Relato erótico

Sexo del pasado

Charo
3 de octubre del 2019

Su marido y ella son asiduos lectores de la revista Clima desde sus inicios. Ha querido contarnos que, aunque ahora ya son maduritos, en su época sabían cómo divertirse.

Gloria – MÁLAGA
Ahora soy una mujer “madura” y casada, aunque no con el novio de aquella época. Mi marido es un lector de la revista Clima desde sus inicios y lógicamente, yo también. Ha sido él, el que me ha animado a contaros esta experiencia. Hace muchos años, pero como veréis, los jóvenes también sabíamos divertirnos, y mucho, los fines de semana.
Había ido con mi novio a una fiesta, en una población costera malagueña, a casa de un amigo. Yo, Gloria, tenía entonces dieciocho años y ya era una chica que destacaba de las demás. Guapa y bien formada. En el camino Juan, que así se llamaba mi novio, me llenó de piropos y me sentí halagada. Incluso dejé que me pusiera de vez en cuando una mano en una pierna, pues al ser verano iba con minifalda y me excitó la caricia de mi novio en el muslo.
En el fiesta había diez chicos blancos y negros, un señor algo mayor, y otras tantas chicas, todas inglesas excepto yo. Pero yo era la más atractiva y así se lo dijeron a Juan.
-¡Vaya tía llevas! Nos podías dejar bailar con ella – le pidieron algunos.
Juan no les contestó y cuando yo me ruboricé al ver los piropos groseros que me iban diciendo los chicos, se me llevó a un rincón con él. Después tomamos unos cubalibres, yo más de la cuenta y picamos canapés hasta que comenzamos a bailar. Quedó solo encendida en el salón una luz rinconera y prácticamente bailábamos a oscuras.
Juan me abrazó bailando, escuchando una balada, y me empezó a besar las orejas. Yo sentía escalofríos con los escarceos de mi novio y no me atreví a decirle que se estuviera quieto, entonces ni tampoco después cuando él me acercó los labios y me besó en la boca. Pero yo mantenía los labios cerrados y eso a él no le gustó.
– Abre los labios que quiero morrearte bien – me dijo susurrando.
Yo le obedecí y él me metió la lengua jugando con la suya, sintiendo yo una gran excitación en mi entrepierna. Notando el flujo que llenaba mi raja sudorosa. Me sentí sucia chorreándome el coño y le pedí que me dejara ir al lavabo a hacer pipí.
Allí me fui con el bolso y casi no pude hacer pipi de lo excitada y medio ebria que estaba. Cuatro gotas y nada más. Me cambié de bragas, pues las que llevaba estaban muy mojadas. Volví al salón. Busqué a Juan y lo encontré bailando y morreándose con una inglesa. Eso me enfado, me sentí humillada. Él se dio cuenta, pero siguió morreando y metiendo mano a la inglesa.

Herida en mi amor propio, animada por los cubatas, me acerqué donde estaban las bebidas y me tomó de un golpe un cubata muy cargado de ginebra. Sin dominio de mí misma, me acerqué a un chico, bajo y feo, que estaba solo sentado y lo animé a que bailara conmigo.
El inglés se sintió halagado. Yo le eché los brazos por encima de la cabeza y lo apreté, noté como el chico, más bajito que yo, se calentaba y como le crecía la polla. Me restregué con él, para que Juan viera lo que había conseguido. Dejé que me tocara las tetas mientras ponía los labios en los suyos y comenzaba a morrearme con él. El chico me las magreó por encima del vestido, pero fue demasiado para él. Se calentó mucho y fue atrevido. Sin dejar de sobar con una mano mis pechos, metió otra bajo la falda queriendo llegar a la entrepierna femenina.
Yo no opuse resistencia, me abandoné empujada por el desencanto que me había dado Juan. Sentí como entraban los dedos del chico dentro de mis bragas y me recorrían el coño, que volvía a chorrear sudor y flujo. La calentura me subía por todo el cuerpo y entonces le pedí al chico que parara, pues me iba a correr si continuaba acariciando mi raja. Me volví por si Juan me miraba, pero no lo encontré. Debía haberse ido con la inglesa a una habitación. El enfado acompañó mi estado de excitación y me abandoné en manos del chico, pues este no me había hecho caso y seguía trabajando mi entrepierna, metiendo y sacando dedos en mi coño, aparte de las caricias que me practicaba en el clítoris.
Viendo que no podía más, que me iba a correr en el salón, me solté del chico, le cogí de la mano, así mi bolso y salimos al pasillo, buscando un lugar más escondido. El chico, salido a tope, me magreaba las nalgas andando detrás de mí. Al final del pasillo encontramos una habitación pequeña con una cama bastante grande. Estaba vacía y entramos, cerrando la puerta a continuación. A mí no se me habían follado todavía, pero había perdido el virgo haciendo deporte. Si el chico me estrenaba no se daría cuenta que era virgen. Por eso, dejé que me fuera desnudando, quitándome la falda, el polo, el sujetador y las bragas. Estas se las puso en la nariz y las olió.
– ¿Te gusta oler mis bragas? Pues toma estas también – le dije mientras abría el bolso y sacaba las que me había quitado un rato antes.
El chico se quitó los pantalones, la camisa y se sacó la polla por encima de los calzoncillos. Se puso a oler las bragas con ansia y al hacerlo yo le vi la polla. Nos abrazamos entonces y yo empecé a morrearlo como una perra en celo hasta que el chico me pidió que le chupara la polla. Yo me agaché y se la comencé a lamer.
– No está muy limpia, bandido – le dije, pero seguí mamándosela hasta que el chico no pudo más y se corrió en mi boca.
Me molestó, pero no le reñí y le pregunté:

– ¿Ahora qué hacemos?
El chico, como respuesta, se acostó y me dijo que me acostara a su lado. Nos echamos juntos y el chico me comenzó a acariciar el coño y a estirarme los pezones. Yo, lanzada como estaba, también me corrí al cabo de un par de minutos, viviendo un tremendo orgasmo, aunque procuré que mis gritos de placer no se oyeran fuera. Y terminé abrazada al chico, fundida a él.
Quedamos unos minutos tendidos en la cama, hasta que el chico me pidió que le volviera a chupar la polla haciendo un sesenta y nueve. Y le obedecí. Me puso arriba y se la empecé a recorrer con la lengua desde los huevos hasta el glande mientras él me lamía el coño con ansia. Pronto la polla del chico reaccionó y fue creciendo poco a poco hasta endurecerse a tope. Entonces, él me dijo que me la iba a meter. Tuve algo de reparo. Nunca había tenido un miembro masculino dentro. Pero no lo dudé. Me cambié de posición, encima del chico, y éste me la fue metiendo hasta los huevos.
El sentir como me penetraba me puso a cien de nuevo. La sensación de tener metido en mis entrañas un duro miembro masculino me hizo sentirse muy mujer. Era una novedad, nunca volvería a ser como antes pero se sentía gratificada dejándome penetrar por un chico desconocido, que no sabía ni como se llamaba. El chico me aplicó un metisaca muy intenso, mientras me mordía las tetas y me pellizcaba los pezones.
Con tantos ataques sexuales del chico, me corrí antes que él.
– No te corras dentro, que no he tomado pastillas – le había pedido yo al chico cuando inició la penetración vaginal.
El chico, obediente, la sacó antes de correrse, me dio la vuelta, me lamió el agujero del culo y me la clavó allí, sin miramientos, de una embestida. Yo grité de dolor diciéndole:
– ¡Me estás rompiendo el culo!
El chico no me hizo caso y siguió dándome por el ano, hasta que se corrió y me lo dejó lleno de semen. En cuanto acabó se vistió y diciendo adiós me dejó allí tumbada.
Por eso, cuando entraron tres chicos negros y el señor mayor y se desnudaron de cintura para abajo mirándome, no les dije nada. Sabía que iban a follarme y me quedé impasible mientras ellos se desnudaban. El señor mayor se tumbó en la cama a mi lado y me metió mano al coño mientras me besaba los pechos. Luego sentí como las manos del señor exploraban mi ano y me daban palmadas en el culo.
A continuación, los negros me pidieron que les chupara las pollas y obediente se las mamé, luego dejé que me metieran las pollas juntas de dos en dos, primero una por el coño y otra por el culo, luego las dos juntas por los mismos sitios, algo que me hizo mucho daño pero que me excitó a tope. Me corrí con los frotamientos que mientras me penetraban el culo me daban en el clítoris. Y sentí el ano lleno de semen cuando dos se corrieron allí. Luego me llevaron al lavabo y allí me echaron en el suelo.
Primero se corrieron los otros dos en mi cara y luego me mearon los cuatro. Recibí los chorros de orina que me mojaron entera. Luego se fueron y yo volví a la cama donde me acosté y me dormí. Cuando me desperté, dos horas más tarde, fue porque noté como me daban por el culo.
Abrí los ojos y vi que era Juan quien me sodomizaba. No tuve fuerzas para reñirle ni para protestar. Le dejé encularme bien, mientras me cogía las tetas y me retorcía los pezones. A punto de correrse me sacó la polla del ano y me hizo abrir la boca, metiéndome su polla en ella y se corrió derramando abundante semen que yo tuve que tragar. Luego se acostó a mi lado y me lamió el coño hasta que consiguió que yo me corriera. Después me besó pidiéndome perdón. Yo no le dije nada. Me levanté a duras penas y fui al lavabo a ducharme. Después me vestí y cuando iba a irme, los otros siete chicos que faltaban entraron en la habitación.

Les pedí por favor que me dejaran, pero estaban excitados y oí algo así que me decían:
– Tú follas, las otras no quieren, vamos a follarte, todos.
No tuve fuerzas para protestar. Los chicos se desnudaron, me rodearon, me sobaron por todos lados, me desnudaron, me echaron en la cama y uno a uno se me tiraron al lado de Juan, que me estuvo estrujando los pechos y chupando mis pezones todo el rato mientras veía como me penetraban sin miramiento alguno por la boca, el coño y el ano. Al final yo estaba hecha polvo. Pero aún llegué a correrme dos veces. Exhausta me quedé luego dormida, y me dejaron por fin en paz.
Al día siguiente, me levanté. Me notaba pringosa de semen y sudor. Fui al lavabo, me duché y me puse crema en mis agujeros, que estaban muy escocidos después de la orgía vivida. Me vestí y cuando salí de la habitación estaba solo Juan esperándome en el salón.
– Todos se han ido a sus casas – me dijo y yo vi que él iba sin pantalones, con la polla fuera de los calzoncillos
– Mámamela, por favor, y nos vamos.
Yo no dije nada, me agaché, le hice una buena mamada, con largos lametones desde el glande a los huevos, y dejé que se corriera en mi boca. Luego fui otra vez al lavabo, me lavé bien la cara y nos fuimos hacia Málaga.
Como veréis fue hace muchos años, pero tomad nota, los “maduros”, también sabíamos divertirnos.
Un beso

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