Relato erótico
Sexo y algo más
Estaba enamorada de su amigo y aquella tarde habían quedado para verse. No sabía lo que iba a pasar, pero ella, quería sexo y algo más.
Eva – AVILA
Amiga Charo, esa tarde me miraba en el espejo, me sabía enamorada y sin embargo había algo que todavía no podía distinguir dentro de mí.
Ya no tenía miedo de él, ya toda mi vida se la había entregado y podría acompañarlo a cualquier lugar, sin embargo las ausencias duelen y pesan y más como me encontraba yo en esa tarde.
Me vestía delicadamente, quizás como nunca lo había hecho en mucho tiempo, escogí con cuidado la ropa que me iba poner y procurando que esta rozara delicadamente mi piel. Primero la toalla, pasaba por mi cuello y frotaba delicadamente mi cara, después la crema que calentaba lentamente en mis manos antes de ponerla entre mis piernas para recorrerlas sin prisas ya que ese día las sentía especialmente suaves.
Paso siguiente escogí un sujetador transparente color vino y una blusa delgada y suave. ¡Que sensación tan placentera el ponerme la seda encima y sentir como bajaba por mi torso como una caricia que en ese momento se encontraba lejana!
¿Las medias eran esenciales? No, quizás hoy pueda prescindir de ellas. En fin todo ese ritual era para tratar de mitigar un deseo que esa mañana había despertado en mí y el cual no me podía quitar de encima.
Deseo, deseo de sentirme poseída y entregada a la pasión de besos húmedos y candentes, de manos que me aprisionaran y que hicieran de mi sexo una fuente de humedad junto con una lengua que recorriera mi espalda y chupara mis jugos tranquilamente sin prisas.
En efecto mi vientre hervía pero mi corazón estaba tranquilo, el problema era unir esos dos momentos y quizás el destino, en el que mucha gente no cree, lo resolvería por sí solo.
Me acababa de poner las últimas gotas de perfume en mi escote, arreglada y sin tener todavía a dónde ir, cuando el teléfono sonó. Una voz conocida, el amigo, el que desde hace tiempo tenía intenciones conmigo que iban más allá de una amistad.
– Paso por ti a las 9 – me dijo.
– De acuerdo, a ver que pasa – contesté.
El tiempo se hizo corto, en el fondo yo me preguntaba si estaría mejor el conservar una amistad, pero intenté dejar de pensar. Ese era mi problema pienso demasiado.
Llegó la noche y al subir al coche sentí un olor especial, el ambiente se respiraba excitante y él lo era aún más. Conservaba la distancia pero en sus detalles dejaba ver algo más lo cual lo hacía más interesante.
Instalados en el lugar, hizo alusión a mi blusa, eso era algo más que una señal y tomó mi mano listo para el ataque. ¿El ataque? ¿Y cuando este se lleve a cabo cual será mi reacción?, Sin dejar de pensar en ello sentí sus labios encima de mi y una lengua cálida y húmeda recorriendo mi mentón y su cuello.
La pasión se dejó fluir y la humedad también, manos que buscaban desesperadas asirse de algo, tomando caminos vertiginosos sobre su espalda y cintura buscando la entrada a partes más íntimas. Para entonces yo supe distinguir que el corazón estaba lejos, pero mi cuerpo y el deseo sí estaban entre esas manos, en esa lengua que jugaba con mi oído y que pasaba cada vez más abajo del cuello.
El lugar ya no era el adecuado y él propuso ir a otro donde estuviéramos solos. Me dio risa, de verdad, esa era una historia ya vieja en mis anaqueles, pero cada experiencia era distinta e inusual, la diferencia quizás recaía en que la soledad no me había pesado tanto como ese día y en mi amor mal correspondido. ¿Hacerlo por revancha? ¿De quién? Esa posibilidad no era real. Hacerlo por aprender, esa era una disyuntiva nueva e interesante. ¿Qué tendría de nuevo este ser para aprender? No habría otra forma de averiguarlo más que el ir. ¿O era más interesante aplazar el deseo? Nuestra amistad era reciente y sin embargo plena, divertida y sin complicaciones, relación que yo esperaba siguiera así para no entrometer sentimientos.
Al hacer esta diferencia, sentí su mano entre mis muslos y me dijo que él sí esperaba algo más, no solo una posesión carnal si no una completa, pero que estaba dispuesto a correr el riesgo aunque, en broma, exclamó:
– ¡Cielos, un baño de agua fría es lo que más deseo ahora! Pero el baño está en el hotel – añadió con risa pícara – Déjame llevarte lentamente y poco a poco.
Y así me llevó al coche donde en una esquina de una calle lo había estacionado. Protegidos por la oscuridad decidió empezar a tocar mis ojos y mis mejillas y besar con meticulosa calma mi cara. Empezó a desabrochar mi blusa y de pronto yo noté como sus dedos empezaban a rozar con ligereza mis pezones y cuando yo creía que iba a recibir un apretón más fuerte, lo que llegó fue una lengua recorriendo mi pecho y su cuello, lo que hizo mi respiración más agitada y que venciera esa resistencia.
De repente me sentí atornillada contra el asiento porque él ya estaba encima de mí y mis nalgas estaban en sus muslos. Por curiosidad empecé a indagar en su torso y lo encontré fuerte y viril, empezando a desabrochar su cinturón y tocar ese miembro de buen tamaño e hinchado hasta más no poder.
En la penumbra pude ver su mirada llena de pasión y con un reflejo de admiración en los pequeños detalles de mi cuerpo, haciendo alusión al lunar que tengo sobre el pecho izquierdo y sentir que me lo tocaba suavemente como si deseará que el tiempo no pasara tan rápido. Me sentí más que deseada.
La falda que yo me había puesto se encontraba en ese momento en mi cintura y mi vientre era totalmente sobado con la habilidad de dos manos que me lo recorrían procurando darme placer entre mi clítoris y los labios.
El asiento del coche se hizo hacia atrás y mi cintura fue recorrida con sigilo por besos pero donde ya no pude tener ninguna resistencia fue cuando con la barbilla él empezó a raspar mi clítoris y este me empezó a crecer y el ver su mirada encima de mí, para ver como esas caricias me eran tan placenteras, hizo que estallara de humedad y me corriera con la lengua de él dentro de mi vagina.
Sin embargo antes de alcanzar el orgasmo, él se colocó encima de mí y mientras que con la mano seguía provocando ese placer, colocó su polla encima de mi monte de Venus y empezó a frotarlo con rapidez y desesperación. Dientes encima de mis pezones con cuidado pero con mando, y dos nalgadas en mis trasero hicieron que los dos nos corriéramos mezclando los jugos de nuestros cuerpos.
Embarrados de todo aquello, él empezó a quitar mi sudor con besos y a limpiar con un pañuelo meticulosamente todo mi vientre y entrepierna.
Luego se incorporó y yo, todavía exhausta, intenté hablar pero él me hizo callar y solo me dijo:
– A donde el corazón nos lleve y no te penetraré hasta que el tuyo esté aquí.
Me llevó a mi casa y con un cálido abrazo me dijo que me llamaría al día siguiente.
Cuando me encontraba ya sola en mi apartamento pensaba, dejándome llevar por el sueño de pasiones vividas, que en efecto había aprendido algo esa noche, que el deseo se había alargado y que quizás no valía tanto la pena seguir esperando un amor que estaba ausente, quizás el tiempo hablaría por sí solo y cuando existiera la penetración total encontraría lo que llevaba tanto tiempo buscando.
Saludos.