Relato erótico

Sexo de alto voltaje

Charo
5 de mayo del 2018

Asiduo lector de nuestra revista, se puso en contacto con una pareja que buscaban un hombre para montar un trío. Le contestaron, hablaron por teléfono y quedaron en verse en un hotel. Tenías sus dudas, pero fue un fin de semana de sexo de alto voltaje.

Rafael – BENIDORM
Me llamo Rafael y lo que te cuento es el resultado de una experiencia que viví gracias a un contacto que publicasteis en vuestra revista. Ella era una espléndida morena de 1,80 y él un tipo con aire jovial y simpático. Tras los típicos mails dubitativos y después de enviarle yo también mi foto, acordamos un encuentro en terreno neutral. Viajé a Madrid con la típica impresión que llevas cada vez que te desplazas a un encuentro que has pactado por teléfono y es que la otra parte igual no se presenta. Cuando llegué al hotel el viernes a media tarde pregunté si los señores X habían llegado, me contestaron afirmativamente y me dieron el número de su habitación. Les llamé y él me mostró una alegría que me pareció absolutamente sincera, quedando en vernos en el bar del hotel, donde los encontré cuando bajé.
Ella mejoraba la fotografía, solo le faltaba una sonrisa para parecer una diosa, vestida de negro, muy guapa, con el brillo que solo la inteligencia proporciona a unos ojos de mujer, vestida con un pantalón y un top negro, llamando especialmente la atención de su físico un culo realmente impresionante.
Presentaciones, besos, Lucía y Jorge, pues así les llamaré, eran y son una hermosa pareja, rondaban los 25 años y al lado de un cuarentón como yo parecían mis sobrinos favoritos. Lucía se mostró distante desde el primer momento pero sin caer en la descortesía pero él, sin embargo, era simpático y hacía de puente y conexión entre su mujer y yo. Tras tomar una cerveza les invité a cenar en una marisquería popular y asequible bastante cercana al hotel. Terminó la cena y propuse pedir una botella de cava para brindar por habernos conocido y Jorge, tras mirar a Lucía que dio su aprobación con la mirada, me dijo que le encantaría pero que ellos tenían buen champagne francés en la habitación y que era el momento de irnos. Al llegar al hotel Jorge nos pidió a ambos que esperásemos en mi habitación con el objeto de que él pudiera preparar el ambiente de la suya y que Lucía y yo tuviéramos un poco de tiempo para intimar.
Subimos a mi habitación, en la cuarta planta, y él continuó su recorrido hasta la suya, una de las suites de la última planta del hotel. Ya en la habitación y como vi un poco cortada a Lucía, después de descorchar un
Benjamín de cava del minibar y brindar con y por ella, nos sentamos frente a frente y le tomé de las manos, hablamos, le dije que entendía que estas cosas son mas fantasías de los hombres que de las mujeres, que para que sea agradable y no resulte traumático le tiene que apetecer a los dos, en fin, lo hice de la forma mas seductora y tranquilizadora de la que soy capaz, pero su respuesta me sorprendió:
– Amo a mi marido y por él estoy dispuesta a todo pero no te equivoques, aunque no lo parezca, soy tan morbosa o más que él y ahora mismo estoy temblando de excitación, además tu eres un tío muy apetecible.

Las palabras sobraban, nos incorporamos y nos fundimos en un beso de reconocimiento que acabó siendo muy sensual y largo pero que fue interrumpido por el sonido del teléfono de la habitación. Era Jorge que nos pedía que subiéramos, que ya lo tenía todo listo. El último sorbo de cava lo acompañé discretamente de una viagra. En el ascensor, me dijo que ella también tenía una sorpresa esa noche para su maridito.
Cuando entramos en la suite, cuya puerta Jorge había dejado abierta, ambos lanzamos una admiración. Todas las cortinas estaban corridas y las luces apagadas, velas aromáticas la iluminaban y en la mesa, también iluminada por velas, una cubitera con hielo, una botella de Moet y unas bandejas de canapés.
Ni yo mismo me lo hubiera currado mejor. Apareció Jorge desde el dormitorio de la suite casi desnudo pues vestía un slip ajustadísimo de cuero. Dos correajes cruzados en el pecho y muñequeras y tobilleras del mismo material con argollas, también en los tobillos. Ella sonrío al ver a su marido y le besó apasionadamente en mi presencia, después se disculpó y entró en el cuarto de baño para prepararse. Mientras esperábamos a Lucía, Jorge me ofrecía champagne y me aseguraba que iba a ser una noche fantástica, que no tuviera reparos a la hora de pedirle a él lo que yo quisiera y necesitara para pasarlo lo mejor posible, que esa noche era nuestro sirviente, nuestro siervo, nuestro esclavo y que su placer seria complacernos a Lucía y a mí.
Lucía avisó que ya estaba lista pero le pidió a Jorge que entrara a por ella, que le daba un poco de corte salir sola. Si un tipo pone una cara de gilipollas más graciosa de la que yo puse cuando Lucía salió del aseo, le doy un premio. Calzaba unas botas de tacón fino que le subían casi diez centímetros sobre sus rodillas, medias y liguero negros y un sujetador y tanga negro también con los bordes rojos y además sonreía tímida pero consciente de su poder y magnetismo. Ahora sí era una diosa.
Me quedé sin habla y sin moverme, casi sin saber qué hacer, pero Jorge lo tenía todo previsto, acercó a Lucía, la invitó a besarme y ella lo hizo, fundiéndonos en un beso. Pude sentir la dureza de sus grandes y hermosos pechos y no me resistí a apretar la turgencia de sus prietas nalgas. Entonces las hábiles manos de Jorge me descalzaron, me bajaron y quitaron los pantalones y me desabrocharon la camisa mientras Lucía y yo, con sensuales caricias, explorábamos todas las mis calzoncillos negros.
Mientras besaba el cuello de Lucía observé cómo sus pezones se mostraban inusualmente abultados. Jorge vio el brillo de mi mirada y sin decirle nada soltó el sujetador de su mujer para que admirara sus preciosos pechos. Mi polla estaba para reventar y ella ni siquiera la había tocado aun.
Actuando de maestro de ceremonias, Jorge nos llevó de la mano hasta la habitación, con una magnifica cama de dos por dos en la que Lucía y yo nos tumbamos para reanudar nuestras caricias y besos mientras él, sentado en el frío suelo a los pies de la cama, no se perdía detalle. Pude ver el bulto de su slip y juraría que estaba tan o más excitado que yo.

Lucía le miró y Jorge, servicial, le quitó las botas mientras mi lengua recorría sus pechos sabrosos con sabor a gloria, a los que les dediqué la atención que merecían para seguir bajando besando y lamiendo su vientre hasta llegar a su tanguita y a través de él aspiré la fragancia del coñito de Lucía y me embriagué con ella. Luego aparté la tirilla y me encontré con un maravilloso coño depilado, de labios gruesos, pequeña hendidura y clítoris prominente. No fue necesario explorar en su búsqueda pues atiné con la punta de mi lengua a la primera. Lucía gimió y abrió sus piernas completamente, ofreciéndose a mí y ofreciéndole a su marido una espléndida panorámica de la comida de coño. Lamí y chupé su clítoris, follé con la lengua, todo lo que dio de sí, su coñito, besé los labios de su sexo y ella me obsequió derramando su néctar de diosa en mis labios, regalándome una sabrosa corrida de hembra que me puso los vellos de punta y que recibí agradecido en mi boca.
Era el momento adecuado para follarla pero para mi sorpresa Lucía se incorporó y se puso de pie haciéndole una señal a Jorge que obediente se sentó en una silla dispuesta en una esquina de la cama, Lucía sacó del armario unas cuerdas como las que se usan para montañismo y tras ordenar a Jorge que se sentara en la silla y quitarle el slip, bajo el que apareció una buena polla, mayor que la mía, la pasó por las argollas de las muñequeras y las tobilleras dejándolo absolutamente inmovilizado. Yo miraba la situación sorprendido y excitado hasta que ella se vino de nuevo a la cama y reanudamos nuestro juego de besos, roces y caricias.
– Lo haremos de lado como leí que se te da bien y además le podremos ofrecer al cornudo de mi maridito una buena perspectiva.
La polla de Jorge, empalmadísima, bamboleaba entre sus piernas y sus ojos parecían salir de sus órbitas cuando ella se puso de lado, levantó su pierna y me ofreció su coño para la penetración. Enfilé mi capullo entre los labios de su coño y la penetré suave y lento hasta las pelotas mientras que Jorge, atado, gemía y su polla parecía estallar de dura al tiempo que Lucía comenzó a soltar groserías.
– ¡Ya la tengo toda dentro! – gritó.
– Lo veo putita, yo te tiene follada – contestaba él
– ¡Me da gusto, me está follando viva, mira y aprende, cabroncete!
– Siiií….! – exclamaba él.
Yo le daba tironcitos de los pezones, que tenía a tope, y la follaba lento y profundo. Jorge acercaba su cara lo que podía para no perder detalle y pronto ella, con movimientos de su culito y levantando bien la pierna, impuso el ritmo de la follada.
– Te la está metiendo hasta los huevos, cariño, se te ve muy mojada – decía él.

– ¡Es que me derramo entera cuando me follan mientras mi cabroncete mira! – contestó ella.
– ¡Sí… sí… sí, fóllala… fóllate a mi mujer… siiií…! – me gritaba él.
La corrida de Jorge fue monumental, sin tocarse. Viendo como me follaba a su mujer se había corrido bien corrido, como me hubiera corrido yo si Lucía no se hubiera descabalgado de mi polla, que salió palpitante y durísima de su coño.
– Antes de que te corras – me dijo – quiero hacer un numerito con el cabrón.
Estaba visto que era Lucía la que llevaba la iniciativa. Desató a su marido y le ordenó tumbarse en la cama, abierto en cruz, le ató muñecas y tobillos con la cuerda a las patas de la cama y debajo sus riñones y su cuello puso un cojín y una almohada. Acto seguido se puso sobre él en posición invertida, le restregó todo el coño por la cara y le ordenó que se comiera todo su caldito, a lo que él obedeció con entrega. Ella le besaba las pelotas y la punta de la polla recién eyaculada hasta que, haciendo movimientos con su culito, me invitó a la penetración. No tuvo que insistir. La sensación era extraña pero placentera, estaba follando a Lucía mientras su marido le comía el coño y a veces también lamía mis pelotas y la raíz de mi polla. Lucía comenzó a gemir y pronto sentí el calorcito de su humedad inundando mi verga y aumenté el ritmo de bombeo mientras pellizcaba sus pezones, más duros y enhiestos que nunca. Se estaba corriendo y mi corrida también era inminente. Ella agitaba su culito y yo la tenía clavada hasta la raíz cuando mi polla, vibrando entera, soltó chorros de leche en el coño magnifico y acogedor de Lucía. Me quedé quieto, con la vista en blanco, sentía la lengua de Jorge lamiendo la raíz de mi verga y los labios del coño de Lucía, hasta que ella, con un movimiento, se desprendió de mi verga.
– Ahora el cabroncete me va a lamer la almejita y la va a dejar bien limpita.
Pude ver a Jorge lamiendo y chupando el coño de Lucía, libando mi semen y su néctar mezclados. Ella dejó de mamarle la polla para masturbarlo y él seguía lamiendo y bebiendo desesperado todo el semen que chorreaba desde el interior del coño de su mujer, hasta que de pronto su polla masturbada, comenzó a escupir leche y su mujer se sentó sobre su boca y casi le ahoga con el coño. Yo a pesar de que solo hacia un par de minutos de mi corrida la tenía dura como una roca de nuevo.
– Y ahora la sorpresa para el cabrón de mi maridito – dijo Lucía.
Se levantó, dejando a Jorge atado, le quitó los correajes del pecho, recogió las botas del suelo y me pidió que lo desatara mientras ella se arreglaba. Desaté a Jorge, que me dio las gracias, y le ayudé a incorporarse. Se le veía muy a feliz, como ido, se arrodilló ante mi y para mi sorpresa se metió mi polla en la boca, me dio unas cuantas chupadas y un beso en el capullo y creo que a él le hubiera gustado seguir chupándomela pero como no se lo pedí, no insistió.

De pronto Lucía salió del cuarto de baño y por segunda vez en la noche me quedé estupefacto pues un arnés con una considerable verga de cuero con otra más pequeña hacia dentro que llevaba incrustada en su coño
– Ponte a cuatro patas al borde de la cama, que ha llegado tu hora – le dijo a su marido, que obedeció sin rechistar.
Ella sacó de la bolsa un lubricante y comenzó a meterle un dedo en el culo a su marido, que se estremecía. Pronto dos dedos de Lucía entraban y salían del esfínter de Jorge que no paraba de gemir, y entonces ella, de pie, apuntó la verga de cuero ya lubricada al agujero de Jorge y decidí ayudarle, tomé la verga de cuero por su punta y comencé a hacer círculos en la entrada del agujero del culo de Jorge hasta que Lucía comenzó la penetración. Jorge emitía sonidos de placer y queja pero aguantó estoicamente la penetración hasta que toda la verga de cuero negro entró en su culo. Yo, detrás de Lucía, le sobaba las tetas y le besaba el cuello y la nuca. Mi polla estaba dispuesta y ella, sin decirme nada, me acercó la crema lubricante. Le unté su hoyito y mi polla y, con suavidad comencé a penetrarla por el culo. Ella, con toda la verga de cuero clavada en el culo de su marido se quedó quieta, relajando el esfínter para facilitar la penetración hasta que se la tuve toda clavada y cuando mis calientes pelotas toparon con sus nalgas frescas, me quedé quieto sintiendo el roce del pequeño pene de cuero interior del arnés que Lucía llevaba incrustado en el coño hasta que ella me aviso:
– ¡Ahora!
Comencé el vaivén de la enculada y así ella me recibía en su culo y transmitía el movimiento a la verga de cuero que penetraba a su marido mientras que este gritaba de gusto y dolor porque Lucía también le pellizcaba y retorcía los pezones. El cabroncete tenía la polla dura y palpitante de nuevo. Pillamos onda total los tres. Lucía me pidió que le diera duro y que le pellizcara los pezones y obedecí, de nuevo, sin rechistar, cuanto más profunda era mi embestida más fuerza hacia Lucía con la verga de cuero penetrando a su marido que gritaba como una perrita quejumbrosa a la que folla un perro de presa. Yo marcaba el ritmo de la enculada que se trasmitía a este lindo y sensual matrimonio. Y cuando yo estaba a punto Lucía le dijo a su marido:
– Ahora, mientras te enculo, vas a probar el sabor de la leche de una polla recién salida del culo de tu mujer.
Me tomó de la mano y me hizo meter la polla en la boca de su esposo. Era increíble, ella seguía enculando con saña a su marido mientras él me mamaba la verga con frenesí. Cuando mi verga soltó todo su semen él me la chupó con ganas, alimentándose con la leche del hombre que le había hecho cabrón consentido. Soltó un grito gutural, lo más que se puede con una polla metida hasta la garganta, y pude ver como su polla soltaba lefa de nuevo inundando su estomago y el de su mujer mientras Lucía le besaba y compartían mi semen en sus bocas. Me dolían los riñones.

Descansamos hechos un ovillo los tres en la cama, un reposo excepcional con miradas cómplices y caricias hasta que Lucía obligó a su marido a incorporarse, tendió el nórdico a los pies de la cama y le indicó a su marido el sitio donde dormiría esa noche. El, obediente, se tumbó en el suelo sobre el edredón, con su estomago y la comisura de sus labios brillantes de semen seco. Lucía y yo preparamos el jacuzzi con sales de baño y procedimos a darnos un relajante baño y tras salir de él y secarnos nos metimos en la cama, ella se tumbó boca arriba y la penetré en la posición del misionero, mientras que Jorge dormía y roncaba leve y plácidamente, con una sonrisa de felicidad en sus labios. Estuvimos un buen rato follando hasta que ella me pidió que me reservara para la mañana siguiente, creo que lo hizo por piedad, ya que yo estaba realmente cansado y mi polla estaba algo irritada. Pero bien dispuesta.
Lucía y Jorge os deseo lo mejor para vosotros. Y por vuestros mails compruebo que este fin de semana os ha inspirado posteriores polvos maravillosos y a mis inmejorables pajas.
Un beso

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