Relato erótico
Sesión porno brutal
En anteriores testimonios, nuestro amigo nos contó, que por fin había conseguido que su mujer follara con otros hombres en su presencia. No os perdáis el final de esta historia.
Andrés T.- MADRID
Amigos de Clima, de nuevo soy Andrés, el de Cartagena pero que vive en Madrid, tengo 35 años. Gracias por haber publicado los anteriores testimonios. Ahora seguiré con lo que ocurrió. Allí os contaba como animé a mi mujer a que me pusiera los cuernos con todos los clientes de nuestro local. Y ella lo hizo y bien.
Después de que se la follaran un buen número de clientes, como ya conté, decidí, días más tarde, llevarla a un cine porno, donde de nuevo se repitió la juerga, pero esta vez en un cuartito detrás de la pantalla y allí los tíos se la follaron como les dio la gana.
Uno de ellos dirigió su verga, que ya estaba bastante dura, a la boca de mi mujer, mientras que el otro, se la ponía en la mano para que le hiciera una paja.
Mi mujer, primero se metió los huevos en la boca uno a uno como si fueran bombones mientras le acariciaba el palo con suavidad al otro tipo, le fue pasando la lengua desde la base hasta la punta, el tío, estaba fuera si y lanzando pequeños suspiros.
Como estaba tumbada en una mesa, otro tío aprovechó cuando la tuvo allí desnuda para separarle las piernas y empezó a pasarle la lengua por los muslos acercándose, poco a poco al deseoso coño de mi mujer.
Vi que estaba muy excitada y cuando él, llegó al chochito, se lo a abrió con los dedos y cogiendo con la boca el botoncito, que en esos momentos ya estaba duro y erecto, lo apretaba con sus labios haciéndolo rodar entre ellos, se agitaba sin parar. Mientras, el otro tío le acariciaba las tetas y las chupaba con delicadeza.
Al poco rato la pusieron a cuatro patas y le lamían el culo abriéndole las nalgas con las manos y con los propios jugos del coño le untaban el ano y se lo acariciaban abriéndose paso con un dedo.
Cuando el tío vio que entraba sin dificultad, le introdujo otro dedo. En un momento noté que ella ya lo tenía suficientemente dilatado de nuevo su culito y él, también lo apreció, se separó, le puso la polla en la entrada y apretando la fue introduciendo hasta el fondo.
Empezó a bombearla por el culo con suavidad y al mismo tiempo, el otro tipo le levantaba una pierna y apoyándola, se metía debajo de ella para darle una estocada en el coño comenzando a enfundársela con fuerza lo que hizo que ella soltase la polla del tercero que aprovechó para metérsela en la boca a agarrándola del pelo y metiéndosela hasta el fondo de la garganta.
El tío le daba fuerte por el culo y solo dejaba sus huevos fuera, mientras que el otro seguía cogiéndola fuerte del pelo y se la metía y sacaba de la boca.
Ella estaba a punto de tener otro orgasmo cosa que hizo que acelerase el ritmo de la mamada, pero entonces el tipo le sacó la verga de la boca y masturbándose ligeramente se corrió sobre sus pechos. Acto seguido, mi mujer tuvo un largo orgasmo.
Cuando la oyeron gritar diciendo que se corría, los otros dos, no pudieron resistir y se corrieron dejando los condones con una buena cantidad de leche.
Los tres chicos le dieron gracias y se fueron, ella cayó de bruces en el mueble. Tenía una mano metida en el chocho y de pronto gritó:
– ¡Me corroooo…!
Este gemido excitó a un hombre que se pajeaba viendo la escena y respondió corriéndose sobre la espalda de mi mujer, y luego se fue también sin decir nada.
Entonces noté la mano de mi mujer que tocaba mi endurecida polla. Me la acarició de los huevos a la punta repetidas veces, luego se puso en cuclillas, la agarró, la acarició y se la metió en la boca, mamándomela como solo ella sabe hacerlo. Ella se estaba masturbando y gimiendo, hasta que ya no aguantamos más y nos corrimos los dos al mismo tiempo.
Pensaba que ya estábamos solos, pero no, aún quedaba un cliente, que con la polla en la mano se masturbaba como un mandril Se acercó poco a poco, se puso detrás de ella y le acariciaba, los pechos desde atrás mientras yo la besaba.
Allí estaba ella, desnuda, salvo por sus zapatos. Estaba encantadora con esa cara de lujuria y deseando más, con su almeja rasurada y con sus sabrosas nalgas que resplandecían de blancura. Entonces le metí los dedos en su húmedo coño pues, en verdad, nunca la había notado tan mojada. Se agitaba y decía:
– ¡Que bien que lo estoy pasando… si, sigue…!
Y termino por correrse de una manera sorprendente. A mí, todo eso me excitaba más, si es que más era posible. Entre aquel hombre y yo, la recostamos en el mueble de nuevo, la besamos por todas partes, él le comió el coño, que es lo que más le gusta, y siguió hasta que la hizo correr otra vez.
Lo que estaba ocurriendo era mi sueño, hecho realidad. Ver a mi mujer, convertida en una ninfómana me enloquecía. Mientras nos abrazaba nos pedía que nos la folláramos. El tío, sacó unos condones, se levantó y me invitó con un gesto a ser el primero, pero yo le dije:
– Es toda suya y puedes hacerle lo que quiera.
Mi mujer abrió las piernas, él se puso sobre ella, levantó las piernas, y le ofreció su hermoso y gordo coño. Él colocó su gordo capullo en la entrada del chocho y poco a poca se la metió hasta los huevos. La muy cerda, levantaba la cabeza tratando de mirar como se la metía, y empezó a gemir con más fuerza mientras el tío bombeaba con fuerza.
– ¡Así, así! – le decía mi mujer mientras llegaba a un nuevo orgasmo.
– ¿Así es como te gusta verme? – Me preguntaba – Así es como también me encanta a mí – y añadía dirigiéndose al tío – ¡Dame fuerte, dame fuerte, dame…dame…!
Mi mujer me la estaba mamando de nuevo. Era un doble placer, la mamada y ver sus nalgas a disposición de otro hombre. No pude aguantar más y me corrí de una manera formidable, mientras ella me apretaba con la boca, y tragaba mi leche exprimiéndome la polla.
El tío, seguía follándosela hasta que logró hacerla correr. Yo estaba un poco cansado, pero el esfuerzo valió la pena, ya que verla gozar era todo un placer. De pronto, el tío empezó a jadear y se corrió.
Ella respondió con un quejido de placer. Cuando sacó la polla del caliente coño de mi mujer, el condón estaba lleno de leche.
– ¡Eres una mujer genial!- le dije
Nos habíamos quedado solos y agotados. La ayude a bajar y nos dimos un cariñoso beso.
Se vistió y nos fuimos a casa.
Mientras cenábamos comentamos lo que había ocurrido. Solo pude darle las gracias por el regalo que me había hecho.
Mi mujer, me miró con cara picarona y me dijo:
– No creo que lo vuelva a repetir, pero, reconozco que ha sido una experiencia inolvidable. Además, sé que he conseguido hacer realidad una de tus fantasías, y esto, me ha hecho muy feliz.
Nos besamos y nos acostamos. Realmente necesitábamos un poco de descanso.
Besos.