Relato erótico
Si pero con condiciones
Su mujer insistía en que quería hacer un crucero por el Caribe, pero a él no le hacía gracia. Ella no paraba de decírselo y al final accedió, pero, le puso unas condiciones para ir.
José Luís – Ciudad Real
Amiga Charo, después de varios años de casados, mi mujer por fin me convenció de hacer, durante las vacaciones de verano, un crucero por las Bahamas. Estuvo insistiendo tanto que no vi manera de negarme, se me estaban acabando las excusas. Y como último intento para disuadirla, le dije que iríamos solo si no usaba ropa interior durante todo el viaje.
– ¿Ni bragas, ni sostén? – preguntó.
– Ni bragas, ni sostén de ningún tipo – dije.
Después de pensarlo casi medio segundo, dijo que estaba bien y que solo llevaría su bikini para la playa.
– Y además… – añadí – nada de pantalones vaqueros, ni de pantalones cortos, ni nada que no sea minifalda. Ni tampoco te me pongas inteligente y te quieras poner ese tipo de minifaldas que ya traen el ‘short’ por debajo.
Ella me miró extrañada pero aceptó. No es que no me guste viajar, pero uno de esos cruceros jamás me llamó la atención. Además de la logística tremenda para poder coincidir con los días libres de trabajo, conseguir a alguien para que cuiden al perro, de nuestros niños, etc… pero ya había dado mi palabra y ¿qué se le iba hacer?
Mi mujer, Araceli, aunque tiene cara de ángel, también tiene un culo y unas piernas de miedo, y muchísimas tetas. Hay que decir que hace girar muchas caras cada que entramos en algún lugar público. He visto a más de uno babear cuando mi esposa pasa cerca de él. Sobre todo cuando viste ropa que muestra bien sus atributos.
Por fin llegó el día y de hecho, hasta que casi llegamos a Nassau, no pasó nada importante que relatar. Todo el viaje en el barco fue de ocio, de tomarse unas cervezas, de broncearse cerca de la piscina, de ver a otros bikinis andar por ahí, y de notar como otros tipos miraban a mi mujer andar por ahí en su diminuto tanga.
En un momento dado, estando tomando el sol en cubierta, ella me preguntó si quería algo de beber y le dije que si, que otra cervecita fría no me haría daño. Ella se levantó y fue hacia a la barra, motivando que varias cabezas se giraran y la siguieran con la vista. Pero después de casi media hora, la busqué con la vista y la encontré sentada en la barra hablando amenamente con un par de chicos. ¿Y mi cerveza?
Me levanté y me puse a la barra detrás de ella, procurando que no me viera. Ella seguía alegre hablando con los tipos y ni se dio cuenta que estaba a escasos metros de ella. Pedí la cerveza y regresé a tomar el sol. Media hora mas tarde por fin regresó.
– Ya era hora – dije – ¿Y esos chicos?
– Unos perfectos caballeros – contestó con una sonrisa – pero se notaba que lo que querían era tocarme por todos lados.
– O sea que tú puteando y yo muriéndome de sed – dije.
Ella se rió y me dijo que los chicos eran bastante atractivos y que la trataron como toda una dama, con mucho respeto, pero sí que hicieron todo lo posible por tocarla, aunque solo fuera el hombro, y que ella tuvo que ayudar un poco para rozar “accidentalmente” sus tetas en el pecho de ellos o su culo, en donde fuera.
– ¡Zorra que eres! – exclamé.
Hace ya años que hemos fantaseado en la cama. Cuando nos casamos ella era virgen y no es que eso me preocupara o me fijara en eso, solo fue mi suerte. Así que mi mujer nunca experimentó nada del sexo y me tocó enseñarle todo. Y como os lo podéis imaginar, la enseñé a ser la peor de las putas en la cama. Y vaya que tomó la putería como pez al agua, Follamos como conejos cada vez que hay oportunidad y ella me sorprende de vez en cuando con algo nuevo que se le ocurre, pero parece que goza más cuando le digo cosas en la cama cuando nos echamos un polvo, cosas como si le gustaría tener una verga en la boca y otra en su coño al mismo tiempo, o le digo que se imagine que tiene dos bocas a su disposición, una en cada teta. Al hablarle si se vuelve loca. Pues bien, pensé en las posibilidades con estos dos chicos, pero me distraje porque era hora de desembarcar.
El día que llegamos, una vez instalados en el hotel, nos fuimos de compras, vestido yo con ropa para la playa, pantalones cortos y una camiseta, o jersey, y ella con una camiseta, o jersey, muy escotada y sin sujetador, con una minifalda bien corta y, de previo acuerdo, nada debajo. En una zapatería, al dependiente casi le da un infarto al verle todo el coño sin tapujos a mi mujer por debajo de la falda. El precio de las sandalias bajo súbitamente y bajaba más cuando mi mujer le dejaba deleitarse mirando por debajo de su falda.
– ¿Te rasuraste el coño? – le pregunté.
– Casi todo – me dijo – Solo dejé una rayita.
Me dio risa su franqueza y al decir verdad, me estaba calentando. De regreso al hotel, dejamos la compra en el cuarto y bajamos al restaurante del mismo. Yo sé que ella estaba loca por salir a la playa, pero era ya un poco tarde y decidimos esperar hasta el día siguiente. En el restaurante nos topamos de nuevo con el par de chicos que estuvieron hablando con mi mujer en el barco. Resulta que el padre de uno de ellos tenía planeado hacer el viaje con su mujer, pero una emergencia de trabajo a última hora le prohibió realizar el crucero y en vez de devolver los billetes del barco, se los regaló a su hijo, Carlos, que era al que teníamos enfrente. Y Carlos solo pudo pensar en su amigote Federico, quien es el otro al que teníamos también enfrente.
De los dos, Federico parecía el más aventado. Pero Carlos tampoco se quedaba muy atrás y entre los dos se dedicaron a hacer reír a mi mujer y comprarle bebidas. Carlos y Federico tienen 25 años, más o menos, y son bien parecidos, los dos son muy cordiales y mantienen una conversación amena. Carlos y mi esposa entablaron una conversación entre los dos, mientras Federico y yo hablábamos por otro lado, aun sentados a la misma mesa. Federico y yo hablamos de política y cosas por el estilo hasta que, viendo que mí mujer estaba muy entretenida con Carlos, Federico bajó la voz y me dijo que estaba interesado en una chica joven que también se hospedaba en el hotel y que tendría que irse pronto… Le dije que de acuerdo y acto seguido se levantó y se fue sin despedirse. Cosa que no importaba pues ni mi mujer ni Carlos se dieron cuenta.
Yo vi como Carlos se iba acercando más y más a mi mujer y cuando menos me lo esperaba, había ya puesto su mano sobre la pierna de mi esposa, cosa que a ella no parecía molestarle, pues seguía su charla amena y riéndose de lo que estaban hablando. En el restaurante estábamos sentados en un rincón algo privado y oscuro. Después de imaginarme, porque era muy difícil que Carlos hubiera solo acariciado a mi mujer por la rodilla, vi como ella se mordía el labio inferior y jadeaba a la vez con la cabeza hacia atrás y lo único que pude pensar fue que Carlos estaba restregándole el clítoris. Algo que ella me confirmó luego.
Les dije entonces que era hora de ir a la habitación, se levantaron y me dejaron a mí para pagar la cuenta. Cuando llegué a la habitación, ella estaba tirada en la cama con la minifalda enrollada en su cintura dejando su cueva expuesta para que Carlos disfrutara chupándole y lamiéndole el clítoris. De rodillas frente a la cama y con la cara entre las piernas de mi mujer, Carlos estiraba la mano derecha agarrándole una teta, y con la izquierda metiéndole los dedos en su coño mientras continuaba lamiendo el clítoris.
Me quedé de piedra viendo a mi mujer de esta manera. Jadeante, con una mano sobre la cabeza de Carlos y con la otra se pellizcaba su pezón, mientras le daba ánimos a su amante, diciéndole que le gustaba mucho lo que le hacía. Y al parecer, Carlos estaba haciendo buen trabajo moviendo de arriba abajo, de lado a lado y metiendo y sacando su lengua en el coño de mi esposa. Después de un rato, Carlos metió ambas manos bajo las nalgas de mi mujer, la levantaba levemente y la empujaba hacia su cara a la vez que le apretaba el culo con sus manos. Araceli jadeaba, Carlos la estaba llevando al éxtasis y aquí si ya me preocupé.
El problema con ella es que solo se corre una vez. Cosa curiosa, pero es algo que en rara ocasión hayamos podido superar. Ella se corre y luego dice que basta, que le duele. En ese momento Araceli se levantó y apartó a Carlos al mismo tiempo que le dijo, muy excitada:
– ¡Métemela ya!
Carlos se levantó y se rápidamente se quitó los pantalones cortos, dejándolos caer al suelo y quedándose en camiseta y slip, pero mi mujer se abalanzó sobre él y tiró de su slip exponiendo una verga dura que apuntaba al techo, una verga de entre quince y dieciséis cm y no muy gruesa, como yo. Araceli dice que una muy grande le dolería y que es mejor una de tamaño normal. Creo que lo dice para no lastimar mi ego, y digo eso porque luego contaré algo que sucedió inmediatamente después del viaje. Tipos como Carlos y yo tenemos que superar el problema del tamaño de verga con el buen tratamiento de la mujer. Evidentemente, Carlos lo sabía y se esforzaba para llevar a una mujer al orgasmo con otras tácticas. De ahí que fuera un experto amante oral. Y no lo digo como si esto me pesara, en realidad no he tenido quejas de ninguna mujer. Y me imagino que Carlos tampoco. ¿A qué mujer no le gusta que le coman el coño?
Pero ahora era el turno de mi muy puta esposa. Araceli se sentó en la orilla de la cama para mejor acceso, y sin preámbulos lo agarró de la verga y se la metió en la boca. ¡Que cosa más espectacular ver a una mujer chupar una verga! Carlos echó la cabeza atrás, obviamente disfrutando del calor de la boca de mi esposa sobre su tranca. Araceli estaba ida de lujuria chupando a Carlos y aun cuando mi mujer no pudo meterse toda la polla hasta la garganta, hizo un trabajo extraordinario con sus labios succionando, manteniendo a su víctima al borde del orgasmo. Cosa evidente, pues Carlos tuvo que quitársela después de unos cuantos minutos, para evitar correrse.
Lo que hizo la muy puta después me dejó al borde a mi de correrme en los pantalones. Se acostó otra vez y abrió sus piernas lo más que pudo y como su culo seguía a la orilla de la cama, Carlos, de pie, levantó las piernas de Araceli y se las puso a los hombros, dejando la raja de mi mujer a la altura de verga, con una mano guió su polla hacia la raja y de un solo empujón se la ensartó hasta la base. Araceli dio un gruñido de lujuria sintiendo la herramienta de Carlos, que comenzó a follársela lentamente, metiendo su tranca hasta la base y luego sacándola casi completamente para arremeter otra vez. Pero después comenzó a arremeter con más fuerza y más rápido. Cada vez que la llevaba al borde del orgasmo, se detenía y comenzaba a follársela despacio. Araceli estaba volviéndose loca y le gritaba que se la metiera rápido. Después de un rato, Carlos sacó su polla y le dijo que se subiera bien a la cama. Mi esposa se lo hizo y volvió a abrir sus piernas.
Carlos. Entonces se colocó entre las piernas de Araceli y se echó encima a chuparle las tetas. Tan Alto como yo, Carlos tuvo problemas metiéndole la polla a mi mujer y chupándole las tetas al mismo tiempo.
Los dos estamos de 6 pies, como un metro ochenta y…algo, mi esposa mide apenas cinco pies cuatro pulgadas, como un metro sesenta. O le metía la tranca, o le chupaba las tetas. Decidió meterle la polla y agarrarle las tetas en vez, mientras la besaba chupándose los dos la lengua. No tuve mas remedio que sacarme la polla y jalarme un poco, pues la tenía bien parada y todavía vestido completamente. Después de un buen rato, Carlos cambió de nuevo posición quedando Araceli sobre el. Araceli comenzó a cabalgar la polla de Carlos moviendo su cintura y culo. Apoyada con sus brazos extendidos sobre la cama y con Carlos abajo, este entonces tuvo acceso a las tetas de mi mujer. Levantando la cabeza, alternaba de pezón a pezón, chupando uno mientras masajeaba el otro. Otra vez, Araceli se volvía loca, pues le encanta que le chupen las tetas.
Pero todo llega a su fin, Carlos volvió a cambiar de posición, otra vez el arriba, pero ella boca abajo. Carlos apresuró las folladas y en poco tiempo mi mujer empezó a gritar que ya se venia. Al oír esto Carlos le dio más fuerte y al poco tiempo Araceli gritó jadeante que ya se había chorreado. Pero Carlos continuó metiéndole la tranca a mi mujer, fuerte y rápido, por unos cuantos segundos mas y luego dio un gruñido y dio una última arremetida dejando su polla metida hasta la base en el coño de mi mujer. Se dejó caer sobre ella y los dos se quedaron quietos por varios minutos.
Carlos saco su polla, que ya estaba poniéndose flácida, y le dio un beso en cada nalga a mi mujer. Se sentó a la orilla de la cama y le ofrecí una cerveza. Araceli siguió en la cama, boca abajo, con la leche de Carlos escurriéndose del coño.
Cuando ella se levantó para ir al aseo, Carlos y yo hablábamos.
– Gracias por compartir – me dijo.
– Fue un placer, y parece que no la desilusionaste – le dije.
Me preguntó que si éramos ‘swingers’ y le dije que no, que era una fantasía de los dos. Y luego le di las gracias por participar. El dijo que al principio estaba un poco nervioso por estar yo ahí, pero luego se olvidó por completo de mi presencia, aunque a veces se preguntó si me uniría yo para hacer un trío. Le dije que me hubiera gustado, pero de previo acuerdo, ella quería experimentar sola con alguien más, siempre y cuando estuviera yo presente.
– La próxima vez, quiero que sea de verdad un trío – le dije – ¿Estás dispuesto?
– Sí – dijo sin titubear.
– Pero quiero sorprenderla, quiero que el trío sea contigo y con otro más, no yo. ¿Te atreves? – insistí.
– Sí, claro, ¿pero quien?
– Tu amigo Federico, pues no creo que se oponga.
Mi mujer salió del aseo y se acostó y Carlos dijo que se marchaba Araceli le dijo que se quedara a dormir con ella. Me volvió a sorprender y Carlos se volvió hacia mi inquisitivo.
– Quédate si quieres – le dije.
Mi mujer y Carlos se acostaron y poco tiempo después los dejé solos. Era obvio que Araceli estaba cansada y solo oí que se besuqueaban. Me fui a la otra habitación a ver un poco la tele y luego a dormir al sofá.
Besos y lo que sucedió después lo cuento en una próxima carta…