Relato erótico

Si juegas con fuego…

Charo
9 de junio del 2020

Su mujer es una mujer muy guapa y con un tipo de modelo. Llevan varios años casados y poco a poco se han ido “animando” en el tema sexual. Aunque reconoce que sus polvos son algo monótonos. Un día le propuso un juego, ella aceptó y ahora no hay marcha atrás.

Pascual – Madrid
Mi mujer Alba, tiene ahora 36 años. Está estupenda, vamos buenísima ya que se conserva de maravilla, tiene una cara de niña buena con su melena morena rizada, con su metro setenta y cuatro, vientre plano, piernas duras y largas, senos firmes medianos, un culito respingón con forma de corazón con un tamaño proporcionado a su cuerpo delgado. Su tacto es suave, duro y firme y suele mantener su pubis arreglado todo el año dejando como a mí me gusta pelitos en su triángulo del monte de Venus pero su raja completamente despejada de pelos, así que se aprecian claramente sus labios mayores, perfectamente simétricos.
Es de familia bien así que en el tema sexual siempre ha sido muy tradicional y clásica aunque con el paso de los años ha ido cogiendo experiencia conmigo. El sexo era monótono y “clasicón” ya que siempre quiere que le esté estimulando el clítoris mientras la penetro.
Como iba diciendo, cada vez fue extendiéndose en los juegos y el morbo y cada vez era más fácil buscar la situación que nos excitase y nos motivase. La mayoría de las veces, antes de follar, simulábamos que ella era una prostituta y el juego consistía en que yo, pasándome por otro, la obligaba a desnudarse con los ojos tapados insinuando que en la sala había más gente. Algunas veces la sacaba fotos que después mostraba a gente por Internet y me ponía mucho que la gente dijese lo que haría con ella. Lentamente cada vez se hicieron más calientes y atrevidas las situaciones. A veces lo que tenía que hacer era pasar por una esclava, obedeciéndome y en esas ocasiones en que ella hacía de esclava, noté como le excitaba muchísimo encontrarse sometida y humillada, sobre todo como si fuese un juguete o un objeto erótico.
Esto rompía con todo lo que era en sí su persona, ya que ella es muy discreta, bastante tímida, pudoroso y tanto pensaba yo que con el calentamiento llegaba a desinhibirse que un día decidí jugar arriesgando un poco. Le pregunté que si quería seria mi esclava, mi objeto sexual, mi juguete y ella aceptó con una sonrisa picarona y directamente ella misma empezó el juego:
– ¿Qué quieres que haga tu perra, Amo?
– ¿Vas a ser muy obediente hoy? – le pregunté.
– Sí, Amo, como siempre, lo que tú digas – contestó.
– Hoy será distinto, haré contigo lo que quiera – le dije.
– Vale – contestó escuetamente.
– Serás humillada, insultada, utilizada, mostrada, compartida… ¿sigues
queriendo ser mi perra?
-Tragó saliva y contestó:

-Si.
– ¡Entonces vente conmigo, puta! – le ordené.
La llevé a la habitación en la que tenemos el ordenador, previamente me conecté a un chat con el nick “Te muestro a mi mujer”. Obviamente un sin fin de ventanillas se abrieron y tras una selección elegí un chaval de 18 años de Madrid que tenía cámara y le ofrecí un espectáculo de Alba a cambio de que él se masturbase frente a su cámara y aceptó.
Él veía una silla que coloqué lo más cerca posible de la cámara y yo le veía a él la cama. Antes de entrar en la habitación le coloqué una venda en los ojos a Alba, como hacíamos varias veces, y eso le permitía a ella dejarse llevar por la fantasía de que era otro la que le hacía eso, aunque nunca la pregunté quién era el que ocupaba mi lugar. Entramos y coloqué a Alba junto a la silla, aunque tuve que mover la cámara para encuadrarla a la perfección y me senté frente al ordenador. Cuál fue mi sorpresa cuando al conectarme con el chaval me encontré con que estaba completamente desnudo, pero lo más alucinante es que al lado tenia a dos chicos de similar edad, ambos también desnudos, uno ya completamente empalmado.
– Hola chicos – escribí.
– Hola, son dos colegas, ¿te importa?
– No que va, al contrario… ahí la tenéis… ¿Qué tal… qué os parece?.
-¡Ouuaouu…! – exclamaron los tres cambiándoles la cara -¡Que se desnude!
Uno se llevó la mano al paquete y empezó su particular tratamiento. Alba estaba de pie descalza, con los ojos tapados al lado de la silla con una blusa azul y una falda ajustada blanca.
– Gírate y apóyate en la silla – le ordené – Quiero tu culo en pompa.
Le costó entender la orden y tardó unos segundos en reaccionar pero finalmente se acercó a la silla, frente a la misma y de espaldas a la cámara, y se agachó subiéndose inevitablemente la falda al límite de la vista de su braguita blanca.
– ¡Levanta más la falda! – le volví a ordenar.
Apareció su culo respingón, tapado por la braguita, ante la mirada de los tres chavales incrédulos. Me acerqué y pasé mi mano por todo su culo, luego bajé mi mano por sus muslos y volví a subirlas hasta que la gire de nuevo de cara a la cámara. Su falda cayó tapando de nuevo su ropa íntima.
– ¡Desabróchate la blusa! – ordené de nuevo.
Poco a poco se fue desabrochando la blusa y como no llevaba sujetador inevitablemente cada vez que se movía se le abría la blusa y dejaba entrever sus tetas, con sus pezones completamente empitonados por la excitación.
– ¡Quítate la falda! – le ordené mientras miraba como los tres, con los ojos abiertos, se masturbaban.
Se desabrochó la falda por un lateral y esta se abrió mostrando las bragas relucientes de Alba. Se quedó como sin saber que hacer con ella en la mano, hasta que la tiró al suelo.
– ¡Gírate! – le dije.

Obedeció. La camisa le tapaba algo, así que ordené que se la quitara y lo hizo mostrando a la cámara su espalda morena con la marca de la parte alta del bikini.
– ¡Métete esas bragas por la raja del culo como si fuera un tanga!
Lo hizo, dejando unos segundos su culo a la vista.
– Colócate como antes, con el culo en pompa.
Pensé que con esas vistas era momento de desnudarme así lo hice y sin caer en que me verían los tres chicos. Salí en escena, me acerqué a ella y mirando a la pantalla, llevé mi mano abierta a su culo y acariciándola, colé un par de dedos en la tela metida entre ambas nalgas y tire hacia un lado, apartando toda la poca tela que escondía y tapaba la desnudez total del culo de mi mujer. Mire al ordenador y noté como la intensidad de movimiento de las manos de los tíos se incrementó.
– Ponte de pié y gírate, que veamos esas tetitas.
Se giró despacio mostrando su bonito cuerpo casi desnudo. Sus tetas estaban muy erguidas, con las aureolas Albadas y algo abultadas, con los pezones apuntando al cielo y que yo, al pellizcárselos se endurecieron aún más.
– ¡Tócatelas! – dije.
Dudó unos instantes pero empezó a acariciarlas. Otra vez salí en escena pero esta vez mi rabo estaba mirando al cielo. Me coloqué frente a ella y por la parte más ancha de la braga colé mis dedos a cada lado y retiré toda la tela desnudado su sexo y tirando para arriba metiéndose toda la tela entre los labios vaginales desnudos de Alba. Entonces me aparté y le dije:
– Quítate la braga.
Me encantó ver con que delicadeza levantaba una pierna y deslizaba la braga por su muslo pasándola por un pie y después retirándola de la otra pierna quedando completamente desnuda delante de los tres chavales. Me coloque en frente de nuevo.
– ¡Abre más esas piernas¡ – le ordené.
Obedeció y con la palma de la mano bien abierta empecé a recorrer de abajo arriba toda su mojada y despejada raja, notando como al paso de mis dedos se abría su cueva caliente, como su piel de un Alba profundo y brillante se humedecía aún más y notaba sus labios menores con su clítoris expectante. Al notar ese primer contacto, ella se encogió echando ligeramente el culo hacia atrás y gimiendo. La dejé en esa postura unos segundos para deleite de los voyeurs. Estaba completamente desnuda, solo con los ojos tapados, completamente quieta con las piernas abiertas.

– Acaríciate…
– ¿Qué? – exclamó asombrada.
– ¡Que te masturbes! – grité.
Empezó a tocarse, al principio despacio pero poco a poco empezó a mover su cuerpo, a contonearse, a acariciarse con una mano el pecho y bajando por el vientre mientras una mano no paraba de estimular su sexo. Yo estaba cardíaco y decidí coger la cámara para hacer unos primeros planos.
– Siéntate – dije y ella lo hizo sin dejar de acariciarse – Abre las piernas y súbelas a cada lado de la silla.
Eso hizo que inevitablemente sus muslos y piernas quedaran separados al máximo exponiendo su humedecido y completamente desnudo coño. Sus caricias hacían que inevitablemente su mano tapara y descubriera según el vaivén, su cueva entreabierta. Lo que no tapaba era su agujerito anal perfectamente expuesto. En esa postura tan humillante cogí la cámara y la acerqué hacia la zona más escondida de cualquier mujer.
– Quita la mano y enséñanos mejor ese coño de puta que tienes, ábretelo.
Con ambas manos separó aún más los labios dejando, ver su agujero abierto y su sexo en pleno esplendor. ¡Que ganas de follármela tenía! Pero aguanté y acerqué la cámara. Los tíos no daban abasto. Estaban viendo el coño y el culo de mi mujer en un primer plano.
– ¡Ábrete las nalgas! – con ambas manos las separó ensanchándose el agujero y dejando entrever su cuevecita más cerrada – Chúpate un dedo – eligió el índice – Métetelo.
Se lo fue arrimando hacia su coñito pero la corté diciéndole:
– ¡No, no, por ahí no, por el culo!
– No, eso no – protestó ella.
– ¡Venga, obedece!- le grité.
Con mucho miedo arrimó su dedo a su ano y este, notando el contacto de su dedo, como en defensa propia, se contrajo, mientras la cámara no perdía detalle y ofrecía unas imágenes impresionantes y más cuando poco a poco fue entrando el dedo índice de mi mujer en el interior de su agujerito.
Yo ya no podía más y al mirar a los chicos vi como dos estaban ya de pié, uno ya se había corrido y el otro, según le estaba mirando, se le empezaron a salir unos chorretones impresionantes por la polla. Dicho de paso los tres lucían unos muy buenos pollones. Entonces decidí no aguantar más. Me coloqué frente a Alba, situé la cámara de nuevo y sin contemplaciones tumbé a Alba en la silla, eché sus piernas hacia atrás, manteniéndolas abiertas y llevándole los tobillos hacia sus hombros, levanté su culo dejando toda su desnuda raja a mi merced. La miré, estaba encharcada, arrimé mi glande a su coño y sin contemplaciones me fui perdiendo en su caliente raja.
Yo miraba hacia abajo y veía como mi polla se perdía en su coño mientras debajo su agujerito negro entreabierto me estaba pidiendo guerra. No pude resistirlo más y tras varios metisacas y sujetándome en la silla, decidí sacar mi polla de ese suculento agujero y mirando su agujero anal y separándole aún más las nalgas, sin apenas lubrificarlo, empecé a clavarle mi polla en su estrecho ano.

Aún no me había entrado el glande que Alba ya estaba gritando, y agarrándose ambas nalgas empezó a separárselas aún más como para abrirme el camino. La fui enculando poco a poco y mi polla se fue perdiendo hasta el fondo, mientras con las manos jugueteaba con su clítoris estirándoselo y pellizcándoselo sin dejar de meterla uno, dos y hasta tres dedos en el coño. Ella se sujetaba como podía en la silla y no paraba de gritar, acariciarse y gemir como nunca, teniendo un orgasmo tras otro.
Veía como poco a poco mi polla desaparecía en su estrecho agujero para volver a aparecer, notaba un calor especial y entonces miré al ordenador. Los tres se estaban fijando, bien pegados a la pantalla y sentados tras su particular paja. Saqué la polla ya a punto de correrme. Ella se sentó como aliviada y satisfecha, pero me coloqué frente a su cara para que entendiese que lo que quería era acabar en su boca. Olvidándome, debido a la excitación y la sobredosis de testosterona que tenía en ese momento, de que aún estarían los voyeurs, se me ocurrió quitarle la venda de los ojos y arrimarle mi polla a la boca. Ella la agarró con las manos y sin hacer ascos, más que nada por la procedencia de la polla, se la metió entera en la boca, pero según empezó a abrir los ojos, precisamente de reojo, vio el ordenador encendido. Justo cuando estaba a punto de correrme se la sacó de la boca y miró al ordenador.
– Pero… ¿qué es esto… no será verdad?
Según decía eso me corrí inevitablemente manchándole cara, pelo y pecho. Se apartó muy cabreada, pero no por la corrida.
– Pero, no me digas que esto… nos han visto. ¿Quienes son, estás loco?
Aún sin estar recuperado dije:
– ¿Algún problema?
Pero ella no estaba para bromas, medio tapándose se levantó y pegó su cara a la pantalla viendo a los tres chavales en pelotas aunque alguno tapándose sus partes con caras de asustados, pero a la vez cara de disfrute por poder verle la cara a la mujer del show.
– Gracias por todo – escribieron.
– Oye, ¿me habéis estado viendo desde el principio? – preguntó ella.
– Sí y tienes un cuerpazo impresionante, cuando quieras quedamos.
Se sentó alucinada, como pensativa, yo no me atreví a decir nada y ella, de repente y sin contestarles, apagó el ordenador bruscamente y mirándome dijo:
– Te has pasado, esta me la pagas.
– Pero, cariño que era un juego.
– ¿Juego? Te voy a decir lo que es un juego. A partir de ahora cuando estés trabajando delante del ordenador quiero que mantengas tu Messenger conectado y deberás aceptar a cualquier mujer que te agregue y tu obligación será obedecerla y mostrarle lo que pidan, igual que lo que has hecho conmigo… ¿Entendido? A ver si te gusta este juego y que sepas que algunas vendrán de mi parte, amigas, mis hermanas, ya veremos. Otras podrán agregarte directamente y ya sabes, tú a obedecer y punto.
– Pero, tía…
– Es eso o…
– Vale, lo que tú quieras – acepté sin dejarla acabar.
– Te has pasado – repitió – y ahora pásame la dirección de esos tíos.
Saludos y ya os contaré lo que está ocurriendo en la actualidad.

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