Relato erótico
Sexo brutal
Lo que nos cuenta ocurrió hace un par de años. Ahora tiene novia, pero nos confiesa que no ha podido dejar de follar con su vecina y buena amiga. Dice que el sexo con ella, es brutal.
Pedro – SEGOVIA
Hola amiga Charo, quiero contar lo que sucedió con mi vecina, la cual, ahora es mi gran amiga y amante secreta.
Yo siempre la había visto como una de las vecinas solteronas, que no faltaban a las reuniones del edificio, y que se quejaban de todo lo que hacían los demás vecinos.
Siempre iba vestida muy formal y eso me hacia verla como una persona seria, con la que no pasaría de un “buenos días”. Casualmente nunca la había visto los fines de semana, hasta el día en que coincidimos un sábado en el ascensor. Estaba tan diferente, tan guapa, tan voluptuosa. Llevaba un pantalón negro de lycra y una camiseta también negra, ajustada y que marcaba sus grandes tetas. Por lo visto iba al gimnasio.
Ese día no atiné ni a darle los buenos días, solo levante la cabeza y sonreí tímidamente. Lo que sí hice, como todo un caballero, fue cederle el paso, y por supuesto, girarme para ver su hermoso culo.
En ese momento, me di cuenta que no sabía ni su nombre y de inmediato lo pregunté al conserje del edificio. El sonrió y me dio la información, no solo el nombre y el apartamento, sino además me contó que, todos los sábados salía al gimnasio y los domingos a montar en bicicleta.
– Siempre con esos pantaloncitos – remató.
En toda la semana no hice más que bombardear al conserje con preguntas sobre Berta, que así se llamaba, y no hacía más que esperar la hora en que me la encontraría de nuevo en el ascensor. Ahora yo no hacía más que fantasear con ella, con sus grandes tetas, en cómo me gustaría chupárselas y en cómo me gustaría comer su coño.
Estaba tan caliente que decidí montar una estrategia para hablar con ella.
No podía llegar a su casa y decirle, “hola, que guapa eres”. Tenía que planearlo para el domingo, cuando ella saliera a montar bicicleta, como según el conserje siempre hacía.
A primera hora le pedí al conserje, el cual ya sabía de mi plan, que me avisara por el interfono cuando ella saliera. Ya tenía mi bicicleta lista y apenas sonó el timbre, salí rápidamente detrás de ella. Pensé en un primer momento que ella ya me llevaba mucha ventaja y que no podría encontrarla, pero rápidamente y como un faro, ese enorme culo me guió hacia mi meta. El resto del plan era alcanzarla, saludarla y decirle que yo también montaba todos los domingos y que podríamos seguir saliendo juntos.
Antes de seguir con la segunda parte de mi plan no pude evitar seguirla y admirar su hermoso cuerpo durante un rato, lo cual me ponía tan caliente que me daban ganas de cogerla, meterla en cualquier calle solitaria y allí follármela. Mientras me imaginaba esto, la vi perder el control de la bicicleta e ir directa al suelo. De inmediato llegué hasta ella, la ayudé a ponerse de pie y a recoger su bici. Increíblemente, ella no solo me reconoció sino que además me saludó por mi nombre. Me dio las gracias y me pidió que la acompañara hasta el edificio, pues le dolía una rodilla.
Mientras caminábamos empezó a contarme cosas de su trabajo y de como aprovechaba los fines de semana para hacer deporte, mientras yo no dejaba de hacer rápidas miradas a sus increíbles senos. Entonces se dio cuenta que la estaba mirando, de inmediato paró de hablar, sonrió y me preguntó cosas de mí. Le conté que me gustaba el cine, etc.
Llegamos a su casa y Berta me ofreció un zumo, que yo acepté complacido pues en ese momento mi plan iba más lejos de lo que esperaba de ese primer encuentro.
Ella se excusó un segundo para irse a cambiar de ropa. En este momento fue cuando pude ver todo su precioso cuerpo gracias al espejo que ella, por descuido o con toda la intención, pasó por alto. El espejo reflejaba todo lo que sucedía en el único cuarto y gracias a la ubicación que yo tenía podía ver todo lo que sucedía en éste.
Ella se puso una bata estilo japonés y salió hacia la cocina, sirvió el jugo, me lo dio y se sentó en un sofá frente a mí, mientras yo trataba de cubrir mi erección con las manos. Ella continuó haciéndome preguntas sobre cuanto tiempo llevaba en el edificio, si tenía novia y también se reía al saber lo cerca que vivíamos y no nos conocíamos, con lo cual yo estuve absolutamente de acuerdo.
Mientras ella hablaba de su fascinación por el deporte, al cruzar la pierna, se asomó su minúsculo tanga, que se notaba ensombrecido por los pelos del coño. Me quedé mirando su entrepierna y mi polla siguió poniéndose dura. Entonces Berta se dio cuenta y me dijo sonriente:
– No soy tonta y me he dado cuenta que, desde que nos hemos encontrado, no haces más que mirarme.
Yo guardaba silencio y entonces ella, de repente, se abrió la bata y me dijo:
– Así te ahorro el esfuerzo de espiarme.
No podía creer que me estuviera ofreciendo todo su cuerpo. Me quedé unos segundos como una estatua y después, sin aguantar un momento más, me lancé directo a sus tetas, las que empecé a succionar salvajemente hasta que Berta, tomando mi cara, me empezó a besar. Así estuvimos un buen rato, pero mi meta era otra.
Empecé a bajar lentamente lamiendo todo su cuerpo, que por el ejercicio estaba salado por el sudor, al llegar a su coño no aguanté la emoción y empecé a lamer su tanga. No podía parar, después lo hice a un lado, ya humedecido por mi saliva y por los jugos que empezaban a salir de su chocho. Seguí lamiendo desesperado por un buen rato, después ella me pidió que le metiera mi polla. De inmediato me bajé los pantalones, le terminé de quitar su tanga y empecé a moverme en su coño intentando meter la polla hasta el fondo. Berta jadeaba y me susurraba guarradas al oído que me ponían más caliente y me la follaba salvajemente.
De pronto, dijo que se corría y al oír esto, no pude evitarlo y me corrí como un cerdo.
Cuando me calmé, me dijo que porque no nos dábamos una ducha. Entramos los dos en la bañera, nos enjabonamos mutuamente, pero la muy zorra era una mujer con experiencia y al poco rato me tenía completamente empalmado.
Se arrodillo y empezó a mamarme la polla, cuando ya estaba dura, se levantó y me dijo:
-Vamos a la cama, como ya te has corrido, espero que ahora me hagas disfrutar un buen rato.
Me sorprendí, pero la seguí como un corderito. Se tumbó en la cama, se abrió de piernas y me dijo:
-Vas a comerme el coño hasta que te diga basta. Hacía tiempo que una lengua no recorría mi cueva y quiero correrme tantas veces como sea capaz de aguantar.
Metí la cabeza entre sus piernas y empecé con la labor. Era una mujer increíble, a los pocos minutos empezó su primer orgasmo y no paró de correrse hasta al cabo de una media hora. Había agarrado mi cabeza y no la soltó hasta que se cansó.
Gemía y jadeaba como si hubiese hecho un largo trayecto en bicicleta. Se incorporó, me hizo tumbar y me dijo que ahora le tocaba a ella.
Empezó a mamarme la polla, a comerme los huevos, metía un dedo en mi culo y… En definitiva, no paró hasta que le solté un buen chorro de leche.
Cuando acabó de tragarse hasta la última gota, me dijo:
-A mí me gusta mucho el sexo y tu, eres un buen “comecoños”, o sea que si quieres, nos podemos ver unas cuantas veces a la semana y nos montamos unas buenas “corridas”. ¿Qué te parece?
Como es lógico, acepté, y actualmente, después de un par de años seguimos siendo amantes. Aunque ahora tengo novia, no he podido dejar de verla. El sexo con ella es algo brutal.
Besos para todos y uno muy caliente para ti querida Charo.