Relato erótico

¡Si no cumples, me follo a otro!

Charo
31 de mayo del 2018

El ritmo sexual había disminuido y Carmen necesitaba más. Fue a comprar un regalo para el cumpleaños de su marido y sin más, se dejo follar por el tío de la tienda. Esto, desencadenó que se volviera más caliente y que poco a poco convenciera a su marido para follar con otros. Para conseguirlo le hizo firmar un “pacto”.

Carmen – BURGOS
Mi nombre es Carmen, tengo 45 años, y el cornudo de mi marido. Soy rubia, no poseo una gran belleza facial, pero me consideran atractiva, tengo un cuerpo delgado, pues soy profesora de aeróbic, pero los pechos más grandes de lo que yo quisiera, aunque mi mayor atributo es un culo prominente y redondo, elogiado por muchos hombres.
Me case a los 22 años y por una cuestión religiosa tanto mi marido como yo, nos casamos vírgenes. La vida sexual con mi marido decayó velozmente y dos años después follábamos poco y nada más. Coincidió con una época en la cual él tenía problemas laborales y andaba muy deprimido y yo me sentía descuidada y extremadamente caliente.
Se acercaba el cumpleaños de mi marido y fui a una tienda de deportes a comprarle una camiseta para el fútbol. Llegué cuando casi era la hora de cerrar para ir a comer, pero un empleado ante mi insistencia y mi sonrisa, me dejó entrar a comprar. Sus compañeros ya habían salido y el encargado dijo “hacerme el favor” de atenderme.
Estaba eligiendo la prenda de un perchero, levemente agachada, sacando mi culo de forma bastante provocativa, y pidiendo inconscientemente que él tratase de aprovechar la situación y casi al instante vi, reflejada en un espejo, su cara mirándome de atrás y seguí sacando el culo, hasta que me rozó levemente con la excusa de mostrarme otra prenda. Lo miré, sonreí y seguí eligiendo. Creo que esto le generó confianza y tras apoyadas y manoseos, terminé con los vaqueros y el tanga por las rodillas, apoyada en el mostrador mientras un completo desconocido me follaba agarrándome del pelo y llenándome de leche el coño en menos de 10 minutos.

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Salí del local, después de pagar en efectivo el regalo de mi marido, pero sintiéndome muy mal. No solo nunca había sido infiel, pues nunca había estado con otro hombre, y además se acabaron dentro de mí sin protección. Estuve muy mal y con mucho cargo de conciencia durante meses, pero mi marido ni siquiera lo notó. Desde entonces comencé a masturbarme a menudo, recordando mi infidelidad, y empezó a darme morbo haberle puesto unas hermosas astas.
Pasado un tiempo, su situación laborar mejoró y con ello nuestra vida sexual; pero yo no me conformaba teniendo sexo 2 ó 3 veces por semana, así que le sugerí a mi esposo que comprara videos porno y algún que otro juguete sexual. Con los meses noté que mi maridito recurría siempre a videos en los cuales varios hombres se follaban a una chica por todos sus orificios y él acababa como un toro cuando yo le preguntaba si le gustaría verme así, tan “ofrecida”.
Una tarde, al volver de trabajar, me dejó vuestra revista, en la página de uno de los relatos eróticos, bajo la almohada y se fue a jugar al fútbol con los amigos. Me quedé leyéndola, sin imaginar que unos relatos podrían calentarme tanto. La revista tenía la temática de la infidelidad consentida y uno de los relatos hablaba de una cuota sexual que exigía una mujer a su marido, y si éste no la satisfacía, ella le imponía un castigo semanal.
Cuando él volvió de jugar al fútbol, agarré su polla y mientras lo pajeaba y con una increíble calentura, le dije:
– Ya me he dado cuenta de lo que quieres, y estoy decidida a dártelo,
El me miró y jadeando me preguntó de que hablaba y yo le dije:
– Me he convertido en una mujer muy caliente y necesito follar al menos cinco veces por semana, y esa es la cuota sexual que debes darme si no quieres que folle con otros.
Apenas terminé de decir eso, se corrió como un caballo, salpicándome cara, escote y pelo, y luego, ya tranquilizándose, me dijo:
– No sé, mi amor, si podré follarte cinco veces por semana… ¿No pueden ser menos?
– Esto es simple, si cuando llegue el sábado por la noche no has cumplido la cuota sexual, salimos a buscar la cantidad de machos que necesite para cumplir mi necesidad, y miras lo que me hacen los demás por no cumplir tú.
Su polla se endureció de golpe y me dijo que era un juego muy sexy. Entonces, pajeándolo suavemente, le aclaré que no era un juego.
– Yo quiero follar cinco veces, contigo o con otros.
Después de varias semanas follando y hablando, le hice firmar una especie de contrato en el cual se comprometía a las multas, o sea machos para su esposa, sino cumplía mis deseos. Lo hizo, y por cinco semanas no falló ni una vez, pero a la sexta semana me folló tres veces solamente y al llegar el sábado, y cuando llegó de trabajar, le dije que teníamos que salir a buscarme un macho, que por esta vez solo sería uno.
Después de tomárselo en broma, y al ver mi seriedad en el asunto, se enojó y comenzó a insultarme, hasta llamarme puta, entonces acercándome provocativamente le dije:
– Venga, amor, hazme feliz. ¿Qué prefieres, que te cornee a tus espaldas? Te morías de ganas de verme desnuda con otro hombre, cosa de la que me di cuenta cuando te calentaba la idea de verme con otra polla dentro, y te aclaro, lo voy a hacer igual, así que… ¿No prefieres ser tú el que me cuide mientras me follan?

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Y él, cuya polla no le cabía en el pantalón y yo se la acaricié, me dijo:
– Me ducho y salimos, amor.
Ya estaba aclarado y decidido. Mis años de golfeo comenzaban.
Nos subimos al coche y decidimos ir a la capital para no encontrarnos a ningún conocido. Elegimos un bar al azar en el cual se veía mucha gente y decidimos entrar separados. Mientras avanzaba sentía algún que otro roce, lamentablemente algo común en los lugares concurridos, pero me calentaba saber que en un rato mi marido seria oficialmente cornudo. Quería irme con él primero que me liara, pero decidí juguetear un rato con varios hasta que elegí a uno un par de años menor que yo. Hablé un rato con él y le pedí que me esperara en la puerta. Fui en busca de mi amor, que me esperaba mirando todo desde la barra, le pedí que saliéramos, que fuera él quien me ofreciera y que dijera la verdad.
Cuando salimos con mi marido, Manuel, que así se llamaba el futuro corneador, nos miró extrañado, yo le presenté a mi marido y después de un apretón de manos y mientras refregaba mi culo contra el bulto de mi esposo, este se decidió a hablar:
– Carmen es muy caliente, y esta semana le fallé, quiero que seas el macho que se folle a mi mujer esta noche, por no poder cumplirle yo como hombre – y ante mi asombro agregó – Hazme cornudo, fóllate a mi Carmen.
Le di un beso de lengua increíble a Manuel para darle confianza y en 20 minutos estábamos entrando a un motel los tres. Cuando metí la polla de Manuel en mi boca mi marido exclamó:
– ¡Chupa esa polla, mi amor, chúpale la, verga…!
Hubo un instante después de su corrida, en la que la expresión del rostro de mi esposo cambió, pero antes que se arrepintiera, le dije:
– Todavía falta que me veas abierta de piernas para él. ¿Has visto que hermosa polla tiene?
– Sí, tiene una buena polla, métetela dentro putita, no lo hagas esperar – poniéndose duro de nuevo, me contestó:

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Después de varias cabalgadas sobre el corneador, me corrí dos veces mientras él no dejaba de manosearme y elogiarme el culo que tenía. La imagen era más que caliente, mi marido semidesnudo pajeándose frenéticamente, y yo montada sobre otro tipo. Mi marido acababa de nuevo gritando:
– ¡Es tu hembra ahora,… llena a mi Carmen de leche…!
– Acaba cornudo, mira como me follo a tu esposa, mira – contestó él.
Mi marido quedo casi desmayado sobre el sillón, y Manuel más caliente y con más confianza en su papel de macho y corneador, me puso a cuatro patas, con mis manos en los apoyabrazos del sillón donde estaba el cornudo, y comenzó a chuparme el culo, sin parar de decir lo hermoso que era. Yo le manoseé la polla a mi esposo y se le empezó a endurecer de nuevo. Nunca se había recuperado tan rápido y entonces Manuel, metiéndome un dedo en el culo, dijo:
– Este culo hay que hacerlo seguido, mira lo que tienes en casa, está bien que lo entregues a un macho en serio cuando tú no puedes. ¿Te gusta la polla que le meto a tu Carmen?
– Sí – contestó mi marido muy caliente – ¡Fóllate su culo, por favor, hazlo bien.
Manuel, tomando aún más las riendas de la situación y excitándome de manera increíble, le dijo:
– Si tienes tantas ganas que la encule, vas a tener que hacer algo antes.
Mi marido, tremendamente caliente, le preguntó:
– ¿Qué?
– Hace un rato dijiste que yo tenía buena polla, pues muéstrale a Carmen lo agradecido que eres chupándomela un rato, y de premio enculo a tu esposa y te la dejo tranquila toda la semana.
Yo, con el coño chorreando como nunca, le dije a mí esposo:
– Por favor amor, quiero ver esa verga en tu boca, por favor.
Me corrí como una cerda viendo a mi marido comerle la polla a Manuel, mientras se pajeaba sin parar y cuando Manuel la sacó de la boca, le pidió que por favor me diera por el culo, y así lo hizo. Me estuvo enculando un buen rato hasta llenarme por completo. Cuando me la sacó, le hizo una seña a mi marido, que seguía tocándose, y sin pensarlo se metió esa verga en la boca nuevamente, mirándome de reojo y se corrió de nuevo.
Le dejó la polla limpia al corneador, luego se levantó y me plantó un beso interminable diciéndome lo mucho que me amaba. Le dio las gracias a Manuel, y yo le recordé que me debía dos polvos y solo había pagado uno.
Entonces lo mandé a ducharse mientras yo follaba a solas con Manuel dejándome espatarrada sobre la cama con su leche chorreando entre mis piernas. Manuel se despidió dándome su teléfono, el cual tiré a la basura inmediatamente. Mi cornudo me limpió el coño con su boca, y no le permití follarme esa noche. Tenía que guardar energías para no fallarme la próxima semana, aunque tal como se fueron dando los acontecimientos, creo que comenzó a fallar intencionalmente.
Besos de los dos.

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