Relato erótico

Sexo en el rio

Charo
14 de diciembre del 2019

Fue a visitar el terreno que se había comprado su tío. Estaba cerca del rio y había dos casitas. Al cabo de un tiempo volvió y vio que una de las casas la había ocupado una mujer. Era más o menos de la familia y le llamó la atención.

Manuel – Extremadura
Hace un par de años, un tío mío compró una casa al lado de un río, a la cual íbamos todos los veranos a pasar un rato nadando y disfrutando en familia. El terreno en si era grande y constaba de dos casas, una de cemento y ladrillos cerca del río, donde vivía mi tío, y al otro lado de la propiedad, había una de madera, donde en un principio vivía el cuidador con su esposa y familia.
Con el tiempo, el cuidador se fue y la casa de madera permanecía deshabitada. Todavía estábamos en septiembre, pero hacía un solazo de verano, cuando un domingo decidimos ir de paseo al río. Cuando llegamos, vimos que había una gente entrando y saliendo de la propiedad. En un principio pensé que eran desconocidos, pero mi madre fue la que se dio cuenta que era Teresa, la esposa de un primo de ella y su familia. Hacía mucho tiempo que no la veía y aunque la conocía de vista, no la había tratado anteriormente.
Cuando Teresa vio que llegábamos, salió del agua para venir a saludarnos. Teresa, de 36 años, era bajita, de piel morena, cabello corto teñido de castaño claro, tetas medianas algo caídas, una barriga producto de tres embarazos, aunque aún mantenía unos buenos muslos y un culo bien puesto.
Cuando llegó ante nosotros y después del tradicional saludo, no pude evitar observar a Teresa. Llevaba encima un suéter de básquet, de esos que están llenos de agujeritos, de color azul y pude notar que debajo llevaba un bikini de color amarillo. Después de un rato de conversar, terminamos todos metiéndonos en el río. Me bañé durante un rato, pero me dio por salir, dar un par de vueltas por el terreno y terminé entrando en casa de mi tío. Entré en la habitación y pude ver unas maletas que supuse eran de Teresa y su gente. No sé qué me pasó en ese momento, pero cogí una de las bolsas y me puse a revisarla.
Pude ver por la cartera que era la bolsa de Teresa y me puse a revisarla más a fondo, mientras echaba un ojo por si alguien venía. En eso saqué de la bolsa unas bragas caquis que me parecieron muy pequeñas para ser de Teresa, pero me puse caliente al imaginarla usándolas y ahí mismo me bajé el bañador y me empecé a hacer una paja con las bragas de Teresa. Fue una de las pajas más placenteras que me había hecho en mucho tiempo y no pasó mucho tiempo para correrme y dejarlas chorreando de leche. Guardé las bragas así mismo y arreglé la bolsa para salir y acostarme en una hamaca. Me quedé dormido hasta que me despertó mi madre al rato. Quería que llevara a Teresa al pueblo, para que comprara unas cosas para la comida. Como ya estaba seco, me fui a arrancar el coche, cuando vi por el retrovisor que Teresa se había cambiado de ropa.

Se subió al coche y cogimos rumbo al pueblo, siguiendo la ruta que me decía Teresa, para llegar más rápido.
En el camino íbamos conversando y aunque estaba nervioso, trataba de disimular, pues creía que me preguntaría acerca de sus bragas o algo así. Teresa me empezó a hacer las preguntas de siempre, que como iba la universidad, que como iba con las novias, etc. Yo aproveché la situación para preguntarle cómo le iba a ella y terminó diciéndome por qué lo había dejado con el marido, como le iba con su vida y otras cosas más; la más importante y que me dejó boquiabierto, fue que desde que había dejado a su marido, no había estado con otro hombre y que estaba necesitada de una buena follada.
En un principio no sabía que pensar, si se me estaba insinuando, estaba jugando conmigo o me estaba tomando el pelo. Ella cambió la conversación hasta que llegamos al pueblo. Cuando veníamos de regreso, Teresa iba tomándose un refresco cuando me descuidé y cogí un bache importante de la carretera, lo que hizo que el refresco se le derramara por el pantalón que llevaba.
Busqué unas servilletas en la guantera, pero Teresa me dijo que mejor parara que iba a echarle un poco de agua del río. Detuve el coche y Teresa me dijo que fuera un caballero y no la mirara, mientras se giraba y se quitaba el pantalón. Para mi sorpresa, llevaba puestas las bragas con las que me había hecho tan memorable paja horas antes y a la cual se le veían aun las manchas húmedas de leche. Efectivamente como lo pensé, a Teresa le quedaban pequeñas esas bragas y me tenía hipnotizado el contoneo que llevaba cuando caminaba hacia el río. Le echó algo de agua a los pantalones y regresó. Cuando se acercó al coche, me dijo que creía que me había dicho que no la mirara y me preguntó que tal me había parecido el espectáculo. En ese momento no estaba pensando y le dije que me había parecido divino, pero que había durado muy poco. En ese momento me pasaba la mano por la mejilla y me decía que no dijera mentiras.
Esperó un rato mientras se le secaba el pantalón mientras yo no perdía detalle, tenía una erección que me reventaba el bañador. Finalmente cogimos rumbo y llegamos a casa de mi tío. El paseo terminó sin ninguna eventualidad, aunque yo me iba con un buen recuerdo.
Pasaron unos meses y venían los carnavales. Como no tenía dinero para irme de fiesta con los amigos, decidí irme a acampar los cuatro días al río. Cuando pregunté que como entraba al terreno, me dijeron que no me preocupara, que estaba Teresa y que ella tenía la llave. La idea de volver a ver a Teresa me llamó mucho la atención. Sin embargo, estaba listo para irme cuando mi amiga me llamó para decirme que no podría ir pero, aun así, decidí irme solo sin decirle a nadie, después de todo, Teresa estaría allí…
Cuando llegué, las hijas de Teresa fueron a recibirme, en eso llegó Teresa y las hijas se fueron al río. Teresa me saludó con un beso en la mejilla y noté el olor a cerveza. Teresa me pregunto dónde me iba a quedar, que podía quedarme con ellos en la casa de madera. Le dije que había llevado mi tienda de campaña y Teresa me ayudó a montarla. Cuando terminamos, me comentó que nunca había dormido en una y yo le extendí la invitación de que podía acompañarme cuando quisiera. Me sonrió mientras se retiraba, pues me comentó que estaba cocinando algo, que me avisaba cuando estuviera listo. Llevaba puesto un conjunto similar al de la vez pasada, solo que esta vez la camiseta era blanca y el bikini se le transparentaba por la tela.

Estaba terminando de arreglar mis cosas cuando vinieron las hijas de Teresa, que querían que me metiera al río con ellas.
Susana y Rosaura, tenían en ese entonces 18 y 19 años, si recuerdo bien. Susana era flaca, no muy agraciada físicamente, aunque si tenía una bonita cara. Rosaura por su parte, antes era gordita, pero cuando se desarrolló, se adelgazó bastante y estaba buenísima, unas tetas grandes y redondas, algo de cintura, caderona y tremendo culo. Susana llevaba un bikini rosado de esos que abajo son un short en vez de una tanguita y Rosaura llevaba un bañador negro, de una pieza. Ante su insistencia, me cambié y me metí al agua con ellas. Me di cuenta que estaban bastante calientes las dos, así que aproveché para meterles mano sin que ninguna protestara, sino todo lo contrario. Susana había empezado a meterme la mano por dentro del bañador y a sobarme el paquete cuando Rosaura le dijo que venía su hermano y se alejaron un poco de mí.
Efectivamente apareció Samuel, el hermano menor de ellas con dos chicas, que luego me enteré eran vecinas de ellos, lo que incomodaba un poco la situación. Salimos del río y nos quedamos conversando sentados en la hierba, cuando Teresa nos interrumpió, llamándonos para comer. Había preparado una sopa de carne que le quedó buenísima y luego volvimos a la hierba para seguir conversando.
Nos quedamos explicando historias de brujas y cosas parecidas. Como esa zona está bastante alejada, no había luz eléctrica y solo tenían unas lámparas de gas y yo mi linterna. Después de un rato, Teresa se llevó a todo el mundo a la casa de madera y como no había nada más que hacer, se acostaron a dormir. Yo me quedé fuera en una hamaca relajado, escuchando música, con unas cervecitas a mano, cuando sentí que venía alguien. Como habíamos estado contando historias de miedo, yo también estaba un poco cagado y le ponía atención a todo.
En eso alumbré con la linterna y vi que era Teresa, que traía una botella de ron consigo. Me preguntó si me podía acompañar y le extendí una silla para que se sentara. Empezábamos a beber mientras conversábamos de todo un poco, poniéndonos al día. Noté como Teresa se tomaba los vasos como si fueran agua y no tardó mucho en decirme que se sentía mareada, aunque seguía bebiendo.
Seguíamos conversando y de repente me sorprendió cuando me preguntó si me había gustado hacerme una paja con sus bragas. Como me sentía relajado, le dije que me había parecido maravilloso y le pregunté si le había gustado. Me comentó que cuando se fue a cambiar y sacó las bragas, vio los rastros de leche, las olió, probó con la lengua y reconoció lo que era. Que en ese momento se preguntaba quien había podido ser y pensó que había sido yo y se sintió halagada, así que se puso las bragas así mismo como estaban y que le había excitado sentir la humedad de mi leche en su piel.
En ese momento se puso de pie y me dijo que porque no bailábamos. Bailamos un poco, pero no paso mucho tiempo antes de que nos quedáramos quietos mientras mis manos recorrían su cuerpo. Le levanté la camiseta, dejándola con el bikini. Teresa se soltó el sujetador, dejando libre sus tetas. Me incliné un poco y me metí un pezón en la boca, mientras lo empezaba a chupar. Lo succionaba y mordía mientras mi otra mano pellizcaba el otro. Luego cambie de pezón, dejándole el otro babeado. Teresa me apartó y me empezó a quitar el bañador, soltando primero el nudo y después el velcro, dejando mi pene erecto libre.

Me sentó en la silla y se quedó mirando fijamente mi polla. Me sonrió y me dijo que le parecía apetecible y que la iba a chupar toda. Empezó a mamármela, primero chupándome fuertemente la punta y luego metiéndosela poco a poco en la boca.
Sus labios se adaptaban a mi piel y la dejé hacer. Se sacó mi pene de la boca y empezó a pasarme la lengua de arriba a abajo y volvía a metérselo todo en la boca, esta vez sintiendo como le llegaba hasta la garganta. Finalmente, se lo sacó y empezó a pajearme, lentamente al principio, pero cada vez empezó a darle más rápido, hasta el punto que ya me dolía un poco. Finalmente, no aguante más y me corrí. Cuando abrí los ojos, vi que toda mi leche le había caído en la cara y ella recogía los restos de semen con su dedo para metérselo a la boca.
Le dije que ahora me tocaba a mí, la cogí de la mano y la llevé dentro de la tienda de campaña. Me arrodillé frente a Teresa y le bajé la parte inferior del bikini, dejándola completamente desnuda. Pude ver que no se rasuraba, aunque he conocido mujeres con más pelo que ella. Empecé a besarle los muslos mientras hacía que se agachara y cuando la tuve boca arriba, le abrí las piernas y al ver que estaba mojadísima, le metí un dedo en el coño.
Empecé a penetrarla con el dedo suavemente y oía como ronroneaba como gata en celo. Me acerqué a sus labios sin dejar de meterle el dedo y empecé a chuparle el coño. Teresa abría las piernas lo más que podía para dejarme hacerlo bien. Aproveché mi mano libre para apartarle los labios de la vagina y empecé a chuparle el clítoris, lo que hizo que se estremeciera y gimiera cada vez más alto. Seguí chupándola y entre gemidos me dijo que no aguantaba más y se corrió, chorreándome toda la cara con sus jugos. Me acomodé a su lado y empezó a lamerme sus jugos de la cara. Empecé a besarla en la boca, mientras nuestras lenguas jugueteaban y extendía mi mano para seguir tocándola. Sentí que mi pene estaba listo para la guerra, así que me aparté de ella y me volví a acomodar entre sus piernas.
Le metía el pene en el coño hasta la mitad y luego se lo sacaba, se lo metí así varias veces hasta que en una se lo dejé ir todo de un solo golpe, lo que le provocó un grito pidiéndome que siguiera así, que no parara.
Empecé a montármela así mientras con mis manos le apretaban las tetas. Teresa se meneaba con cada penetración mía, cuando sentí que sus movimientos iban en aumento. Después me rodeo la cintura con sus piernas y me apretó con ellas mientras sentía como se venía. Yo apuré el paso y empecé a penetrar a Teresa cada vez más rápido y con más fuerza. No sabía si eran las copas o lo caliente que me había puesto Teresa, pero parecía que ese día tenía más vitalidad que lo normal.

En ese momento, se la saqué y la giré para ponerla a cuatro patas. Le agarré las caderas y empecé a penetrarla por atrás. Sentía tanto placer penetrando a Teresa, que no quería que parara la follada.
Entre gemidos, me decía que ya no podía más y no se podía mantener a cuatro patas, así que se fue deslizando hasta que quedó acostada boca abajo en el saco de dormir. Completamente sudada, aún mantenía el culo levantado, así que le abrí las nalgas y seguí penetrándola con fuerza, mientras cada embestida mía iba acompañada de un gemido de ella.
Le daba con todas mis ganas, quería que esa follada no se le olvidara nunca, hasta que finalmente no pude más, la saqué y me corrí en su hermoso culo.
Quedé sentado sin fuerzas en el saco de dormir, mientras veía como a Teresa le chorreaba mi leche. Nos acostamos a dormir hasta el día siguiente, cuando de reojo la vi levantarse de madrugada e irse hacia la casa de madera. El día transcurrió sin ninguna novedad, aunque por la noche, nos fuimos todos al pueblo, que había una fiesta y cuando volvimos, terminamos follando de nuevo, esta vez en el río. Así terminaron mis días de acampada, quedando con Teresa para más encuentros placenteros.
Un abrazo y ya os contaré los siguientes polvos, si suceden.

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