como encargada de la nueva oficina inmobiliaria abierta en ella. A esta ciudad me acompañó mi prima. Hace ya seis años que las dos dimos este paso tan crucial en nuestras vidas. No estamos para nada arrepentidas. Seguimos tan felices como antes, o más, ya que desde hace unos pocos meses formamos una pareja de hecho, con todo derecho.
La ceremonia fue muy emocionante, con unos testigos muy especiales y que nosotras convertimos en nuestras madrinas, Natalia y Silvia. No nos hablamos con nadie de nuestra familia, pero no nos importa, seguimos siendo igual de felices. Desde aquí un fuerte abrazo a todas las personas y parejas que, como nosotras, se han decidido a dar el paso y hacerlo público a la familia y a los amigos. Los que aún no os habéis decidido a hacerlo, ánimo y un beso. No tengáis miedo, seguro que os llevaréis una sorpresa y encontraréis el apoyo donde menos lo esperáis.
Un beso para todos.

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