Relato erótico
Sexo bajo el sol
Fue a una playa nudista y estaba disfrutando de los rayos de sol sobre su cuerpo. Tenía los ojos cerrados pero vio una sombra que pasaba por delante. Eran dos hombres que se detuvieron al verla.
Rebeca – IBIZA
Hola amigos, en primer lugar me presentaré aunque los nombres que daré son ficticios evidentemente. Mi nombre es Rebeca, tengo 26 años y me gusta el sexo a rabiar. Soy de estatura más bien alta pues llegaré al 1,76 cm, vivo en Ibiza, mi cabello es lacio y de color rubio, me llega a la altura del cuello, mis labios son carnosos y bastante provocativos, sé que a más de un tío lo pongo a tope solo pasándome la lengua por los labios para humedecerlos. Mis pechos son de tamaño mediano pues tengo una talla 95, pero lo que más destaca en ellos son sus enormes pezones de color amoratado y que se me erizan solo con sentir la brisa del aire sobre ellos. Por último mis nalgas son voluminosas y duras y a los hombres les vuelve locos al imaginarlas entre sus piernas. Tras presentarme iré al relato que os quiero contar sin más preámbulos.
Había llegado a aquella playa nudista de la costa sobre las diez de la mañana. La verdad es que hacía un día magnífico para relajarse y tomar el sol en aquel lugar que a aquellas horas todavía presentaba un aspecto un tanto solitario. Así pues, me tumbé encima de la toalla tras haberme despojado de la poca ropa que llevaba, me puse mis gafas de sol negras para que el sol no me molestase y me quedé dormida al poco rato. No sé cuanto tiempo debía llevar dormida pero el caso es que desperté y abrí los ojos viendo bajo los rayos solares una imagen que me impactó.
Paseando junto a la orilla del mar vi a dos hombres fuertes y musculosos de unos 35 años. Debo confesaros que siempre me han gustado los hombres de unos 40 años, debe ser por el morbo que me producen. Siempre deseé tener uno entre las piernas, las nalgas o bien entre mis labios. En fin, volveré a los dos hombres de la orilla para describiros como eran. Uno llevaba el cabello castaño recogido en una coleta, mediría sobre 1,80, era musculoso y tenía un torso que me gustó, debía machacarse mucho en el gimnasio. El compañero era aún mejor si eso era posible. Era un negro de cerca de dos metros, con el cuerpo sudoroso por el calor del sol, es decir, un auténtico dios de ébano al que, en el momento de verle, deseé tenerle dentro de mí.
El muchacho blanco llevaba un tanga de color gris que le marcaba todo el contorno de sus nalgas sin un solo vello mientras el negro portaba uno de color blanco que contrastaba con su piel de color caoba.
Al pasar por delante de mí les llamé con un silbido y el muchacho negro se me acercó. Al estar a mi lado le pedí si tenía fuego. Ya sé que es una táctica bastante usada pero parece que funcionó pues el hombre se colocó ante mí sonriendo y ofreciéndome fuego.
Nos presentamos los tres y no pude evitar dirigir mi mirada hacia sus entrepiernas imaginando lo que esconderían bajo los tangas. Los hombres se percataron de mis miradas y por su parte, también empezaron a observar mis pechos desafiantes cuyos pezones apuntaban directamente hacia el cielo. Con las miradas estaba todo dicho, así pues el negro me dijo:
– ¿Y si nos vamos tras unas rocas, que estaremos más tranquilos?
Yo sabía lo que aquello quería decir pero precisamente era lo que llevaba un rato deseando así pues le alargué mi mano para que me ayudase a levantar.
Al llegar tras las rocas el negro empezó a abrazarme por delante al tiempo que su amigo lo hacía por detrás. La lengua del negro se introdujo en mi boca cruzándose con la mía. Me estaba derritiendo con esos dos hombres. Noté sobre mi pubis el bulto insistente del macho y no pude más que arrodillarme ante él y empecé a lamer el aparato sobre la tela del tanga. La verdad es que una de las cosas que más me gusta hacer cuando me encuentro entre las piernas de un hombre es lamer la protuberancia de su polla teniendo el slip o, como en este caso, el tanga sobre ella. Es una situación que me pone a mil y sé que a ellos los pone igual.
Debido a mis lametones sobre su tanga noté como el miembro masculino empezó a tomar unas dimensiones increíbles. ¡Menuda tranca tenía el negro! Jamás vi cosa igual. Mediría al menos 22 cms y sería toda para mí. Por fin no pude aguantar más la tentación de ese hombre y bajé de golpe su tanga a través de sus muslos con lo cual su poderoso ariete saltó hacia mi boca como un resorte. La tragué como una loca, mientras su compañero acariciaba mis nalgas dirigiéndose a mi agujero anal. Me hizo un beso negro que me hizo ver las estrellas.
Seguí chupando aquella verga entre mis labios y con mi lengua acariciaba suavemente su glande que era de color morado oscuro. Con mis lamidas el pene marcaba unas venas en todo su esplendor. Estaba bombeando sangre sin parar. Me agarró mi melena con sus manos y empezó a machacarme la garganta con la cabeza de su polla. Parecía mentira pero me la comía toda a pesar de su longitud y su grosor. De pronto se produjo la explosión. Una catarata de semen inundó mi boca y tragué todo lo que pude de aquel hombre.
Descansamos unos momentos de aquella corrida y gracias a su amigo y nuevamente a mis labios, conseguimos calentarnos ambos de nuevo. No sabía lo que me esperaba como fin de fiesta pero debo deciros que me encantó.
El amigo de mi amante de color se colocó tumbado en la arena con su polla dirigida hacia arriba, me invitó a montarme sobre él y a cabalgarle a lo cual accedí gustosa. La verdad es que también se merecía probar mis encantos. Me clavé sobre su verga la cual me llenó por completo. Gemí con furia y desenfreno.
Empecé a trotar sobre él como una auténtica amazona sintiendo todo su músculo dentro de mí. De pronto el negro empezó a acariciarme el agujero posterior con sus labios y su lengua. Imaginé lo que ello significaba y le dije:
– Nunca he sido sodomizada por ningún hombre.
Sonrió y me dijo que me tranquilizara y que me dejara hacer, que me haría ver el cielo. Yo no las tenía todas conmigo ante el tamaño colosal de esa polla pero poco a poco y gracias a la cabalgada sobre el otro chico me fui dejando llevar y relajando. Además la lengua del negro me estaba volviendo loca perdida, era la mejor lengua que había sentido nunca.
Tras humedecerme el ano con su lengua y después de introducirme dos y hasta tres dedos para abrírmelo bien, se dispuso a montarme a caballo. El chico de mi vagina se quedó quieto por unos instantes esperando la penetración de su compañero. Y de repente noté la cabeza del macho en mi entrada posterior. Aguanté la respiración y sentí como mi cuerpo se abrasaba ante un intruso excesivamente poderoso.
Aquel macho me estaba destrozando por dentro con ese falo enorme y lloré sin poder aguantar tanto dolor. Se introdujo hasta el fondo de mi ser. Por fin lo había conseguido. El sueño de mi vida, ser penetrada por dos tíos a la vez. La verdad es que el dolor era enorme pero cuando el chico de abajo inició su movimiento dentro de mí y después se le unió su compañero creí ver realmente el cielo en todo su esplendor. Sentí como se unían las dos vergas dentro de mí y empezaban a darme un placer único que jamás había sentido antes.
Le dije al negro que me montara cada vez con más fuerza, que deseaba sentirlo dentro de mi ano descargando. El negro asintió y fue adquiriendo cada vez mayor velocidad dentro de mi cuerpo. Notaba chocar los testículos de ambos hombres en mi vagina y en mi ano. La locura cada vez era mayor y acabé diciéndoles que se corriesen dentro de mí.
Explotamos los tres y sentí como se corrían ambos en mi interior lanzando toda su descarga. Gritábamos como locos y la verdad es que nos costó sobre un cuarto de hora recuperar de nuevo el resuello. Había sido el mejor polvo de mi vida, os lo puedo jurar.
Tras recuperarnos nos intercambiamos nuestros respectivos móviles pues a aquellos hombres no los podía dejar escapar tan fácilmente. Deseaba ardientemente tener una futura relación con los dos nuevamente o bien por separado.
Besos, amiga Charo.