Relato erótico

Sexo y erotismo

Charo
7 de septiembre del 2019

Habían pasado una noche maravillosa, el sexo entre ellos funcionaba a tope. Cuando despertaron, estaban calientes y cariñosos…

Alberto – Lugo

La luz del día cruzaba la habitación, posando sus rayos sobre nuestra piel desnuda, mis manos estaban enlazadas a las suyas sobre su cintura. De repente noté como dulces caricias hicieron que saliera de mi sueño, era mi princesa dándome pequeños besitos por la cara, “esto si que es un buen despertar”, pensé, la miré a los ojos y la besé intensamente en señal de agradecimiento por su delicadeza.
– Te mereces un premio- le dije.
Pasé una mano bajo su espalda y otra bajo sus rodillas, la levanté y sin decirle nada, la lleve al baño. Eugenia sabía perfectamente lo que quería hacer, así que me agarró del cuello y nuestros labios se volvieron a juntar durante otro instante.
En este lugar habíamos pasado grandes momentos de pasión y amor, la solté sobre el suelo y empecé a abrir el agua de la ducha, hasta que el agua estuvo en el punto exacto. Lentamente nos metimos bajo el agua y continué besándola, mientras miles de gotas nos cubrían la piel. Mis manos se perdían por su espalda y las suyas volvieron a fundirse en mi cuello, sus pechos chocaban contra mi torso, dejé sus labios, empecé a recorrer beso a beso sus pómulos, disfrutando de cada instante, su frente, etc. Cuando llegué a su orejita, pasé lentamente la lengua por cada uno de sus cartílagos, para terminar dando un mordisquito en el lóbulo de la oreja.
De su boca salió un pequeño gemido. Continué mi camino hacia su cuello, donde estuve besándolo repetidas veces, ayudado en varios momentos por los movimientos de mi lengua. La respiración de ambos fue aumentando, notaba como sus pezones estaban reaccionando a cada una de mis caricias, esto provocó que mi excitación aumentara y también mis ganas por continuar surcando ese maravilloso cuerpo recubierto de agua. De su cuello pasé a sus hombros, su piel era muy suave y desprendía un perfume que hipnotizaba mis sentidos. Ella también me besaba y recorría con su lengua cada centímetro de mi piel.
En mí crecía de forma incontrolable una gran excitación, que era ensalzada por la reacción de mi polla. El baño estaba formado por una ducha muy espaciosa, era lo suficientemente grande para que entrásemos los dos juntos. Antes de continuar con lo que se veía inevitable, paramos el agua, me puse detrás, cogí el bote de gel y dejé caer un hilito frío muy fino del hombro derecho al izquierdo, deteniéndose sobre cada pecho.
El gel se derramaba poco a poco, sus ojos se cerraron, decidí dejar que fluyese hasta llegar a cubrir sus pezones, entonces el cuerpo de Eugenia se estremeció, posaba mis manos sobre sus hombros para esparcirle todo el gel.

Por más que intentaba tocarse no la dejaba y yo me acercaba más y más, para que notase perfectamente el estado de mi sexo. Ladeé hacia la izquierda su cabeza, mis labios se pegaron contra su cuello, pasaba la lengua cada vez que mis manos se ponían en contacto con sus pechos, le daba pequeños mordiscos cuando le rozaba los pezones. Muy dulcemente le pregunte:
– ¿Quieres que siga?
Ella asintió. El movimiento de mis manos aumentó y la presión sobre sus pechos también, sus suspiros fueron más intensos y pronunciados, la incliné, puso sus manos contra la pared, mis manos bajaban por su espalda haciendo todo tipo de signos mientras mi polla estaba rozando entre sus nalgas, flexioné un poco las rodillas, apunté a la entrada de su culito, pero lo que hice fue friccionarla desde su ano hasta su coño, y viceversa. Eugenia estaba muy sensible a cualquier roce, me puse de rodillas, pasé mi mano cubierta de gel por su culito y seguí bajando por la cara externa de sus piernas, para luego subir por la cara interna y pasar mis manos por su coño muy despacito, para que se empapase de jabón. Notaba que ella quería más y que la dejase de hacer sufrir, aun así, esta vez era yo quien iba a dominar. La posicioné de cara a mí, cogí el telefonillo de la ducha y empecé a pasarle el agua por su cuerpo, le separé las piernas, la imagen era preciosa, su monte de Venus brillaba como si las estrellas se estuvieran reflejando en él.
Mi boca buscaba con desesperación la suya para apaciguar mi sed. Volvimos a besarnos más apasionadamente, dejé sus labios y empecé mi camino, le dije que le relataría un cuento sobre el viaje que estaba a punto de realizar sobre su cuerpo:
El aventurero (mi lengua), bajó por una gran ladera (su cuello), el suelo que pisaba era una delicia, miró hacia el frente y vio dos grandes montañas unidas (sus pechos unidos por sus manos), durante unos momentos dudé en conseguir mi sueño, pero la recompensa (su orgasmo) era demasiado elevada para rendirse. Empecé a escalar dichas montañas por un pequeño camino que había entre las mismas. El suelo que pisaba era muy duro y a la vez aterciopelado, poco a poco llegué hasta la cima de la montaña, dando un pequeño “castigo” sobre el pico (pezón), mis ojos no se podían creer lo que veían, se estaba endureciendo y aumentando de tamaño, así que salí corriendo por una ladera para intentar refugiarme en la otra montaña, me encontré con otro pico y le di un “castigo” mayor que a su vecino, cogí mi espada y la clavé (mordisquito) sobre el pico, los efectos fueron los mismos, empecé a correr a su lado para ver que ocurría, era increíble estar oyendo rugir (gemiditos) a la montaña, alcé la mirada hacia el cielo y vi como dos grandes estrellas (sus ojos) ardían como si quisieran estallar (excitación).

Paso a paso (beso a beso) iba recorriendo mi camino, pasando por un pequeño agujerito (su ombligo) al que besé, como si de los labios de mi amada se tratase. Según pasaban los segundos este aventurero llegó a un tupido bosque, donde la oscuridad iba a ser su acompañante hasta llegar a su destino. Un fuerte olor le invadía la cabeza, era encantador y provocaba que su cuerpo se desplazase directamente hacia “El Gran Cañón”.
Recordó que el botón para ascender al cielo (su clítoris) estaba escondido por grandes pliegues de tierra, según la leyenda narra. El aventurero (mi lengua) sé introdujo entre los pliegues y estuvo desplazándose de un sitio hacia otro, vio que no había ninguna repuesta a sus estímulos, decidió hacerlo en círculos y hacia los lados, a la vez que sus pasos se incrustaban en la tierra. Por su esfuerzo fue concedido con la mágica gota que tomó con mucho agrado, directamente continuó su camino hacia el botón mágico, sin avisar apareció ante él, lo acaricio durante un largo tiempo, notó como una gran manantial nacía bajo sus pies, el olor era cautivador y dejó que el manantial cubriera su cuerpo. De repente vio que su tamaño había aumentado, que se encontraba abrazado a su princesa amada y que sus labios volvían a estar unidos bajo el agua divina.
– Cariño, ¿te ha gustado mi cuento?- le pregunté mirándola a los ojos.
– ¡Fóllame, mi gran cañón me está pidiendo que lo atraviesen!
Eso me puso a 1000, nuestros cuerpos estaban completamente excitados, cogió la polla con la mano y le dio un besito en la punta, se me endureció como si una descarga la cruzase. La acerque a mí, ella abrió las piernas flexioné las rodillas y coloque la puntita en su entrada, rocé mi polla con sus labios, sabía que ella se moría de ganas, pero la estaba haciendo sufrir un poquito. Volví a colocarla y empecé a empujar poco a poco, quería que sintiese como entraba, el capullo ya estaba dentro pero lo saqué y volví a metérsela pero esta vez hasta la mitad, volví a sacarla pero dejé el capullo dentro, entonces le dije:
– Pon tus brazos alrededor de mi cuello
Posé mis manos sobre su culo, a la vez que la levantaba sé la incrustaba hasta el fondo, sus ojos se quedaron en blanco y de su boca salió un profundo suspiro. La apoyé contra la pared y comenzamos un ritmo frenético de entradas y salidas, su vagina abrazaba mi polla en cada embestida, notaba como mis huevos se mojaban por los jugos de su coño, como sus pechos golpeaban contra mi torso y sus pezones se clavaban en mi piel.
Llevé una de mis manos a la boca y le hice chupar dos de mis dedos, volví a bajar mis manos y pase alrededor del esfínter uno de mis dedos, notaba como cada vez se relajaba, gracias también a la lujuria que le recorría el cuerpo. Coloqué mi dedo en la entrada de su culito y poco a poco lo fui metiendo, a la vez que mi polla invadía sus adentros, ya tenía todo mi dedo dentro, se lo metía a la vez que mi polla y con la misma intensidad, ambos no parábamos de gemir, entonces metí los dos dedos a la vez, al principio despacito, pero luego hasta dentro. Estuvimos así un buen rato, hasta que nos corrimos en un grandioso orgasmo. Sin separar nuestros cuerpos, nos miramos y acto seguido nos besamos durante un largo rato.

La recosté en un gran escalón, abriendo sus piernas y dejándome expuesto su coño y parte de su culo. Cogí el telefonillo de la ducha, me coloque entre sus piernas, le di un largo beso mientras colocaba el agua sobre su barriga, subí hacia sus pechos, sus besos se hicieron más intensos, su lengua poseía la mía a su antojo, me gustaba como lo hacía, me separé y comencé a besar sus pezones, metí dos dedos dentro de su vagina moviéndolos en todas direcciones, entrando de golpe y saliendo despacito. Posé mi boca sobre su clítoris, empecé besándolo muy despacio luego más deprisa, sus caderas se movían de un lado a otro, lo cogí entre mis labios y le di varios lengüetazos. Coloqué el dedo índice de cada mano en la entrada de su vagina, y empecé a meterlos y sacarlos, me pedía que no parase, así que decidí meter 3 dedos de una mano y continuaba con el mete-saca, sus paredes los aceptaron bien, así que probé uno más, Eugenia estaba gozando como una loca, empecé a meterlos poco a poco por miedo a que hacerle daño, pero su coño estaba muy húmedo y entraron hasta los nudillos, no lo podía creer, así que empecé el mete-saca a destiempo, moviéndolos en círculos, ahora tenía su vagina poseída por 4 dedos y su clítoris castigado por mi boca.
Estaba totalmente ida, me pedía que no parase y yo continuaba cada vez más fuerte. Sin decir nada, coloqué dos dedos en la entrada de su culo y se los metí, lo tenía muy dilatado y entraron sin complicación, su coño era una cascada de jugos, al final le chupé el clítoris y le metí los dedos todo la rápido que pude hasta que volvió a llegar al orgasmo. Yo tenía la polla recuperada, la hice sentarse encima y que me montase, mi polla entró sin dificultades, Eugenia se apoyaba en mis hombros para controlar la penetración, en cambio yo las colocaba en su cachetes para ayudarla, lo apretaba con fuerza cada vez que entraba, mis dedos se acercaban a su agujerito, esparcía sus jugos por la entrada de su ano, la miré a los ojos y me dio permiso con su mirada, así que empecé a meter un dedo, dos y tres, entraban todo lo profundo que podían, me agarró más fuerte de los hombros y de repente se dejaba caer con más fuerza, me estaba haciendo gozar como nunca. Ella aumentaba la velocidad hasta que no aguanté más y me corrí, seguidamente ella hizo lo mismo, se quedó uno segundos dentro mientras nuestras bocas volvían estar unidas en un mar de deseo y placer. Nos tumbamos y ella se puso encima, con mi sexo dentro del suyo, descansando por el esfuerzo, la miré y le dije:
– Aun nos queda algo más por hacer.
– Ya lo sé y no vamos a esperar más.
Seguíamos como motos, me besó en los labios, en la barbilla, bajó despacio por mi cuello, continuó bajando, jugando con mis pezones, por mi tripa y paró en mi ombligo, su lengua daba círculos y poco a poco se fue metiendo dentro, entraba y salía de él, notaba como mi polla estaba reviviendo, continuó por mi pubis, se acercaba cada vez más, notaba como sus besos subían por mi polla, la cogió de la base y la elevó, levante la cabeza, me miró y me beso en la puntita, entonces sentí la mayor descarga de placer cruzándome y mi polla dio un salto.
Me miraba mientras me la chupaba, notaba como mi polla crecía con cada una de sus caricias, la sacaba de su boca, pasaba de su lengua desde la base hasta el capullo, cada vez que me hacía eso recibía un bestial descarga por todo el cuerpo, entonces empezó a follarme con la boca, más rápido, a la vez que me masturbaba con la mano. Me acercaba al momento de llegar al orgasmo, así que la hice parar, la puse frente a la ducha, le pedí que se apoyase en un ángulo de 90º, ella misma abrió un poco las piernas.
Posé mis labios sobre sus nalgas, fui subiendo poco a poco por su espalda, mis manos la abrazaban por la cintura y hacia que su cuerpo se fuese elevando lentamente hasta quedarse a unos 130º. Mis labios se apoderaron de su oreja derecha, mi lengua recorría cada cartílago, chupándolo, dando pequeños mordisquitos, a los que respondía con pequeños suspiros, mientras mis manos se apoderaban de sus pechos, colocando los pezones entre mis dedos. Mi sexo estaba en la entrada de su culo y empecé a metérsela, mi polla estaba muy lubricada, al principio solo entró el capullo, lo mantuve allí un rato para que se acostumbrara, lo volví a sacar y se lo metí en el coño para cubrirla de jugos, mientras, se estaba tocando el clítoris y en ese intento, entró casi toda dentro de su culo, volví a metérsela en el coño, aumenté el ritmo, entonces salí y entre de un golpe hasta que mis huevos chocaron con sus nalgas. Emitió un fuerte gemido que compartí con ella, empecé a bombear despacito, según pasaban los segundos el ritmo era mayor, más y con más fuerza, quería partirla en dos, cada vez las estocadas eran más profundas y alocadas, sin control, mientras ella no paraba de jugar con su querido clítoris.

Mi mano izquierda bajó por su cadera y la coloqué sobre sus labios, movía los dedos hacia todos los lados, el objetivo era darle todo el placer que pudiese, así que coloqué mi mano en la entrada de su coño, empecé con un dedo, luego dos, luego tres, creí que iba a reventar, ya que mi mano es un poco grande, pero no se quejaba, es más, no quería que parase así que empuje cada vez con más fuerza y de repente paré en seco para volver a meterla de golpe todo lo que pude. Yo estaba a punto de correrme, así que continué rápido, más rápido, note como su cuerpo se estremecía y como mi polla se hinchaba por lo que estaba a punto de acabar, se lo dije y ella misma fue la que movió sus caderas para que la llenase. De mi polla salían chorros estrellándose contra sus paredes, nos corrimos a la vez. Me salí y vi que por la cara interna de sus piernas caían los restos de nuestros elixires combinados, entonces la cogí en brazos y la llevé hacia la cama. Colocamos nuestras caras una frente a la otra y la besé en los labios, nuestras lenguas se volvieron a fundir, nos separamos, la miré a los ojos, su expresión lo decía todo y le dije lentamente:
– Te amo.
A lo que ella respondió con las mismas palabras “TE AMO”, que hacían que todo lo sentido anteriormente, tomase un nivel especial.
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