Relato erótico

Sexo de calidad

Charo
13 de octubre del 2018

Conoció a una chica en el Facebook y después se llamarón por teléfono hasta que por fin, el se desplazó hasta donde vivía ella. Quedaron, tomaron algo y fueron a un hotel. Un fracaso. Después de tanto esperar, estar con ella en la cama fue un desastre. Cuando llegó a casa de los amigos de sus padres, que es donde se hospedaba en aquella ciudad, lo contó y…

Pablo N – SALAMANCA

Todo empezó cuando conocí aquella chica. Tenía 20 años y un cuerpo de infarto. Me volví loco. No podía parar de pensar en ella y en llevármela a la cama.   Ella era de otra ciudad y lo nuestro costó mucho. Me tuve que esforzar al máximo, primero el Facebook, llamadas, mensajes… los viernes por la tarde cogía el coche y me desplazaba hasta donde ella vivía. Por suerte, me alojaba en casa de unos amigos de mis padres. Era una encantadora pareja de cincuenta y tantos. Estaban encantados que de repente, los fuese a visitar cada semana.

Finalmente llegó el día, ella me pidió que para la siguiente semana alquilase una habitación para llevar nuestra relación a un nivel superior. Me pasé la semana empalmado, pensando en tener ese cuerpo de diosa entre mis brazos.

A veces, es mejor la imaginación que la realidad. Sí, tenía un cuerpo de infarto, unas tetas enormes, un culo prieto. Pero en la cama era horrible. El sexo oral con ella era malo, no sabía que hacer con mi polla en su boca y luego en el momento de hacer el amor era como hacerlo con un muerto, se quedaba quieta, no se movía. ¿Tanto esfuerzo para esto? No me lo podía creer, estaba frustrado y asqueado. No quería verla durante unas horas. Así que le dije que solamente había podido reservar la habitación para una tarde, no podríamos dormir juntos esa noche. Al llegar a casa de los amigos de mis padres, tan solo entrar por la puerta ellos ya vieron que algo no fue bien.

– ¿Que tal ha ido tu gran día? – preguntó Marta.

– ¡Pues mal, muy mal! – respondí.

– Muchas veces, las personas con el cuerpo más feo son las mejores en la cama porque se entregan más – respondió Carlos.

Cabreado y fustado, exclamé:

– ¡Me voy a duchar!

– ¡Espérate! Con la nieve que ha caído no ha pasado el camión del butano y tenemos muy poco gas para ducharnos. Así que lo que haremos es ducharnos de forma seguida. Primero tu y luego Carlos y yo – dijo Marta.

Entré en la ducha y empecé a lavarme. Mientras me enjabonaba oí como entraban en el baño y los dos se empezaban a desnudar.

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– ¿Qué hacéis? – grité.

– ¡Venga rápido! Aquí no hay manías, ni tú ni nosotros no tenemos nada que no hayamos visto ya, así que sal rápido que también queremos agua caliente.

Al salir de la ducha fue un impacto lo que vi. Un hombre y una mujer totalmente desnudos delante de mí. Carlos tenía una barriga bastante imponente y Marta un cuerpo bastante bien conservado para su edad. Mientras me secaba ellos dos se duchaban y pasó lo peor, se empezaron a enrollar allí. Por suerte la cortina impidió ver lo que pasaba y enseguida me fui.

Durante la semana, en mi “desahogo personal”, algo cambió. En vez de buscar vídeos de chicas cañón, tuve el morbo de buscar mujeres maduras. Aunque el cuerpo de Marta no era mi prototipo de mujer ideal, algo tenía.

Al llegar a casa de Carlos y Marta tenía la esperanza que en el momento de ducharnos pasara lo mismo que la semana pasada. No fue así. Pero pasó otra cosa aún mejor. Durante la cena abrimos una botella de vino para celebrar su aniversario. Los tres empezamos a beber más y más. Yo nunca bebo y aquel día fue demoledor.

A la mañana siguiente me desperté con una resaca descomunal. Solamente podía recordar unas escenas que no paraban de repetirse en mi cabeza. Marta desnuda cabalgando encima de Carlos. Podía ver su cara sudada disfrutando y sus tetas saltando al ritmo de las embestidas. ¿Lo soñé? Estaba confundido y me deba corte preguntar si aquello era real o imaginario. Fui al comedor y vi a Marta, estaba sentada leyendo un libro.

– ¿Donde está Carlos? – pregunté.

– Ha salido, tardará un poco – me respondió.

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– Una pregunta – dije con voz nerviosa.

– Siento lo de ayer, Carlos y yo estábamos muy borrachos y teníamos la fantasía de hacerlo delante de ti – me dijo ruborizándose.

– Pues suerte que estaba inconsciente, porque llego a estar bien y de la calentura del momento me coge algo.

Me volví a la habitación y continué durmiendo hasta que golpearon la puerta, me desperté. Entraron Carlos y Marta.

– Queremos disculparnos por lo de ayer, estamos muy avergonzados por lo sucedido. Y queremos compensarte – dijo Carlos – Es injusto que nosotros lo pasáramos tan bien a tu costa.

– Así que si quieres, te voy a darte placer con mi boca – añadió Marta totalmente roja de la vergüenza.

– Lo encuentro justo, pero la verdad, me da mucho corte que Carlos esté aquí delante mirando, supongo que no querrás ver esto – respondí un poco aturdido.

– No, somos un matrimonio muy unido, hasta el día de hoy todo lo hemos hecho juntos y esto también será juntos. Él estará delante – respondió Marta.

– Ya lo hemos hablado y no me importa que te haga una mamada delante de mí. La verdad me da morbo ver como lo hace – añadió Carlos.

Llegado a ese punto las mantas no podían tapar mi enorme erección. Me destapé, me bajé los pantalones y me puse cómodo. Marta subió a la cama y muy lentamente empezó a besar mi rabo. Primero la base, fue subiendo hasta llegar arriba de todo. Abrió la boca y empezó a tragar, primero fue la punta y cada vez más y más. Hasta que ya no pudo. La tenía toda dentro, con la lengua me lamía los huevos. Eso sí que era una mamada y no lo que hacía la otra. Estaba disfrutando de lo lindo hasta que oí un comentario.

– Mi teoría que los que tienen un mejor cuerpo son los peores en la cama se confirma – dijo Carlos.

Saqué mi polla de la boca de Marta y le pregunté a qué venía ese comentario.

– Mi mujer te ha dicho que te va hacer una mamada, no hace falta que te quedes quieto como un muerto, cógele la cabeza y guíala, haz diferentes posturas… ¡Aprovecha! ¿O es que quieres hacer lo mismo que tu amiguita?

Sus palabras me hicieron pensar. Hacía lo mismo que la otra. No podía ser. Me levanté, le puse la polla delante de su boca y con mis manos la fui guiando. Una vez ya tenía el ritmo que yo quería fui deslizando mis manos hasta sus tetas y empecé a sobarlas.

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– ¡Así se hace! – exclamó Carlos.

Finalmente ya no aguanté más. Cogí a Marta de los pelos y chillé mientras le inundaba su boca con toda mi leche. Me vacié totalmente. La muy guarra no dejó escapar ni gota. Me tumbé en la cama y miré arriba, Carlos estaba totalmente empalmado. Lo miré, hacía cara de cachondo, miré a Marta y le dije.

– No dejes así a tu marido, hazle lo mismo que a mí.

No dudó ni un segundo, le bajó los pantalones y empezó a chupar. Fue muy raro, ver como la mujer que me la acaba de chupar, ahora hacía lo mismo a otro hombre. La verdad, Carlos no era un figurín, tenía unos brazos y piernas muy delgadas y una barriga importante, por lo que le tapaba su propio rabo. En el fondo me dio orgullo, yo la tenía más grande que él.

Por la noche, al volver de mi cita, vi a la pareja tumbada en el sofá viendo la tele. Hacían  como si nada hubiese pasado.  Por mi mente pasaban muchas preguntas; que pasará ahora, lo volveremos hacer…. No sabía como encarar la situación, así que hice lo más fácil, callar y no decir nada. A la hora de dormir, nos despedimos y cada uno se fue a su habitación. De repente Marta dijo desde su habitación.

– Si quieres repetir o mejorar lo de esta mañana ven aquí con nosotros.

El corazón me dio un vuelco, sabía que ir a su habitación era pasar una frontera que hasta el momento nunca había pensado pasar. Hacer un trío. El morbo era máximo, me levanté y me dirigí a su habitación. Al abrir la puerta los pude ver a los dos, tumbados en la cama sonriendo. Por el movimiento que había debajo de las mantas era evidente lo que pasaba. Se estaban masturbando mutuamente. Me acerqué, fui tirando de la ropa y efectivamente, estaban desnudos y Marta le estaba haciendo una paja y él recorría sus dedos por su depilado coño.

Sonreí, me desnudé y me puse al otro lado de Marta. Imaginen la escena. Marta en el centro, con un pene en cada mano, Carlos jugando con su coño y yo con sus tetas. Cambiamos de posición, ahora quería volver a tener mi pene en su boca, pero no era el único. Así que Carlos y yo nos levantamos y nos pusimos de lado. Marta parecía poseída, chupaba a Carlos, luego a mí, nos cogía del culo y nos apretaba contra su cara. Estaba como loco, pero había un problema. Notar el cuerpo de Carlos junto al mío me daba cosa. Tenía la piel rasposa y era bastante peludo. Así que cerré los ojos y me concentré en aquella maravillosa boca. Poco antes de explotar abrí los ojos y vi a Marta como tragaba con todo el semen de su marido. Cuando Carlos terminó, le sacó su pene ya flácido de la boca. Marta se giró  y se comió el mío. No podía parar de pensar en que ahora aquella boca llena de semen me estaba tocando a mí. Lejos de darme asco, me dio más morbo. Con un golpe de caderas, le clavé todo mi polla y me corrí en lo más hondo de su boca.

La semana se hizo eterna, no podía parar de pensar en lo sucedido. Quería repetir muchas veces más. El fin de semana llegó. Al entrar por la puerta de su casa ya la tenía totalmente dura. Nos miramos y los tres empezamos a reír, sabíamos lo que queríamos. Me acerqué por detrás de Marta, apreté mi paquete contra su culo y susurré:

– La semana se me ha hecho eterna, llevo esperando mucho y os quiero desnudos a los dos ahora.

Nos fuimos a la habitación y nos desnudamos. La pasión era máxima, dos hombres totalmente entregados contra una mujer madura que sabía como dar y recibir placer. Aquello prometía. Recorrí mi lengua por sus tetas, empecé por los pezones. Los tenía muy duros. Los lamía y los acariciaba, mientras Carlos le trabajaba el coño. Marta estaba fuera de control. Se movía al ritmo de nuestras lenguas, se notaba que hacía verdaderos esfuerzos para no empezar a chillar como una loca. Al cabo de unos minutos, noté como me agarraban la mano y me la apartaban de una de las tetas de Marta, era Carlos que ahora quería chuparlas él. No lo dudé, me separé y me fui hacía el coño de Marta. Era impresionante, lo tenía totalmente depilado y podía ver como estaba completamente mojado. Recorrí mi lengua muy despacio, por los labios de su vagina, bajando hasta el agujero del coño. Empecé a subir por en medio de su raja, separando los enormes y rosados labios hasta llegar al clítoris. Estaba duro. Lo lamí muy suave y lentamente. De repente Marta me cogió la cabeza y gritó:

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– ¡No pares que me voy a correr en tu boca!

Unos segundos más tarde, su cuerpo convulsionaba y mi boca se llenaba de sus jugos.

– ¡Me habéis hecho tener uno de los mejores orgasmos de mi vida! Ahora os voy a hacer correr como nunca lo habéis hecho. Me voy a meter vuestras dos pollas a la boca a la vez – exclamó Marta.

Marta nos cogió y nos sentó en medio de la cama, uno delante del otro. Aquello se estaba volviendo muy raro. Nos hizo abrir las piernas y acércanos hasta que la polla de Carlos y la mía estaban a unos pocos centímetros una de la otra y empezó a chupármela, mientras que con sus manos pajeaba a Carlos y a mí me la lamía. Luego cambió. Así durante unos minutos. Al final pasó lo raro. Cogió las dos pollas, una en cada mano y se las acercó a la boca. Carlos y yo nos tuvimos que acercar todavía más. Él y yo nos quedamos mirando, ahora en la boca de Marta nuestros penes estaban un contacto uno con el otro. Nuestros huevos estaban chocando unos con los otros. Era demasiado. Lo notamos los dos y se nos bajó la erección un poco. Pero Marta no paró. Continuó con lo suyo. Su boca subía y bajaba sin parar, podía notar como su lengua jugaba con los dos penes. La situación empezó a darme morbo, empecé a mover mis caderas, Carlos también lo hizo. No estaba nada mal, su pene era un poco más corto que el mío, pero sus huevos eran muchos más grandes. La fricción era enorme.

Os lo prometo, no hace falta que lleguéis tan lejos como yo, pero un día mientras lo hacéis probad esto: Mientras folláis o os masturbéis, que algo o alguien os roce, desde el culo hasta los huevos. ¡El placer es infinito!

Carlos y yo cogimos la cabeza de Marta y le marcamos un ritmo cada vez más rápido, hasta que Carlos la apartó. No podía más, estaba a punto de correrse y no lo quería hacerlo en la boca. Puso a Marta a cuatro patas y le clavó todo su rabo. El ritmo era bestial, no paraba de bombear. Yo me quedé esperando que él terminara. Tenía que coger fuerzas para luego seguir yo. Pasaron los minutos y Carlos no terminaba, era una máquina de hacer el amor y Marta estaba desencajada por el placer.

Carlos, al ver mi cara de impaciencia, paró. Marta cogió y se introdujo mi pene en su mojado y abierto coño. Me volví loco, aquella mujer sabía como dar placer a un hombre, subía y bajaba, hacía fuerza con sus paredes… Mi pobre pene no podía con tantas sensaciones a la vez. De repente un chillido de Marta me despertó de mi trance. No era un gemido como los otros, alguna cosa le pasaba. Abrí los ojos y vi a Carlos con los ojos en blanco. Yo entendí todo, él muy cerdo le estaba dando por el culo. Y vaya si lo noté yo también. Pude notar como su polla se abría paso por el culo de su mujer, el coño se estrechó. Demasiada carne dentro de aquella mujer.

Nos quedamos quietos los tres. Marta tenía que hacer los movimientos, empezó tímidamente, y luego fue acelerando. No se cuanto tiempo pasó pero al final era fantástico. Notaba como Carlos y yo se la clavamos. Sus huevos volvían estar en contacto con los míos, pero lo que me deba más morbo era notar como se estrechaba el coño de Marta cada vez que Carlos se la clavaba. Primero fui yo, cogí por las caderas a Marta y un enorme orgasmo me invadió. Carlos al notarlo no pudo resistirlo y también estalló. Los tres podíamos notar nuestros orgasmos. Quedamos exhaustos y nos dormimos abrazados.

Fue el principio de algo más importante que una simple amistad.

Saludos.

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