Relato erótico
Si tu me dices ven
Por su trabajo como jefe de compras de la empresa recibía muchas visitas de vendedores. Había una vendedora de una imprenta que le gustaba. Aquel día la invitó a comer y hablaron de muchas cosas.
Juan Manuel – Logroño
Siempre trabajé en distintas empresas en el sector de compras y era normal que las empresas vendedoras mandasen mujeres para que hicieran el primer contacto. Ellas suelen ser siempre atractivas, hermosas y algunas más aventureras que otras. Esta historia me pasó con una de ellas, se llama María Inés, o Inés a secas, pues le gustaba que la llamaran así. Ella trabajaba para una imprenta y en realidad era un bombón. Media 1,65, 55 Kg, rubia con rizos, mucha teta y un buen culo, redondito y duro. Ella tenía en ese momento 30 años y yo 33. Estaba casada, pero por lo que me decía, no tenía buena relación con el marido, ya que era medio vago y en la cama era un pajarito.
Un mediodía me vino a visitar cuando yo justo salía a almorzar y como iba solo, la invité y ella aceptó. Cuando llegamos al restaurante, pedimos el menú y tomamos vino, cosa que yo no acostumbrara a hacerlo, pero dada la compañía, valía la pena.
La charla transcurrió comentándome todos los problemas que ella tenía con su marido, que estaba cansada, que no lo aguantaba, que todos los días él le pedía dinero y ella muchas veces no tenía, etc, hasta que llegó el turno del tema sexual.
Después de varias copas, la charla ya estaba por demás relajada y me confesó que estaba muy insatisfecha y que en varias ocasiones se tentó con hacerlo con otros hombres, pero aún no se había animado. Yo le dije que cada vez que se sintiera mal, le prestaba mi oreja para escucharla y que podía llegar a aconsejarla, que me daba pena que siendo tan guapa estuviera tan mal, y que si ella necesitaba algo, yo la ayudaría.
Terminamos de almorzar y nos despedimos, le di un beso suave en la mejilla, muy cerca de los labios y le dije que tenía un amigo. Cada uno salió en direcciones distintas y la tarde transcurrió como todos los días pero al salir de la oficina, a las seis de la tarde, ella me esperaba en la esquina y me dijo que tenía que hablar conmigo. Fuimos a un café y me dijo que se sentía muy atraída por mi, que era buena persona y que necesitaba alguien como yo. Le tomé la mano y me acerqué lo suficiente como para encontrar sus labios con los míos.
Nos besamos muy apasionadamente y sentí en el beso de ella la necesidad de algo más que ese beso, que necesitaba darle la pasión que ella quería y ella soltarse como nunca lo había realizado. Entonces le dije al oído:
– Quiero hacer que sientas miles de cosas en la cama.
– Yo también quiero lo mismo – me contestó.
Nos levantamos y nos fuimos a mi casa. Ya en el ascensor nos besamos apasionadamente y las manos de ambos recorrían los cuerpos. Yo me detuve en sus gordas tetas y sus pezones estaban tan duros, que necesitaba chupárselos para lubricarlos.
Llegamos al apartamento y mientras nos seguimos besando nos íbamos desnudando, quedando ella solo con su tanguita blanco y yo en calzoncillos. Nos tumbamos en la cama y nos seguimos besando como locos. Nuestras lenguas estaban cada vez más húmedas, al igual que el coño de ella, de donde le salía un calor y líquidos muy tibios.
Mis manos recorrían todo su cuerpo, jugando con sus pezones rosados y duros, y ella me tomaba de la cintura y me atraía hacia ella tratando de que mi verga entrase lo antes posible en su cueva húmeda y calentita. Mientras yo le chupaba las tetas, gemía y me decía:
– ¡Chúpame todo, muérdeme lo pezones, cariño!
Seguí besándola y bajando hasta llegar a su coño, que todavía tenía tapado con su tanga que aparté un poco y descubrí que lo tenía todo depilado, hasta su culo estaba limpito.
Mi lengua recorrió toda esa abertura, de la cual salían líquidos blancuzcos y un perfume a sexo impresionante. Apenas descubrí su clítoris, comenzaron los temblores por parte de ella y al notar esto, me coloqué en la posición del 69 y no esperó ni un segundo en ponerse mi polla en la boca mientras comenzaban sus orgasmos, que eran interminables. De vez en cuando me mordía la verga muy suavemente.
– ¡Sigue chupándome, que me vuelves loca, mi amor, no sabía que te gustaría hacerme esto!
– Te puedo hacer esto y mucho más, si me dejas – le decía yo.
– ¿Qué más sabes hace, amor? ¡Házmelo todo, soy tuya!
Mientras seguía corriéndose, mis dedos jugaban con el agujero de su culo y ella con mi polla en la boca a punto de llenársela. Mientras se dilataba ese agujerito, me pidió tragarse mi leche y comenzó un movimiento más fuerte.
– ¡Toma preciosa, trágatela toda! – exclamé.
– ¡Dámela, nunca probé la leche de un macho, la quiero toda ya! – gritaba.
Cuando me la dejó bien limpia, se dio vuelta, se subió y me dio un beso tan profundo que pude sentir el sabor de mi leche con su saliva mezcladas.
Nos quedamos en silencio un rato y ella después me confesó que hacía mucho tiempo que no tenía un orgasmo así de profundo y quería estar más tiempo conmigo, que disfrutaba de mi compañía y desde que me vio alguna vez fantaseó conmigo.
Mientras hablábamos, ella cogió mi polla y la empezó a acariciar muy suavemente mientras yo jugaba con si coño y así muy pronto mi verga se fue poniendo más dura y de sus labios vaginales emanaban líquidos cada vez más espesos y abundantes. Al tiempo que nos íbamos excitando, yo le susurraba que quería estar dentro de ella y que deseaba llenarle el coño de leche.
Sal decirle eso, se colocó en posición de perrito y acerqué mi boca a su clítoris mientras que mi dedos comenzaban a enterrarse en su culo, que me imaginé que me lo iba a entregar dentro de un rato.
– ¡Sigue y chúpamelo todo! – me decía – ¡Aaaah… así… oooh… tómame toda que tengo mucha calentura… fóllame, cariño mío!
Mientras me decía eso, yo ya tenía en el agujero de su culo tres dedos que entraban y salían con mucha facilidad.
– ¡Me corro, mi amor, métemela ya… sí… aaah… aprieta… más… siiií… más… oooh…!.
Coloqué mi polla de un tirón en el agujero de su culo y aunque al principio sentí que lo cerraba, a medida que yo hacía fuerza, se dejaba penetrar aunque gritaba:
– ¡Aaaah… me estás rompiendo el culo, pero me encanta esa polla… que grande que es… siiií… más… pero quiero otra para mi coño ya mismo!
Entonces le puse unos dedos en el chocho pero me pedía más, así que fui a la cocina, encontré un gordo plátano y se lo puse en el coño mientras yo volvía a metérsela por el culo.
– ¿Te gusta así, por los dos agujeros? – le pregunté – Eres una hermosa puta, te quiero follar siempre, y cuando tú quieras.
– ¡Sí, voy a venir todos los días que tú me digas! – repetía.
Mientras yo seguía moviéndome, ella se corría otra vez y justo cuando sentí su último gemido, su culo terminó lleno de leche, como ella tanto deseaba.
Luego seguimos conversando y yo le propuse que si tanto deseaba tener dos pollas dentro de ella, que se lo propusiera a su marido, pues yo me prestaba al juego.
Saludos y si eso ocurre ya os lo contaré.