Relato erótico
Sexo, vicio y cintas de video
La compra de una cámara de video, lo cambió todo. Cuando la estrenó a su mujer le hizo gracia y le dedicó un striptease muy morboso, e incluso permitió que la grabara cuando le hacia una mamada.
Paco – Zaragoza
Tras cinco años de casados, Lidia y yo, nos habíamos convertido, sin darnos cuenta, en una pareja monótona. Nuestros encuentros sexuales resultaban ser bastante rutinarios y en varias ocasiones le había comentado sobre esto, pero no hallábamos manera de darle chispa a nuestra vida sexual. Hace varios meses, cuando compré mi cámara de vídeo, no imaginé que tal adquisición lo cambiaría todo.
Una noche, estaba Lidia desvistiéndose en la habitación, cuando entré y comencé a filmarla. El hecho de que estuviera grabando la escena de su desnudez la excitó muchísimo. Continuó desvistiéndose, pero ahora lo hacía con ritmo y mucha coquetería. Se acariciaba las tetas exhibiendo un gran deseo y al quedar completamente desnuda, se masturbó frente a la cámara. Yo, que me había calentado bastante, me saqué la polla y se la di a mamar. No sé como hice para mantenerme grabando mientras mi mujer me daba la mejor mamada de su vida. Me corrí en su boca, bañando también su cara, y todo quedó grabado en aquella cinta.
Hicimos el amor intensamente esa noche, gracias al jueguito de la cámara. Al día siguiente le comenté a Lidia que era una pena que no pudiéramos follar y grabar al mismo tiempo. Le dije que me encantaría poder lograr eso, pero que no se me ocurría que pudiéramos hacerlo sin un tercero en la habitación. Ella se limitó a sonreír y cambió el tema de conversación, lo que me llevó a pensar que no pasaríamos de ahí.
Una semana después, estábamos en la cama cuando Lidia me dijo que su amiga, Marina, estaba dispuesta a manejar la cámara para nosotros. Aquello, además de sorprenderme, me dejó totalmente caliente. Marina es una hermosa morena que llevaba un año de divorciada. Aunque Lidia tiene un cuerpo que muchas envidian y otros desean, Marina aún está mejor. Sus tetas son grandes y bien formadas. Definitivamente es un platillo muy apetecible.
Lidia lo arregló todo. Había acordado con Marina la fecha y llegó puntualmente a casa esa noche. Me sentí un poco avergonzado cuando tuve que explicarle como usar la cámara. Entre lecciones de vídeo y un par de copas, nos ambientamos. Subimos a la habitación y el rodaje fílmico comenzó cuando nos desnudábamos. Ya en pelotas, no tardé en llevarme las tetas de Lidia a la boca. Besé y lamí todo su cuerpo. Lidia sostenía, con sus manos mi cabeza, como para asegurarse de que su clítoris y vagina recibían la adecuada atención de mi lengua. Marina no se dejaba perder ningún detalle de la acción y se aseguraba de tener el mejor ángulo. La corrida de Lidia fue memorable. Sus deliciosos jugos estaban en mi boca. Entonces ella se incorporó y tomó mi polla en su boca. Su mamada era tan deliciosa que me costó hacer un gran esfuerzo para no correrme.
Rápidamente la giré y la acomodé en posición para penetrarla por detrás. Sentí su vagina caliente y mojadita apretar mi polla y nos abandonamos en una follada salvaje. Las tetas de Lidia se movían graciosamente al ritmo de mis empujones. En un momento giré la cabeza para mirar a Marina y la sorprendí masajeando su coño con una mano, mientras no paraba de grabar el encuentro. Lidia y yo nos corrimos un par de veces y practicamos varias posiciones frente a la lente de Marina. Finalmente, el agotamiento era tal, que nos tumbamos en la cama.
Me quedé descansando mientras Lidia fue a ducharse y luego bajó con Marina a ver la película recién filmada. Había pasado algo más de media hora cuando mi mujer subió y se acostó a mi lado. Tras preguntarme como me sentía y si me había gustado, me pareció que quería decirme algo más y no hallaba la forma. Finalmente me dijo:
– Marina hizo un buen trabajo, la película ha quedado fantástica… Es una pena que ella esté tan sola porque estar frente a nosotros grabando lo que hicimos la ha dejado muy cachonda y no tiene un marido que le calme los deseos que tiene ahora mismo.
Dicho esto, me miró con cara de duda, como buscando una respuesta en mis ojos. Entonces añadió:
– Es mi amiga… ¿tú podrías?…
Buscó con su mano mi polla bajo las sábanas y encontró lo que deseaba. Mi erección era una respuesta definitiva a sus insinuaciones. Llamó a Marina y cuando ésta entró en la habitación, mi mujer salió sin decir palabra. Tomé a Marina por la cintura y la besé apasionadamente en la boca. Rápidamente la desnudé y comencé a chuparle las gordas tetas, que resultaron ser más hermosas que como las había imaginado. Al mismo tiempo, acariciaba sus nalgas y su sexo. Ella me empujó hacia la cama y se lanzó sobre mí para devorar mi polla con sensacional deleite. Tras mamar, chupar, besar y morder a gusto, se incorporó para sentarse sobre mí, dejando caer su coño sobre mi polla. Sus movimientos fueron maravillosos. El sudor sobre su piel le daba un brillo a su cuerpo que realzaba su belleza.
Aquellas tetas estaban tan ricas que no podía dejar de acariciarlas y mamarlas mientras ella continuaba cabalgándome. Finalmente nos corrimos juntos, llenando su coño con todo lo que me quedaba. Después de la fantástica follada con Marina, Lidia me confesó que había estado espiando y que lo vio todo. Jamás hubiera pensado que Lidia hubiera permitido, mucho menos planificado aquello. Me dijo que hacía tiempo se había dado cuenta de lo mucho que me gustaba y que siempre había compartido todo con su amiga. Pasó algún tiempo sin que se mencionara el asunto hasta que Lidia me recordó que se acercaba su cumpleaños.
– Espero que me tengas una sorpresa especial, que incluya cámara de fotos.
– ¿Quieres invitar a Marina otra vez? – pregunté intencionadamente.
– Claro que no. ¿No se te está olvidando de quién es hoy, el cumpleaños?
– ¿Entonces?
– Quiero invitar a Miguel a mi fiesta. Tú lo conoces, es el muchacho que te presenté en la última reunión de mi oficina. Seguro que te acuerdas.
– ¿Me estás diciendo de verdad, que quieres que ese Miguel sea nuestro cámara?
– No, mi amor – dijo con cierta ironía -Tú serás el de la cámara. Recuerda lo bien que la pasaste con mi amiga, se notaba que lo disfrutabas. ¿No me merezco la misma oportunidad? Sé que lo pasaremos de maravilla.
Estaba sin argumentos. No podía negar que tirarme a Marina fue genial, y ahora, sin el menor pudor, mi mujer me dice que quiere tirarse a un tío y que yo grabe cada detalle.
Tras asegurarme que no me iba a arrepentir, se encargó de los arreglos y tal como pensé, el tal Miguel no tuvo objeción a la proposición. Llegada la noche de su fiesta, apareció Miguel en nuestra casa. Lidia llevaba un vestido rojo muy corto y con un generoso escote, usaba zapatos de taco alto del mismo color y antes de abrir la puerta, se levantó el vestido para mostrarme que no llevaba braguitas.
Saludó a su invitado con un beso en la mejilla con toda naturalidad. Una vez dentro, Lidia sacó unas cervezas y comenzamos a charlar como si fuéramos viejos amigos. Luego puso algo de música suave y le pidió a Miguel que bailara con ella. Seguí tomando mi cerveza como sin inmutarme y observé que mi mujer comenta algo al oído a Miguel. Acto seguido, éste deslizó su mano por las nalgas de Lidia, levantó el vestido y acarició su desnudez. Me inquietaba ver como aquel “casi extraño” acariciaba su coñito sin parar de bailar.
Al poco, Lidia se apartó de él y me dijo que preparara mi cámara. Lo tomó de la mano y fueron hasta la habitación. Cuando llegué, cámara en mano, mi mujer estaba besando apasionadamente al hombre. Comencé a grabar justo antes de que aquel le removiera el vestido y empezara a mamarle las tetas. La muy puta me miraba sonriendo. Ella procedió a desnudarlo y tan pronto como pudo, tomó su polla en la boca. Nunca la había visto mamar así. No pasó mucho tiempo hasta que la oí suplicar:
– ¡Métemela… clávamela ya…!
Ella se acostó, con el chocho al borde de la cama. El tipo le separó las piernas y en un instante la penetró. Yo no podía más con mi excitación. Su coño lubricadito sonaba con cada embestida y sus gemidos se hacían más intensos. Lidia me miró y dijo:
– ¡Suelta esa cámara y acércate, sácatela, cabrón, que quiero beberme tu leche!
De repente, Lidia me la estaba mamando como nunca antes mientras aún Miguel le rellenaba el coño. Al rato, inspirados en un grito de placer de mi mujer, nos corrimos los tres. Lidia nunca me había permitido correrme en su boca. Ahora, no solo había tragado la mía, sino que estaba por dentro llena de semen de un tercero.
– Gracias – me dijo – Sabía que me darías el mejor cumpleaños.
Esa noche continuaron las folladas durante varias horas. Intercambiamos turnos para follarla mientras ella le chupaba la polla al otro.
– He descubierto que dos pollas son mejor que una – dijo ella con el mayor descaro.
Incluso se dejó follar por el culo, lo que había jurado que nunca permitiría. Lidia terminó por agarrar una polla en cada mano y masturbarnos sobre sus tetas. Al día siguiente mi mujer me insinuó:
– Se me antoja invitar una vez más a Marina para que nos acompañe. Además, no te he contado que hay dos compañeras en mi oficina que te encuentran muy guapo. ¿Crees que sobrevivirás a cuatro mujeres dándote placer?
De inmediato no respondí. Pensé que tanta generosidad no era desinteresada y que necesitaría una compensación.
Besos y abrazos para todos los lectores.