Relato erótico

Sexo caribeño

Charo
4 de junio del 2020

Después de veinte años de casados decidieron hacer un viaje a una playa paradisiaca del Caribe. Cogieron un bungalow y disfrutaron a tope de aquellos paisajes y de “propina” disfrutaron también del camarero y su novia.

Mariano – CORDOBA
Esto, amigos de CLIMA, sucedió a finales del año pasado, cuando mi mujer y yo hicimos un viaje para divertirnos sin nuestros cuatro hijos, ya que por primera vez en casi veinte años de casados, disfrutábamos de un recorrido por paraísos tropicales. En fin, nosotros somos un matrimonio con veinte años de casados, nos casamos muy jóvenes, mi mujer tenía apenas dieciocho y yo veinte, al principio, como todo, fue un poco difícil, pero luego nos pudimos acomodar. Hoy día ambos somos profesionales, con nuestros negocios propios, y con un futuro prometedor.
El asunto es que fuimos a una isla del Caribe, casi desabitada, y apenas con unos cuantos hoteles, donde las habitaciones eran bungalow, sin aire acondicionado, sin televisión y sin teléfono, pero con unos grandes ventanales para poder apreciar el mar y la exuberante vegetación que nos rodeaba. Llegamos a nuestra habitación muy temprano, apenas eran las diez de la mañana, así que nos pusimos nuestros bañadores y nos fuimos a dar un chapuzón, a tomar el sol y a eso de las tres de la tarde regresamos a la habitación ya bien bronceados y dispuestos a descansar un rato para cenar a las siete de la noche.
Cabe aclarar que tanto mi mujer como yo hacemos bastante ejercicio, así que nos conservamos bien físicamente, mi mujer tiene unas piernas preciosas, muy buen culo y unas tetas de impresión, pero lo bueno fue que, después de ducharse, salió totalmente desnuda del baño y por mi parte yo, que también estaba desnudo, solo con el calzoncillo, para cambiarme de ropa, no disimulé mi erección, es más, por primera vez me sentía excitado de saber que ella me estaba mirando de esa manera.
Mi mujer no se hizo de esperar, definitivamente estaba cachonda, se me quedó mirando descaradamente, se empezó a tocar las tetas, aunque nunca se había masturbado delante de mí, a pesar de que yo sabía que si lo hacía con cierta frecuencia, y sin el menor recato se fue metiendo un par de dedos en su almejita. Yo estaba que no aguantaba más, así que me deshice del calzoncillo y sin miramientos la tumbé en la cama y empecé a hacerle una mamada espectacular, mientras ella seguía metiéndose los dedos y yo también le metía los míos, no solo en la almeja sino también por el culo, que delicia, estaba totalmente relajada y se dejaba manosear. Por mi parte, aproveché para meterle tres dedos en su hermoso culo, aunque jamás me había permitido algo así de buenas a primeras, y en los veinte años de casados, apenas unas diez veces la había logrado penetrar por detrás. En fin, estábamos súper cachondos los dos y al fin la penetré por el culo, primero estando ella boca abajo, luego se la metí de acostado, sintiendo como se corría varias ocasiones, y por fin, estando casi a reventar, me senté en la cama con ambos pies en el suelo, ella se sentó en mi polla y se la encajó todo por el ano, pudiendo ver que lo tenía totalmente abierto y si hubiera querido estoy seguro que le pude haber metido hasta el puño.

Ambos gemíamos y nos retorcíamos, éramos simplemente un par de animales en celo, ella se levantaba y se dejaba caer en mi verga, sentía como le llegaba hasta lo más profundo de las entrañas, y fue cuando me corrí, lanzándole varios chorros de semen como solo recuerdo haber tenido en mi época de juventud. No sé cuanto tiempo me quedé tendido en la cama, mientras mi mujer continuaba su metisaca por el culo y a la vez se masturbaba.
Más tarde mi mujer me contó que en el momento en que yo me corría, había llegado un camarero de color para avisarnos la hora en que se serviría la cena, y a la vez para saber si se nos ofrecía algo en especial, esto era una costumbre en la isla, ya que no existía electricidad, y por tanto, tampoco teléfono. El tipo tenía como de unos veintidós años, había llegado a tiempo para el espectáculo y mi mujer, al principio para no hacerme perder el orgasmo continuó con su trabajo, solo atinando a bajar la cara, sin embargo, al poco rato se dio cuenta de que el muchacho, fuera del bungalow, se estaba masturbando, pues las ventanas eran enormes, así que podía ver la enorme tranca del tipo y como éste le daba duro hasta que se corrió. Eso puso caliente a mi mujer, ya que le excitaba ver que alguien se hacía una paja viéndola desnuda, así que sin el mínimo de pudor se abrió de piernas para que el camarero pudiera ver como la follaba por el culo y como ella misma se metía casi la mano entera en su coño.
Cuando mi mujer acabó, se levantó lentamente, luego se dio vuelta y se agarró las nalgas. Lo que estaba haciendo era enseñándole el culo al camarero y éste ni lerdo ni perezoso seguía dándole como loco a su verga, hasta que se corrió con una tremenda eyaculación que llegó a caer en la ventana. Mi mujer vio eso y me agarró la verga de nuevo, se la metió en la boca y me la limpió toda, algo que nunca antes había hecho. Luego nos dormimos por espacio de unas dos horas.
El camarero llegó de nuevo a avisarnos que ya estaba la cena. Eran casi las siete de la noche. Cuando el camarero llegó, la habitación estaba totalmente a oscuras, así que no podía ver absolutamente nada desde la ventana hacia adentro, sin embargo otra vez mi mujer volvió a asombrarme, ya que se levantó totalmente desnuda y aunque se hizo a un lado para colocarse detrás de la puerta, le contestó al muchacho abriendo la puerta, y se volvió hacia mí para preguntarme si deseaba algo en especial. Estoy seguro de que el camarero podía ver que yo estaba desnudo, ya que se notaba un poco abrumado. Después de unas palabras, se despidió con una buena propina que le entregó mi mujer, y en ese momento estoy seguro de que el camarero sí que la vio desnuda. En fin, nos vestimos y nos fuimos caminando hacia el restaurante.
Durante el trayecto de la habitación al restaurante le dije a mi mujer que me sentía como nunca y que podía continuar haciendo el amor toda la noche, a lo que mi mujer me respondió que ella también se sentía excitada de una manera que nunca antes recordaba haberlo estado, pero que tuviéramos un poco de calma.

Así llegamos hasta el restaurante, donde, para sorpresa nuestra, nos atendió el mismo camarero que había llegado antes a la habitación. El muchacho era muy amable, sin embargo me parecía que tenía mucha confianza con mi mujer, ya que la miraba a los ojos y hasta le hizo varias bromas con el asunto de las comidas afrodisíacas. Mi mujer que normalmente es sumamente conservadora se reía de muy buena gana, además después de varios cubatas, que le fueron poniendo, aún más desinhibida. La cena fue transcurriendo alegre, el camarero venía a cada instante con cualquier pretexto, hasta que al fin se animó y nos dijo que si estaríamos dispuestos para ir esa misma noche a conocer la playa más hermosa de la isla. Nosotros le dijimos que si, así que nos ofreció llevarnos cuando terminaba el turno, ya que él iba para allá con su novia, una chica que también trabajaba en el hotel.
Mientras esperábamos en nuestra habitación, ya que habíamos quedado con James, como se llamaba el camarero, pasaría a eso de las diez de la noche con Esther, su novia, nos estuvimos manoseando. Mi mujer llevaba un vestido de falda muy corta, tanto así que con cualquier descuido se le veía el tanguita blanco que llevaba, además había decidido no usar el sujetador. Otra cosa que me llamó la atención, ya que mi mujer siempre ha sido muy conservadora. En fin, mientras esperábamos a la otra pareja, le fui metiendo los dedos en su raja, al punto que logré sacarle un par de orgasmos.
Con apenas dos minutos de retraso se presentó la pareja. La chica era realmente encantadora, también de color, pero tenía unos ojos de color verde aún más profundo que los de mi mujer, además era muy habladora, al punto que con tan solo unos minutos de viaje, ya todos íbamos conversando como si nos conociéramos de toda la vida. El viaje tardó casi una hora, y en verdad, al llegar, vimos una playa verdaderamente hermosa, dejamos el vehículo y bajamos a la playa donde James nos invitó a darnos un baño, pero cuando le dijimos que no llevábamos bañador, añadió que no hacía falta y empezó a desnudarse, al igual que su novia, quedando los dos en pelota picada. Mi mujer y yo nos miramos sorprendidos y más porque la verga de ese negro era digna de admiración. Mi mujer viendo aquella tranca no pudo dejar pasar un comentario, diciendo que era la verga más grande que había visto en toda su vida, y eso, que había visto varias pollas en películas porno. James se la acercó para que pudiera observarla con detenimiento, comprobando que ésta iba aumentando. Mi mujer se agachó para verla con el mayor desparpajo, y casi puedo decir que estaba a punto de cogerla entre sus manos para mamarla, pero en eso Esther se acercó, su cuerpo se veía realmente espectacular, apenas tenía una línea en su coño de vello púbico, y su culo era todo un poema. Casi puedo decir que tanto mi mujer como yo nos quedamos con la boca abierta al verla. Con la mayor naturalidad nos dijo que nos desnudáramos y que los acompañáramos al agua, cosa a la que no accedimos, ya que mi mujer le temía realmente al mar en la noche, sin embargo, fue mi mujer la primera en desnudarse, diciendo que mientras ellos disfrutaban del mar, nosotros disfrutaríamos de otras cosa.

James y Esther fueron hacia el mar, sin embargo no llegaron muy lejos, ya que James empezó a sobarle las nalgas y desde nuestra posición vimos como Esther se agachaba y empezaba a hacerle una magnífica mamada a James. Mi mujer no se hizo de esperar, me cogió la verga y también empezó a mamar y luego, cuando la tuve bien dura empezamos a follar. No tengo idea de cuanto tiempo estuvimos follando, pero si puedo decir que mi mujer tuvo unos seis orgasmos, mientras yo me corrí dos veces dentro de ella sin sacarla una sola vez. Cuando terminamos mi mujer se tendió a mi lado cuan larga es, con las piernas totalmente abiertas y su coño chorreando semen.
En ese momento nos percatamos de que James y Esther estaban a nuestro lado, yo les pregunté que cuanto tiempo llevaban allí y Esther me respondió que no mucho, pero que habían visto lo suficiente como para empezar a ponerse cachonda de nuevo. Todos reímos y a partir de ese momento tanto unos como otros nos observamos sin el menor pudor. No supe de donde, pero el caso es que James sacó una botella de aguardiente y fuimos dando cuenta de ella rápidamente y entonces decidimos regresar al hotel y casi sin darnos cuenta, cambiamos de pareja y apenas mi mujer y James llevaban unos metros de distancia, cuando vi que el muchacho empezaba a meterle mano a mi mujer. Primero le tocó el culo, luego le pasó la mano por la almeja, y mi mujer se dejaba hacer. Así llegaron hasta el vehículo, James le entregó las llaves a mi mujer para que esta abriera y buscara la botella, ya que quería verle el culo y manosearlo a su antojo, cosa que a mi mujer le gustó, ya que se abrió las piernas descaradamente para que la penetraran.
James no se hizo esperar, se untó de saliva la mano y acto seguido se la pasó por el coño a mi mujer, luego le puso la punta de su verga en la entrada y sin contemplaciones se la clavó. Mi mujer nunca había tenido una verga de semejante envergadura, pero supo asimilarla perfectamente, ya que estaba totalmente empapada. Tanto James como mi mujer habían perdido totalmente el pudor, así que estaban follando como dos animales en plena calle, hasta que James le dejó ir toda su leche derramando abundante semen, primero en el coño de mi mujer, y luego en las piernas de ésta. Cuando acabaron James se quedó extasiado viendo a mi mujer teniendo espasmos por los orgasmos, así que sin decir una sola palabra, el chico optó por extenderle el semen por todo el cuerpo, desde el ombligo hasta los pies de mi mujer y luego James le abrió el culo para que el semen bajara sin problema, y acto seguido se lo untó por todas las nalgas, luego hundió dos de sus dedos en el ano para inmediatamente llevarlos a la boca de mi mujer y esta los lamió como si fuera miel, luego James le dijo a mi mujer que le limpiara la verga, cosa que mi mujer hizo con la mayor naturalidad, cogió su polla, se la llevó a la boca, y no la soltó hasta que quedó totalmente limpia.

Como es natural las cosas siguieron así durante toda la estancia en aquel lugar paradisíaco. Incluso yo acabé por follarme a Esther.
Saludos y hasta otra.

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